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Full text of "PALABRAS EN GRIEGO DEL NT"

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Páginal 



PREFACIO 

Si dijera que este libro comenzó casi accidentalmente, no mentiría. Las palabras son 
fascinantes. Hace unos años, no muchos, un párroco me pidió escribiera tres artículos 
cortos, basados en otras tantas grandes palabras del NT, para su revista 
congregacional; y así lo hice. Por aquel tiempo, yo estaba acabando una serie de 
artículos para la revista British Weekly, y debía pensar en algo que los continuara. 
Sugerí al señor Shaun Herrón, editor de ese periódico, que, como experimento por mi 
parte, podríamos dedicar algunas columnas a la publicación de una serie de artículos 
sobre palabras del NT. Estuvo de acuerdo, y emprendí mi tarea. Deseo expresar mi 
profunda gratitud al señor Herrón, primero, por concederme espacio en el British 
Weekly para estos artículos, y, segundo, por permitirme imprimirlos en forma de libro. 
De no haber sido por su continuo aliento, las series no hubieran empezado y el presente 
libro nunca hubiera sido escrito. 

A medida que los artículos continuaban, se evidenciaba más el deseo de muchas 
personas de poseerlos en forma más permanente, cosa que, al principio, me sorprendió, 
pues los artículos bien podrían ser definidos como un intento de popularizar el 
diccionario griego o enseñar la lengua griega a personas que nada sabían de ella. Pero 
ahora pienso que aquel deseo era simplemente una faceta del extraordinario interés por 
la Biblia que existe hoy, interés cada vez más grande. No creo haya habido otro tiempo 
cuando las gentes mostraran un mayor deseo de saber lo que la Biblia significa y lo que 
tiene que decir. Y ese interés, es lo que justifica la publicación de un libro como este. 
Traducir una lengua a otra es, en un sentido, casi imposible. Siempre se pueden 
traducir palabras con precisión cuando se refieren a cosas. Una silla es una silla en 
cualquier lengua. Pero cuando se trata de ideas, ya es otro asunto. En este caso, 
algunas palabras precisan de una frase, una oración o incluso un párrafo para 
traducirlas, pues un simple vocablo resulta insuficiente para expresar todo el contenido 
de la idea que encierran. Además, las palabras establecen asociaciones -por ejemplo 
con las gentes, con la historia, con las ideas, con otras palabras- que las matizan en 
forma peculiar, y estos matices, por afectar íntimamente el significado y sentido de las 
palabras, no pueden ser reproducidas en la simple traducción. El presente libro es un 
intento de tomar ciertos grandes vocablos del NT y averiguar qué significaban para los 
escritores bíblicos y para los que leían y oían por primera vez el mensaje de tales 
escritores. Hacer este trabajo significa seguirlas huellas de los vocablos a través del 
griego clásico, la Septuaginta, cuando se encuentren en ella, el griego helenista y los 
papiros. 

Ya que estos términos son constantemente usados a lo largo del libro, haremos bien en 
explicarlos desde el principio. Puede decirse que el griego clásico finalizó en el año 300 
a. de J.C, y que la época del griego helenista abarca desde ahí hasta el año 300 d. de 
J.C. Durante esta época el griego llegó a ser el lenguaje del mundo, debido a que las 
conquistas de Alejandro el Grande lo difundieron por doquier. Y así se creó una 
situación en que las gentes, en su vida privada y doméstica, hablaban su lengua 
vernácula, pero en la vida comercial y pública se expresaban en griego. Hasta qué punto 
fue así puede verse en que por aquel tiempo había personas con dos nombres: uno, el 
que recibió en su propia lengua, y el otro era griego. Por ejemplo, la palabra hebrea 
Cephas, que significa "roca", es la equivalente a la griega Pedro; y Tomás, vocablo 
hebreo para "gemelo", equivale al griego Dídimo, Podía darse el caso que el nombre 
griego fuera adoptado porque sonaba igual que el nativo. Así, un judío llamado Eliakim 
o Abel adoptaba en la sociedad griega el nombre Alcimo o Apeles, Ahora bien, el griego 
que se extendió por todo el mundo no era el clásico, sino un tipo de griego que había 
sido simplificado mediante el allanamiento de las irregularidades, las peculiaridades 
dialectales y los sutiles matices de sus modos y tiempos. Este griego era llamado el 
koine, forma resumida de he koine dialektos la lengua común. Sería erróneo pensar 
que el koine era una forma de griego degradado; todavía es una lengua bella y flexible, 
pero es un griego simplificado para salir al paso de las necesidades de un mundo, y no 
de un país o pueblo. 



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La Septuaginta es la versión griega del AT. La traducción fue empezada en Alejandría 
por el año 275 a. de J.C. Por aquel entonces, los judíos de la dispersión estaban más 
familiarizados con el griego que con el hebreo vernáculo. La Septuaginta es de suprema 
importancia porque fue la Biblia de la iglesia cristiana antes que el NT fuera escrito. 
Cuando los escritores del NT citaban del AT usaban muy a menudo la Septuaginta, y no 
el hebreo original. Por tanto, el lenguaje de esta versión griega del AT llegó a estar 
entretejido con el pensamiento cristiano. 

De todas las fuentes, los papiros son los que esclarecen más el lenguaje del NT. El 
papiro era un material de escritura elaborado con la médula de los juncos que crecían a 
orillas del Nilo. Para fabricarlo, se cortaba la médula del junco en tiras, las cuales se 
superponían cruzadas y se prensaban, y, tan pronto perdían la humedad, tenían una 
duración prácticamente ilimitada. Este era el material de escritura que se utilizaba 
universalmente en tiempos del NT. En Egipto, los escritos en papiro, perdido ya su 
valor, eran arrojados a los montones de escombros y sepultados por las arenas del 
desierto. Hoy día, merced a las excavaciones, todavía son extraídos y descifrados. Los 
papiros contienen censos, tablas estadísticas de impuestos, contratos comerciales y 
matrimoniales, ejercicios escolares, peticiones al gobierno y, sobre todo, cartas 
particulares. En ellos encontramos la lengua griega tal como la hablaba la persona 
común, no los literatos, del tiempo del NT. Vemos cómo se usaban las palabras y qué 
significado y sentido tenían en el hablar cotidiano, no en la estilizada prosa literaria. 
El que escribe sobre palabras es, obviamente, dependiente de los trabajos de otros. Por 
tanto, a continuación doy una bibliografía que he usado constantemente. 



LÉXICOS Y CONCORDANCIAS 

H. G. Liddell and R. Scott, A Greek-English Lexicón, 

Gerhard Kittel, Theologisches Wórterbuch zum Neunen Testament. 

Erwin Preuschen, Handwórterhuch zum Griechischen Neuen Testament, 

J. H. Moulton and G. Milligan, The Vocabulary ofthe Greek Testament, 

W. F. Moulton and A. S. Geden, A Concordance to the Greek Testament, 

J. H. Thayer, A Greek-English Lexicón ofthe New Testament, 

G, Abbott-Smith, Manual Greek Lexicón ofthe New Testament, 

Hesychius, HesychiiAlexandrini Lexicón, ed. M. Schmidt. 

Suidas, Suidae Lexicón, ed. L Bekker. 

E. A. Sophocles, Greek Lexicón ofthe Román and Byzantine Periods, 

E. J. Goodspeed, Index Patristicus, 

E. Hatch and H. A. Redpath, A Concordance to the Septuagint, 

W. Bauer, Griechisch-deutsches Wórterbuch zu den Schriften des Neuen Testaments 

u, der übrigen urchristlichen Literatur, ed. cuarta 1949-52. Traducido y adaptado al 

inglés por W. F. Arndt y F. W. Gingrich, A Greek-English Lexicón ofthe New 

Testament and OtherEarly Christian Literature, University of Chicago Press, 1957. 



OBRAS GENERALES 

M. David and B. A. von Groningen, Papyrological Primer, A, Deissmann, Lightfrom 

the Ancient East, 

F. Field, Notes on the Translation ofthe New Testament, 

E. Hatch, Essays in Biblical Greek 

H. A. A. Kennedy, Sources ofNew Testament Greek 

A, S, Hunt and G. C. Edgar, Select Papyri dos volúmenes, Loeb Classical Library, 

H. G. Meecham, Lightfrom Ancient Letters, G, Milligan, Here and There among the 

Papyri, 

Selections from the Greek Papyri, 

J. H. Moulton, From Egyptian Rubbish Heaps, 

E. K. Simpson, Words worth weighing in the Greek New Testament, 

R. C. Trench, Synonyms ofthe New Testament 

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J. G. Winter, Life and Letters in the Papyri, 

S. Witkowski, Epistulae privatae Graecae quae inpapyris aetatis Lagidarum 

servantur. 

Me gusta pensar en esta obra como un intento de poner los resultados de la erudición 

lingüística al alcance del lector medio y no especializado del NT. Mi esperanza y mi 

oración es que el libro coadyuve a destacar un poco más la suprema importancia del 

NT. 

William Barclay 

Trinity College 

Glasgow 



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AGAPE26 Y AGAPAN^s 

LA MÁS GRANDE DE LAS VIRTUDES 

La lengua griega es una de las más ricas, y tiene una facultad sin rival para expresar los 
diversos matices del significado de un concepto, pues, como sucede con cierta 
frecuencia, dispone de series completas de palabras para ello. Así, por ejemplo, 
mientras el inglés dispone solamente de un vocablo para expresar toda clase de amor, el 
griego tiene por lo menos cuatro. Ágape significa amor, y agapan, que es el verbo, 
significa amar. El amor es la más grande de las virtudes; la virtud característica de la fe 
cristiana. Por tanto haremos bien en procurar descubrir todo el contenido de estas dos 
palabras griegas cuyas características distintivas podremos conocer si las comparamos 
con otras palabras griegas que también signifiquen amor. 

1. El sustantivo eros y el verbo eran se usan principalmente para denotar el amor 
entre los sexos. Aunque también pueden utilizarse para expresar la pasión de la 
ambición o la intensidad de un sentimiento patriótico, característicamente son palabras 
que se emplean con relación al amor físico. Gregorio Nazianceno definió ecos como "el 
deseo ardiente e insufrible". Jenofonte, en la Ciropedia (5,1,11), tiene un pasaje que 
muestra exactamente el significado de eros y eran, Araspas y Ciro están discutiendo 
las diferentes clases de amor, y el primero dice: "Un hermano no se enamora de su 
hermana, sino de otra; ni un padre se enamora de su hija, sino de cualquier otra mujer, 
porque el temor de Dios y las leyes de la tierra son suficientes para impedir tal clase de 
amor" (ecos). Notemos que estas palabras están predominantemente relacionadas con 
el amor sexual. En castellano, el vocablo amante puede connotar cierta bajeza en la 
forma de amar; y, en griego, el significado de las palabras que estamos estudiando 
había degenerado a fin de representar hechos más vulgares. Es claro que el cristianismo 
difícilmente podía haberse anexado estas palabras, por lo que no aparecen en absoluto 
en el Nuevo Testamento. 

2. El sustantivo storge y el verbo stergein tienen que ver especialmente con los 
afectos familiares. Pueden utilizarse para expresar la clase de amor que siente un 
pueblo por su gobernante o una nación o familia por su dios tutelar, pero su uso regular 
describe fundamentalmente el amor de padres a hijos y viceversa. Platón escribe: "Un 
niño ama (stergein) a, y es amado por, aquellos que lo engendraron" (Leyes, 754b). 
Una palabra afín se encuentra a menudo en los testamentos. Se deja un legado a un 
miembro de la familia trata philostorgian, es decir, "por el amor que te tengo". Estas 
palabras no se encuentran en el NT excepto el adjetivo afín philostorgos, que aparece 
una vez en Ro. 12:10 (el gran capítulo que Pablo dedica a la ética) y que la Versión 
Reina Valera de 1908 traduce amor fraternal. Esto es muy sugestivo porque denota 
que la comunidad cristiana no es una sociedad, sino una familia. 

3. Las palabras griegas más comunes para amor son el sustantivo philia y el verbo 
philein, y ambas tienen un halo de cálido atractivo. Estas palabras encierran la idea de 
mirar a uno con afectuoso reconocimiento. Pueden usarse respecto del amor entre 
amigos y entre esposos. La mejor traducción de philein es apreciar, la cual, incluyendo 
el amor físico, abarca mucho más. Algunas veces puede significar incluso besar. Estas 
palabras tienen en sí todo el calor del auténtico afecto y del auténtico amor. En el NT, 
philein se utiliza también para expresar el amor entre padres e hijos (Mt. 10:37); el 
amor de Jesús a Lázaro (Jn. 11:3, 36) y, una vez, el amor de Jesús al discípulo amado 
(Jn. 20:2). Philia y philein son palabras hermosas para describir una relación 
hermosa. 

4. Con mucho, las palabras más comunes en el NT para amor son el nombre ágape y 
el verbo agapan. Primero, estudiemos el sustantivo. Ágape no es en absoluto una 
palabra clásica, por lo que es dudoso que se haya utilizado alguna vez en el griego 
clásico. En la Septuaginta, se usa catorce veces respecto del amor sexual (p. ej., Jer. 2:2) 
y dos veces (p. ej., Ec. 9:1) como la opuesta de misos, que significa odio, A estas 
alturas, ágape no ha llegado a ser todavía una gran palabra, pero hay indicios de que lo 
será. En el Libro de Sabiduría, se usa para describir el amor de Dios (Sabiduría 3:9) y el 
amor a la sabiduría (Sabiduría 6:18). La Carta de Aristias dice (229) que la piedad está 
íntimamente relacionada con la belleza, pues "es la forma preeminente de la belleza, y 

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su poder radica en el amor (ágape), el cual es un don de Dios". Filón utiliza ágape una 
vez en el más noble sentido. Dice que phobos (miedo) y ágape (amor) son 
sentimientos afines y, a su vez, característica del sentimiento del hombre hacia Dios. 
Pero solamente podemos encontrar raras y dispersas apariciones de esta palabra, 
ágape, que llegaría a ser la clave de la ética del NT. Ahora volvamos al verbo agapan. 
Este verbo se emplea en el griego clásico más que el sustantivo, pero tampoco es muy 
frecuente. Puede significar saludar afectuosamente. Puede describir el amor al dinero 
y a las piedras preciosas. También puede usarse como expresión de estar contento con 
alguna cosa o con alguna situación. Incluso se utiliza una vez (Plutarco, Feríeles i) para 
describir a una dama de la alta sociedad acariciando a su perrito faldero. Pero la gran 
diferencia entre philein y agapan en el griego clásico es que agapan carece del calor 
que caracteriza a philein. Hay dos buenos ejemplos de esto. Dio Casio, refiriéndose al 
famoso discurso de Antonio respecto a César, dice (44.48): "Vosotros lo amabais 
(philein) como a un padre, y lo apreciabais (agapan) como a un benefactor." Philein 
describe el cálido amor que se profesa a un padre; agapan, la afectuosa gratitud que se 
siente hacia un benefactor. En la Memorahilia, Jenofonte describe cómo Aristarco 
consulta a Sócrates sobre un problema que tenía consistente en que, debido a los 
condicionamientos de la guerra, se veía obligado a vivir con catorce mujeres, parientes, 
que vivían a costa de él, pues, dada su situación de desplazadas, no tenían nada que 
hacer, y, lógicamente, surgían conflictos. Sócrates le aconseja que las ponga a trabajar, 
sean o no de ilustre cuna. Aristarco lo hace así y el problema se soluciona. "Las caras 
sombrías se tornaron radiantes; ellas lo amaron (philein) como a su protector; él las 
miraba con afecto (agapan) porque eran útiles" (Jenofonte, Memorabilia, 2.7.12). De 
nuevo se manifiesta en philein una calidez que no está en agapan. 
No sería cierto si dijéramos que en el NT se usan nada más que ágape y agapan para 
expresar el amor cristiano. Algunas veces se utiliza también philein, como en los casos 
siguientes: para indicar la clase de amor que el Padre tiene al Hijo (Jn. 5:20); para 
denotar el amor de Dios a los hombres (Jn. 16:27) y para expresar la devoción que los 
hombres deben tener a Jesús (1 Cor. 16:22). Pero philein se encuentra en el NT 
relativamente poco en comparación con ágape, que aparece casi ciento veinte veces, y 
con agapan, que se emplea más de ciento treinta. Antes de estudiar detenidamente el 
uso que se hace de estas palabras, hay algo en torno a ellas y a su significado que hemos 
de tener en cuenta. ¿Por qué la forma cristiana de expresión se desentendió de las otras 
palabras griegas que significan amor y se centró en éstas? 

Evidentemente, las otras palabras habían adquirido ciertos matices que las hacían 
inadecuadas. Eros se asociaba definitivamente con el lado más vulgar del amor; tenía 
que ver mucho más con la pasión que con el amor. Storge estaba muy vinculada al 
afecto familiar, pero nunca tuvo en sí la amplitud que la concepción del amor cristiano 
exige. 

Philia era una palabra agradable, pero fundamentalmente denotaba calidez, intimidad 
y afecto. Podía usarse adecuadamente tan sólo respecto de nuestros allegados más 
amados, y el cristianismo necesitaba una palabra que incluyera mucho más. El 
pensamiento cristiano se fijó en ágape porque era la única palabra capaz de abarcar el 
contenido necesario; porque ágape demanda el concurso del hombre como un todo. 
El amor cristiano no alcanza únicamente a nuestros parientes, a nuestros amigos más 
íntimos y, en general, a todos los que nos aman; el amor cristiano se extiende hasta el 
prójimo, sea amigo o enemigo, y hasta el mundo entero. 
Por otra parte, todas las palabras ordinarias que significan amor expresan una 
emoción. Son palabras que se refieren al corazón y que ponen de manifiesto una 
experiencia que nos coge de improviso, sin buscarla, casi inevitablemente. No podemos 
impedir amar a nuestros parientes (la sangre tira) y a nuestros amigos. El enamorarse 
no es ninguna proeza; es algo que nos sucede y que no podemos evitar. No hay ninguna 
virtud particular en el hecho de enamorarse, pues, para ello, poco o nada consciente 
tenemos que hacer. Simplemente, sucede. Pero ágape implica mucho más. Ágape 
tiene que ver con la mente. No es una mera emoción que se desata espontáneamente en 
nuestros corazones, sino un principio por el cual vivimos deliberadamente. Ágape se 

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relaciona íntimamente con la voluntad. Es una conquista, una victoria, una proeza. 
Nadie amó jamás a sus enemigos; pero al llegar a hacerlo es una auténtica conquista de 
todas nuestras inclinaciones naturales y emocionales. 

Este ágape, este amor cristiano, no es una simple experiencia emocional que nos venga 
espontáneamente; es un principio deliberado de la mente, una conquista deliberada, 
una proeza de la voluntad. Es la facultad de amar lo que no es amable, de amar a la 
gente que no nos gusta. El cristianismo no nos pide que amemos a nuestros enemigos, y 
a los hombres en general, de la misma forma que amamos a nuestros familiares y 
amigos íntimos porque eso seria a la vez imposible y erróneo. Pero sí demanda que 
tengamos en todo tiempo una cierta actitud mental y una cierta inclinación benevolente 
hacia los demás sin importarnos su condición. 

¿Cuál es, pues, el significado de ágape? El supremo pasaje para interpretarlo es Mateo 
5:43-48. Ahí se nos manda amar a nuestros enemigos. ¿Para qué? Para que seamos 
como Dios, que hace caer su lluvia sobre justos e injustos, sobre buenos y malos. Es 
decir, al margen de cómo un hombre sea, Dios no procura para él sino su mayor bien. 
Eso es ágape, el espíritu que dice: "Sin importarme lo que un hombre, santo o pecador, 
me haga, nunca procuraré perjudicarlo ni vengarme. Jamás buscaré para él otra cosa 
que no sea lo mejor." Es decir, amor cristiano, ágape, es benevolencia insuperable, 
bondad invencible. Como ya hemos dicho, ágape no es meramente una ola de 
emoción; es una deliberada convicción que resulta en una deliberada norma de vida. Es 
una proeza, una victoria, una conquista de la voluntad. Ágape apela a todo el hombre 
para realizarse; no sólo toma su corazón, sino también su mente y su voluntad. 
Si esto es así, debemos hacer constar que: 

(I) El ágape humano, nuestro amor al prójimo, está obligado a ser producto del 
Espíritu, El NT es muy claro en este punto (Gá. 5:22; Ro. 15:30; Col. 1:8). El ágape 
cristiano es innatural en el sentido de que no es posible para el hombre natural. Un 
hombre podrá demostrar esta benevolencia universal, podrá ser purificado del odio, de 
la amargura y de la inclinación natural del ser humano a la enemistad, solamente 
cuando el Espíritu tome posesión de él y vierta en su corazón el amor de Dios. 

El ágape cristiano es imposible para el no cristiano. Ningún hombre puede practicar la 
ética cristiana hasta que no sea cristiano. Puede ver con absoluta claridad lo deseable 
que es; puede reconocer que es la solución de los problemas del mundo; puede 
aceptarla racionalmente, pero no podrá vivirla prácticamente hasta que Cristo viva en 
él. 

(II) Cuando entendemos lo que ágape significa, tropezamos con la gran objeción de 
que una sociedad basada en este amor sería un paraíso para los criminales, pues les 
facilitaría su propio camino. Puede alegarse que si en realidad hemos de procurar lo 
mejor para el hombre, bien podemos resistirlo, bien podemos castigarlo, bien podemos 
tratarlo con suma dureza -¡por el bien de su alma! 

Pero el hecho permanece de que por mucho que hagamos por el hombre, nunca será 
puramente vindicativo, ni siquiera meramente retributivo, si no se hace dentro de ese 
amor perdonador que no procura el castigo del hombre -y mucho menos su 
aniquilación-, sino lo mejor. En otras palabras, ágape quiere decir tratar a los hombres 
como Dios los trata, lo cual no significa permitirles hacer todo cuanto les plazca. 
Cuando estudiamos el NT encontrarnos que el amor es la base de toda relación perfecta 
en los cielos y en la tierra. 

(I) El amor es la base de la relación entre el Padre y el Hijo, entre Dios y Jesús. Jesús 
puede hablar de "el amor con que me has amado" (Jn. 17:26). El es el "Hijo amado" 
(Col. 1:13; cf, Jn. 3:35; 10:17; 15:9; 17:23, 24). 

(II) El amor es la base de la relación entre el Hijo y el Padre. El propósito de toda la vida 
de Jesús fue que "el mundo conozca que amo al Padre" (Jn. 14:31). 

(III) Amor es la actitud de Dios hacia los hombres (Jn. 3:16; Ro. 8:37; 5:8; Ef. 2:4; 2 Co. 
13:14; 1 Jn. 3:1, 16; 4:9, 10). A veces, el cristianismo es presentado de una forma tal, que 
parece ser la obra hecha por un apacible y amable Jesús para calmar y apaciguar a un 
Dios severo y colérico, algo así como que Jesús cambió la actitud de Dios hacia 



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nosotros. El NT no conoce nada de eso. Todo el proceso de la salvación comenzó 
porque Dios amó al mundo en gran manera. 

(IV) El deber del hombre es amar a Dios (Mt. 22:37; c/Mr. 12:30 y Le. 10:27; Ro. 8:28; 
1 Co. 2:9; 2 Ti. 4:8; 1 Jn. 4:19). El cristianismo no concibe al hombre sometido al poder 
de Dios, sino rendido al poder de Dios. No es que la voluntad del hombre sea triturada, 
sino que el corazón del hombre es quebrantado. 

(V) La fuerza motriz de la vida de Jesús fue su amor a los hombres (Gá. 2:20; Ef. 5:2; 2 
Ts. 2:16; Ap. 1:5; Jn. 15:9). 

(VI) La esencia de la fe cristiana es el amor a Jesús (Ef. 6:24; 1 P. 1:8; Jn. 21:15, 16). Así 
como Jesús es el amante de las almas de los hombres, el cristiano lo es de Cristo. 

(VII) Lo distintivo de la vida cristiana es el amor de los cristianos entre sí (Jn. 13:34; 
15:12, 17; 1 P. 1:22; 1 Jn. 3:11, 23; 4:7). Cristianos son aquellos que aman a Jesús y se 
aman entre sí. 

La base de toda relación justa concebible en los cielos y en la tierra es el amor. El NT 
tiene mucho que decir sobre el amor que Dios profesa a los hombres. 

(I) Amor es la misma naturaleza de Dios. Dios es amor (1 Jn. 4:7, 8; 2 Co. 13:11). 

(II) El amor de Dios es universal No fue sólo al pueblo escogido al que Dios amó, sino 
al mundo entero -y en gran manera (Jn. 3:16). 

(III) El amor de Dios es sacrificial. La prueba de su amor es la dación de su Hijo por los 
hombres (1 Jn. 4:9, 10; Jn. 3:16). La garantía del amor de Jesús es que se dio por 
nosotros (Gá. 2:20; Ef. 5:2; Ap. 1:5). 

(IV) El amor de Dios es inmerecido. Dios nos amó, y Jesús murió por nosotros, cuando 
éramos enemigos de Dios (Ro. 5:8; 1 Jn. 3:1; 4:9, 10). 

(V) El amor de Dios es misericordioso (Ef. 2:4). No es dictador ni tiránicamente 
posesivo; es el amor anhelante del corazón misericordioso. 

(VI) El amor de Dios es salvador y santificador (2 Ts. 2:13). Rescata del pasado y 
capacita a los hombres para hacer frente al futuro. 

(VII) El amor de Dios es confortador. En él, y a través de él, todo hombre llega a ser 
más que vencedor (Ro. 8:37). No es el amor blando e hiperproteccionista que hace a los 
hombres débiles e inmaduros; es el amor que fabrica héroes. 

(VIII) El amor de Dios es inseparable (Ro. 8:39). Por la naturaleza de las cosas, el 
amor humano está llamado a terminarse, al menos por un tiempo, pero el amor de Dios 
perdura sobre todos los azares, cambios y amenazas de la vida. 

(IX) El amor de Dios es recompensados (Stg. 1:12; 2:5). En esta vida, es algo precioso, 
y sus promesas para la vida venidera son todavía más grandes. 

(X) El amor de Dios es disciplinario (He. 12:6). El amor de Dios sabe que la disciplina 
es una parte esencial del amor. 

El NT también tiene mucho que decir sobre cómo debe ser el amor del hombre a Dios. 

(I) Debe ser amor exclusivo (Mt. 6:24; Le. 16:13). Solamente hay lugar para una lealtad 
en la vida cristiana. 

(II) Es un amor cimentado en la gratitud (Le. 7:42, 47). Las dádivas del amor de Dios 
piden a cambio todo el amor de nuestros corazones. 

(III) Es un amor obediente. Repetidamente, el NT determina que la única forma de 
probar que amamos a Dios es obedeciéndole incondicionalmente (Jn. 14:15, 21, 23, 24; 
13-35; 15-10; 1 Jn. 2:5; 5:2, 3; 2 Jn. 6). La obediencia es la demostración definitiva del 
amor. 

(IV) Es un amor extrovertido. Demostramos que amamos a Dios por el hecho de que 
amamos y ayudamos a nuestro prójimo (1 Jn. 4:12, 20; 3:14; 2:10). Negar nuestra 
ajnida a los hombres es tanto como probar que es falso el que haya amor de Dios en 
nosotros (1 Jn. 3:17). 

Obediencia a Dios y amable ajoida a los hombres son las dos evidencias que patentizan 

nuestro amor. 

Veamos ahora la otra cara de la moneda: el amor del hombre por el hombre. 

(I) El amor debe ser la mismísima atmósfera de la vida cristiana (1 Co. 16:14; Col. 1:4; 1 

Ts. 1:3; 3:6; 2 Ts. 1:3; Ef. 5:2; Ap. 2:19). El amor es el emblema de la comunidad 

cristiana. Una iglesia en la que haya amargura y contienda puede llamarse iglesia de los 

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hombres, pero no de Cristo. Las luchas intestinas han enrarecido la atmósfera de su 
vida espiritual y la han asfixiado. Ha perdido el emblema de la vida cristiana y ya no es 
reconocible como la tal iglesia. 

(II) La iglesia se edifica en amor (Ef. 4:16). El amor es el fundamento que la sostiene; el 
clima en el que puede crecer; el alimento que la nutre. 

(III) La fuerza motriz del líder cristiano debe ser el amor (2 Co. 11:11; 12:15; 2:4; 1 Ti. 
4:12; 2 Ti. 3:10; 2 Jn. 1; 3 Jn. 1). No debe haber lugar en la iglesia para el hombre que 
sirve por razones de prestigio, de preeminencia y de poder. El móvil del líder cristiano 
debe ser únicamente amar y servir a su prójimo. 

(IV) Al mismo tiempo, la actitud del cristiano hacia sus líderes debe estar promovida 
por el amor (1 Ts. 5:13). Demasiado a menudo, esa actitud es de criticismo, descontento 
e incluso de resentimiento. El vínculo que una a los que militan en el ejército cristiano 
ha de ser el amor. 

El amor cristiano se va ensanchando en círculos cada vez más amplios. 

(I) El amor cristiano empieza en el hogar (Ef. 5:25, 28, 33). No debemos olvidar que la 
familia cristiana es uno de los mejores testigos de Cristo en el mundo. El amor cristiano 
empieza en el hogar. E! hombre que ha fracasado en hacer de su propia familia el 
centro del amor cristiano, tiene poco derecho a ejercer autoridad en la otra familia más 
numerosa que es la iglesia. 

(II) El amor cristiano debe ser percibido por los ajenos a la congregación (1 P. 2:17). La 
atónita expresión de los paganos en los primeros días del cristianismo era: "¡Mirad 
cómo se aman los cristianos!" Uno de los obstáculos más grandes con que tropieza la 
iglesia moderna -bajo el punto de vista del testimonio- es que al espectador debe 
aparecérsele como un conjunto de personas enzarzadas en disputas por verdaderas 
fruslerías. Una iglesia totalmente sumida en la paz del mutuo amor es un fenómeno 
raro. Ahora bien, para lograr esa paz no es preciso que sus miembros piensen de 
idéntica forma ni que estén de acuerdo en todo; basta con que, aun difiriendo, puedan 
todavía seguir amándose. 

(III) El amor cristiano alcanza a nuestro prójimo (Mt. 19:19; 22:39 c/. Mr. 12:31 y Le. 
10:27; Ro. 13:9; Gá. 5:14; Stg. 2:8). Nuestro prójimo es, simplemente, todo aquel que 
esté necesitado. Como el poeta romano dijo: "No considero extraño a ningún ser 
humano." Como es sabido, muchas más personas han sido traídas a la iglesia por la 
bondad del amor cristiano que por todos los argumentos teológicos habidos y por 
haber. Asimismo, muchas más personas han abandonado las iglesias -o han sido 
echadas- por la dureza y deformidad del mal llamado cristianismo que por todas las 
dudas del mundo. 

(IV) El amor cristiano alcanza a nuestros enemigos (Le. 6:27; cf Mt, 5:44). Hemos 
visto que amor cristiano significa benevolencia insuperable y bondad invencible. El 
cristiano, olvidando lo que un hombre le haga, nunca cesará de procurar lo mejor para 
ese hombre. Aunque sea insultado, injuriado, injustamente agraviado y calumniado, el 
cristiano nunca odiará ni permitirá que el rencor invada su corazón. Cuando Lincoln 
fue acusado de tratar a sus enemigos con demasiada cortesía y bondad, y cuando se le 
dijo que su deber era destruirlos, él dijo: "¿Acaso no destruyo a mis enemigos 
haciéndolos mis amigos?" El único método del cristiano para destruir a sus enemigos es 
amarlos como amigos. 

Veamos ahora las características del amor cristiano. 

(I) El amor es sincero (Ro. 12:9; 2 Co. 6:6; 8:8; 1 P. 1:22). No tiene un doble fondo; no 
es egoísta. No es el agrado superficial que oculta un gran rencor. Es un amor que se da a 
su objeto con los ojos y el corazón bien abiertos. 

(II) El amor es inocente (Ro. 13:10). El amor cristiano no hace mal a nadie. El mal 
llamado amor puede dañar de dos formas: conduciendo al pecado y siendo 
hiperposesivo e hiperprotector. Respecto a la primera forma, Burns dijo de un hombre 
que conoció cuando él aprendía el rastrilleo del lino en Irvine: "Su amistad me hizo 
mal." Respecto a la segunda forma, es el caso típico del amor sofocante, como el de 
algunas madres. 



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(III) El amor es generoso (2 Co. 8:24). Hay dos clases de amor: el que exige y el que da. 
El amor cristiano es dadivoso porque se inspira en el amor de Jesús (Jn. 13:34) y tiene 
su móvil principal en el amor de Dios (1 Jn. 4:11). 

(IV) El amor es práctico (He. 6:10; 1 Jn. 3:18). No es un mero sentimiento bondadoso 
que se limite a piadosos y buenos deseos; es un amor que se manifiesta en la acción. 

(V) El amor es paciente (Ef. 4:2). El amor cristiano es testimonio en contra de todo 
aquello que tan fácilmente transforma el amor en odio. 

(VI) El amor se manifiesta en el perdón y en la restauración (2 Co. 2:8). El amor 
cristiano es capaz de perdonar y, al hacerlo, capacita al malhechor para que vuelva al 
buen camino. 

(VII) El amor es realista (2 Co. 2:4). El amor cristiano no cierra los ojos ante las faltas 
de los demás. El amor no es ciego, y usará de la reprimenda y la disciplina cuando sea 
necesario. El amor que no quiere ver las faltas, que evita la parte desagradable de toda 
disciplina, no es en absoluto amor auténtico y, al final, dañará a su objeto amado. 

(VIII) El amor cuida la libertad (Gá. 5:13; Ro. 14:15). Es completamente cierto que un 
cristiano tiene derecho a hacer todo aquello que no sea pecaminoso. Pero hay ciertas 
acciones en las que un cristiano no ve mal alguno y, sin embargo, pueden ofender a otro 
cristiano e incluso causar la ruina de otro hombre. El seguidor de Cristo nunca olvida 
su libertad cristiana, pero tampoco olvida que esa libertad está controlada por el amor 
cristiano y por la responsabilidad cristiana ante los demás. 

(IX) El amor cuida la sinceridad (Ef. 4:15). El cristiano ama la verdad (2 Ts. 2:10), pero 
al expresarla procura no hacerlo cruel ni antipáticamente para no herir. Se decía de 
Florence Allshorn, el gran maestro, que cuando tenía que reprender a alguno de sus 
alumnos lo hacía echándole el brazo sobre los hombros. El cristiano no oculta la 
verdad, pero siempre recuerda que amor y verdad van de la mano. 

(X) El amor cristiano es el vínculo que hace posible el compañerismo cristiano (Fil. 
2:2; Col. 2:2). Pablo habla de los cristianos como unidos en amor. Nuestros puntos de 
vista teológicos pueden discrepar; asimismo, nuestras opiniones sobre métodos pueden 
diferir; pero, a través de las diferencias, vendrá la memoria constante de que amamos a 
Cristo y que, por consecuencia, nos amamos unos a otros. 

(XI) El amor es lo que da derecho al cristiano a pedir ayuda y favor a otro cristiano 
(Flm. 9). Si realmente estamos tan unidos en amor como debemos estar, 
encontraremos fácil pedir y natural dar cuando surja la necesidad. 

(XII) El amor es la fuerza motriz de la fe (Gá. 5:6). Más personas son ganadas para 
Cristo cuando se apela al corazón que cuando se apela al cerebro. La fe nace no tanto de 
una búsqueda intelectual como del levantamiento de la cruz de Cristo. Es cierto que, 
más tarde o más temprano, pensaremos en ciertas cuestiones que a veces nos 
desbordarán, pero, en el cristianismo, el corazón debe antes sentir que la mente pensar. 

(XIII) El amor es el perfeccionador de la vida cristiana (Ro. 13:10; Col. 3:14; 1 Ti. 1:5; 
6:11; 1 Jn. 4:12). No hay en este mundo nada más grande que el amor. La tarea primaria 
de la iglesia no es perfeccionar su edificio, su liturgia, su música o sus vestiduras, sino 
perfeccionar su amor. 

Finalmente, el NT manifiesta que hay ciertas formas a través de las cuales el amor 
puede ser mal dirigido. 

(I) El amor del mundo es un amor mal dirigido (1 Jn. 2:15). Demás desamparó a Pablo 
por amar al mundo (2 Ti. 4:10). Un hombre puede amar tanto lo temporal, que olvida 
lo eterno; puede amar tanto los premios del mundo, que olvida los premios últimos y 
esenciales que tienen que ver con la eternidad. Un hombre puede amar al mundo de tal 
manera, que acepta sus normas y abandona las de Cristo. 

(II) El amor al prestigio personal es un amor mal dirigido. Los escribas y fariseos 
amaban los principales asientos en las sinagogas y las alabanzas de los demás (Le. 
11:43; Jn. 12:43). La pregunta de un hombre debe siempre ser: "¿Qué piensa Dios de mi 
conducta?" Y, no: "¿Qué piensan los hombres de mi conducta?" 

(III) El amor a las tinieblas y el miedo a la luz es la inevitable consecuencia del pecado 
(Jn. 3:19). Tan pronto un hombre peca, tiene algo que ocultar; y, entonces, ama las 
tinieblas. Ahora bien, las tinieblas pueden ocultarlo de los hombres, pero no de Dios. 

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Así, después de todo, vemos, sin la menor sombra de duda, que la vida cristiana es 
edificada sobre dos pilares gemelos: el amor a Dios y el amor al prójimo. 



AGGAREUEIN29 

LA PALABRA DE UN PAÍS OCUPADO 

Hay palabras que incluyen en su historia el relato del triunfo o de la tragedia de una 
nación; aggareuein es una de ellas. Se usa tres veces en el NT con el significado de 
obligar. Es la palabra utilizada en Mt. 5:41, donde Jesús habla de ir dos millas aun 
siendo obligados a ir una. También se usa en Mt. 27:32 y en Mr. 15:21 con referencia a 
Simón de Cirene, esto es, cuando fue obligado a llevar la cruz de Jesús al Calvario. 
Esta palabra proviene del substantivo persa aggaros, que significa "correo", y llegó a 
ser naturalizada en griego con el mismo sentido que la palabra italiana estafette lo ha 
sido, hasta cierto punto, en inglés, es decir, con el sentido de "correo militar" o 
"mensajero expreso". Herodoto lo describe en la forma siguiente: "Nadie viaja tan 
rápidamente como los mensajeros persas. Todo el plan es invención suya 
y, el método, como sigue: a lo largo del trayecto previsto, hay (dicen) tantos jinetes 
estacionados como días exija el viaje, a razón de jinete por día, y, para estos hombres, 
ni la nieve, ni la lluvia, ni el calor, ni la oscuridad de la noche, es obstáculo para cubrir 
en el tiempo acordado la jornada asignada. El primer correo entrega su despacho al 
segundo, éste al tercero, etcétera, y así va pasando de mano en mano a lo largo de toda 
la línea, como la lumbre en la carrera de la antorcha ... Los persas dan a este correo a 
caballo el nombre de aggareion" (Herodoto 8.98). Jenofonte tiene una descripción 
todavía más expresiva (Ciropedia 8.6.17). Dice que Ciro, buscando la forma de estar al 
corriente de la marcha de su vasto imperio, hizo experimentos y averiguó la distancia 
que un jinete podría cubrir en un día sin sufrir percance alguno; y, así, dispuso sus 
estaciones. En cada una de ellas, había un oficial para cuidar de la transferencia de las 
cartas y del cambio de caballos. Este servicio expreso era permanente, y "no se puede 
negar -dice Jenofonte- que es el servicio por tierra más rápido del mundo". Esquilo, en 
su obra Agamenón, refiere cómo llegaron a Grecia las noticias de la conquista de 
Troya. El coro a duras penas creerá a Clitemnestra que la información hubiera podido 
recibirse con tanta rapidez, cuando ella cuenta que dichas noticias fueron transmitidas 
con una antorcha desde el Ida a Lemnos, y desde el Atos al Olimpo, por lo que llama "el 
correo de fuego" (aggarou puros). En aquel entonces, la ley determinaba que 
cualquiera podía ser obligado a suministrar un caballo o a hacer de guía para que el 
servicio no se interrumpiera, de ahí que aggareuein viniera a significar "reclutamiento 
forzoso de alguien para un servicio"; forzar a alguien a servir, le gustara o no. En un 
país ocupado, esto era algo serio y grave. Cualquiera podía ser compelido a llevar el 
bagaje del ejército a una cierta distancia; cualquiera podía ser obligado a ejecutar lo que 
los ocupadores le impusieran, como fue el caso de Simón de Cirene. Semejantes 
atropellos eran una de las más amargas y constantes humillaciones que las naciones 
subyugadas tenían que soportar. Epicteto (4.1.79) explica cómo un hombre debía 
someterse a cualquier cosa que los dioses le impusieran. Ni siquiera podían pedir salud 
si los dioses deseaban quitársela. "Tú dispones de tu cuerpo, como de un vil asno con 
las aguaderas puestas, hasta donde se te permita, hasta donde sea posible. Pero si 
hubiera un acto de requisa (aggareia) y un soldado lo cogiera, déjalo. No te resistas ni 
murmures, pues, si lo hicieras, serías primeramente apaleado y, al final, perderías el 
asno." Un hombre no tenía apelación cuando era víctima de una humillación así. 
Hasta qué punto la situación era degradante, y hasta qué punto se abusaba de la 
aggareia, puede verse en las regulaciones que los gobernantes tuvieron que hacer para 
refrenar el ejercicio de ella. 

Cuando, en tiempo de Jonatán Macabeo, Demetrio de Siria intentaba seducir a los 
judíos, Josefo, en su obra Antigüedades (13,2,3), dice que prometió suprimir muchos 

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impuestos como el de la sal y el de capitación, y "también ordenó que las bestias de los 
judíos no sean requisadas (aggareuein) para nuestro servicio". Los papiros nos 
demuestran que, en Egipto, los ganados y las barcas eran regularmente requisados. 
Ptolomeo Euergetes II y la reina decretaron que sus gobernadores y oficiales "no 
reclutarán a ninguno de los habitantes del país para servicios particulares, ni 
requisarán (aggareuein) sus ganados para provecho propio", y que "nadie requisará 
(aggareuein) barcas para uso particular o con el pretexto que fuera". En el templo del 
Gran Oasis, en Egipto, había una inscripción en la que Capito, prefecto de Egipto, 
reconocía que los soldados habían llevado a cabo requisas ilegales, y dispuso que "nadie 
requisará (aggareuein) o cogerá nada a menos que presente una autorización por 
escrito de parte mía". Es evidente que tanto gobernadores locales como oficiales 
militares requisaban cosas y utilizaban personas no sólo para servicios públicos o del 
ejército, sino también para su beneficio y por su conveniencia. 

Ahora se aclara todavía más que lo que Jesús está realmente diciendo en el Sermón del 
monte (Mt. 5:41) es: "Si alguien exigiera de ti el servicio más detestable y humillante, si 
alguien te obliga a hacer algo que lesiona tus derechos sin tener porqué, si eres tratado 
como una víctima indefensa en un país ocupado, no te resientas. Haz como se te ha 
dicho e incluso más, y hazlo con buena voluntad, pues esa es mi forma de actuar." 
Una generación que está siempre aferrándose a sus derechos, bien podría tener esto en 
cuenta. 



AIONIOS166 

LA PALABRA DE LA ETERNIDAD 

Haremos bien en investigar el verdadero significado de la palabra aionios, la cual, en el 
NT, se traduce usualmente eterno o perpetuo. Esta es la palabra que se aplica a la vida 
y a la gloria (eternas), que representan las más altas recompensas del cristiano, y al 
juicio y castigo (eternos), que deben ser causa de su más grande terror. 
Aionios es una palabra extraña tanto en el griego clásico como en el secular, con un 
cierto sentido de misterio en sí misma. Es un adjetivo que procede del substantivo 
aion, el cual tiene tres significados principales en el griego clásico. 

(I) Significa (curso de la) vida, Herodoto habla del fin de nuestro aion (Herodoto 
1.32); Esquilo, de privar al hombre de su aion (Esquilo, Prometeo 862) y, Eurípides, 
de exhalar nuestro último aliento de aion (Eurípides, Fragmento 801). 

(II) Significa siglo, generación o época, por lo que los griegos hablaban del presente 
aion y del aion futuro. 

(III) Pero la palabra también denota un iarguisimo espacio de tiempo. La frase 
preposicional ap' aionos significa desde hace mucho tiempo, y di' aionos quiere decir 
perpetuamente, para siempre, Y es precisamente aquí donde comenzamos a tropezar 
con el misterio. En los papiros, leemos acerca de las multitudes congregadas en las 
calles que gritaban: El emperador eis ton aiona, es decir: "El emperador para 
siempre", 

Aionios, en tiempo del griego helenista, llegó a ser el adjetivo en vigor para describir el 
poder del emperador. El poder de Roma es tal, que ha de durar por siempre. Y así, 
como bien apunta Milligan, la palabra aionios viene a describir "un estado dentro del 
cual el horizonte no se divisa". Aionios llega a ser la palabra de las grandes distancias, 
de las eternidades, de lo que trasciende el tiempo. 

Pero fue Platón quien dio a aionios -él pudo incluso haberla forjado- su especial 
sentido misterioso. Resumiendo, para este filósofo, aionios es la palabra que indica 
eternidad en contraste con tiempo. La usa, como se ha dicho, para "denotar lo que no 
tiene principio ni fin, lo que no está sujeto a cambio ni decadencia, lo que está sobre el 
tiempo pero de lo que el tiempo es una imagen móvil". 



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Platón no quiere dar a entender con esta palabra una simple duración indefinida -a este 

punto volveremos más tarde-, sino eso que está sobre y más allá del tiempo. Hay tres 

ejemplos significativos de aionios en el pensamiento platónico. 

En el segundo libro de la República (sósd), Platón habla de los cuadros celestiales que 

pintan los poetas y, refiriéndose a las recompensas que Museo y Eumolpo dan a los 

justos, dice: "Los llevan al mundo subterráneo y los sientan a la mesa de los 

bienaventurados, coronados de flores y enteramente ebrios para toda su vida, cual si el 

mejor precio para la virtud fuese la embriaguez eterna (aionios methe)". 

En Las Leyes (904a), dice que el cuerpo y el alma son imperecederos, pero no eternos. 

Hay diferencia entre existencia para siempre y eternidad, pues la eternidad es posesión 

de los dioses y no de los hombres. 

Sin embargo, el más significativo de todos los pasajes platónicos está en el Timeo syd, 

donde se habla del Creador y del universo que había creado "hecho a imagen nacida de 

los dioses eternos'' -y el Creador se alegró con ello y, en su regocijo, pensó en los 

medios de hacerlo más semejante todavía a su modelo, pero era imposible "adaptar 

enteramente esta eternidad a un universo creado". Por eso hizo el tiempo como 

imitación móvil de la eternidad. 

Lo esencial de esta imagen radica en que la eternidad es siempre la misma y siempre 

indivisible; su ser no es creado ni existe devenir; no hay nada semejante a más viejo y 

más joven; no hay pasado, presente ni futuro. No hay era ni habrá, sino sólo un eterno 

es. Obviamente, no puede darse ese estado en el mundo creado; pero, no obstante sus 

limitaciones, el mundo creado es la imagen de la eternidad. 

Evidentemente, aionios es, en esencia, la palabra que se aplica al orden eterno como 

contrastado con el orden de este mundo; es la palabra que se aplica a la divinidad corno 

contrastada con la humanidad; es la palabra que, en puridad, solamente puede 

aplicarse a Dios porque describe nada más y nada menos que la vida de Dios. 

Ahora debemos volver al uso de aionios en el NT. Con mucho, su utilización más 

importante está en relación con la vida eterna y, precisamente por ser tan importante, 

debemos considerarla por separado y de forma especial, recordando una vez más que 

aionios solamente puede describir con fidelidad lo que es propio de Dios. 

Veamos, pues, el resto de los usos de esta palabra en el NT. 

Se usa respecto de las grandes bendiciones que Jesucristo ha traído a la vida del 

cristiano. 

Se usa respecto del pacto eterno, del cual Cristo es mediador (He. 13:20). Pacto quiere 

decir relación con Dios. A través de Cristo, el hombre entra en una relación con Dios 

que es tan eterna como él. 

Se usa respecto de las moradas eternas que aguardan al cristiano (Le. 16:9; 2 Co. 5:1). 

El destino último del cristiano es una vida como la del mismo Dios. 

Se usa respecto de la eterna redención y de la herencia eterna del cristiano gracias a 

Jesucristo (He. 9:15). La seguridad, la libertad y la paz que Cristo forjó para los 

hombres son tan eternas como el propio Dios. 

Se usa para describir la gloria en la que entrará el cristiano fiel (1 P. 5:10; 2 Co. 4:17; 2 

Ti. 2:10); la misma gloria de Dios. 

También se usa en conexión con las palabras esperanza y salvación (Tit. 3:7; 2 Ti. 

2:10). No hay nada efímero, pasajero o destructible en la esperanza y salvación 

cristianas. Ni siquiera el otro mundo puede cambiarlas o alterarlas porque son tan 

inmutables como el propio Dios. 

Se usa respecto del reino de Jesucristo (2 P, 1:11). Jesucristo no es superable; no es una 

etapa en el camino de la revelación. Su revelación y su valor son de Dios. 

Se usa respecto del evangelio (Ap. 4:6). El evangelio no es una mera revelación más, 

sino la eternidad entrando en el tiempo. 

Se usa para describir el fuego del castigo (Mt. 18:8; 25:41; Jud. 7), el castigo en sí (Mt. 

25:46), el juicio (He. 6:2), la destrucción (2 Ts. 1:9) y el pecado que separará 

finalmente al hombre de Dios (Mr. 3:29). 

En estos pasajes es donde debemos tener un cuidado especial cuando interpretemos la 

palabra. Tomarla como significado simplemente para siempre, no es bastante; es 

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preciso recordar el significado especial de aionios, Aionios es la palabra que se aplica a 
la eternidad como opuesta a, y contrastada con, el tiempo; que se aplica a la divinidad 
como opuesta a, y contrastada con, la humanidad, y que, por consecuencia, solamente 
puede aplicarse propiamente a Dios. Si tenemos todo esto en cuenta, nos quedaremos 
con una tremenda verdad: tanto las bendiciones de los fieles como los castigos de los 
infieles serán tal y como cuadre a Dios el derramarlas y el infligirlos, 
Y ya no podemos ir más allá. Únicamente, que tomar la palabra aionios, cuando se 
refiere a bendiciones y castigos, como significando para siempre es simplificarla en 
demasía y, ciertamente, malentenderla por completo, puesto que abarca mucho más. 
Significa que cuánto los fieles reciban y los infieles sufran estará en consonancia con el 
carácter y la naturaleza de Dios para conferir y para infligir -y más allá, nosotros, que 
somos hombres, no podemos ir, excepto recordar que Dios es amor. 
Consideremos ahora el uso más importante de aionios en el NT: el que está 
relacionado con la frase vida eterna. Debemos empezar volviendo a recordar -como 
tan a menudo venimos haciendo- que aionios es la palabra que se aplica a la eternidad 
como contrastada con el tiempo, a la deidad como contrastada con la humanidad, y 
que, por tanto, vida eterna no es otra cosa que vida de Dios, 

(I) La promesa de vida eterna es lo que permitirá al cristiano participar nada menos 
que del poder y de la paz del propio Dios. 

Vida eterna es la promesa de Dios (Tit. 1:2; i Jn. 2:25). Dios nos ha prometido que 
participaremos de su bienaventuranza, y esa promesa es inquebrantable. 

(II) Vida eterna es el don de Dios (Ro. 6:23; 1 Jn. 5:11). Como veremos, este don tiene 
sus condiciones; pero el hecho permanece de que la vida eterna es algo que Dios, por su 
sola bondad y gracia, da a los hombres. Nosotros no la podemos ganar ni merecer. Es 
un regalo. 

(III) La vida eterna está íntimamente ligada a Jesucristo, Cristo es el agua viva, el elixir 
de la vida eterna (Jn. 4:14). Es el alimento que trae a los hombres vida eterna (Jn. 6:27, 
54). Sus palabras son de vida eterna (Jn. 6:68). El mismo no sólo trae (Jn. 17:2, 3), es 
vida eterna (1 Jn. 5:20). 

Dicho de forma más sencilla. Únicamente a través de Jesucristo es posible una relación, 
una intimidad, una unidad con Dios. A través de lo que él es, y de lo que hace, podemos 
participar de la misma vida de Dios. 

(IV) La vida eterna viene por medio de creer en Jesucristo (Jn. 3:15, 16, 36; 5:24; 6:40, 
47; 1 Jn. 5:13; 1 Ti. 1:16). ¿Qué significa creer? Evidentemente, no es una simple 
aceptación intelectual. Creer en Jesucristo significa que creemos como cierto absoluta e 
implícitamente todo lo que Jesús dijo acerca de Dios. 

Si realmente creemos que Dios es Padre y que ama a los hombres tanto como para 
enviar a su Hijo al mundo a morir por ellos, demarcamos toda la diferencia que hay 
entre mundo y vida porque la tal creencia significa que la vida está en manos del amor 
de Dios, y, además, significa tener por cierto y aceptar que Jesús es quien dijo ser. 
Obviamente, la confianza que podamos tener en cualquier afirmación dependerá 
enteramente de la posición de la persona que la haga. Estamos obligados a preguntar: 
¿Cómo puedo estar seguro de que todo lo que me dice Jesús sobre Dios es verdad? La 
respuesta es: porque creo que Jesús es el único que tenía derecho a hablar de Dios, 
puesto que no me cabe la menor duda de que Jesús es el Hijo de Dios. Por tanto, 
entramos en la vida eterna por creer que Jesús es el Hijo de Dios. 
Pero esta creencia va todavía más lejos. Creemos que Dios es Padre y que Dios es amor 
porque creemos que Jesús, siendo el Hijo de Dios, nos ha dicho la verdad acerca de 
Dios, y, entonces, actuamos en consonancia con la creencia, es decir, vivimos con la 
certeza de que no podemos hacer otra cosa que no sea poner toda nuestra confianza en 
Dios y rendirle una perfecta obediencia. 

Vida eterna no es otra cosa que la misma vida de Dios. Entramos en la vida eterna a 
través de creer en Cristo, y esta creencia tiene una triple implicación: 

(I) Implica creer que Dios es la clase de Dios que Jesús dijo a los hombres. 

(II) Implica la certeza de que Jesús es el Hijo de Dios, y, por tanto, que tiene derecho a 
hablar de Dios en una forma que nadie pudo ni jamás podrá hablar. 

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(111) Implica vivir toda la vida asintiendo a estas cosas. Cuando lo hacemos así, 

participamos nada menos que de la vida, el poder y la paz que solamente Dios puede 

dar. 

Ya hemos dicho que vida eterna es el don de Dios. Todos los dones de Dios, aun siendo 

tales, requieren el esfuerzo por parte nuestra de tomarlos, como prueba de interés. 

Usemos una analogía humana. Toda la belleza, riqueza y sabiduría de la literatura 

clásica están ahí para que cualquiera las disfrute; solamente que, para eso, es preciso 

que antes se introduzca en ellas mediante el trabajo, el estudio y la disciplina que el 

aprendizaje del latín y del griego exige. 

El ofrecimiento de Dios de vida eterna es un hecho, pero el hombre debe anhelarla e 

introducirse en ella antes de que pueda recibirla plenamente. 

(I) La vida eterna demanda conocimiento de Dios, Vida eterna significa "conocer al 
único Dios verdadero" (Jn. 17:3). Ahora bien, el hombre sólo puede conocer a Dios por 
medio de tres vías: (a) la vía de la mente para pensar, (b) la vía de los ojos y del corazón 
para ver y amar a Jesucristo y (c) la vía de los oídos para escuchar lo que Dios está 
procurando decirle. 

Si hemos de introducirnos en la vida eterna, nunca debemos estar tan ocupados con las 
cosas del tiempo como para no pensar en las cosas eternas, ni caminar mirando a 
Jesús, ni estar regularmente en una actitud silenciosa y alerta para atender a Dios. 

(II) La vida eterna demanda obediencia a Dios, El mandamiento de Dios es vida eterna 
(Jn. 12:50). Jesús es autor de eterna salvación para todos los que le obedecen (He. 5:9). 
Nuestra paz depende sólo de hacer su voluntad. Dios pleitea con el rebelde, pero sus 
dádivas son para el obediente. Nunca podremos lograr una completa intimidad y 
unidad con alguien de quien continuamente diferimos y a quien continuamente 
afligimos con nuestra desobediencia. Obediencia y vida eterna de parte de Dios van de 
la mano. 

(III) Vida eterna es la recompensa a una lealtad tenaz (1 Ti. 6:12). Viene al hombre que 
ha peleado la buena batalla de la fe y que se ha ligado a Jesucristo en cuerpo y alma. La 
recibe el hombre que oye y sigue (Jn. 10:27, 28) el camino de Jesús en completa 
lealtad, en vez de su propio camino. 

(IV) Hay una demanda ética en la vida eterna. Vida eterna es la meta del camino de 
santidad (Ro. 6:22). La recibe quien demuestra una paciente continuidad en el buen 
hacer (Ro. 2:7), pero jamás quien odie a su hermano, porque el tal es homicida en su 
corazón (1 Jn. 3:15). La vida eterna viene a aquellos que se mantienen en el amor de 
Dios (Jud. 21). 

No hay escapatoria de la demanda ética del cristianismo. La vida eterna no es para el 
hombre que actúa como le viene en gana; sino para el que actúa como enseña 
Jesucristo. No es que se nos exija que seamos perfectos, pero sí que, aunque caigamos y 
fracasemos, tengamos todavía nuestros ojos fijos en Jesucristo. 

(V) Vida eterna es la recompensa para el obrero de Cristo (Jn. 4:36). Se promete vida 
eterna al hombre que ayuda a Cristo a segar la cosecha de las almas de los hombres; es 
el ofrecimiento de Dios a quien está más interesado en salvar a los demás que en salvar 
egoístamente su alma. 

(VI) Vida eterna es la recompensa para el cristiano audaz (Jn. 12:25). Es para el 
hombre que amando su vida está decidido a darla, si fuera preciso, por amor a 
Jesucristo. Es para el que está siempre dispuesto a "aventurarse por Su nombre", para 
el que acepta los riesgos de la vida cristiana y está preparado para "apostar su vida a 
que hay Dios". 

(VII) Vida eterna es el resultado de ¡3. justicia que viene a través de Jesucristo (Ro. 
5:21). El significado esencial de justicia es una nueva relación con Dios a través de lo 
que Jesucristo ha hecho por nosotros. 

Y, así, terminamos donde empezamos -vida eterna es la vida de Dios mismo, en la cual 
podremos entrar cuando aceptemos todo lo que Jesucristo ha hecho por nosotros y 
todo lo que nos dice acerca de Dios. 

Nunca captaremos la idea completa de vida eterna hasta que nos desembaracemos de la 
imposición casi instintiva de que vida eterna significa, fundamentalmente, vida que 

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continúa para siempre. Hace ya mucho tiempo que los griegos detectaron claramente 

que ese tipo de vida no sería en modo alguno una bendición. 

Fueron precisamente los griegos quienes contaron la historia de Aurora, diosa del alba, 

que se enamoró del joven mortal Titón. Zeus le dio a escoger la gracia que quisiera para 

su amante mortal, y ella pidió que no muriese nunca; pero olvidó añadir que 

permaneciera siempre joven. Así Titón vivió en un continuo y sin fin envejecimiento, 

volviéndose más y más decrépito, hasta que la vida llegó a ser para él una terrible e 

intolerable maldición. 

La vida tendrá valor cuando no sea nada menos que la vida de Dios -y ese es el 

significado de vida eterna. 



AK0L0UTHEIN190 

LA PALABRA DEL DISCÍPULO 

Akolouthein es el verbo griego vulgar y corriente que significa seguir. Es una palabra 
con muchos usos y que da lugar a múltiples asociaciones, todo lo cual añade alguna 
nota a su contenido cuando se aplica al seguidor de Cristo. Primero, veamos cómo se 
utilizaba en el griego clásico. 

(I) Es la palabra usual para describir a los soldados siguiendo a su comandante, 
Jenofonte (Anábasis 7.5.3 J habla de generales y capitanes que habían seguido a su 
líder a la batalla. 

(II) Se usa corrientemente respecto del esclavo siguiendo o sirviendo a su amo. 
Teofrasto, en su bosquejo del Hombre Desconfiado, dice que el tal hombre obligaba a 
su esclavo a caminar delante de él, y no detrás, como era lo normal, para estar seguro 
de que no se fugara (Teofrasto, Caracteres 18.8). 

(III) Se usa, también con mucha frecuencia, significando el hecho de seguir o aceptar 
el consejo u opinión de alguien. Platón dice que es necesario descubrir a quienes por 
naturaleza les conviene dedicarse a la filosofía y a dirigir la ciudad, y a quienes, en 
cambio, les conviene prescindir de ella y no hacer otra cosa que obedecer al que manda 
(Platón, República 474c). Hay personas aptas para el liderato y personas aptas sólo 
para aceptarlo. 

(IV) Se usa comúnmente respecto de la obediencia a las leyes. Seguir las leyes de una 
ciudad es aceptarlas como normas de vida y de conducta. 

(V) También es muy común en el sentido de seguir el hilo o argumento de un discurso. 
Cuando un argumento ha llegado a hacerse difícil de entender, Sócrates dice: "Vamos a 
ver, trata de seguirme e intentemos que este asunto quede completamente explicado" 
(Platón, República 474c). 

(VI) En los papiros, akolouthein se utiliza con mucha frecuencia significando pegarse 
a alguien hasta conseguir algún favor que se desea. Uno da a otro este consejo por 
escrito: "Pégate a PtoUarion todo el tiempo ... pégate a él hasta que logres hacerte su 
amigo." La idea es seguir a una persona hasta obtener de ella el favor deseado. 

Cada uno de estos usos arroja luz sobre la vida cristiana. 

El cristiano está en la posición del soldado que obedece y sigue inmediatamente a 

Jesucristo. 

El cristiano debe obedecer tan pronto hable su Señor, como hace el esclavo. 

El cristiano debe pedir el consejo y la dirección de Jesucristo, y tiene que ser humilde 

para seguirlos. 

El cristiano es el hombre que desea la ciudadanía del reino de los cielos, y, si la recibe, 

debe vivir en consecuencia con las leyes de ese reino. 

El cristiano es aquel que escucha atentamente las palabras de Jesús y sigue sus 

argumentos para aprender cada día más de la sabiduría que Jesús está siempre 

deseando transmitirle. 



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El cristiano está continuamente en la posición de uno que necesita y desea el favor, la 
gracia y la ayuda que sólo Cristo puede darle, y que sigue a Jesús porque solamente en 
él encuentra satisfecha su necesidad. 
Volvamos ahora al uso de akolouthein en el NT como tal, donde es muy frecuente. 

(I) Se usa con referencia a los discípulos que dejaron sus distintos oficios y sus 
ocupaciones para seguir a Jesús, como, por ejemplo, Pedro y Andrés (Mr. i:i8; Mt. 
4:20). Se usa respecto de los dos discípulos de Juan el Bautista que siguieron a Jesús 
cuando Juan lo distinguió como el Cordero de Dios (Jn. 1:37). Se emplea respecto de la 
reacción de los discípulos tras la pesca milagrosa, que lo abandonaron todo y le 
siguieron (Le. 5:11). Se utiliza respecto de aquellos discípulos que, ya próximo el fin, 
preguntaron a Jesús qué recompensa tendrían por dejarlo todo y seguirle (Mt. 19:27). 
También se usa con relación a aquellos aspirantes a discípulos a quienes Jesús dijo que 
lo pensaran otra vez antes de lanzarse a la aventura de seguirle (Mt. 8:19; cf. Le. 9:59, 
61). 

(II) Es la palabra que Jesús empleó para que los hombres se le unieran; su gran desafío. 
El mandato de Cristo a Mateo (Mr. 2:14; cf Le, 5:27; Mt. 9:9), a Felipe (Jn. 1:43), al 
joven rico, que lo rechazó (Mt. 19:21; cf. Le. 18:22) y, ya próximo el fin, a Pedro (Jn. 
21:19, 22), fue siempre el mismo: Sigúeme, Y, así, el mandato de Jesús a todos los que 
aspiran a ser sus discípulos es que tome cada uno su cruz y le siga (Mr. 8:34; 10:21; 
Mt. 10:38; 16:24; Le. 9:23). 

(III) La forma más común de utilizar esta palabra tiene que ver con las multitudes que 
seguían a Jesús (Mt. 4:25; 8:1; 12:15; 14:13; 19:2; 20:9; 21:9; Mr. 3:7; 5:24; 11:9; Jn. 
6:2). En este caso, como indicábamos anteriormente respecto del uso de la palabra en 
los papiros, akolouthein denota el hecho de pegarse uno a alguien hasta conseguir un 
determinado favor. Algunas veces, las multitudes seguían a Jesús para experimentar su 
poder sanador; otras, para escuchar sus palabras, y, hacia el final, le seguían, entre 
asustados y admirados, para ver qué iba a sucederle. Otro ejemplo del uso de 
akolouthein, en el sentido de ir en pos de un favor, es Mt. 9:27, cuando los dos ciegos 
seguían a Jesús para que los sanara. 

(IV) Algunas veces seguían a Jesús por gratitud. En Mt. 20:34, se dice que los dos 
ciegos seguían a Jesús después de haber recibido la vista. Lo mismo se dice de otro 
ciego en Le. 18:43 y de Bartimeo en Mr. 10:52. Le seguían porque se sentían ligados a él 
por los lazos de la gratitud. 

(V) En Mr. 2:15, leemos que los pecadores seguían a Jesús. Este es uno de los usos más 
significativos de akolouthein porque destaca la tremenda confianza y seguridad de 
unos hombres en que Cristo los atendería. Habían evitado a los fariseos, pero siguieron 
a Jesús porque sabían que él comprendería su situación. 

En todas estas formas de utilizar akolouthein, podemos distinguir cinco razones para 
seguir a Jesús. 

(I) Los discípulos siguieron a Jesús por la atracción irresistible de su requerimiento. 

(II) Las multitudes seguían a Jesús porque deseaban todo aquello que sólo él podía 
darles. 

(III) Los pecadores seguían a Jesús porque presentían que sólo él podía capacitarlos 
para recomponer sus vidas rotas y empezar de nuevo. 

(IV) Los ciegos seguían a Jesús para recibir la vista. Deseaban experimentar su poder 
obrador de maravillas. 

(V) Los ciegos que recibieron la vista seguían a Jesús en clara gratitud por lo que él 
había hecho con ellos. 

Todo esto es una síntesis de porqué el corazón humano se aproxima a Jesús. 
El estudio de los diversos usos que los Evangelios hacen de akolouthein nos 
recompensará todavía más. 



I. DEBEMOS VER LO QUE IMPLICA EL SEGUIR A JESÚS 

(a) Seguir a Jesús implica calcular el costo. En Le. 9:59, 61, Jesús da la impresión de 

no aceptar que alguien le siga hasta que él no hubiera estado absolutamente seguro de 

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que la persona sabía a lo que se comprometía. Jesús no quiere que nadie le siga con 
falsas apariencias, ni acepta un servicio ofrecido por pura emotividad, imponderado, 
pues la duración del mismo sería ínfima. 

(b) Seguir a Jesús implica sacrificio. Repetidamente se destaca lo que las personas 
dejaron por seguir a Jesús (Le. 5:11; Mt. 4:20, 22; 19:27). Lo que a nosotros nos interesa 
percibir de aquí es que seguir a Jesús nos compromete a lo que hoy se llama un trabajo 
permanente. Pero, en nuestro caso, se da la diferencia de que seguir a Jesús implica 
servirle en nuestro trabajo, y no dejando nuestro trabajo. En muchos casos, sería más 
fácil esto último, pero nuestro deber es testificar de Jesús allá donde él nos haya puesto. 

(c) Seguir a Jesús implica una cruz (Mt. 16:24; cf Mr, 8:34 y Le. 9:23). La razón de esta 
implicación es que ningún hombre puede seguir a Jesús y, a la vez, hacer lo que guste. 
Seguir a Jesús puede bien significar el sacrificio de los placeres, hábitos, aspiraciones y 
ambiciones que componen la trama de nuestras vidas. El seguir a Jesús implica este 
acto de renuncia -y, renunciar, nunca es fácil. 



IL DEBEMOS VER LO QUE DA EL SEGUIR A JESÚS 

En esta línea, hay dos grandes promesas en el Cuarto Evangelio. 

(a) Seguir a Jesús significa no andar en tinieblas, sino en luz (Jn. 8:12). Cuando un 
hombre se conduce sólo por sus medios, fácilmente se pierde en las tinieblas de la 
incertidumbre, y puede terminar en las tinieblas del pecado. Ir con Jesús es estar 
seguro del camino y, en su compañía, ser salvo. 

(b) Seguir a Jesús es estar cierto de llegar finalmente a la gloria en la que él mismo está 
(Jn. 12:26). He aquí la otra parte de la advertencia de que seguir a Jesús implica 
sacrificio y cruz. El sacrificio y la cruz no son insubstanciales, sino el precio de la gloria 
eterna. Jesús nunca prometió un camino fácil, pero sí un camino a cuyo final su 
aspereza sería olvidada. 



III. DEBEMOS VER QUE HAY FORMAS INADECUADAS DE SEGUIR A JESÚS 
Estas formas no son condenables; son infinitamente mejores que nada... pero no las 
mejores. 

(a) Al final, Pedro seguía a Jesús a mucha distancia (Mt. 26:58; cf Mr, 14:54 y Le. 
22:54). La verdadera razón era que Pedro no se atrevía a seguirle más de cerca; y la 
verdadera tragedia es que si Pedro se hubiera mantenido íntimamente unido a Jesús, el 
desastre de negarlo no hubiera sucedido nunca, pues, al ver de nuevo el rostro de Jesús, 
fue cuando Pedro descubrió lo que había conseguido con sus repetidas negaciones. 

(b) En el último viaje a Jerusalén, los discípulos seguían a Jesús con temor (Mr. 10:32). 
En un sentido, esta acción denotaba más valentía que ninguna otra. Ellos no entendían 
lo que estaba sucediendo, pero, aunque temían lo peor, le siguieron. Podemos 
reconfortarnos recordándonos a nosotros mismos que, a menudo, el hombre que sigue 
a Cristo con temor y temblor está demostrando ser un valiente. 



IV. POR ULTIMO, UN HOMBRE PUEDE REHUSAR SEGUIR A JESÚS 
Así es como actuó el joven rico (Mt. 19:21; c/. Le. 18:22). El resultado de su negativa fue 
marchar entristecido. El fruto de una negativa es muy a menudo la tristeza, pero la 
consecuencia de seguir, no obstante la aspereza y lo pavoroso del camino, es 
frecuentemente el gozo. 



ALAZON213 Y ALAZONEIA^i^ 

LAS PALABRAS DE LA JACTANCIA 



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La palabra alazon se encuentra dos veces en el NT: Rom. 1:30 y 2 Ti. 3:2. La Versión 
Reina-Valera la traduce en Rom. 1:30 como altivo y en 2 Ti. 3:2 como vanagloriosos. 
La palabra alazoneia se encuentra también dos veces en el NT: Stg. 4:16 y 1 Jn. 2:16. 
En el pasaje de Santiago, la Versión Reina Valera traduce soberbias. En el pasaje de 1 
Jn. traduce la vanagloria de la vida. 

Estas palabras tienen tras ellas un interesantísimo historial que les hace ser muy 
vividas y significativas. Los griegos las derivaban de ale, que significa vagabundo, y un 
alazon era uno de esos charlatanes que pueden encontrarse en los mercados y ferias 
ofreciendo a voz en grito sus mercancías e infalibles curalotodo a los hombres. 
Plutarco, por ejemplo, usa alazon para describir al matasanos (Plutarco, Moralia 
523). Era la palabra que se aplicaba a estos charlatanes y buhoneros que recorrían el 
país y, doquiera se reunieran las gentes, levantaban sus tenderetes para vender sus 
pildoras y pociones y para jactarse de que podían curar cualquier clase de dolencia. 
Así, en griego, la palabra vino a significar pretencioso fanfarrón. En las Definiciones 
Platónicas se dice que alazoneia es "atribuirse bienes que no se poseen". 
Aristóteles define al alazon como el hombre que "se atribuye cualidades dignas de 
alabanza que realmente no tiene, o que tiene en menor grado del que alardea" 
(Aristóteles, Etica aNicómaco 1127a 21), y, en la Retórica (1384a 6), dice que "es 
síntoma de alazoneia afirmar que son propias las cosas ajenas". 
Platón usa la palabra alazon para describir los "deseos falsos y jactanciosos" que 
pueden caber en el alma de un joven y que arrojan fuera "las actividades hermosas y los 
pensamientos verdaderos que son los mejores celadores de las mentes de los hombres 
amados de los dioses" (Platón, República 560c). 

En el Gorgias (525a), Platón nos da la imagen de las almas de los hombres siendo 
juzgadas en el más allá, almas "en las que cada acción había dejado su huella, en las que 
todo es sinrazón debido a la falsedad, la impostura y la alazoneia, y en las que nada es 
recto a causa de una naturaleza que no conocía la verdad". 

Jenofonte dice cómo el rey persa, Ciro, buen conocedor de los hombres, definía al 
alazon: "El nombre alazon parece aplicarse a los que presumen de ser más ricos de lo 
que son y a los que prometen lo que no pueden hacer, o bien cuando es evidente que lo 
hacen por obtener algún tipo de beneficio" (Jenofonte, Ciripedia 2.2.12). 
En la Memorabilia, Jenofonte aborda el mismo tema diciéndonos cómo Sócrates 
condenó totalmente a tales impostores. Sócrates afirmaba que se les podía encontrar en 
todas las clases sociales y en todas las actividades de la vida, pero que eran los peores 
en política. "El bribón más grande es el hombre que ha conseguido engañar a su ciudad 
haciéndole creer que es apto para dirigirla" (Jenofonte, Memorabilia 1,7,5), 
Teofrasto, en su Caracteres, tiene la famosa descripción del alazon, ''Alazoneia - 
empieza- parece ser, en efecto, el atribuirnos algo que no poseemos". El alazon es el 
hombre que frecuenta los mercados y habla con los forasteros acerca de flotas de 
barcos, que no tiene, y de grandes negocios, cuando su saldo en el banco es 
precisamente irrisorio. Mencionará las campañas en las que ha tomado parte al mando 
de Alejandro el Grande, su gran amigo. Blasonará de las cartas que los grandes 
gobernantes le escriben solicitando su ayuda y consejo. Alardeará de la casa en la que 
vive como siendo una gran mansión, cuando de hecho vive en una posada, y que está 
pensando en venderla porque no es lo suficientemente cómoda para los festines que 
organiza (Teofrasto, Caracteres 23), 

El alazon era el jactancioso fanfarrón que se empeñaba en impresionar a los demás. 
Pertenece a esa clase de hombres en los que todo es fachada y escaparate. Es el 
individuo dado a extravagantes pretensiones que nunca puede colmar. Pero todavía 
tenemos que ver al alazon en su versión más perjudicial y peligrosa, es decir, al sofista. 
Los sofistas -de los cuales también había en tiempos del Nuevo Testamento- eran 
maestros griegos errantes que pretendían vender el conocimiento clave para triunfar en 
la vida. Los griegos amaban las palabras, y los sofistas enseñaban a manejarlas con una 
destreza tal, que "podían hacer que el peor razonamiento pareciera el mejor". 
Aseguraban ser capaces de revelar a los hombres ese contenido mágico de las palabras 
que convierte al orador en maestro. 

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Aristófanes los empicota en Las Nubes, Dice que todo el objeto de sus lecciones era 
enseñar a los hombres a fascinar al jurado, a conseguir impunidad para engañar y a 
encontrar un argumento para justificar cualquier cosa. Isócrates, el gran maestro 
griego, los odiaba. Afirmaba que "únicamente tratan de conseguir alumnos exigiendo 
pequeños honorarios y haciendo grandes promesas". Añadía que hacen "ofrecimientos 
imposibles, prometiendo impartir a sus alumnos una cierta ciencia exacta de la 
conducta por medio de la cual sepan siempre qué hacer. Sin embargo, ellos cobraban 
por esa ciencia de cincuenta a sesenta dólares. .. Tratan de atraer discípulos mediante 
los engañosos títulos de las materias que dicen enseñar, tales como Justicia y 
Prudencia, pero la justicia y la prudencia que enseñan son de un tipo muy peculiar, y 
les dan un significado a las palabras completamente diferente del que ordinariamente 
las gentes les dan. De hecho, no están seguros de los significados genuinos, pero 
disputan sobre ellos. Aunque profesan enseñar justicia, no se fían de sus alumnos y les 
hacen pagar una tercera parte de sus honorarios antes de que el curso empiece" 
(Isócrates, Sofista lo. 193a, 4. 29id). 

Platón arremete furiosamente contra ellos en su libro El Sofista: "Cazadores de jóvenes 
ricos y de buena posición, con un simulacro de educación como cebo y el afán de lucro 
como objeto, ganan dinero mediante el uso sistemático de hábiles subterfugios en la 
conversación privada, aunque sean conscientes de la falsedad de lo que enseñan". 
El NT advierte al cristiano sobre estos hombres y otros similares. El aviso es contra el 
falso maestro que pretende enseñar la verdad a los demás sin conocerla él mismo. El 
mundo está todavía lleno de individuos como éstos, que ofrecen a los hombres la mal 
llamada sabiduría, que anuncian a gritos sus mercancías doquiera las gentes se reúnan 
y que, en suma, pretenden disponer del remedio para todo. ¿Cómo podremos distinguir 
a los tales individuos? 

(I) Su característica es orgullosa altivez. En el Testamento de José (17,8), José dice 
cómo trató a sus hermanos: "Mi tierra era su tierra, y su consejo mi consejo. Y no me 
exalté entre ellos con arrogancia (alazoneia) a causa de mi gloria mundanal, sino que 
era entre ellos como uno de los más humildes". El alazon es el maestro que se pavonea 
en lo que enseña y que ha sido deslumhrado por su propia inteligencia. 

(II) Lo único que tienen son palabras. El sofista se escudaba en Epicteto, cuando los 
jóvenes fueron a él buscando quien los ilustrara. "¿Enseñarles a vivir?" -dice Epicteto. 
Y, después, él mismo contesta su propia pregunta: "No, tonto; no cómo vivir, sino cómo 
hablar, que es también la razón por la que se te admira" (Epicteto, Discursos 3.23). El 
alazon procura sustituir acciones excelentes por palabras inteligentes. 

(III) Su móvil es el lucro, Al alazon sólo le interesa cuánto va a ganar, ora prestigio 
para su reputación, ora dinero para su bolsillo. El programa que predican está 
destinado a llevar adelante su promoción personal ... a costa de los demás. 

El alazon no ha muerto todavía. Aún hay maestros que ofrecen sabiduría mundanal en 
vez de celestial; que hilan bellas palabras sin que terminen jamás en una acción 
amable; que su enseñanza está animada por la autopromoción y que su único deseo es 
el lucro y el poder. 

HAMARTIA266 y HAMARTANEIN264 
EL YERRO QUE ES EL PECADO 

Hamartia es el nombre que traducimos "pecado". Es muy común en el NT, donde, 
solamente en las epístolas paulinas, se encuentra sesenta veces. Hamartanein es el 
verbo usual que se traduce "pecar". En el griego clásico, estas palabras no tenían, ¡ni 
mucho menos!, un significado tan importante como en el griego del NT. En el griego 
clásico, hamartia expresa básicamente la idea de "yerro". Hamartanein empezó 
significando "errar el blanco", como, por ejemplo, cuando se dispara una flecha, que no 
acierta. Se puede usar respecto de haber equivocado una carretera, de habernos fallado 
un plan, de habérsenos frustrado una esperanza o un propósito. En el griego clásico, 
pues, estos vocablos están siempre conectados con alguna clase de fallo negativo, más 



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bien que con algún tipo de transgresión positiva, pero en el NT describen algo mucho 

más serio. 

Hay que tener en cuenta que, en el NT, hamartia no describe un acto definido de 

pecado, sino el estado de pecado, del cual dimanan las acciones pecaminosas. De 

hecho, en Pablo el pecado está tan a punto de personalizarse, que podría escribirse con 

inicial mayúscula y pensarse que fuera un poder personal y maligno que tiene al 

hombre en sus garras. 

Veamos lo que enseña el NT sobre hamartia. 

(I) Hamartia, "pecado", es "universal" (Ro. 3:23; 7:14; Gá. 3:22; 1 Jn. 1:8). El pecado no 
es como una de esas enfermedades que algunos hombres contraen y otros no. Es algo 
en lo que todo ser humano está envuelto y de lo que todo ser humano es culpable. El 
pecado no es una simple erupción esporádica, sino el estado, la condición, universal del 
hombre. 

(II) Hamartia, "pecado", es "un poder que somete al hombre". 

Las palabras que se usan para expresar esta idea son muy interesantes y significativas: 
el hombre está huph' hamartian, Le,, "bajo pecado". Pero esta preposición, hupo, en 
caso acusativo, como aquí, se utiliza para significar "dependiente de", "en sujeción a", 
"bajo el control de". Un menor de edad, por ejemplo, está "bajo su padre"; un ejército 
está "bajo su comandante"; así, nosotros estamos "bajo pecado", "en poder del pecado", 
"controlados por el pecado" (Gá. 3:22; Ro. 3:9). Por tanto, hay ciertas palabras que se 
asocian a la idea de pecado. Del pecado se dice que "reina (basileuein) sobre el 
hombre" (Ro. 5:21). 

Basileus es la palabra griega que significa "rey". El pecado gobierna a los hombres, "se 
enseñorea de nosotros" (kurieuein) (Ro, 6:14), Kurios es la palabra griega que significa 
"señor", y connota absoluta "posesión" y "dominio". Del pecado se dice que "nos tiene 
cautivos" (aichmaiotizein) (Ro. 7:23). La palabra es la misma que se usa respecto de 
hacer a uno prisionero de guerra. Se dice que el pecado "mora en el hombre" (oikein, 
enoikein) (Ro. 7:17, 20). El hombre está tan cogido por el pecado, que éste no se nos 
presenta como un mero poder externo que ejerza su soberanía sobre el individuo, sino 
como algo que se ha introducido en las mismas fibras, en el centro y corazón del ser del 
hombre, hasta ocuparlo, como un enemigo ocupa un país. El resultado es que "somos 
esclavos del pecado" (doulos, douleuein) (Jn. 8:34; Ro. 6:17, 20; Ro. 6:6). Debe 
recordarse que el poder del amo sobre el esclavo era absoluto. No había parte de la 
vida, ni momento, ni actividad, que fuera propiedad personal del esclavo. Pertenecía a 
su amo en la forma más absoluta. Así, el hombre está totalmente bajo el dominio del 
pecado. Pablo explica, como ningún otro, la relación que hay entre "ley" y "pecado", 
entre nomos y hamartia, 

(I) La ley "enseña lo que es el pecado" (Ro. 3:20); y hasta puede decirse que, en un 
sentido, es la misma ley quien lo crea (Ro. 5:13). El pecado no es tal si no es definido. Es 
decir, que el hombre no puede saber lo que es pecado mientras éste no haya sido 
definido; y el hombre no puede ser culpable de pecado hasta que no exista una ley que 
lo determine. Pongamos un ejemplo. La calle de una ciudad puede tener mucho tiempo 
doble tránsito, por tanto, un conductor puede circular en ambas direcciones. Pero, 
después, se promulga una ley que determina que la calle es de una sola dirección. 
Entonces, sería una infracción a la ley, conducir en dirección contraria a la autorizada 
por la señal de tráfico. La determinación de la ley ha creado una nueva infracción de la 
ley. La ley tanto ha definido como ha creado el pecado. Si no hubiera ley, no habría 
pecado. 

(II) Pero "la ley crea el pecado", tal y como Pablo lo ve, en otro sentido. Basta que una 
cosa haya sido prohibida, para que, de algún modo, adquiera un nuevo y fatal poder 
fascinador que la hace deseable, y la ley es quien, de hecho, produce el deseo de pecar 
(Ro. 7:8-11). Hay cierto ingrediente en la naturaleza humana que da a lo prohibido un 
doble atractivo. C. H. Dood cita el clásico ejemplo sobre este asunto, tomado de las 
Confesiones de Agustín (2.4-6). "Había un peral próximo a nuestra viña, cargado de 
peras. Una noche tormentosa, un grupo de pésimos muchachos fuimos a robar y a 
llevarnos grandes cantidades de peras -no para regalo nuestro, sino para arrojarlas a los 

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puercos- y si llegamos a catarlas fue sólo para darnos el gusto de hacer lo que nos 
estaba prohibido. Eran peras hermosas pero no las apeteció mi alma miserable, pues yo 
tenía en casa abundancia de otras mejores. Las tomé sólo por robar. Mi único festín fue 
con la iniquidad con que me holgaba y fruía. ¿Qué es, pues, lo que yo amé en aquel 
robo? ¿Era el placer de quebrantar la ley siquiera por engaño, ya que por fuerza no 
podía, y siendo cautivo simulé una raquítica libertad, haciendo impunemente, por una 
tenebrosa imitación burlesca de vuestra omnipotencia, aquello que no me era 
permitido?" Y, después, el doctor Dood comenta: "Es decir, que el deseo de robar 
surgió, simplemente, de la prohibición de robar". Es precisamente aquí donde emerge 
la impotencia de la ley frente al pecado. La ley tiene dos defectos: primero, puede 
definir el pecado pero no curarlo. Es como el médico que puede diagnosticar una 
enfermedad, pero que carece de medios para curarla e incluso para detenerla. Segundo, 
es el raro y fatal hecho de que, simplemente por prohibir algo, la ley hace atractivo eso 
mismo que prohibe. Hay una inextricable conexión entre hamartia y nomos, "pecado" 

y "ley". 

Veamos las inevitables consecuencias del pecado. 

(I) El pecado resulta en cierto "endurecimiento" del corazón. La palabra usada para 
endurecimiento es skierunein (He. 3:13). El adjetivo skieros puede aplicarse, por 
ejemplo, a una piedra que es especialmente dura para ser labrada; como metáfora, 
puede usarse respecto de un rey que es inhumano y duro en la forma de tratar a sus 
subditos. El pecado endurece el corazón. En Fil. 1:9, Pablo ora por que los filipenses 
abunden en lo que él llama aisthesis, "percepción sensitiva", es decir, la cualidad del 
corazón y de la mente que es sensible a lo que está mal. El que comete una mala acción 
por primera vez, la experiencia de la vida demuestra que lo hace con una especie de 
estremecimiento de repugnancia; si la repite, la cometerá más fácilmente; si insiste, 
cometer esa acción será para él la cosa más normal del mundo. 

Ha desaparecido su sensibilidad para detectar el pecado; su corazón está endurecido. 
Es rigurosamente cierto que lo más terrible del pecado es, precisamente, su poder para 
engendrar pecado. 

(II) El pecado resulta en "muerte" (Ro. 5:12, 21; 6:16; 6:23; Stg. 1:15). Indudablemente, 
esto es así. Pablo creía que la muerte entró en el mundo por el pecado de Adán. El 
pecado fue lo que arruinó e hizo naufragar la vida que Dios había soñado para el 
hombre. Pero no es menos cierto que la muerte también alcanza al alma. La muerte 
física y espiritual es, según Pablo, resultado del pecar. Una de las mejores formas de 
averiguar el significado real de una palabra es examinar las otras que la acompañan. 

(I) Hamartia está relacionada con blasphemia (Mt. 12:31). El significado básico de 
blasphemia es insulto. El pecado es, pues, un "insulto" a Dios. Insulta a Dios porque se 
burla de sus mandamientos, porque pone al Yo en el lugar que corresponde a Dios y, 
sobre todo, porque agravia su amor. 

(II) Hamartia está relacionada con apate (He. 3:13). Apare es "engaño". El pecado es 
siempre engañoso, pues promete hacer lo que no puede. El pecado es siempre una 
mentira. Cualquier hombre que peca, que hace o toma algo prohibido, actúa así porque 
cree que será más feliz haciendo o tomando ese algo. El pecado lo engaña para que 
piense de ese modo. Pero la experiencia llana es que una acción o posesión, producto 
del pecado, nunca trae felicidad a ningún hombre. Ya hace tiempo que Epicuro, con su 
moral estrictamente utilitaria, dijo que el pecado nunca puede traer felicidad, porque, 
entre otras cosas, deja al hombre con el constante temor de ser descubierto. 

(III) ííamaríía está relacionada con epíí/iumía (Stg. 1:15). Epithumiaes 
concupiscencia, deseo. Epithumia fue definida por Aristóteles como "lanzarse con 
empeño en pos del placer", y los estoicos añadieron "más allá de los límites de la 
razón". Clemente de Alejandría dice que epithumia es el espíritu que "clama y se afana 
por conseguir todo aquello que lo gratifique". Epithumia siempre tiene la noción de 
desear lo que no debe ser deseado. Epithumein es, de hecho, el verbo que se utiliza en 
la versión griega del AT para el décimo mandamiento: "No codiciarás". Si el corazón de 
un hombre estuviera tan limpio, que no deseara lo que es injusto, no pecaría jamás. 



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(IV) Hamartia es igualada a anomie (i Jn. 3:4). Anomia es "desobediencia a la ley". 
Anomie es el espíritu que induce al hombre a hacer lo que le dé la real gana; que mueve 
al hombre a desear poner sus caprichos por encima de sus deberes para con su prójimo 
y de su obediencia a Dios. La anomie procede, básicamente, del deseo de instalar al Yo, 
y no a Dios, en el centro de la vida. 

(V) Hamartia es igualada a adikia (1 Jn, 5:17), Adí/cía es "injusticia", "iniquidad", 
mal . Es lo que se opone a dikaiosune, que significa "justicia". Ahora bien, dikaiosuna 
puede definirse como "dar tanto a Dios como al hombre lo propio de cada uno". Adikia 
es, por tanto, el espíritu que se niega a cumplir con su deber para con Dios y los 
hombres. Pecado es lo que hace a un hombre adorar tanto a su Yo, que olvida o rechaza 
servir a Dios y a su prójimo. Es lo que hace al hombre actuar como si fuera la persona 
más importante de la creación. 

(VI) Ham.artia está conectada con prosopolepsia (Stg. 2:9). Prosopolepsia es 
"acepción de personas". Ahora bien, acepción de personas como resultado de aplicar las 
normas del hombre, en vez de las de Dios, al mundo, a la vida y a las gentes en general. 
Pecado es aceptar y practicar las normas del mundo en vez de los principios de Dios; 
juzgar las cosas como los hombres las ven, no como las ve Dios. 

Ahora es el momento de prestar atención a la cura del pecado. Consideraremos ciertas 
palabras que describen lo que Jesús hizo por nosotros con relación al pecado. 

(I) Jesús nos "salva" del pecado (sozein) (Mt. 1:21). Estamos en una situación tal, que 
necesitamos ser rescatados, y ese rescate lo hizo efectivo Jesús al precio de su vida. 

(II) Nuestros pecados son "borrados" (exaleiphein) (Hch. 3:19). La tinta antigua no 
tenía ácido y podía ser borrada pasando una esponja húmeda por la superficie de vitela 
o de papiro cuando el escriba quería usarlos otra vez. Por la obra de Jesús, el acta de 
nuestros pecados es borrada totalmente. 

(III) A través de Jesús, somos "lavados del pecado" (apolouein). En Hch. 22:16 se habla 
de lavar los pecados. Hay una "purificación de.. . pecados" (katharismos) (He. 1:3; 2 P. 
1:9; 1 Jn. 1:7). Es como si la vida fuera enturbiada, manchada, ensuciada y cubierta de 
fango por el pecado. Pero Jesucristo tiene el poder de limpiarla, como la lluvia lava y 
limpia el pavimento de una ciudad. 

(IV) Dios, por su misericordia, "no nos inculpa de pecado" (logizesthai) (Ro. 4:8). 
Logizesthai es una palabra usada en contabilidad. Significa "cargar en cuenta". La idea 
es que nuestros pecados nos son como una cuenta sin saldar que tenemos con Dios y 
que, además, no podríamos liquidar jamás. El balance de nuestra vida arroja un 
tremendo saldo deudor en contra de nosotros. Pero Dios, por su misericordia, borra ese 
saldo que nunca hubiéramos podido pagar. 

(V) Dios, por su misericordia, "cubre nuestros pecados" (Ro. 4:7) (epikaluptein). El 
verbo epikaluptein se usa para expresar la idea de la nieve cubriendo una senda; 
también se usa respecto de alguien que se cubre los ojos para no ver y respecto de 
correr un velo sobre algo. Es como si Dios, por su misericordia, corriera un velo sobre el 
lamentable archivo del pasado y nunca lo mirara otra vez. 

(VI) Por la obra de Jesús, somos 'libertados del pecado" (eleutheroun) (Ro. 6:18, 22; 
8:2). Somos "desatados del pecado" (luein) (Ap. 1:5). Eleutheroun significa "dar a 
alguien la libertad". Luein significa "soltar las ataduras de alguien". Ya hemos visto 
cómo el hombre ha llegado a ser esclavo del pecado, a caer bajo el control del pecado. 
Jesús es el supremo libertador y emancipador. El paga el rescate que nos libra del 
pecado y, a la vez, nos da el poder para seguir siendo libres en el futuro. 

(VII) La venida de Jesús "canceló nuestro pecado" (athetesis) (Hch. 9:26), Athetesis es 
la palabra griega técnica y legal que significa "cancelar un contrato o un convenio". 
Precisamente donde el estricto cumplimiento de la letra de la ley no acarreaba sobre el 
hombre nada más que inminente condenación, a través de Jesucristo, hay una 
cancelación de nuestra deuda. 

(VIII) Por medio de Jesús "somos perdonados" (aphiesthai). Esta es la palabra que, 
con mucho, se usa respecto del perdón de pecados, y se encuentra en cada estrato del 
NT. (Mt. 9:2; Mr. 2:10; Le. 7:47; Hch. 2:38; 10:43; Col. 1:14; 1 Jn. 2:12). La palabra 
aphiesthai tiene una amplia gama de significados, todos los cuales sugieren algo. Puede 

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ser usada respecto de indultar a un hombre de la sentencia que ya cumplía, por ejemplo 
del exilio. Puede utilizarse respecto de la remisión de un cargo que ha sido hecho 
justamente. Puede emplearse para enterar a un hombre del veredicto que podría haber 
sido dictado en contra suya o para librarlo de un compromiso sobre el que se podía 
haber insistido. Se usa para eximir a un hombre de un deber que podía haber sido 
forzado a llevar a cabo. Toda la esencia de la palabra es la inmerecida liberación de un 
hombre de algo que podría habérsele infligido o exigido con toda justicia. A través de 
Jesucristo, el hombre es librado del castigo que Dios podía haberle infligido con 
perfecto derecho. Es la palabra que nos dice que Dios no nos trata con justicia, sino con 
amor; no según nuestros merecimientos, sino de acuerdo con su misericordia y su 
gracia en Jesucristo. 

No hay libro como el NT que tenga un sentido tan horroroso del pecado ni que tenga 
una seguridad tan absoluta de cómo poner remedio al pecado. 



APECHEIN566 
PAGO COMPLETO 

En el NT hay tres o, quizás cinco, usos técnicos de la palabra apechein, todos ellos 
extremadamente interesantes. La parte principal del vocablo es el verbo echein, que 
significa "tener". 

En Mt. 6:2, 6, 16 Jesús, refiriéndose a los que dan limosna ostentosamente, a los que 
oran de forma que todos puedan verlos y a los que hacen gala de su ayuno, dice: "De 
cierto os digo que ya tienen su recompensa'' (apechousin -presente de indicativo de 
apecheinton misthon), Apechein es la palabra griega que significa "recibir pago 
completo". Algunas veces, también se usa en sentido general. Calimaco (Epigrama 51) 
habla de cierto Miccos, que enalteció a su vieja nodriza Aeschra, en los términos 
siguientes: "La cuidaba en su vejez dándole lo mejor que tenía, y, cuando murió, erigió 
su estatua para que las futuras generaciones vieran y supieran que había recibido las 
gracias (apechei charitas) por sus pechos nutridores". Esta mujer recibió completa 
recompensa pagada en gratitud. En otra ocasión. Calimaco (Epigrama 55) se refiere a 
un tal Aceson que había dedicado una lápida a Esculapio, dios de la sanidad, en 
agradecimiento por haber devuelto la salud a su esposa. "Yo sé. Esculapio, que has 
recibido lo que Aceson te debía por la promesa que hizo a favor de su esposa, 
Demodice. Pero, por si lo olvidas y me exiges que te pague otra vez, esta lápida lo dice y 
hará de testigo." La lápida era el testimonio de que la deuda había sido completamente 
pagada. Plutarco, en su biografía de Solón (cap. 22), dice que el legislador, para 
refrenar la inmoralidad, promulgó una ley que liberaba al hijo ilegítimo de sostener a 
su padre. Y, después, refiriéndose al padre, escribe: "él tiene su recompensa (misthon 
echei) en que se priva a sí mismo de todo el derecho a reprochar a sus hijos el que se 
despreocupen de él, pues él ha hecho que la misma existencia les sea a ellos una 
afrenta". El padre pecador había recibido el pago completo de parte de su pecado. En su 
biografía de Temístocles (cap. 17), el mismo Plutarco nos explica cómo ese hombre 
ganó la admiración de todos. Esparta recompensó su sabiduría. En los juegos 
olímpicos, las multitudes estaban más pendientes de él que de los competidores, y lo 
mostraban a los extranjeros "de suerte que Temístocles se regocijaba, y confesó a sus 
amigos que ahora estaba cosechando los frutos de todo lo que había trabajado para 
Grecia". La admiración del pueblo fue el pago que recibió por sus desvelos. 
Pero apechein tiene un uso más técnico todavía. Era la palabra que se utilizaba para 
"poner el recibí a una cuenta" que había sido saldada. Deissmann, Noulton y Milligan 
ponen ejemplos en este sentido. 

Asclepíades, un hacendado, escribe a Portis, su arrendatario: "Asclepíades, hijo de 
Charmagon, a Portis, hijo de Permamis, saludos. He recibido de ti el fruto que me 
corresponde (las rentas se pagaban en especies) (apecho) y el interés de la porción de 
tierra que te he arrendado, por la siembra del año 25, sin que ya pueda hacerte ninguna 

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reclamación posterior". "He recibido la renta del lagar que te he alquilado". Se usa 
respecto del "pago de impuestos". Todo extranjero residente tenía que pagar un 
impuesto, y el recibo que se les extendía reza como sigue: "Pamaris, hijo de 
Hermodorus, a Abos. He recibido de ti el impuesto de residencia correspondiente a los 
meses de Thouth y Phaomi. En el año 19 de Tiberio César Augusto". Se emplea en 
conexión con "el pago de tributos a la religión". "Psenaumunis, hijo de Pekusis, al 
obrero contratado Pibuchis, hijo de Pateesis, saludos. He recibido cuatro dracmas y un 
óbulo (tres chelines y ocho peniques, aproximadamente), siendo la recaudación de Isis, 
en nombre de las obras públicas". Se usa con referencia al "pago del precio de un 
esclavo", y el vendedor escribe así: "He recibido el importe completo". En todas las 
transacciones comerciales, apechein es la palabra normal que significa "recibir pago 
completo". 

Por tanto, lo que Jesús está diciendo es que aquellos que dan limosna, oran y ajnjdan 
procurando deliberadamente la admiración de los hombres, reciben esa admiración -y 
nada más. Es decir, la admiración de los hombres es su pago completo. Ya no tienen 
nada más que reclamar; pueden firmar el recibo y considerarse absolutamente pagados. 
El hecho en sí puede ser digno de admiración, pero, si se ha llevado a cabo solamente 
con ese propósito, para Dios no tiene valor. Si aspiramos a la publicidad personal, la 
conseguiremos -pero nada más que eso, perdiendo, en cambio, las recompensas 
infinitamente más grandes que otorga Dios al servicio humilde y desinteresado. 
Al principio del estudio de esta palabra, decíamos que hay tres o, quizás cinco, usos 
técnicos de ella en el NT. Pues bien, los otros dos usos no tan seguros son Filemón 15 y 
Marcos 14:41. En el primer caso, Pablo escribe a Filemón y le dice que tal vez haya 
perdido a Onésimo por un corto espacio de tiempo, pero que podría tenerlo para 
siempre; que aunque lo hubiera perdido temporalmente como esclavo, podría tenerlo 
para siempre como hermano, si lo aceptaba como tal, lo cual sería su pago completo. El 
segundo ejemplo es de gran interés. En Mr. 14:41, Jesús, cuando ha salido victorioso de 
su agonía en el huerto, dice -como figura en la Versión Valera Antigua: "Basta"; la hora 
ha llegado; el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. Después se 
describe la llegada de Judas. Ahora bien, la palabra traducida "basta" es apechei, y bien 
puede no significar "basta", sino ser una referencia a Judas. Jesús pudo haber aludido a 
él, diciendo: "Ya ha sido completamente pagado en dinero. El traidor está aquí". Es 
posible que Jesús estuviera diciendo a Judas: "¿Es este todo el pago que buscabas?" Y 
así, tal vez. Cristo quisiera recordarle que todavía tenía pendiente una cuenta que 
saldar con Dios. 



APOBLEPEIN,578 APHORAN872 Y ATENIZEIN816 
LA MIRADA FIJA 

Apoblepein se utiliza sólo una vez en el NT y aphoran dos, pero son palabras tan 
sumamente expresivas, que compensan el estudio más intenso. Sinónimas en todos los 
sentidos, ambas significan lo mismo y participan con mucho de la misma historia. 
Tanto blepein como horas significan "ver" o "mirar", y apo, que es la primera parte de 
las dos palabras, quiere decir "de lejos", y las dos partes unidas: "mirar algo de lejos a 
fin de fijar nuestra mirada en una cosa en particular". La idea es concentrar la atención 
en una parte de un todo y desentenderse de todas las demás partes. 
El ejemplo importante de apoblepein está en Hebreos 11:26, donde leemos que Moisés 
renunció al placer, al ocio y al lujo del que pudo haber disfrutado en Egipto, a fin de 
identificarse con las luchas y tristezas de su pueblo; y se dice que actuó así porque 
"miraba a la remuneración". La Versión Reina Valera, revisión de 1960, traduce: 
"porque tenía puesta la mirada en el galardón", la VP, "tenía la vista puesta en la 
recompensa". El significado es que se despreocupó de las recompensas de la tierra para 
concentrarse en las de los cielos. 



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El ejemplo importante de aphoran está en Hebreos 12:2, donde se nos manda "poner 
los ojos en Jesús". VP dice "fijemos nuestra mirada en Jesús", y la Versión Reina 
Valera, revisión de 1960, "puestos los ojos en Jesús". Moffat, en su comentario sobre 
Hebreos, sugiere la traducción "no teniendo ojos nada más que para Jesús". La idea es 
que hemos de apartar nuestra mirada de todo lo demás para fijarla en Jesús. 
Pero, a fin de captar todo el contenido de estas palabras, veamos su uso en griego. 
Primero, consideremos apoblepein. Suidas, el léxico griego, nos dice que apoblepein 
es utilizada por Esquines como sinónima de thaumathein, que significa "admirarse", 
"maravillarse". Filóstrato dice que cuando Apolonio, el famoso sofista, desembarcó en 
Egipto, a medida que avanzaba, la gente lo "contemplaba" (apoblepein) como si fuera 
un dios. Cuando Jenofonte se refiere a un hombre de cuyos servicios necesitaba el país, 
dice: tu patria se ha "fijado" (apoblepein) en ti. Filón cuenta que el albañil, cuando está 
edificando, "examina" (apoblepein) continuamente el modelo facilitado por el 
arquitecto. Jenofonte habla de una persona tan vanidosa, que pasaba todo el tiempo 
"contemplándose" (apoblepein) en todo aquello que reflejara su imagen. Platón afirma 
que la aspiración del amante es "ver" (apoblepein) que el amado le rinde en todo un 
completo amor y una absoluta dependencia. Cierta inscripción efesia se refiere a uno 
que "miraba" (apoblepein) por la reverencia de los dioses y por el honor de la más 
ilustre ciudad de los efesios. Teofrasto, en su Caracteres, usa apoblepein para 
describir la mirada de extática atención que el adulador fija en la persona que quiere 
impresionar. 

Ahora, consideremos aphoran, Luciano la usa respecto de un hombre que está 
mirando atentamente a otro cuyo argumento sigue. Epicteto utiliza esta palabra dos 
veces. Una, especificando las aspiraciones que tiene para sus alumnos: "Por tanto, 
ahora yo soy vuestro maestro, y vosotros estáis aprendiendo en mi escuela. Y mi 
propósito es hacer de vosotros una obra perfecta: seguros contra la cohibición, la 
compulsión y el impedimento; libres, prósperos, felices, teniendo en cuenta (aphoran) 
a Dios en toda obra que iniciéis, ya sea grande o pequeña". Después presenta al gran 
héroe y benefactor Hércules, que "contaba" con Zeus para todo lo que emprendía. 
Josefo describe la muerte de Aarón y dice que la multitud lo "miraba maravillada" 
(aphoran). 

Todo este contenido nos da una magnífica imagen de la forma en que el verdadero 
cristiano ha de mirar la santidad de Dios y la maravilla de Jesucristo, esto es: con 
absoluta fijeza y total concentración; con extraordinario asombro; como el que 
contempla admirado un campeón y un salvador; como el que examina un proyecto 
magistral que es modelo de vida; como el amado que mira arrobado a su amante; como 
el hombre que mira a su amigo íntimo; como el hombre que mira a Dios cuando Dios 
ha llegado a ser para él la única realidad de su vida. 

Aphoran y apoblepein describen el mirar de un alma que está "perdida en lo 
maravilloso, en el amor y en la alabanza". 



Hay otra palabra en el NT que también implica fijeza en la mirada: atenizein, que 
significa "mirar atentamente a". Esta es una de las palabras favoritas de Lucas. Aparece 
catorce veces en el NT, con la distribución siguiente: dos veces en 2 Corintios (3:7, 13), 
otras dos veces en el Evangelio según Lucas y, las diez restantes, en Hechos. Se usa con 
relación a la gente que, en la sinagoga de Nazaret, miraba a Jesús con atento 
azoramiento (Le. 4:20). Se utiliza respecto de la forma escrutadora en que la sierva del 
sumo sacerdote miraba a Pedro cuando éste fue reconocido (Le. 22:56). Se usa para 
indicar que los discípulos miraban fijamente a Jesús en tanto ascendía a los cielos 
(Hch. 1:10). Se emplea con referencia a la forma en que Pedro y Juan miraban al 
paralítico que estaba a la puerta del templo (Hch. 3:4) y a la forma atónita en que las 
gentes los miraban a ellos tras el milagro (Hch. 3:12). Se utiliza respecto de la forma de 
mirar el Sanedrín a Esteban mientras él hablaba con elocuencia y controvertía con 
poder (Hch. 6:15) y de la forma en que Esteban miraba al cielo en tanto caía bajo las 
piedras de la chusma (Hch. 7:55). Se usa con relación a la atemorizada mirada que 

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Cornelio dirigió al ángel que le avisó de la venida de Pedro (Hch. 10:4) y a la forma en 
que éste miró a la visión del lienzo con las criaturas (Hch. 11:6). Se usa respecto de la 
forma penetrante en que Pablo miró a Elimas, el mago hostil (Hch. 13:9), de la mirada 
esperanzada del paralítico de Listra (Hch. 14:9), de la penetrante mirada de Pablo al 
Sanedrín (Hch. 23:1) y de la forma en que el pueblo miraba a Moisés cuando descendía 
del monte, o, más bien, de la forma en la cual era imposible para ellos mirarlo porque la 
divina gloria resplandecía en el rostro del gran líder (2 Co. 3:7, 13). 
Por tanto, puede apreciarse que la palabra arenizein se refiere a esa forma de mirar en 
la que se combinan la perplejidad y el pasmo; el escrutinio que acaba reconociendo 
(como sucedió con la sierva del sumo sacerdote respecto de Pedro) y el estar 
maravillado, expectante y esperanzado. Es esa forma de mirar con manifiesta e 
indiscutible autoridad. Ahora bien, lo interesante es que cuando vamos a los escritos de 
Clemente de Roma (hacia finales del siglo I d. de J.C), primer padre apostólico y uno 
de los más grandes líderes de la iglesia, notamos que no utiliza apobiepein ni 
aphoran, sino que es muy aficionado a la palabra arenizein, la cual usa en una triple y 
notable dirección. 

(I) En primer lugar, la usa en su primera carta a los corintios, cap. 36, donde apremia al 
cristiano a mirar fijamente y con resolución (arenizein) a los cielos. En un mundo 
hostil y tentador, la mirada del cristiano ha de estar puesta atentamente en los cielos. 

(II) En segundo lugar, la usa respecto de Dios. En la misma carta, cap. 19, dice: 
"Fijemos nuestra mirada (arenizein) en el Padre y Creador del universo". Dios ha de 
ser el objeto del pensamiento y de la contemplación del cristiano. 

(III) En tercer lugar, la usa con relación a Jesucristo. En la misma carta, cap. 7, escribe: 
"Fijemos nuestra mirada (atenizein) en la sangre de Cristo, y discernamos cuan cara es 
para su Padre, porque fue vertida para nuestra salvación." El cristiano debe fijar sus 
ojos en el malherido y crucificado Cristo. 

La palabra es diferente de apobiepein y de aphoran, pero la idea es la misma. En un 
mundo donde resultaba difícil ser cristiano; en un mundo donde la sucia 
contaminación procuraba infectar a los cristianos de cualquier parte; en un mundo 
donde cristianos ya habían muerto de forma terrible por su fe, lo único necesario era 
mirar fija, resuelta y anhelantemente a los cielos, a Dios y a Jesucristo. Sólo eso podía 
confortar y capacitar al cristiano para seguir siéndolo -y todavía es así. 



ARRABON728 

EL GOCE ANTICIPADO DEL PORVENIR 

Arrabon tiene uno de los trasfondos más interesantes y humanos de todas las palabras 
del NT. Únicamente Pablo la utiliza, y, al parecer, es una de sus palabras favoritas 
porque la usa tres veces y siempre con relación a lo mismo. En 2 Co. 1:22, dice que Dios 
nos ha dado el arrabon del Espíritu Santo en nuestros corazones. En 2 Co. 5:5; habla 
también del arrabon del Espíritu Santo, y, en Ef. 1:14, se refiere al Espíritu Santo como 
el arrabon de nuestra herencia. En cada uno de los tres casos, la Versión Reina Valera 
Antigua traduce arrabon con la palabra "prenda". La Versión Popular dice "garantía", 
y, la Versión Reina Valera, revisión de 1960, traduce "arras". 
En el griego clásico, arrabon significa regularmente la señal en dinero que un 
comerciante tenía que depositar por anticipado cuando cerraba un trato, dinero que 
perdía si la operación no se llevaba a cabo. Era la primera entrega o plazo que se pagaba 
en señal y, a la vez, garantía de que el resto sería amortizado a su debido tiempo. 
La palabra es muy común en los papiros, relacionada con documentos comerciales y 
contratos. Milligan cita algunos usos muy interesantes de ella. Cierta mujer estaba 
vendiendo una vaca y recibió mil dracmas como arrabon de que el resto del precio 
sería pagado. Determinadas bailarinas fueron contratadas para las fiestas de un pueblo; 
se les adelantó una cierta cantidad en dracmas como arrabon y se estipuló que dicha 
cantidad sería tenida en cuenta cuando, tras la representación, cobraran. Y -un ejemplo 

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divertido- cierto hombre escribe: "Con relación a Lampón, el cazador de ratones, le 
pagué para ti ocho dracmas, como arrahon, para que cace ratonas cuando están 
preñadas". El anticipo se hace como garantía del pago completo, por lo que Lampón 
proseguirá con la tarea de cazar ratones aun cuando el ritmo sea bueno. Así, pues, en el 
griego secular contemporáneo del NT, arrahon es normalmente la parte de un pago 
que se da como seguridad y garantía de que el resto se liquidará después; es una 
entrega o plazo, pagado por adelantado que es prueba y señal de que la suma total será 
abonada a su debido tiempo. 

Ahora bien, Pablo siempre usa la palabra en conexión con el Espíritu Santo. Por tanto, 
lo que Pablo está diciendo es que la donación que Dios nos hace del Espíritu Santo, aquí 
y ahora, es un plazo o entrega, una garantía, un goce anticipado de la vida que el 
cristiano vivirá, algún día, junto a él. 

Las palabras del Apóstol tenían un trasfondo judío. Para un judío, el Espíritu Santo de 
Dios tenía dos grandes funciones, (a) Dios se dirigía al hombre a través de su Espíritu 
Santo. El profeta habló porque el Espíritu Santo del Señor estaba sobre él. Fue el 
Espíritu Santo de Dios quien reveló a Simeón que, antes de morir, vería al Ungido del 
Señor (Le. 2:25). (b) Pero, también, era el Espíritu Santo quien, morando en el corazón 
del hombre, capacitaba a éste para reconocer la verdad de Dios cuando la oía. Los 
judíos creían que el Espíritu Santo de Dios operaba desde fuera del hombre, 
trayéndole la verdad, y, desde dentro, capacitándolo para reconocerla. El Espíritu 
Santo, para ellos, era a la vez revelador y piedra de toque de la verdad. 
Por eso, cuando Pablo usa la palabra arrahon respecto del Espíritu Santo, su 
pensamiento es que el conocimiento imperfecto que los hombres poseen ahora es como 
el primer plazo de todo el conocimiento que un día poseerán; que lo que Dios les ha 
dicho ahora es la señal y garantía de que un día les dirá todo; que el gozo que viene al 
hombre ahora, en el Espíritu, es la señal del perfecto gozo que habrá en los cielos. El 
Espíritu Santo, para el Apóstol, es la garantía que Dios nos da de que, aunque ahora 
veamos por espejo, oscuramente, algún día veremos cara a cara, y de que, aunque ahora 
sólo conozcamos en parte, un día conoceremos como fuimos conocidos (1 Co. 13:12). 



ASELGEIA766 

COMPLETA DESVERGÜENZA 

En muchos aspectos, aselgeia es la palabra más fea de las que figuran en la lista de 
pecados que da el NT, donde se encuentra con mucha frecuencia (Mr. 7:22; Ro. 13:13; 2 
Co. 12:21; Gá. 5:19; Ef. 4:19; 1 P. 4:3; 2 P. 2:2, 7, 18; Jud. 4). La Versión Reina Valera 
Antigua la traduce oscilando entre "lascivia" e "impudicia", y la misma versión, revisión 
de 1960, traduce "lascivia". La VP, regularmente, traduce "impureza". Pero, hasta cierto 
punto, todas estas traducciones fallan al dar la característica esencial de aselgeia. 
Veamos primero algunas definiciones clásicas y cristianas de la palabra. Platón la usa 
en el sentido de "impudicia". Un escritor posterior la define como "predisposición para 
los placeres". También se define como "violencia aparejada con insulto y audacia". 
Basilio dice que es "una disposición del alma que le impide sobrellevar el rigor de la 
disciplina". Se describe como "el espíritu que no conoce limitaciones y que osadamente 
sigue en pos de cualquier capricho, desvarío e insensato desenfreno que se proponga". 
Es Lightfoot quien da la medida de la cualidad esencial de aselgeia, cuando dice que 
un hombre puede ser "impuro" (akathartos) y ocultar su pecado, pero el hombre que 
es aselges (el adjetivo) conmociona a la decencia pública. He aquí la mismísima 
esencia de aselgeia. El hombre en cuya alma mora aselgeia está tan en las garras del 
pecado, tan bajo su dominio, que no le importa lo que los demás digan o piensen 
mientras pueda satisfacer su mal deseo. Es el hombre que ha perdido la vergüenza. La 
mayoría de los hombres tienen la suficiente decencia como para procurar ocultar su 
pecado, pero al aselges hace mucho que eso dejó de preocuparle. Es culpable de 
cualquier conducta ultrajante y le tiene absolutamente sin cuidado todo lo que no sea 

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satisfacer sus deseos. Es como un drogadicto. Al principio, el drogadicto se satisface 
secretamente y se esfuerza en ocultar su vicio, pero, al final, gemirá, se humillará, 
suplicará, rogará e implorará sin el menor disimulo ni freno, y sin la menor vergüenza, 
para que le suministren la droga, sin la cual no puede pasar porque ya está dominado 
por ella. 

Ahora bien, sucede que, en el NT, usualmente, aselgeia no se encuentra sola, sino en 
conjunción con otros pecados. Nos será instructivo ver con qué pecados está más 
íntimamente relacionada. 

(I) Se encuentra unida tres veces (Mr. 7:22; Ef. 4:19; 2 P. 2:2) a pleonexia, Pleonexia es 
el insaciable anhelo de tener más, el incontrolable deseo de poseer cosas que están 
prohibidas y que no deberían ser deseadas en absoluto. Por tanto, hay en aselgeia 
"pura y desvergonzada codicia". Es el vicio del hombre que se someterá gustoso al 
menosprecio y a la afrenta que sea con tal de lograr aquello en que tiene el corazón 
puesto. 

(II) En cuatro casos (Mr. 7:22; 2 Co. 12:21; Gá. 5:19; 2 P. 2:18), está relacionada con el 
adulterio, la lujuria y, en general, con el pecado sexual. Por tanto, en aselgeia está 
implicada la idea de "pura lujuria animal". Sólo tiene uno que caminar por las calles de 
una gran ciudad para ver esa clase de aselgeia en plena y terrible actividad. Es el vicio 
del hombre que tiene menos reparo que un animal en la satisfacción de sus deseos 
físicos. 

(III) En tres ocasiones (Gá. 5:19; 1 P. 4:3; Ro. 13:13), aparece conectada con la 
embriaguez, particularmente con la palabra komoi. Originalmente, un komos era una 
pandilla de amigos que acompañaban a algún vencedor en los juegos hasta su casa, 
cantando con regocijo sus alabanzas a lo largo de todo el camino. Pero la palabra 
degeneró hasta que vino a significar una "juerga", una pandilla de borrachos 
trasnochadores balanceándose y cantando por las calles. Por tanto, aseigeia tiene en sí 
ese "puro sibaritismo" que es tan esclavo de los mal llamados placeres, que hacen a 
veces perder la dignidad y la vergüenza. 

Pero, quizás, es Josefo quien mejor matiza el significado de aseigeia. Este escritor 
judío la empareja con manía, "locura", y declara que ése era el pecado de Jezabel 
cuando erigió un santuario a Baal en la Ciudad Santa, la misma ciudad de Dios. 
Semejante acto era un ultraje que desafiaba toda decencia y provocaba toda opinión 
pública. Aseigeia es una palabra fea. Es la insolencia sin límites de quien ha perdido la 
vergüenza. Es un horrendo comentario sobre la naturaleza humana el que un hombre 
pueda estar tan dominado por el pecado, que al final pierda incluso la vergüenza. 



DIATHEKE1242 

DIOS Y EL HOMBRE 

Diaíheke, la palabra que se traduce "pacto", es una de las más comunes en la versión 
griega del AT y de las más importantes del NT. Es una palabra que comporta cierto 
problema, y la solución de ese problema nos demostrará que en ella hay todo un 
contenido teológico y toda una visión de la relación entre Dios y el hombre. 
"Pacto", en su uso ordinario, y no teológico, significa "acuerdo entre dos o más 
personas o entidades". Así es como ocasionalmente se utiliza en el AT, por ejemplo, en 
la "alianza" que los gabaonitas deseaban hacer con Josué (Jos. 9:6), en el "pacto" con 
los habitantes de Canaán que les estaba prohibido a los israelitas (Jue. 2:2), en el 
"pacto" que hicieron David y Jonatán (1 S. 23:18). 

Pero se usa más comúnmente para significar la relación emprendida entre Dios y el 
hombre. Así, por ejemplo, se utiliza referente al pacto de Dios con el hombre tras el 
diluvio (Gn. 9:12-17). Se emplea de forma especial respecto del pacto entre Dios y 
Abraham (Gn. 17:4-9), y en general, respecto de cualquier parte que tenga que ver con 
la relación y el acuerdo entre Dios y el pueblo de Israel (Dt. 4:13, 23). Esta es la única 
palabra que se usa para describir "la relación, el pacto" de Dios con su pueblo. 

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Los viejos usos sobreviven en el NT. El pacto con Abraham es todavía recordado (Hch. 
7:8). El pacto con el pueblo de Israel es todavía enfatizado (Hch. 3:25; Ro. 9:4). Pero, 
muy especialmente, la idea de pacto se usa respecto de la nueva relación entre el 
hombre y Dios, relación que fue posible por la vida y muerte de Jesús (Mt. 26:28; Mr. 
14:24; Le. 22:20; 2 Co. 3:6). En el NT, diatheke es la palabra característica de la carta a 
los hebreos para describir esta nueva y mejor relación entre Dios y el hombre (He. 7:22; 
8:6, 9, 10; 12:24; 13:20). 

Hasta aquí, todo es correcto; pero el problema radica en que la palabra griega normal 
para pacto es suntheke, que es precisamente la usada en todas partes respecto de un 
compromiso matrimonial o un acuerdo entre dos personas o estados. En el griego de 
todos los tiempos, diatheke no significa "pacto", sino "testamento". Kata diatheken es 
el término regular que significa "según las estipulaciones del testamento". En un 
papiro, cierto testador deja casas y huertos en conformidad con las disposiciones 
(diathekas) que se encuentran en el templo de Afrodita, con Eunomides el gobernador 
y con Ctesiphon el abogado. ¿Por qué el NT no utiliza nunca suntheke y siempre usa 
diatheke? 

La razón es la siguiente: Suntheke describe siempre "un acuerdo hecho en igualdad de 
condiciones, que cualquiera de las dos partes puede alterar. Pero la palabra "pacto" 
significa algo diferente. Dios y el hombre no se encuentran en igualdad de condiciones; 
significa que Dios, a opción propia y en su libre gracia, ofreció al hombre esta relación, 
que el hombre no puede alterar, cambiar ni anular, sino sólo aceptar o rechazar. Ahora 
bien, el supremo ejemplo de tal acuerdo es "un testimonio". Las condiciones de un 
testamento son impuestas por una persona y aceptadas por otra, que no puede 
alterarlas. 

No entramos en relación con Dios por derecho propio ni según nuestras estipulaciones, 
sino por la iniciativa y la gracia de Dios. Filón dice: "Un pacto es un símbolo de la gracia 
que Dios sitúa entre sí mismo, que es quien la ofrece, y el hombre, que es quien la 
recibe", "Lo propio de Dios es dar y lo propio del hombre es recibir," 
La misma palabra "pacto", diatheke, resume en sí misma la "deuda" y el "deber" que 
tenemos para con Dios. Estamos en "deuda" porque nuestra nueva relación con Dios es 
debida a la aproximación de Dios y no a nada que nosotros pudiéramos haber hecho. 
Tenemos un "deber" porque hemos de aceptar las condiciones de amor, fe y obediencia 
impuestas por Dios, y no podemos alterarlas. La misma palabra demuestra que nunca 
podremos encontrar a Dios en igualdad de condiciones, sino únicamente según la 
humildad y gratitud estipuladas. 

Samuel Rutherfurd redactó su propio catecismo y, en él, escribe: "¿Qué indujo a Dios a 
hacer el pacto de gracia? Su propia y libre misericordia y gracia, pues, cuando él lo hizo, 
nosotros éramos como hijos bastardos, desamparados, expósitos, medio muertos, 
dejados a la intemperie a morir en su propia sangre (eso era lo que de hecho sucedía 
con los niños no deseados en tiempo de Rutherfurd), y nuestro Señor se nos acercó e 
hizo un pacto con nosotros". La palabra diatheke contiene la inevitable verdad de que 
"todo es de Dios". 



EILIKRINES1506 Y EILIKRINEIA1505 
LA PERFECTA PUREZA 

Eilikrines (adjetivo) y Eilikrineia (substantivo) son dos palabras sumamente 
interesantes. Eilikrines se encuentra en Fil. 1:10, donde la Versión Reina Valera 
Antigua y revisión de 1960, traduce "sincero", y, la VP traduce "limpio"; también se 
encuentra en 2 P. 3:1, donde la Versión Reina Valera Antigua y revisión de 1960, 
traduce "limpio", y, VP "sincero". Eilikrineia aparece en 1 Co. 5:8 y 2 Co. 1:12; 2:17. La 
traducción regular de todas las versiones es "sinceridad". 

Aunque ni el nombre ni el adjetivo son muy comunes en el griego clásico, eilikrines 
tiene ahí dos usos característicos. En primer lugar, significa "simple, sin mezcla, puro". 

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Por ejemplo, del fuego, lo más puro de todo, se dice que es eilikrines. Se usa, también, 
respecto de un eclipse "total" de sol. En segundo lugar, se utiliza denotando cualidad. 
Por ejemplo: inteligencia "pura", entendimiento "cabal", "mal sin remedio". 
En los papiros no es común ninguna de las dos palabras. Un hombre, en actitud 
suplicante, apela a la eilikrineia de un oficial, pero, en este caso, la palabra debe 
significar "probidad", "imparcialidad", "justicia". 

La etimología y derivación de estas palabras griegas siempre han sido dudosas. Hay dos 
sugerencias. 

(I) Pueden derivar de la palabra griega eilein, que significa "sacudir una determinada 
materia en una criba" hasta extraer de ella la última partícula extraña y dejarla 
absolutamente pura. Así, pues, estas palabras describen una pureza "cribada". 
Describen el carácter que ha sido tan purificado por la gracia de Dios, que no hay en él 
mezcla de mal alguno. 

(II) Pueden derivar de la combinación de dos vocablos griegos: heile, que significa "luz 
del sol", y krinein, que quiere decir "juzgar". En este caso, podrían describir algo que es 
capaz de resistir el juicio de la luz solar; algo que, aun siendo expuesto a la clara luz del 
sol, revela no tener faltas ni imperfecciones. Aquí estamos ante una vivida imagen. En 
los bazares de Oriente, las tiendas eran pequeñas, obscuras y umbrías. Un artículo, 
pongamos una pieza de alfarería, de cristalería o de tela, dentro de los nichos de la 
barraca, aparentaría estar en perfectas condiciones; pero el comprador sabio lo sacaría 
a la calle y lo sometería al juicio de la luz del sol, y, más de una vez, los claros rayos del 
astro rey revelarían defectos e imperfecciones que nunca se hubieran notado en lo 
obscuro de la tienda. Teofilacto debió haber estado pensando en esta línea cuando 
habló de Eilikrineia como de "esa pureza y candidez de la mente que no tiene nada 
oculto entre sombras ni acechando bajo la superficie". 

Esta palabra suscita la siguiente pregunta: ¿podrían nuestros pensamientos resistir la 
prueba de ser expuestos a la plena luz del día? ¿Podrían nuestras más íntimas 
motivaciones resistir la prueba de ser dragadas y expuestas a la fulgurante luz 
reveladora? Poniendo el asunto en su climax: ¿podrían nuestros más recónditos 
pensamientos y móviles soportar el escrutinio de la luz del ojo de Dios? 
La pureza cristiana es tal, que está siendo cribada hasta que la última partícula de mal 
haya desaparecido; es una pureza que no oculta nada y que sus pensamientos y deseos 
más íntimos podrían resistir todo el resplandor de la luz del día. 



EKKLESIA1577 

LA IGLESIA DE DIOS 

Ekklesia, la palabra griega que traducimos "iglesia", es una de las más importantes del 
NT. Como otras palabras neotestamentarias, ésta tiene un doble trasfondo. 
(I) Trasfondo griego de Ekklesia, En los grandes días de la Atenas clásica, la Ekklesia 
era la gente convocada y reunida en asamblea. La componían todos los ciudadanos de 
la metrópoli que no habían perdido sus derechos cívicos, y, salvo el hecho de que las 
decisiones tomadas debían ajustarse a las leyes del estado, sus poderes eran para todos 
los fines y efectos. La asamblea nombraba y destituía magistrados; dirigía la política de 
la ciudad; declaraba la guerra y hacía la paz; contraía compromisos y concertaba 
alianzas; elegía generales y otros oficiales militares; destinaba las tropas a las diferentes 
campañas y las despachaba desde la ciudad; era responsable de la dirección de todas las 
operaciones militares; recogía y distribuía los fondos públicos. Pero, en medio de todo 
esto, debemos destacar dos hechos sumamente interesantes. Primero, todas sus 
reuniones comenzaban con oración y sacrificio. Segundo, era una verdadera 
democracia. Sus dos santo y señas eran "igualdad" (isonomia) y "libertad" 
(eleutheria,) Era una asamblea en que cada uno tenía el mismo derecho e idéntico 

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deber de tomar parte. Cuando había que dirimir alguna cuestión en que estuvieran 
implicados los derechos de algún ciudadano en particular, como en el casó de 
ostracismo o destierro, tenían que.estar presentes un mínimo de seis mil ciudadanos. 
En un sentido más amplio, ekklesia vino a significar cualquier asamblea de ciudadanos 
debidamente convocados. Es interesante hacer constar que el mundo romano nunca 
trató de traducir la palabra ekklesia; simplemente la transliteró, resultando ecclesia, y 
la usó de la misma forma que los griegos. Hay una sugestiva inscripción bilingüe 
(fechada entre el 103-104 d. de J.C), encontrada en Atenas, que puede ser leída sobre 
el trasfondo de Hechos 18. Cierto Cayo Vibius Salutaris había presentado a la ciudad 
varias imágenes y, entre ellas, figuraba una de Diana. La inscripción dispone que las 
imágenes, situadas sobre sus respectivos pedestales, debían estar presentes en cada 
ekklesia de la ciudad convocada en el teatro. Para griegos y romanos la palabra era 
familiar en el sentido de asamblea convocada. Así, pues, cuando miramos todo esto 
frente al mencionado trasfondo, la iglesia era, como Deissmann apunta, la asamblea de 
Dios, la revista de Dios, y Dios es el convocador. 

(II) Trasfondo hebreo de ekklesia. En la Septuaginta, ekklesia traduce la palabra 
hebrea qahai que proviene de una raíz que también significa "convocar". 
Normalmente, es usada para significar la "asamblea" o "congregación" del pueblo de 
Israel. En Dt. 18:16; Jue. 20:2, se traduce "asamblea"; y en 1 R. 8:14; Lv. 10:17; Nm. 
1:16, "congregación". Es muy común en la Septuaginta, donde aparece unas setenta 
veces. En el sentido hebreo, por tanto, significa el pueblo de Dios, convocado por Dios, 
a fin de que escuche a -y actúe para- Dios. En cierto sentido, la palabra "congregación", 
como traducción de ekklesia, pierde algo del significado esencial. Una "congregación" 
es cierto número de personas "que han venido juntas"; una qahal o ekklesia es cierto 
número de personas "que han sido convocadas". Las dos palabras originales, hebrea y 
griega, ponen todo el énfasis en la acción de Dios. 

F. J. A. Hort indica que, originalmente, la palabra no significa un conjunto de personas 
que han sido "entresacadas" del mundo, como tan a menudo se afirma. Ekklesia no 
tiene en sí tal sentido exclusivo. Significa que han sido "citadas fuera" de sus casas para 
ir a reunirse con Dios; y esto, tanto en el uso griego como hebreo, en sentido inclusivo, 
nunca exclusivo. El estado no citaba a unos cuantos privilegiados para que cargaran con 
sus responsabilidades, sino a cada hombre; Dios tampoco cita a unos pocos elegidos 
para que vayan a escuchar su palabra y a actuar de acuerdo con ella, sino a todo 
hombre. 

Así, en esencia, la iglesia, la ekklesia, es un conjunto de personas congregadas no tanto 
porque hayan escogido venir juntas como porque Dios las ha llamado a su presencia; no 
tanto para comunicarse mutuamente pensamientos y opiniones personales como para 
escuchar la voz de Dios. 

En el NT, ekklesia presenta tres aspectos diferentes de su único significado, (a) 
Significa "la iglesia universal" (1 Co. 10:32; 12:28; Fil. 3:6). (b) Significa "una iglesia 
local en particular" (Ro. 16:1; 1 Co. 1:2; Gá. 1:2). (c) Significa "la asamblea real" de 
creyentes que, en cualquier parte, se reúnen para adorar (1 Co. 11:18; 14:19, 23). En este 
aspecto, parece que el pensamiento de Pablo evolucionó. En sus primeras cartas, se 
trasluce el pensamiento del Apóstol con relación más bien a congregaciones 
individuales. Así, por ejemplo, habla de la ''ekklesia de los tesalonicenses" (1 Ts. 1:1; 2 
Ts. 1:2). Pero, más tarde, habla de la ''ekklesia de Dios que está en Corinto" (1 Co. 1:2). 
Pablo llegó a pensar en términos de la iglesia universal de la cual las congregaciones 
individuales formaban parte. Sir William Ramsay vio en la configuración del imperio 
romano un antecedente de lo que bien pudo haber afectado el pensamiento de Pablo. 
Cualquier grupo de ciudadanos romanos, reunidos en cualquier parte del mundo, 
constituía un conventus civium romanorum, una "asamblea de ciudadanos romanos". 
Doquiera estuvieran reunidos, eran parte de la gran comprensión de Roma. No tenían 
sentido al margen de Roma; eran parte de la gran unidad; y, cualquier ciudadano 
romano que llegara a esa ciudad, era automáticamente un miembro más del grupo. El 
grupo podía estar separado de Roma por la distancia, pero, en espíritu, era parte de 
ella. Esta es, precisamente, la concepción paulina de iglesia. Un hombre puede ser 

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miembro de cualquier congregación local, dentro de una cierta comunión dada; pero, si 
su pensamiento queda ahí, está muy lejos de la verdadera concepción de iglesia. 
La iglesia es el todo universal del cual cada congregación local es una parte, y lo más 
importante no es ser miembro de tal y tal congregación o de tal y tal comunión, sino ser 
miembro de la iglesia de Dios. Poniendo un ejemplo paralelo de fondo militar, diríamos 
que un soldado podría sentirse orgulloso de pertenecer al regimiento Granaderos de 
San Martín; pero si ese regimiento formara parte del Tercer Ejército le haría sentirse 
todavía más orgulloso; pero, que ese ejército formara parte del de su país natal, sería la 
mayor satisfacción de todas. Es bueno sentirse orgulloso de una congregación; es bueno 
recordar la tradición de una denominación; pero lo mejor de todo es tener conciencia 
de ser miembro de la iglesia de Dios. 
En el NT, la iglesia se nos describe de las formas siguientes: 

(I) Algunas veces -no muy a menudo- es descrita en términos humanos. Así, por 
ejemplo, Pablo habla de la iglesia de los tesalonicenses (i Ts. i:i; 2 Ts. 1:2). La iglesia 
está compuesta de hombres, por lo que, en un sentido, pertenece a los hombres; los 
hombres son los ladrillos con los que se edifica la iglesia. Jamás, en todo el NT, se usa la 
palabra iglesia para describir un "edificio". Siempre describe un conjunto de hombres y 
mujeres que han entregado su corazón a Dios. 

(II) Mucho más frecuentemente, la iglesia es descrita en términos divinos. La 
descripción más común es "iglesia de Dios" (1 Co. 1:2; 2 Co. 1:1; Gá. 1:13; 1 Ts. 2:14; 1 Ti. 
3:5, 15). La iglesia pertenece a Dios y viene de Dios. Si no hubiera mediado el amor de 
Dios, no hubiera habido iglesia; si Dios no hubiera sido comunicativo, no hubiera 
habido mensaje ni ayuda en y para la iglesia. 

(III) Algunas veces, la iglesia es descrita como iglesia de Cristo, (a) En este sentido, 
Cristo es cabeza de la Iglesia (Ef. 5:23, 24). Por consecuencia, la iglesia debe vivir y 
moverse de acuerdo con el pensamiento y la voluntad de Cristo, (b) La iglesia es el 
cuerpo de Cristo (Col. 1:24). Jesucristo actúa a través de la iglesia; y la iglesia debe ser 
manos para trabajar para él, pies para hacer sus recados y voz para hablar en su 
nombre. Un indio describió la iglesia como "la que continúa la vida de Cristo". 
Debemos tomar buena nota de una última cosa. En tiempos del NT, la iglesia no tenía 
edificios. Los cristianos se reunían en cualquier casa que tuviera una habitación lo 
bastante grande para albergarlos. Estas asambleas eran llamadas "iglesias de casa" (Ro. 
16:5; 1 Co. 16:19; Col. 4:15; Flm. 2). Cada hogar debe ser en el sentido real una iglesia. 
Jesús es el Señor de la mesa de la comida y de la mesa de la comunión. Y siempre será 
cierto que oran mejor juntos los que primero oran solos. 



ELPISi68« Y ELPIZEIN1679 
LA ESPERANZA CRISTIANA 

El nombre elpis significa esperanza, y, el verbo elpizein, esperar. 

Estas palabras no son de un interés lingüístico particular. Su gran valor radica en el 

hecho de que, si examinamos y analizamos su uso en el NT, podemos descubrir el 

contenido y las bases de la esperanza cristiana. 

Elpis, esperanza, es uno de los tres grandes pilares de la fe cristiana. Todo el mensaje 

cristiano se fundamenta en la esperanza, juntamente con la fe y el amor (1 Co. 13:13). 

Esperanza es característicamente la virtud cristiana y, a la vez, algo imposible para el 

no cristiano (Ef. 2:12). Sólo el cristiano puede ser un optimista con relación al mundo. 

Sólo el cristiano puede esperar hacer frente a la vida. Sólo el cristiano puede considerar 

la muerte con serenidad y ecuanimidad. 

Veamos, pues, en qué consiste la esperanza cristiana. 

(I) Es la esperanza de la resurrección de los muertos. Este pensamiento discurre 

consistentemente a través de todo el NT. (Hch. 23:6; 26:6; 1 Ts. 4:13; 1 P. 1:3; 1 Jn. 3:3; 

1 Co. 15:19). El cristiano es un hombre que no va rumbo a la muerte, sino a la vida. Para 



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él, la muerte no es el abismo de la nada y la aniquilación. Es "una puerta abierta en el 
horizonte". 

(II) Es la esperanza de la gloria de Dios (Ro. 5:2). Es la esperanza de que ya no 
veremos más la gloria de Dios en la nube ni por espejo, oscuramente. Es la certeza de 
que vendrá el día que veremos a Dios y seremos revestidos de su misma gloria. 

(III) Es la esperanza de la nueva dispensación (2 Co. 3:12). Mientras los hombres se 
reconocían gobernados por la ley, no había lugar para otra cosa que no fuera la 
desesperación, pues no hay ni uno que pueda obedecer y satisfacer la perfecta ley de 
Dios. Pero cuando vemos que la nota clave de la religión no es la ley, sino el amor, 
renace una nueva esperanza. 

(IV) Es la esperanza de justicia (Gá. 5:5). En Pablo, justicia ojustificación significan 
genuina relación con Dios, Cuando un hombre considera la religión como ley debe 
estar siempre sintiéndose culpable delante de Dios, y, por tanto, continuamente 
aterrorizado. Pero el mensaje de Jesucristo capacita al hombre para entrar en una 
nueva relación con Dios, donde el terror ha desaparecido y una confianza de niño ocupa 
su lugar. 

(V) Es la esperanza de salvación. Esto tiene dos aspectos, (a) Es la confianza de saber 
que Dios nos libra en este mundo (2 Co. 1:10), no en el sentido de ser resguardados 
contra sinsabores y peligros, sino en el de ser confortados para superarlos. Como 
Rupert Brooke escribió: 

Seguro será mi caminar. 

Secretamente armado contra todo empeño de la muerte; 

Seguro donde no hay seguridad; seguro donde los hombres caen; 

Y cuando estos pobres miembros mueran, el más seguro de todos. 

(b) Es la confianza de salvación en el mundo venidero. Es la esperanza de salvación en 

medio de los peligros de la tierra, y de ser rescatados del juicio de Dios. 

(VI) Es la esperanza de vida eterna (Tit. 1:2; 3:7). En el NT, la palabra eterna siempre 
enfatiza cualidad de vida, no duración. Eterna es la palabra que describe cualquier 
realidad propia de Dios, Vida eterna es la clase de vida de Dios. La esperanza del 
cristiano es que, algún día, él participará de la misma vida de Dios. 

(VII) Es la esperanza de la segunda venida de Cristo (Tit. 2:13; 1 P. 1:13; 1 Jn. 3:3). La 
segunda venida no es hoy una doctrina que esté en boga, pero todavía permanece esta 
gran verdad: la historia va a alguna parte, la historia no es una colección de eventos 
sin sentido, inconexos y fruto de la casualidad. Hay una consumación. El cristiano es el 
hombre que se concibe a sí mismo y entiende la vida como yendo rumbo a una meta. 

(VIII) Es la esperanza que descansa en los cielos (Col. 1:5). Es decir, el cristiano espera 
ansioso recibir algo que ya está reservado para él, algo que no depende de los azares y 
cambios del tiempo, sino de Dios, y que, por tanto, tendrá que ver con la consumación 
del designio de Dios y con el cumplimiento y la realización de todas las esperanzas y 
sueños del alma humana. 

Veamos ahora lo que podríamos llamar fuentes de la esperanza. 

(I) La esperanza es producto de la experiencia (Ro. 5:4). Puede ser que las experiencias 
y pruebas de la vida conduzcan al no cristiano a la desesperación. El cristiano tiene una 
esperanza que ve todas las cosas, que se vuelve cada vez más radiante y no más 
sombría. 

(II) La esperanza es producto de las Escrituras (Ro. 15:4). Si un hombre quiere estudiar 
la historia del proceder de Dios con la humanidad y de su intención para con ella, se 
sentirá lleno de esperanza. Oliver Cromwell, planeando la educación de su hijo Richard, 
dijo: "Yo le haría aprender una pequeña lección de historia". Para el cristiano la lección 
de historia es la esperanza. 

(III) La esperanza tiene su sentido en el hecho de ser llamados por Dios (Ef. 1:18). El 
cristiano no tiene conciencia de haber entrado en la salvación (aparejada por Dios) 
como resultado de su lucha por hacer méritos, pues, tal lucha, sería desesperanzadora. 
El cristiano tiene conciencia de haber sido invitado a iniciar una nueva relación con 
Dios por la pura misericordia de Dios, no por sus méritos personales. 



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(IV) La esperanza es producto del evangelio (Col. 1:23). Evangelio quiere decir buenas 
nuevas. Un mensaje amenazador, como el de Juan el Bautista (Le. 3:7, 17), conduciría 
al hombre a la desesperación. El mensaje de Jesús es una invitación, una oferta, una 
promesa, una asombrosa buena nueva para levantar el ánimo a cualquier hombre que 
esté obsesionado por su pecado. 

(V) La esperanza depende de Jesús y de su obra (Col. 1:27; 1 Ti. 1:1). La esperanza 
cristiana no se funda en cualquier cosa que un hombre haya hecho o pueda hacer, sino 
en lo que Cristo ha realizado. 

Ahora, agrupemos ciertas grandes cosas que suceden por medio de la esperanza. 

(I) La esperanza viene a través de la gracia (2 Ts. 2:16). El mismo fundamento de la 
esperanza cristiana es el libre e inmerecido perdón y compañerismo que Dios ofrece al 
hombre. La esperanza nace cuando descubrimos que no ganamos la salvación, sino 
que la recibimos, 

(II) La esperanza nos hace sentir gozo (Ro. 12:12). Un cristiano melancólico implica 
contradicción en los términos. El hombre que conoce el poder de Cristo nunca puede 
desesperar de sí mismo o del mundo. Ha descubierto lo que Cavour llamaba "el sentido 
de lo posible", pues se ha dado cuenta de que, con Dios, todo es posible. 

(III) Somos salvos en esperanza (Ro. 8:24). La base de la salvación es la esperanza de 
que Dios sea como Jesús dijo. Hasta que no empezamos a ver a Dios como el Dios y 
Padre de nuestro Señor Jesucristo, no podemos ni siquiera contemplar la salvación 
como posible para el hombre pecador. 

(IV) La esperanza guarda al cristiano tenaz. Esta es una de las grandes notas clave de la 
Carta a los Hebreos (3:6; 6:11, 18). El cristiano es el hombre que puede batallar y 
luchar, que puede pelear contra sí mismo y contra sus tentaciones, que puede soportar 
la disciplina de ser cristiano, porque tiene algo infinitamente precioso que esperar con 
ilusión. 

Finalmente, veamos, lo que podríamos llamar, los fundamentos de la esperanza. 

(I) La esperanza es en Cristo (1 Ts. 1:3). No esperamos por obra y gracia de algún poder 
innato, sino porque ahora tenemos experiencia de la ayuda que Cristo puede prestar. 

(II) La esperanza está fundada en Dios (1 Ti. 4:10) porque él es Dios de esperanza (Ro. 
15-13) y Dios que da esperanza. El carácter de Dios es, como Jesús nos dijo, el 
fundamento esencial de nuestra esperanza. 

(III) La esperanza mira hacia Dios. Vuelve la cara a Dios (Hch. 24:15; 1 P. 1:21; 3:5;i Ti. 
5:5). El cristiano es un hombre de esperanza porque tiene sus ojos puestos en Dios. 
Agustín dijo a un hombre desgraciado que sólo pensaba en sus pecados: "Deja de 
mirarte a ti mismo y mira a Dios'". El secreto de la esperanza cristiana es la mirada 
dirigida hacia Dios. 

La esperanza cristiana no teme ni se plantea el problema de que tal vez las promesas de 
Dios sean verdaderas. Es la confiada expectación de que no pueden ser nada más que la 
verdad. 



ENERGEIA/753 ENERGEIN/754 ENERGEMA/755 ENERGES^^se 
EL DIVINO PODER EN ACCIÓN 

En el NT nunca se emplean estas cuatro palabras para describir la acción de algún 

poder humano o de este mundo, sino, siempre, la de algún otro que está muy por 

encima de ésos. En algunas ocasiones, infrecuentes, se refiere a la actividad de un poder 

maligno, demoníaco, hostil a Dios; pero lo que más frecuentemente describen es la 

acción del Omnipotente. 

Son, por tanto, palabras muy importantes, que nos enseñan algo de cómo el poder de 

Dios opera en Cristo, en el mundo y en las vidas de los hombres. 

Estas palabras pasaron al cristianismo con un interesante historial, que debemos 

conocer para ajnidarnos a comprender el matiz y uso cristianos de los cuatro vocablos. 

Así, pues, estudiemos primeramente el significado que tenían en el griego clásico. 

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Comenzaremos por la palabra energos, la cual, aunque no aparece en el NT, lleva en sí 
los gérmenes del significado de cada una de las otras. Energos es un adjetivo. 
En la Memorabilia (1.4.4) de Jenofonte, hay un pasaje en que aparece Sócrates 
discutiendo las acciones de un hombre que estaba dispuesto a reverenciar a los grandes 
escritores y artistas, pero no a Dios. "¿Quiénes crees tú -pregunta Sócrates- que son 
más dignos de admiración: los creadores de fantasmas sin sentido ni movimiento o los 
creadores de seres vivos, inteligentes, activos, (energos) y humanos?" Energos 
describe lo que está radiante y evidentemente vivo, 

Herodoto (8.26) habla de ciertos desertores arcadios que fueron a los persas porque 
necesitaban alimento y deseaban ser empleados (energos), Energos describe acción en 
oposición a inacción. 

Energos se usa respecto de alguien que está en acto de servicio. Platón, en Las Leyes 
(674b), determina: "Los magistrados, durante su año de oficio, los pilotos y los jueces, 
mientras están de servicio, no deben en absoluto probar el vino". Energos describe al 
hombre que está cumpliendo su deber dentro de su profesión o vocación. 
Energos tiene frecuentemente un contexto militar. Tucídides, refiriéndose a una 
ocasión en que la flota ateniense disponía del mayor número de naves, dice que los 
atenienses estaban siempre en acto de servicio (energos) (Tucídides, 3.17). 
Jenofonte explica cómo Ciro, poniendo un ejemplo sobre cierto tipo de hombres, decía 
que los tales hombres debían ser escardados si querían mantener el ejército energos, 
diligente, eficiente, apto para el servicio activo (Jenofonte, Ciropedia 2.2.23). 
Polibio usa energos para describir un ataque vigoroso (4,63,8); un arma efectiva 
(1.40.12); una marcha a paso rápido (5.8,34), 

Energos es frecuentemente usado respecto de la tierra que es cultivada y, por tanto, 
productiva. Plutarco habla de un campo produciendo lo suficiente para alimentar a 
decenas de millares (César 58). Habla también de la ley de Pisístrato contra la 
haraganería, con el resultado de que "el campo se hizo más productivo (energos) y la 
ciudad estaba más tranquila" (Solón 31). Jenofonte utiliza energos para describir la 
tierra cultivada en oposición a la inculta. 

Energos se refiere también a una mina en plena producción y a un capital que no está 
congelado, sino que se invierte para hacerle producir intereses. En los papiros se utiliza 
energos para describir un molino en completo rendimiento. La Septuaginta usa 
energos respecto de un día laborable como opuesto al Sabbat, cuando el trabajo estaba 
prohibido. 

Aquí, pues, nos dan una serie de ideas, todas las cuales contribuyen al uso que el NT 
hace de estas cuatro palabras, que tienen en sí el sentido de vitalidad, actividad, 
eficiencia y efectividad, que nos iluminará la concepción del hacer de Dios. 
Pero antes de estudiar la forma en que el NT usa estas palabras, debemos verlas en el 
griego clásico. 

Consideremos ahora el uso clásico de energeia, Energeia es un nombre que significa 
actividad u operación. Como luego comprobaremos, ambos significados tienen un 
matiz especial. 

Aristóteles (Retórica 1141b 28) utiliza energeia para describir el vigor del estilo. En la 
gramática griega, energeia tiene significado técnico; por ejemplo, significa la voz 
activa del verbo, opuesta a la pasiva, Energeia es también utilizada respecto de la 
fuerza maciza de un ingenio de asedio, por ejemplo un ariete (Diodoro-Sículo, 20.95), y 
del eficaz desempeño de los deberes que convienen a un hombre (Filodemo, 1.91). 
Galeno, el médico escritor, emplea la palabra de dos formas muy interesantes y 
significativas. Primera, para describir "la acción que produce un resultado" (Sobre las 
Facultades Naturales 1.2, 4.5); segunda, para describir la acción o efecto de una droga 
o medicina en el sentido en que nos referimos a una droga actuando u obrando. 
Ya empezamos a ver claro que la tónica de energeia es acción eficaz no simple acción, 
sino siempre una acción que resulta en el fin deseado y propuesto. 
Aristóteles tiene un modo característico, y muy significativo, de usar energeia en sus 
escritos de ética, a saber: significando lo que es actual en oposición a lo que solamente 
es potencial. Un hombre puede aparentar todos los dones y talentos, pero pueden ser 

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únicamente potenciales; pueden estar en él, pero nunca manifestarse en una acción 
concreta y eficaz; solamente cuando estos dones y talentos se actualizan, se manifiestan 
en la acción, existe energeia. En su Etica a Nicómaco (1098b 33), Aristóteles escribe: 
"Hay, sin duda, una gran diferencia entre concebir que el Bien Supremo consiste en 
poseer la virtud o en desplegarla -en disposición o en la manifestación de una 
disposición mediante la acción (energeia)," "¿Hay, pues, alguna razón que nos impida 
llamar feliz al hombre que consuma la virtud en la acción (energeia) (1101a 15)?" "Lo 
peculiar del hombre es el ejercicio de las facultades de su alma conforme a la virtud y a 
la excelencia". 

Aquí hay algo muy sugestivo: energeia no es lo que el hombre puede hacer; es lo que 
hace. Energeia es la demostración del carácter por medio de los hechos. Es bondad 
más eficacia, que, ciertamente, constituye la fuerza más efectiva en el mundo. No es 
mera energía; no es energía mal dirigida; no es energía ineficaz; es acción dirigida, con 
propósito, con significado, eficaz y enérgica. 

En el griego clásico, el verbo energein tiene todas las características del nombre 
energeia, con el que está emparentado, significa estar activo u operar, pero siempre 
con la idea de eficacia tras de sí. Como hemos visto, Aristóteles usa esta palabra 
respecto de la acción eficaz de la virtud en contraposición con la virtud en potencia, es 
decir, no actualizada. Polibio (1.13.5) la utiliza para describir la forma enérgica y eficaz 
de llevar a cabo una campaña. 

Tiene dos usos técnico-médicos. Se usa denotando la acción eficaz de una medicina, y 
es la palabra griega técnica que, referida a la cirugía, significa operar, Energein 
contiene la idea de la acción que produce el efecto deseado, es decir, de la acción eficaz. 
El sustantivo energema significa acción, actividad u operación. Se refiere a lo hecho 
en sí, como evidencia de una actividad desarrollada, y se opone a lo meramente sufrido, 
soportado o experimentado. Quizás, su uso más sugestivo se encuentre en los trabajos 
de Hércules, una serie de labores iniciadas y concluidas satisfactoriamente. 
Energes aparece en el NT como la forma del adjetivo clásico energos. En el griego 
clásico no es común, pero, cuando aparece, significa eficaz, y, en este sentido, se utiliza 
tanto respecto de los fármacos como de un ingenio de guerra capaz de abrir una brecha 
en los muros de la ciudad sitiada. 

Cuanto más estudiamos este grupo de palabras, más se repite la idea de acción fuerte, 
poderosa y, sobre todo, eficaz; la idea de propósito llevado a cabo. Y esto se hace más 
sugestivo cuando vemos que, en el NT, son las palabras características para describir la 
acción de Dios. 

Energeia aparece en el NT nueve veces, y siempre en los escritos de Pablo. En Efesios 
1:19, habla de la operación del supereminente poder de Dios, que obró en Cristo, 
cuando le resucitó de los muertos. En Ef. 3:7 dice que su ministerio le fue dado por la 
gracia de Dios según la eficiente operación de su poder. 

En Ef. 4:16 describe el cuerpo que es la iglesia, armoniosamente concertado, según la 
actividad eficiente propia de cada miembro. En Fil. 3:21, el Apóstol habla de su certeza 
de que Jesucristo transformará el cuerpo de nuestra humillación en el cuerpo de su 
gloria, según poder por medio del cual puede subyugar todas las cosas a sí mismo. 
En Col. 1:29, Pablo se refiere a su propia predicación, en la cual se esfuerza según la 
potencia de Dios que actúa (energein) poderosamente en él. En Col. 2:12, dice que el 
cristiano es sepultado con Cristo en el bautismo, en el cual es también resucitado con 
él, mediante la fe en la operación de Dios que levantó a Cristo de los muertos. 
En 2 Tesalonicenses encontramos dos de las referencias al poder del mal demoníaco y 
ateísta. En 2:9 leemos de la obra de Satán, desplegada en señales y prodigios que sólo 
el anticristo puede ejecutar; y en 2:11 leemos acerca de una energeia engañosa, enviada 
por Dios a los incrédulos. 

La palabra energein aparece unas diecinueve veces en el NT. Se usa tres veces respecto 
del poder maligno y demoníaco. Se emplea en Ro. 7:5 con referencia a las pasiones del 
pecado obrando en nuestros miembros para producir la muerte. En Ef. 2:2 se utiliza 
respecto del espíritu que obra en los hijos de desobediencia, y, en 2 Ts. 2:7, de la 
acción del misterio de la iniquidad. 

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Mucho más a menudo se utiliza con referencia al obrar del poder de Dios. Se usa 

respecto del portentoso poder que actuó en los milagros de Jesús (Mt. 14:2; Mr. 6:14), 

y que todavía actúa en los milagros de la iglesia (Gá. 3:5) y en los dones y gracias que 

constituyen el ornamento de la vida cristiana. 

Energein se usa también respecto del poder que actúa en la vida cristiana. La salvación 

se opera, se hace eficaz, en el sufrir (2 Co. 1:6). $e utiliza con relación a la presencia 

del poder de Dios en el ministerio de sus predicadores. El Dios que actuó en Pablo para 

hacer de él un apóstol a los gentiles, hizo lo mismo con Pedro para convertirlo en 

apóstol a los judíos (Gá. 2:8). 

Se usa respecto del enérgico poder del amor (Gá. 5:6), del poder de la oración (Stg. 

5:16) y del obrar eficaz de la palabra de Dios en los creyentes (1 Ts. 2:13). Se emplea 

con referencia al control mediante el cual Dios opera según su voluntad (Ef. 1:11). 

Se utiliza respecto de la muerte que actúa en Pablo para que los corintios tengan vida 

(2 Co. 4:12), y expresa el poder de Dios que operó en Cristo para resucitarle. 

La palabra energema se encuentra en 1 Co. 12:6, 10, refiriéndose a los variados dones 

de aquellos que integran la iglesia, dones que Dios da y hace eficaces por medio de su 

poder. 

Energes se emplea tres veces en el NT. En 1 Co. 16:9, respecto de la eficaz puerta de 

evangelización que se le abrió a Pablo. En Filemón 6 se usa respecto de una fe 

plenamente eficaz. En He. 4:12, donde es traducida poderosa, se utiliza con referencia 

a la eficacia de la palabra de Dios. 

Ahora, reunamos los significados de los distintos usos que estas palabras tienen en el 

NT. 

El NT ni esquiva ni evade el hecho de que en este mundo el poder del mal está en 

acción (2 Ts. 2:7, 9, 11; Ef. 2:2; Ro. 7:5). El NT no es un libro especulativo que se 

detenga a teorizar sobre el origen y la fuente de ese poder del mal; el poder está ahí; 

existe; y el NT ofrece un poder más grande para vencerlo. 

Recordemos que este grupo de palabras no solamente describen el poder, sino el poder 

eficaz, el que logra el propósito y ejecuta aquello que le fue asignado. Ahora bien, es a 

Dios a quien principalmente se aplican estas palabras; por tanto, llevan consigo el 

mensaje de la eficacia del poder de Dios, Veamos en qué sentido es eficaz el poder de 

Dios. 

(I) El poder de Dios es eficaz en la resurrección. Fue el poder que operó en Cristo para 
resucitarle de entre los muertos (Ef. 1:19, 20; Col. 2:12). Por consecuencia, es cierto que 
el poder de Dios es eficaz en la derrota de la muerte. Ni siquiera el postrer enemigo 
del hombre puede prevalecer contra el poder de Dios. 

(II) El poder de Dios es eficaz en el ministerio. Dios habla por medio de aquellos que 
hablan para él, y actúa por medio de los que actúan en su nombre (Ef. 3:7; Col. 1:29; 
Gá. 2:8). Cuando un hombre entra en el ministerio, no solamente piensa, también 
escucha a Dios; no emprende la tarea solamente con su poder, también es revestido del 
poder de Dios. 

(III) El poder de Dios es eficaz en la iglesia. La iglesia es edificada y su unión 
mantenida por el poder de Dios (Ef. 4:16). Dones especiales, como el del ministerio y el 
de sanidad, proceden del poder de Dios (Gá. 3:5); y toda la diversidad de dones que son 
necesarios para la administración y mayordomía de la iglesia son suministrados por la 
operación dei poder de Dios (1 Co. 12:6, 10, 11). 

( IV) El poder de Dios es eficaz en la derrota del pecado, A través de Cristo y en Cristo 
viene ese poder por el cual el ser de la humillación del hombre puede ser cambiado por 
el ser de la gloria de Cristo (Fil. 3:21). Las humillaciones, las frustraciones y las derrotas 
causadas por el pecado serán absorbidas por el poder de Dios. 

(V) El poder de Dios es eficaz en el mundo. No es el nuestro un mundo sin control, sino 
un mundo donde Dios está efectuándolo todo (Ef. 1:11). Tras la cambiante trama de las 
cosas hay un diseño; el calidoscopio de la experiencia tiene un modelo, y el diseñador 
de ese modelo es Dios. 



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(VI) El poder de Dios es eficaz en lo interior. No es un poder que constriña desde 
fuera; es el poder que inunda el ser de un hombre desde dentro (Ef. 3:20; Fil. 2:13). Es 
el poder que hace a un hombre sumamente poderoso; así, como suena. 

(VII) Hay ciertas formas y determinados medios a través de los cuales el poder de Dios 
se hace eficaz: 

(a) El poder de Dios se hace eficaz a través de su Palabra, (1 Ts. 2:13; He. 4:12). La 
Palabra es la fuente de poder. A través de la palabra de Dios a los hombres, viene el 
poder para los hombres. La Biblia no es meramente un libro de historia; es también un 
generador de poder. 

(b) El poder de Dios se hace eficaz a través del amor (Gá. 5:6). El amor es el enérgico 
poder que transforma el conocimiento en devoción y la fe en servicio sacrificial. El 
poder que viene al hombre es, a la vez, entrante y saliente. 

(c) El poder de Dios se hace eficaz a través de la oración (Stg. 5:16). La oración es 
entrar en contacto con Dios para obtener poder; un canal por el que llegamos hasta 
Dios y Dios hasta nosotros. 

(d) El poder de Dios se hace eficaz a través de la evangelización (1 Co. 16:9). La 
evangelización de los hombres es un cauce por el que discurre el poder de Dios y 
alcanza al hombre. 

(e) El poder de Dios se hace eficaz a través dei soportarla adversidad (2 Co. 1:6). El 
poder de Dios no viene al hombre que empieza y después renuncia; sino al que soporta 
hasta el fin. 

La gloria de la vida cristiana es la que resulta de revestir la vida de energeia, la energía, 
el poder eficaz de Dios mismo. 



ENTUGCHANEIN1793 Y ENTEUXIS1783 
PETICIÓN AL REY 

Entugchanein (verbo) y enteuxis (sustantivo) son dos palabras de súplica en el NT. 

Entugchanein es usualmente traducido interceder por. 

En Ro. 8:26, 27 se dice que el Espíritu intercede por nosotros. En Ro. 8:34 leemos que 

Jesús intercede por nosotros. En Ro. 11:2 se dice que Ellas intercede con Dios en 

contra de Israel. En He. 7:25 se nos enseña que Jesús vive siempre para interceder por 

nosotros. 

El sustantivo enteuxis aparece dos veces en el NT. En 1 Ti. 2:1 se traduce intercesión; y 

en 1 Ti. 4:5 se traduce oración. 

Es la idea que subyace en estas palabras, la imagen que contienen, lo que les hace tan 

significativas e importantes. 

Originalmente, entugchanein signiñcabsi encontrarse con una persona, coincidir con 

una persona, unirse a una persona. Cuando nos encontramos con alguien, nos 

hablamos mutuamente; y así la palabra pasó a significar conversar con alguien; más 

tarde, adquirió el significado de tener íntima camaradería y comunión con alguien. 

Por ejemplo, Sócrates, cuando estaba disponiéndose a morir, dijo a sus amigos que 

daba la bienvenida a la muerte porque, tras ella, conversaría con Palamades, Ayax y 

otros grandes hombres de la antigüedad que murieron a consecuencia de un fallo 

injusto (Platón, Apología 41b). Para Sócrates la recompensa de la muerte era la íntima 

camaradería con los grandes y buenos que habían marchado primero. 

Aquí, pues, está la primera idea de entugchanein. Habla del derecho de acercarse a 

Dios; habla del íntimo compañerismo que los cristianos pueden gozar con Dios; 

significa que no hacemos nuestros ruegos a Dios desde una gran distancia y a través de 

un espacio infinito, sino que podemos hablar con él como un hombre conversa con su 

amigo. Tal como nos encontramos con nuestros amigos, podemos encontrarnos con 

Dios. 

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Pero la palabra todavía revela otro significado. Empezó por significar: encontrarse con 

una persona; después, trato íntimo y fraternal con una persona; pero, finalmente, en 

los papiros llega a ser una palabra casi técnica en el sentido de hacer una petición a 

alguien revestido de autoridad y, especialmente, al rey. 

Enteuxis, que originalmente significaba reunión, viene a ser la palabra usual para 

expresar la idea de petición hecha al rey. 

Hay un interesante papiro que nos habla de los gemelos Taues y Taous, que servían en 

el templo de Serapis en Menfis. Estos hermanos se quejaban de estar siendo tratados 

injustamente, no cgmo les habían prometido. Ptolomeo Filometor y la reina, Cleopatra 

II, fueron a visitar el templo, y los gemelos tuvieron su oportunidad de presentarse al 

rey con una enteuxis, una petición, que apelaba a la justicia del monarca. 

Enteuxis es, pues, la palabra técnica que significa petición a un rey; y entugchanein es 

la palabra técnica que significa hacer la (tal) petición. 

He aquí una tremenda imagen. Cuando oramos, estamos en la posición de aquellos que 

tienen un indiscutible acceso al rey para hacerle sus peticiones; estamos ante un rey. 

Esto manifiesta el enorme privilegio del que ora y, al mismo tiempo, el enorme poder 

de la oración. 

Tenemos el privilegio de poder estar en presencia del Rey de reyes; y, cuando 

comparecemos ante él, todo su poder y grandeza nos respaldan para procurarnos 

recursos. La oración es nada menos que llegar hasta la presencia del Omnipotente para 

disponer de los recursos del Eterno. 



EXALEIPHEIN1813 

LA COMPASIÓN QUE BORRA EL PECADO 

La palabra exaleiphein se encuentra sólo cinco veces en el NT, y por lo menos una de 
las formas de usarla es de gran importancia e interés. 

En el griego clásico, exaleiphein empezó por significar "limpiar completamente". Se 
usaba, por ejemplo, con el significado de "blanquear" la pared de una casa. También se 
utilizaba respecto de los guerreros que se están "pintarrajeando" el cuerpo con pinturas 
de guerra. Herodoto (7.39) nos dice que los etíopes pintaban (exaleiphein) su cuerpo, 
mitad con yeso y mitad con bermellón, antes de ir a la batalla. Se usaba respecto de la 
"unción" con aceite. Después significó "borrar", por ejemplo el recuerdo de una 
experiencia, "cumplir" un voto, "anular" una ley, "cancelar" un cargo o una deuda, 
"quitar el nombre de una persona de una lista", e incluso se utilizaba con la idea de 
"borrar por completo a una familia de la existencia". 

En los papiros contemporáneos del NT, retiene todos sus significados. Un hombre 
escribe a su amigo: "No pude leer tu carta porque había sido borrada" (exaleiphein). 
Siempre tiene el significado de borrar cualquier cosa como si se hiciera con una 
esponja. 

En el NT se usa dos veces en sentido literal. En Ap. 7:17 se utiliza para "enjugar" las 
lágrimas. En Ap. 3:5 se emplea para "borrar" un nombre del libro de la vida. En Hch. 
3:19 se usa con la idea de borrar el pecado. La Versión Reina Valera traduce: 
"Arrepentios y convertios para que sean borrados vuestros pecados." Pero el ejemplo 
que nos queda por ver es de sumo interés. En Col. 2:14, Pablo se refiere a Jesús 
"anulando el acta de los pecados que había en contra nuestra". Ahora bien, la palabra 
que usa Pablo para acta es cheirographos, que literalmente significa "hológrafo". 
Después significó "rúbrica" y, más tarde, "acuerdo firmado, reconociendo una deuda", 
un "certificado de deuda", una "obligación". En los papiros, un hombre escribe a su 
amigo: "Si puedes, ve a ver a Dioscuros y exígele su obligación". Un cheirographos era 
un documento que reconocía una deuda que tenía que ser pagada. Eso fue lo que Jesús 
borró por nosotros. Recordemos que el significado literal de exaleiphein es "borrar". 
En tiempo del NT, los documentos se escribían en papiro. La tinta se hacía a base de 
hollín, mezclado con goma y disuelto en agua. La característica de esta tinta es que no 

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tiene ácidos y, por tanto, no se agarraba al papel. Puede permanecer mucho tiempo, e 
incluso retener el color, pero, si se le pasa una esponja humedecida, desaparece 
totalmente, como desaparece lo escrito con tiza sobre una pizarra. Ahora bien, lo 
interesante está aquí: la palabra más común que se usaba para cancelar un certificado 
de deuda era chiazein, Chiazein significa trazar la letra griega chi, que es de la misma 
forma que una "equis" mayúscula, sobre el documento. 

Así, por ejemplo, tras la vista de una causa, en Egipto, el gobernador ordenaba que la 
obligación debía ser anulada (chiazesthal), esto es, "tachada" (chiazein), Pero Pablo 
no dice que Jesucristo "tachó" (chiazein) el documento de nuestra deuda; dice que lo 
"borró" (exaleiphein). Si se "tacha" un documento, lo escrito continúa siendo visible 
debajo de la cruz y cualquiera puede leerlo, pero si se "borra", lo escrito desaparece 
totalmente y para siempre. Es decir, que Dios, por amor de Jesús, no sólo "tachó" 
nuestra deuda, sino que la "borró". Hay muchas cosas que un hombre puede olvidar, 
pero lo que nunca olvida son las injurias que le hicieron. Dios no solamente perdona, 
sino que hasta borra la misma memoria de la deuda. Hay una forma de perdonar que 
no olvida el ofensor; pero el perdón de Dios es tan supremo, que puede olvidar; y 
olvidó. 



EPAGGELIA1860 Y EPAGGELLESTHAIis^i 
PALABRAS DE PROMESA 

En el NT, el nombre epaggeha significa promesa, y el verbo epaggellesthai quiere 
decir prometer. Debemos considerar primeramente los usos clásicos de estas palabras, 
ya que tienen mucha luz que arrojar sobre sus significados y matices en el NT. 

(I) En el griego clásico, estos vocablos son muy frecuentes -y casi técnicos- en conexión 
con las proclamas. Son las palabras que se usan respecto del anuncio de los juegos 
públicos o los sacrificios a los dioses. Generalmente se usan respecto de algo que 
interesa a todos. 

(II) En el griego clásico hay más de una palabra para expresar la idea de promesa, y lo 
más interesante de epaggeha radica en que su significado característico es promesa 
que se hace libre y voluntariamente, es decir, una promesa no obtenida de alguien por 
fuerza. 

No es ni siquiera una promesa fruto de un determinado y mutuo acuerdo; eso sería 
hyposchesis, Epaggeha es, característicamente, una promesa hecha en el albedrío de 
uno. Tiene en sí mucho más de ofrecimiento libre que de promesa condicionada. 

(III) En el griego clásico, epaggeha y epaggellesthai comportan a veces una ligera idea 
de deshonestidad; es decir, implican una profesión que luego no se cumple en la 
realidad. Otras veces tienen que ver con las elecciones políticas, por lo que describen el 
manifiesto de un candidato con todas las promesas de lo que se propone hacer, pero 
que luego, si es elegido, se demuestra que las tales promesas no eran sino un cebo y que 
no había la menor intención de cumplirlas. 

Estas palabras también se refieren a los ofrecimientos que hacían los sofistas. Los 
sofistas eran maestros griegos que proliferaron en el siglo V a. de J.C. y que ofrecían 
enseñar lo que fuera a quien fuese a cambio de dinero. Los grandes maestros, como 
Platón e Isócrates, los consideraban con intensa aversión. Decían que toda la obra de 
los sofistas consistía en capacitar a las gentes para que pudieran argüir de tal manera, 
que el peor razonamiento apareciera ante los demás como el mejor, pero que, en 
realidad, todo lo hacían principalmente por dinero. 

Los sofistas profesaban (epaggellesthai) enseñar la virtud, mas era una profesión 
vacía. Competían entre ellos, profesando cada uno ser capaz de ofrecer un curriculum 
mejor y más eficaz que el de su rival. 

Estos dos vocablos se usan a veces para describir las profesiones del amante. En la 
primera floración rosada del amor, donde todo es fascinación y excitación, el amante 
prometerá lo que sea. Pero, cuando hay que llevarlo a la práctica en la realidad, las 

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profesiones quedan reducidas a un conjunto de palabras huecas. Por tanto, los vocablos 

pueden ser usados respecto de una promesa magníficamente hecha, pero 

miserablemente cumplida. 

Finalmente, y siguiendo esta línea, ambas palabras pueden ser utilizadas respecto de 

las propiedades curativas de una determinada droga, destacándolas de tal forma, que la 

presentan como la panacea para todas las enfermedades. Algunas veces, pues, estas 

palabras pueden ser usadas en conexión con una profesión que los hechos desmienten. 

En el NT, epaggelia y epaggellesthai se emplean uniforme y consistentemente 

respecto de las promesas de Dios. Solamente hay dos casos en los que se refieren a 

promesas humanas. 

En Hch. 23:21, los judíos aguardan la promesa del gobernador militar de Jerusalén de 

enviar a Pablo a Cesárea, y así ellos poderlo asesinar en el camino. En Mr. 14:11 leemos 

que las autoridades judías prometieron pagar a Judas por la información que 

permitiera arrestar a Jesús. 

Pero, fuera de estos dos casos, en el NT las palabras se usan siempre con relación a las 

promesas divinas, que son a las que prestaremos atención. 

Las promesas de Dios no empiezan con el NT. 

(I) Dios hizo su promesa especialmente al pueblo de Israel (Ro. 9:4; Ef. 2:12). Dios 
ofreció a Israel ocupar una posición sin par entre las naciones; en un sentido, Israel era 
su pueblo peculiar. La tragedia de Israel fue malentender sus funciones. Se convenció a 
sí mismo de habérsele prometido privilegios y honores especiales, cuando, en realidad, 
lo que se le había ofrecido era un deber y responsabilidad especiales. El ofrecimiento de 
Dios es siempre el de una tarea que hacer para él. 

(II) La promesa que Dios hizo al pueblo de Israel derivaba fundamentalmente de la 
triple promesa que hizo a Abraham, a saber: (a) la tierra prometida (Hch. 7:5; He. 11:9, 
13)? (b) un hijo de Sara, cuando esto parecía imposible (Ro. 9:9; Gá. 4:23, 28) y (c) que 
en él serían benditas todas las naciones de la tierra (Ro. 4:13; Gá. 3:16; He. 6:13). 
Abraham fue el hombre escogido a través del cual vendría bendición al mundo. Dios 
escogió a Abraham como el hombre mediante el cual pudiera actuar sobre los hombres. 
Dios está siempre procurándose hombres a través de quienes él pueda obrar. 

(III) Dios prometió un Mesías descendiente de David (Hch. 13:23, 32). Mesías y 
Cristo significan lo mismo. Tanto Mesías, palabra hebrea, como Cristo, palabra griega, 
se traducen ungido. Dios prometió un Rey a través del cual los reinos del mundo 
llegarían a ser el reino del Señor. 

(IV) Todas las promesas del AT se cumplen en Jesucristo (Ro. 15:8; 2 Co. 1:20; Gá. 
3:19, 29). Cuando Jesús vino, era como si Dios hubiera dicho a los hombres: "He aquí 
uno en quien todas mis promesas se cumplen." En Jesús se encuentran el sueño de 
Dios y el sueño de los hombres. 

(V) En Jesús no sólo viene al hombre el cumplimiento de las viejas promesas, sino 
también una mejor promesa (He. 8:6; 9:15). Jesús no es únicamente el cumplimiento 
de las promesas y sueños del pasado; es el que además trae a los hombres los más 
preciosos y formidables dones que jamás hubiesen podido imaginar. 

Esto es importante porque significa que Jesús no cumple únicamente las profecías y los 
ideales del AT, sino que los supera; que no sólo trae a la vida algo que se gestó en el 
pasado, sino algo completamente nuevo. 

Cuando vemos hasta dónde se remonta la promesa de Dios, descubrimos el sentido de 
la historia. Podemos prometer algún regalo o privilegio a un niño, y dárselo cuando 
sepa comprenderlo y disfrutar de él. Por ejemplo, un padre puede planear y ahorrar 
para que su hijo reciba educación universitaria cuando tenga la edad requerida; pero, 
entre tanto, el padre hará todo lo posible porque el niño adquiera la preparación 
necesaria para disfrutar de la promesa. Esto es lo que Dios hizo con los hombres. 
Dios escogió un hombre; y escogió un pueblo; y de ese pueblo, en su día, vendría su 
Hijo. Pero, aunque Dios escogió ese pueblo, no dejó abandonado el resto del mundo. 
Para Clemente de Alejandría la filosofía pagana fue lo que preparó al gentil para aceptar 
a Cristo, como la ley fue la que preparó a los judíos. Y, pensando así, descubrimos que 



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el objeto de la historia es preparar a los hombres para que acepten las promesas y el 

ofrecimiento de Dios. 

Ahora veamos lo que Dios prometió a su pueblo en Jesucristo. 

(I) Dios prometió a los hombres el don del Espíritu Santo (Le. 24:29; Hch. 1:14; 2:23; 
Ef. 1:15). El Espíritu Santo puede ser considerado como la actividad de Dios en la mente 
y el corazón de los hombres. El Espíritu Santo es el poder, la presencia y persona que 
conduce a los hombres por el camino recto de la vida y del pensamiento potente y 
limpio, de la lucidez y persuasión del discurso. De las promesas de Dios, la del Espíritu 
Santo es la que nos hace vivir y pensar con su propio poder. 

(II) Con el don del Espíritu Santo, Dios prometió el don del perdón (Hch. 2:39). El 
perdón es bastante más que la remisión de un castigo que teníamos impuesto. 
Esencialmente, el perdón es la restauración de una relación perdida. No es que Dios 
se hubiera desentendido de los hombres. Es que los hombres se habían desentendido 
de Dios. A través de lo que Jesucristo ha hecho, podemos ser amigos de Dios. 

(III) Dios promete al hombre vida eterna, vida en el tiempo y vida en la eternidad (1 Ti. 
4:8; 2 Ti. 1:1; Tit. 1:2; Stg. 1:12; 1 Jn. 2:25). Vida eterna no es simplemente vida que 
dura para siempre. Es cierto que el NT nunca olvida que Dios prometió a los hombres 
la resurrección de los muertos (Hch. 26:6). Pero lo esencial de la vida eterna no es 
duración; sino calidad. 

Se dice que, en cierta ocasión, un soldado fue a Julio César con el ruego de que le 
permitiera suicidarse para acabar así con su vida de amarguras. El soldado se mostraba 
profundamente deprimido. César, ante esa imagen tan expresiva de la melancolía, dijo: 
"Hombre, ¿has estado realmente vivo alguna vez?" 

La vida eterna empieza aquí y ahora. Vida eterna es la inyección en los dominios del 
tiempo de algo que está bajo el dominio de la eternidad; es algo propio de Dios 
irrumpiendo en la vida humana. Es la promesa de Dios de que si un hombre escoge 
vivir con Jesucristo, los cielos empiezan en la tierra. Es la venida de la paz y del poder 
de Dios al hombre turbado y frustrado. 

(IV) Dios promete el reino a aquellos que le aman (Stg. 2:5). Se da el caso demasiado 
frecuente de que los hombres piensan que Dios los llama a una vida malcarada, de 
inflexible disciplina, en la cual tienen que renunciar a todo lo que desean tener, y 
aceptar todo lo que es duro y austero. Es cierto que hay sumisión y disciplina en la vida 
cristiana, pero el fin de ambas cosas es un reino, un poder regio en la vida. 

(V) Dios promete a los hombres la segunda venida de su Hijo (2 P, 3:4, 9). Esto 
significa que Dios garantiza la consumación de la historia. Los estoicos, que, en tiempos 
del NT, eran los más grandes pensadores, concebían la historia como circular. Decían 
que, cada determinado número de millares de años, había una conflagración que 
engolfaba y destruía todo; después, a empezar de nuevo. La historia no era una marcha 
hacia una meta, sino un viejo proceso que se repetía, una noria. 

Cuando a la idea de la segunda venida la despojamos de todo el aparato puramente 
judío y de las imágenes temporales, nos quedamos con esta única y significativa verdad: 
la consumación de la historia es el triunfo de Cristo. 

(VI) Dios promete descanso para su pueblo (He. 4:1). No hace mucho preguntaron a 
un hombre cuál creía él que era la característica del mundo moderno. Su respuesta fue: 
"agotamiento". 

La vida es, en cualquier aspecto, una lucha; la vida cristiana toma todo cuanto un 

hombre pueda dar de sí. El NT la describe como una batalla, una campaña, una carrera, 

una prueba de fondo en el soportar; pero, cuando haya terminado, viene el descanso de 

Dios; descanso que nadie puede disfrutar a menos que haya hecho todo lo que podía 

hacer. 

Todavía debemos considerar la naturaleza de la promesa hecha al cristiano. 

(I) Es una promesa de Dios (Le. 24:29; Hch. 1:4). Aquí encontramos algo que se 

relaciona con uno de los usos clásicos de estas palabras. En este caso, el de una 

profesión incumplida. 

Sobre eso, el NT también advierte. 1 Ti. 2:10 insta a las mujeres cristianas a vivir una 

vida que se ajuste a la fe que profesan. 2 Pedro 2:19 se refiere a los que hacen un 

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ofrecimiento ilusorio de libertad mientras ellos mismos son esclavos de corrupción. 
Más de una vez el NT hace cosas así para reforzar el hecho de que las promesas y 
profesiones de Dios son verdaderas y dignas de confianza. Y esto es así por dos razones: 

(a) Porque Dios es fiel "Fiel es el que prometió" (He. 10:23). Dios no puede mentir 
(•Tit. 1:2). Dios garantizó sus promesas mediante juramento (He. 6:17). Las promesas 
de Dios están garantizadas por su verdad. 

(b) Porque Dios es poderoso. Dios puede cumplir lo que ha prometido (Ro. 4:21). Las 
promesas de Dios están garantizadas, por tanto, por el poder de Dios. Las promesas de 
los hombres pueden ser profesiones falsas, pero las de Dios, no. Con la verdad de Dios 
podemos contar porque mentir va contra su naturaleza y porque su poder no puede 
fracasar. 

(II) Las promesas de Dios están fundadas en la gracia y no en la ley. Ya vimos que, en 
el griego clásico, epaggelia es una promesa y un ofrecimiento hechos libre y 
voluntariamente. Las promesas de Dios no dependen de los méritos del hombre ni de la 
obra de la vida del hombre, sino solamente de la pura generosidad de Dios. Las 
promesas de Dios no fueron hechas a causa de la virtud del hombre, sino de la 
misericordia de Dios. Tras ellas no está el mérito de los hombres, sino el amor de Dios. 

(III) Las promesas de Dios son, por tanto, para apropiárselas por medio de la fe (Ro. 
4:14, 20; Gá. 3:24). No pueden ser ganadas, deben ser aceptadas. El hombre debe 
desprenderse del orgullo que le hace creer que por sus obras puede aspirar a alcanzar 
las promesas de Dios; debe tener la humildad de reconocer que siempre estará en 
deuda con Dios por mucho que haga, y aceptar las promesas del Señor por medio de la 
fe. 

(IV) Las promesas de Dios son el motivo de la enmienda del hombre. Precisamente 
porque tienen esas promesas, los hombres deben limpiarse (2 Co. 7:1). Ningún hombre 
que se enamora, y que su amor es correspondido, creyó ser digno de tal amor. 
Cualquier hombre, que es amado, bien sabe que debe pasar toda su vida procurando ser 
digno de ese amor inmerecido. Algo así ocurre entre nosotros y Dios; no podíamos 
ganar las promesas que Dios nos hace por la generosidad de su amor, pero, no 
obstante, tenemos la obligación de estar toda una vida esforzándonos por merecer ese 
amor. 

Finalmente, todo lo dicho nos conduce a lo que debemos aportar plenamente para 
gozar las promesas de Dios. 

(I) Debemos aportar paciencia, Jesús mismo ganó la promesa a través de la paciencia, 
y nosotros no somos una excepción (He. 6:12, 15). Tenemos que correr, y no ser 
perezosos; tenemos que soportar hasta el fin; tenemos que aprender a esperar. Con 
paciencia -o habilidad para conllevar lo que nos sobrevenga como fruto del vivr- al final 
heredaremos y obtendremos lo prometido. 

(II) Debemos aportar lealtad. Los mártires alcanzaron promesas por su extrema 
fidelidad e inamovible lealtad (He. 11:33). El hombre fiel hasta la muerte es el que 
recibe la corona. 

(III) Debemos aportar obediencia. Recibimos la promesa cuando hemos hecho la 
voluntad de Dios (He. 10:36). Aquí, como en tantas ocasiones, recibimos los dones de 
Dios bajo la condición y precio de nuestro interés en poseerlos. Dios ofrece sus 
promesas libre y generosamente, y, si ejercitamos la paciencia, la lealtad y la 
obediencia, podremos entrar más plenamente en ellas. 



EPIEIKES1933 Y EPIEKEIA1932 
MÁS QUE JUSTICIA 

No empezaremos traduciendo epieikes por la buenísima razón de que es 
extremadamente difícil. El adjetivo epieikes se encuentra cinco veces en el NT, y el 

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nombre epieikeia, dos. En estas siete ocasiones, Moffat usa seis traducciones 
diferentes. En Fil. 4:5, donde el adjetivo neutro se utiliza como nombre, traduce 
"clemencia"; en 1 Ti. 3:3, "benigno"; en Tit. 3:2, "conciliativo"; en Stg. 3:17, "tolerante"; 
en 1 P. 2:18, "razonable"; y, respecto del nombre, en Hch. 24:4 traduce "cortesía" y, en 2 
Co. 10:1, "consideración". La Versión Reina Valera, revisión de 1960, traduce epieikes 
de cuatro formas distintas. En Fil. 4:5 traduce "gentileza"; en 1 Ti. 3:3, "apacible"; en 
Tit. 3:2 y en Stg., "amable"; en 1 P. 2:18, "afable"; y, respecto del nombre, en Hch. 24:4 
traduce "equidad" y, en 2 Co. 10:1, "mansedumbre". 

Mucho antes de que el NT la usara, esta palabra ya tenía una gran historia en los 
escritos griegos de ética. Trench resume todo su significado cuando dice que expresa la 
"moderación que reconoce aquellos aspectos impracticables que resquebrajan la ley 
formal". Es decir, es la palabra que reconoce que hay ocasiones en las cuales un acierto 
"legal" puede llegar a ser un error "moral". Aristóteles discute epieikeia en su Ética a 
Nicómaco, Dice que epieikeia es lo que es justo y algunas veces mejor que la justicia 
(V.10.6), pues corrige a la ley cuando ésta es deficiente por su generalidad. Compara al 
hombre epiekes con el individuo akribodikaios. Este último es el tipo de hombre que 
defiende obstinadamente el mínimo de sus derechos según la ley; el hombre epieikes 
sabe que hay ocasiones cuando algo puede estar completa y legalmente justificado y, sin 
embargo, ser absolutamente erróneo bajo el punto de vista moral. Este hombre 
discierne cuándo relajar la ley, pues, entre las fuerzas que le compelen, sabe distinguir 
cuál es superior a la de la propia ley. Conoce el momento en que aferrarse a sus 
derechos sería incuestionablemente legal, pero, también, indiscutiblemente poco 
cristiano. 

Lo fundamental y básico de epieikeia es que se remonta hasta Dios. Si Dios se aferrara 
a sus derechos, si no nos aplicara otras normas que las de la ley, ¿dónde estaríamos? 
Dios ejemplifica supremamente lo que es ser epieikes y lo que es considerar a los 
demás con epieikeia. 

La palabra puede ser muy difícil de traducir, pero es sumamente fácil apreciar la 
imperiosa necesidad que hay de la cualidad que describe. Vivimos en una sociedad 
donde los hombres se empecinan en aferrarse a sus derechos legales, donde quieren 
hacer solamente lo que están obligados y donde tratan de conseguir que los otros hagan 
lo que a ellos les parece. Una y otra vez hemos visto congregaciones infelices y 
desgarradas por sus luchas intestinas porque los hombres y las mujeres, los comités y 
los tribunales, se adhieren a la letra de la ley. Mientras el consejo de una iglesia siga 
tropezándose con el libro de las leyes de su congregación, prominentemente abierto 
sobre la mesa de un catedrático, los disturbios jamás desaparecerán. Un nuevo mundo 
surgiría en la sociedad y en la iglesia, si los hombres dejaran de basar sus acciones en la 
ley y en los derechos legales y oraran a Dios para que les diera epieikeia. 



EPITAGE2003 

EL MANDAMIENTO REGIO 

En el NT, la palabra epitage es peculiar de los escritos paulinos - si incluimos las 

Epístolas Pastorales entre ellos. Pablo hace dos usos de este vocablo. 

(I) Hay cuatro pasajes en que lo utiliza con referencia al mensaje, a la instrucción y al 

consejo que está dando. En 1 Co. 7:6, donde habla de ciertos problemas y costumbres 

de la vida matrimonial, contrasta lo que es por concesión con lo que es por epitage; lo 

que es opinión humana con lo que es mandamiento de Dios. Contrasta lo que 

simplemente es aviso práctico con lo que es consejo de Dios, y, por tanto, consejo 

perfectivo. 

En 1 Co. 7:25, dice que no tiene epitage concerniente a las vírgenes. De nuevo aclara 

que está dando su parecer, por lo que no debe considerarse mandato divino lo que diga. 

En 2 Co. 8:8 se expresa de la misma forma. Cuando escribe a Tito, le indica que hable. 



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exhorte y reprenda con todo epitage, es decir, con toda la autoridad que se desprende 

de la divina palabra de Dios. 

(II) Hay tres pasajes en que Pablo utiliza esta palabra respecto de la acción de Dios. En 

Ro. 16:26, habla de la manifestación de Cristo a los gentiles de acuerdo con el epitage, 

el divino mandamiento, de Dios. En Tito 1:3, declara que la palabra que predica le es 

encomendada por el epitage de Dios. 

En el griego secular, epitage se usa con relación a los decretos de la ley. Diodoro Sículo 

(1.70) tiene un interesante pasaje sobre la vida de los reyes egipcios: "La forma de vida 

de los reyes de Egipto no era como la de otros autócratas, que hacían lo que les parecía 

sin que nadie les pidiera cuentas, sino que todos sus actos eran regulados por las 

prescripciones (epitagai) de la ley". Evidentemente, epitage proviene y habla de una 

autoridad que está por encima de todo y de todos. Aquí es donde tenemos que añadir la 

evidencia de la Septuaginta, 

en la cual aparece cinco veces la palabra. En tres ocasiones se utiliza con relación a un 

mandato o decreto real. En Est. 1:8 se usa respecto de un mandato de Asnero. En Dn. 

3:16, Sadrac, Mesac y Abed-nego se niegan a obedecer el epitage, el mandato real, de 

Nabucodonosor de que adoraran la imagen del rey. 

En Sabiduría 14:16, describiendo el tiempo de la degeneración nacional, se dice: "Por 

los decretos (epitagai) de príncipes se da culto a las estatuas. En los otros dos ejemplos, 

la palabra está conectada con Dios. 

En Sabiduría 18:16, la espada de la palabra es el irrevocable mandamiento (epitage) 

de Dios. En Sabiduría 19:6 se dice que cada parte de la nueva creación servirá a los 

mandatos (epitagai) de Dios, Obviamente, epitage tiene en sí toda la majestad del 

divino mandamiento. 

Pero es en el griego de los papiros donde la palabra adquiere su sentido característico. 

Ahí se usa respecto de una orden o un mandato, pero, especialmente, respecto de un 

mandamiento divino. Cierto Isías dedica un altar a la madre de los dioses, según el 

epitage, el mandamiento, de Cibeles, que le vino en sueños. Varius PoUio erige un pilar 

en honor de los dioses, obedeciendo el epitage, el mandamiento, de Dios. Epitage se 

hace la palabra significante del mandamiento divino. 

He aquí, pues, dos grandes verdades. 

(I) El mensaje del predicador es un mandamiento divino. Cuando está realmente 
predicando, está hablando por Dios. No está llevando a los hombres lo que él piensa, 
sino los mandamientos de Dios. 

(II) La comisión del predicador es de Dios. Pablo era consciente en sumo grado de que 
su tarea como misionero a los gentiles y su oficio como apóstol para la iglesia le 
vinieron por mandamiento divino, por el epitage de Dios. 

Pablo tiene otra forma de decirlo. A menudo habla de sí como apóstol por la thelema, 
la voluntad, de Dios (1 Co. 1:1; 2 Co. 1:1; Ef. 1:1; Col. 1:1) y como separado por Dios para 
su tarea ya desde el vientre de su madre (Gá. 1:15). Habla de la necesidad de predicar 
que le era impuesta (1 Co. 9:16). Pablo jamás sintió que él había escogido a Cristo, sino, 
siempre, que Cristo le había escogido a él. Siempre pensó de sí que era un hombre 
comisionado por el Rey. Para el Apóstol el ministerio no era una profesión, sino una 
vocación. No era un oficio, sino un llamamiento. No acudió al llamamiento porque lo 
hubiera escogido como carrera, sino porque Dios lo escogió a él y lo llamó al ministerio. 
Robert Robinson, el gran ministro bautista de Cambridge, cuenta que, tras su 
experiencia de conversión, hubo muchas personas que le animaban a entrar en el 
ministerio de la iglesia. El dijo: "Señor, sea hecha tu voluntad en todo lo que tengo que 
decir. Pero, Dios, impide que vaya antes de ser enviado': La palabra epitage guarda 
como reliquia el que ningún hombre puede arrostrar la tarea del ministerio sin estar 
completamente seguro de que el Rey lo ha comisionado para ello. 



ERITHEIA2«52 

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LA AMBICIÓN DESATINADA 

Eritheia es una palabra cuyo significado degeneró, y la historia de su degeneración es 
un feo comentario sobre la naturaleza humana. En el NT, este vocablo se utiliza siete 
veces, y siempre significando una falta que arruina a la obra de la iglesia. En Ro. 2:8 se 
usa para describir a los que son "contenciosos"; en 2 Co. 12:20 se encuentra formando 
parte de una lista de faltas que estaban socavando la iglesia de Corinto, y, en Gá. 5:20, 
es una de las obras de la carne. En ambos casos, la Versión Reina Valera Antigua 
traduce "contienda". En Fil. 1:16 y 2:3 se usa para describir un motivo hipócrita por el 
que se puede anunciar a Cristo y un falso espíritu de vida. En el primer caso, la misma 
versión traduce "contención", y, en el segundo, "contienda". Se emplea dos veces en 
Santiago (3:14, 16) como característica de la sabiduría que no es de lo alto. Aquí, la 
mencionada versión traduce "envidia". 

Aparentemente, esta palabra debe derivar de eris, que significa "contienda"; sin 
embargo, su procedencia es otra. Erithos, en su origen, significaba "jornalero"; la 
palabra tenía que ver en forma especial con la idea de "hilandero", "tejedor", y la 
derivación popular fue de erion, que significa "lana". Eritheia, por tanto, empezó 
siendo una palabra sumamente respetable con la significación de "trabajo a jornal". 
Después empezó a degenerar, significando esa clase de trabajo que se hace únicamente 
en función del dinero; esa clase de trabajo que no tiene la menor noción del concepto 
de servicio, que solamente se pregunta: "¿Qué obtengo de esto?" Y así continuó hasta 
significar "escudriñar e intrigar para lograr un oficio público". Era la característica del 
hombre que se procuraba un oficio público para su propio beneficio, pensando nada 
más que en su honor y gloria, no por cualquier servicio que pudiera prestar al Estado. 
Entonces adquirió otros dos significados. Primero, se utilizaba respecto de ese uso de 
artificios y cautelas, de intrigas y tramperías para lograr una plaza, un puesto de 
privilegio o un poder, que es tan característico de la política secular y de la eclesiástica. 
Segundo, acabó por significar definitivamente "ambición egoísta", la ambición que no 
tiene concepto de servicio y que sólo pretende provecho y poder. 
Es extremadamente interesante ver cómo la usa el NT. Con mucho, su mayor número 
de usos se encuentra en los escritos de Pablo, y nadie conoció mejor que él el interior de 
la iglesia primitiva. Era la falta que muy fácilmente podía hacer naufragar a una iglesia. 
Fue la falta que estuvo a punto de hundir a la iglesia de Dios en Corinto, seccionándola 
en sectas y facciones, que se interesaban más en su propia supremacía que en la de 
Cristo. En Filipos, esta era la pasión que de hecho movía a ciertos predicadores. 
Estaban más ansiosos de mostrar su propia grandeza que la de Cristo. Ya hace tiempo, 
Denney dijo mordazmente que ningún predicador puede demostrar que él es 
inteligente y, a la vez, que Cristo es maravilloso. Eritheia es la palabra característica de 
Pablo para significar una de las obras de la carne. Santiago también la usa 
característicamente, pero respecto de la sabiduría terrenal y sensual. Eritheia describe 
la forma de ser del hombre que aplica las normas humanas y terrenales a todo, y que 
mide las acciones con la vara del prestigio y del éxito personales. 
La evolución del significado de esta palabra, que empezó expresando el trabajo que un 
hombre hace por el honesto salario de un día y terminó describiendo el trabajo que se 
hace única y exclusivamente por dinero, es un chorro de luz que se arroja sobre la 
naturaleza humana. Y esto es un aviso a nuestra propia generación, pues, hoy día, 
nuestras angustias no son básicamente económicas, sino que probablemente broten del 
espíritu que siempre se pregunta: ¿qué puedo sacar de la vida?, y, nunca, ¿cómo puedo 
enriquecer la vida? 



EUAGGELION2«98 

LAS BUENAS NUEVAS 

La palabra euaggelion significa "buenas nuevas" o "buenas noticias", y, cuando la 
estudiamos, estamos por necesidad en el mismo corazón y centro de la fe cristiana. 

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Euaggelion es, característica y específicamente, una palabra cristiana, que apenas tiene 
historia fuera del NT. En el griego clásico presenta tres significados. 

(I) Originalmente significó "la recompensa dada a un mensajero por traer buenas 
noticias". Así es como se usa en la Septuaginta (2 S. 4:10). 

(II) Después significó "los sacrificios hechos a los dioses cuando se recibían las tales 
buenas noticias". 

(III) No fue en el griego clásico, sino en el helenista tardío, donde adquirió el significado 
en sí de "buenas noticias". En la Septuaginta se usa respecto de las "buenas noticias de 
victoria" (1 S. 31:9), de las buenas nuevas que significan "el nacimiento de un niño" 
(Jer. 20:15) y, algunas veces, respecto de cualquier tipo de noticias. 

En la Septuaginta, hay también dos formas de utilizar la palabra que son dos tímidos 
anticipos del uso que tendría en el NT. En Salmos, el verbo correspondiente se utiliza 
para publicar la justicia y la salvación operadas por el poder de Dios (Sal. 40:10; 96:2) 
y, en Isaías (40:9; 52:7), se emplea para anunciar las alegres noticias de la venida del 
ungido de Dios a su pueblo. 

En los papiros, tanto el nombre como el verbo apenas se utilizan. El verbo 
(euaggelizesthai) se usa respecto del esclavo que está dando la noticia de la victoria de 
algún general, y el nombre (euaggelion) aparece en una inscripción, donde se lee que 
el nacimiento del emperador romano Augusto era el comienzo de una serie de buenas 
noticias para el mundo. Pero es el NT donde euaggelion llega a ser una gran palabra. 

(I) En esta palabra se resume todo el mensaje cristiano (Mr. 1:1; 1 Co. 15:1). El reino que 
Jesús predicó es "buenas nuevas" (Mt. 4:23; 9:35; 24:14). La prueba de que euaggelion 
es el centro del mensaje cristiano se aprecia en el hecho de que aparece setenta y dos 
veces en el NT y, de éstas, cincuenta y cuatro corresponden a las epístolas de Pablo. 
Para el más grande los misioneros cristianos el cristianismo era, fundamentalmente, 
"buenas nuevas". Aquí hay un contraste implícito. La predicación de Juan el Bautista 
es, con su fuego consumidor, su aventador y su hacha puesta a la raíz de los árboles, lo 
contrario de buenas nuevas; más bien, son noticias de desastre. Sin embargo, toda la 
esencia del mensaje de Jesús es "buenas nuevas de Dios". 

(II) Algunas veces se dice que el euaggelion es "de Dios" (Mr. 1:14; 1 Ts. 2:2, 8, 9). Son 
buenas noticias de Dios porque revelan un Dios que los hombres nunca hubieran 
podido soñar. Son buenas noticias "dadas por Dios" porque Dios está detrás de todo el 
proceso de la salvación. Siempre será erróneo pensar en un Dios colérico y un Cristo 
dulce y amable; suponer que Jesús cambió la actitud de Dios hacia los hombres, es un 
desatino. Fue Dios quien, por el gran amor que tiene al mundo, envió a Su Hijo. Las 
buenas nuevas son de Dios y desde Dios. 

(III) Otras veces se dice que el euaggelion es de "Jesucristo" (Mr. 1:1; 2 Co. 4:4; 9:13; 
10:14). Son buenas noticias de Jesucristo en dos sentidos: (a) Jesús las "trajo" a los 
hombres; sin él nunca las hubieran conocido, (b) Jesús mismo "era" euaggelion para 
los hombres. No sólo les dijo cómo es Dios; también les mostró al Padre. 

(IV) Algunas veces, Pablo usa la expresión "mi" o "nuestro euaggelion" (2 Co. 4:3; 1 Ts. 
1:5; 2 Ts. 2:14). Las buenas noticias vienen de Dios y son de Dios. Las trajo Jesús y son 
de Jesús. Pero, sin embargo, el hombre debe "apropiárselas". Debe pasarlas por la 
mente y recibirlas en el corazón hasta que lleguen a ser total e indisolublemente uno. 

(V) El euaggelion es para todos los hombres (Mr. 13:10; 16:15; Hch. 15:7). Los judíos 
habían creído siempre que su nación sería la más favorecida por Dios. Pero el evangelio 
de Cristo no tiene fronteras. Las buenas noticias son para todos. 

Veamos ahora algunos aspectos interesantes del euaggelion, de estas "buenas nuevas", 
con relación a los hombres. 

(I) El euaggelion no es un descubrimiento humano, es "una revelación de Dios". El 
hecho de que Dios es tal y como Cristo nos lo mostró, ningún hombre podía haberlo 
descubierto mediante un proceso intelectual. El hombre no descubre a Dios. Dios se 
revela (Gá. 1:11, 12). 

(II) El euaggelion es algo en lo que el hombre debe "creer" (Mr. 1:15). El todo del 
cristianismo consiste en vivir una vida dentro de la inalterable convicción de que las 
buenas nuevas que Jesús trajo de parte de Dios son verdaderas. 

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(III) El euaggelion es algo que quien lo conoce debe "proclamar a otros" (Ro. 15:19; i 
Co. 9:14, 18; 2 Co. 10:14; 11:17; Gá. 2:2). Puede asegurarse que un hombre no ha 
recibido realmente las buenas noticias hasta que desea compartirlas con otros. Un 
misionero cuenta de cierto indio que, siendo en principio hostil al cristianismo, se 
convirtió finalmente, se procuró una Biblia y, estando leyéndola, tropezó con un pasaje 
que le habló al corazón. Entonces, con el dedo puesto sobre ese mismo pasaje, corrió a 
la carretera, gritando a todos los que pasaban: "¿Tenéis noticia de esto?" Ningún 
cristiano debe guardar las buenas noticias para él, sino convertirse en un misionero. 

(IV) Un hombre no escoge la tarea de esparcir el euaggelion: le es "confiada" e 
"impuesta" (1 Ts. 2:4; 1 Co. 9:16). Dicho de forma más literal, es por "amor de Dios" por 
lo que ese hombre debe transmitir las noticias que ha recibido. 

(V) El euaggelion es algo por lo que un hombre debe "arriesgarlo todo" (Mr. 8:35; 
10:29; Ro. 1:16; 1 Co. 9:23). Debe estar dispuesto a jugarse el todo por el todo, movido 
por la certeza de que, el hombre que obedece a Dios, descubrirá que las promesas de 
Dios son verdaderas. 

(VI) El euaggelion es algo a lo que el hombre debe "servir" (Ro. 1:1; 15:16; Fil, 1:12; 
2:22; 4:3; 1 Ts. 3:2). La recepción de las buenas noticias significa un "privilegio" y, al 
mismo tiempo, un "deber". Un hombre tiene que estar dispuesto a dar su vida por lo 
mismo que se la dio a él. 

(VII) El euaggelion es algo que el hombre debe "defender" (Fil. 1:7, 17). Un hombre 
debe ser, en todo momento, "un defensor de la fe" por medio de su vida, sus palabras, 
su conducta y sus acciones. 

(VIII) El euaggelion es algo que el hombre puede "obstaculizar" (1 Co. 9:12). La 
responsabilidad del cristiano temeroso de Dios es procurar que su vida invite a los 
demás a pensar, aunque sólo sea un poco, en la fe cristiana. 

(IX) El euaggelion es algo que el hombre puede "desaprovechar" o "rechazar". En 
última instancia, la voluntad de un hombre es libre. La característica del amor es 
siempre ofrecer y nunca obligar. Un hombre puede desatender o desdeñar lo que Dios 
le ofrece; puede vivir como si las buenas nuevas no existieran; pero se pondrá su alma 
en peligro. 

(X) El euaggelion es algo que el hombre puede "distorsionar" o "pervertir" (2 Co. 11:4; 
Gá. 1:6, 7). Puede darse algo semejante a lo que Pablo llamó "otro evangelio". Cuando 
un hombre empieza a predicar el evangelio como a él le gustaría que fuera, en vez de 
como Dios determina que sea, lo único que consigue es predicar "otro evangelio". 
Solamente después de haber escuchado a Dios, debemos hablar a los hombres. El 
peligro está en que, en vez de escuchar lo que Dios tiene que decirnos, queramos 
nosotros decirle a él. 

A medida que estudiamos euaggelion, siguiendo sus huellas a través del NT, 
comenzamos a ver que esta palabra tiene ciertas implicaciones. 

(I) El euaggelion es "buenas nuevas de verdad" (Gá. 2:5, 4; Col. 1:5). Con la venida de 
Jesucristo, terminó el tiempo de adivinar sobre Dios y comenzó el de certeza. Con su 
venida, concluyó el tiempo de andar a tientas, de buscar entre tinieblas el significado y 
el camino de la vida, y comenzó el de certeza. Cristianismo no es sinónimo de obsequiar 
a los hombres con una serie de problemas, sino de darles un arsenal de certidumbres. 

(II) El euaggelion es "buenas nuevas de esperanza" (Gá. 2:23). El hombre que trata de 
vivir por sí mismo, dependiendo únicamente del esfuerzo humano, no puede hacer otra 
cosa que desesperar de él y del mundo. John Buchan definió al ateo como "el hombre 
cuya carencia de medios de apoyo no se ve". Cuando un hombre se da cuenta de lo que 
significan las buenas noticias, se llena de esperanza respecto de sí y respecto del 
mundo. 

(III) El euaggelion es "buenas nuevas de paz" (Ef. 6:15). Un hombre es inevitablemente 
una personalidad dividida mientras se esfuerce por vivir solo. Como Studdert-Kennedy 
dijo: "Una parte de él depende del cielo y la otra de la tierra." Las buenas noticias nos 
dicen que la victoria está en rendirse, en la muerte del Yo para que surja en nosotros la 
vida de Cristo. Las buenas noticias hacen posible que el hombre pueda lograr una 



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personalidad totalmente integrada y carente de las viejas tensiones que nos hacían 
desdichados. 

(IV) El euaggelion es "buenas nuevas de la promesa de Dios" (Ef. 3:6). Lo 
característico de los dioses paganos, e incluso de Dios tal como se le conocía en el AT, 
era la amenaza. Jesús trajo las buenas nuevas que no hablan del Dios de las amenazas, 
sino del Dios de la promesa. Esto en ningún sentido significa que no tengamos 
obligaciones en la vida, pues una promesa obliga tanto como pueda hacerlo una 
amenaza, pero la obligación que nos impone la promesa es contestar al amor, y, no, 
agacharse ante la venganza. 

(V) El euaggelion es "buenas nuevas de inmortalidad" (2 Ti. 1:10). Frente a la muerte, 
el pagano se afligía y temía como quien no tiene esperanza (1 Ts. 4:13). Una de las 
cartas más tristes que figuran en los papiros se refiere a una madre que escribe a los 
padres de un niñito muerto: "Irene a Taonnophris y Filón, confortaos. Estaba tan 
apenada, que lloré por vuestro hijo muerto tanto como lo hice por Dídimo. Todo lo que 
podía hacerse, se ha hecho ... Pero, lo mismo que siempre, frente a estas cosas nadie 
puede hacer nada". He aquí la perspectiva pagana ante la muerte. Pero las buenas 
nuevas traen la certeza de que la muerte no es el fin, sino el comienzo de la vida; no es 
la marcha a la aniquilación, sino a estar eternamente con Dios. 

(VI) El euaggelion es "buenas nuevas del Cristo resucitado" (1 Co. 15:1 sigtes.; 2 Ti. 
2:8). Las buenas nuevas que el cristianismo trae son que no rendimos culto a un héroe 
muerto, sino que vivimos con el Viviente. No nos hemos quedado solamente con un 
modelo que copiar y un ejemplo que seguir, sino con un compañero que está 
continuamente a nuestro lado. La fe del cristiano no está puesta en el protagonista de 
un libro, en la historia de un hombre que vivió y murió, sino en uno que resucitó de 
entre los muertos y está vivo para siempre. 

(VII) El euaggelion es "buenas nuevas de salvación" (Ef. 1:13). Son noticias de ese 
poder que nos perdona el viejo pecado, nos libra del pecado presente y nos da fuerzas 
para vencer al pecado en el futuro. Son buenas nuevas de victoria. 



EUSEBEIA^iso 

LA PALABRA DE LA VERDADERA RELIGIÓN 

Hay varias palabras griegas, características del lenguaje de las Epístolas Pastorales, 

que, como veremos, no son fáciles de traducir, pero que todas ellas contienen una idea 

esencial. 

Está euseheia, el nombre, que la Versión Reina Valera Antigua traduce piedad, y la 

misma versión, revisión de 1960, retiene usualmente esta traducción. La VP dice 

"devoción a Dios". 

Está ensebes, el adjetivo, que Reina Valera, Antigua y revisión de 1960, traduce devoto 

o piadoso; la VP traduce "entregada a Dios y respetable". 

Está eusehein, el verbo, que significa adorar, cumplirlos requisitos de la verdadera 

religión. 

Está eusebos, el adverbio, que la Versión Reina Valera Antigua traduce piadosamente. 

Está la palabra theosebeia, íntimamente relacionada con las otras, que la Versión 

Reina Valera Antigua traduce piedad. 

Está el adjetivo theosebes, que significa Dios adorable. 

Puede apreciarse que todas estas palabras proceden de la misma raíz, raíz que significa 

temor en presencia de lo que es más que humano, reverencia ante lo que es 

majestuoso y divino; pero no sólo expresan temor y reverencia, implican también la 

adoración que conviene con ese temor y la vida de activa obediencia propia de esa 

actitud reverente. El hecho es que, hasta donde el griego dispone de una palabra para 

expresar la idea de religión, esa palabra es eusebeia. 



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Comencemos viendo lo que los papiros griegos dicen de estos vocablos. En las 

Definiciones platónicas, eusebeia es justicia para con los dioses, y, según los estoicos, 

es el conocimiento de cómo Dios debe ser adorado, 

Luciano (De calum) dijo que el hombre ensebes, piadoso, religioso, es amante de los 

dioses (philotheos), Jenofonte (Memorabilia 4.3.2) dijo que el tal hombre es sabio en 

lo concerniente a los dioses. 

Los griegos acostumbraban definir cada virtud, cada buena cualidad, como el punto 

medio de dos extremos. La virtud era el feliz término medio entre algún defecto y algún 

exceso. Así, Plutarco dice que eusebeia es el término medio entre atheotes que 

significa ateísmo, y deisidaimonia, que significa superstición. Filón dijo que era el 

término medio entre asebeia, esto es, impiedad, y deisidaimonia, 

O sea, eusebeia es la actitud recta para con Dios y, en general, para con todo lo divino; 

la actitud que no elimina a Dios ni degenera en fútil superstición; la actitud que otorga 

a Dios el lugar que debe ocupar en la vida, el pensamiento y la devoción. 

Para Josefo eusebeia es lo contrario a eidololatreia, que significa idolatría, Eusebeia 

concede a Dios su justo lugar y lo adora en forma idónea. Platón urge a todos los 

hombres a la eusebeia para que podamos evitar lo malo y alcanzar el bien, y, así, llegar 

a ser amigos de Dios (Platón, Symposium i93d). 

Pero eusebeia no sólo pone al hombre en una relación justa con Dios, sino también con 

el hombre. Platón habla de eusebeia para con Dios y para con los hombres (Platón, 

República 615c). 

En el pensamiento griego, eusebeia tiene ciertos usos que ilustran todavía más la idea 

que hay tras esta palabra. Incluso en la religión pagana, eusebeia era un vocablo de 

noble linaje. 

(I) A veces, significa ese respeto a los dioses que resulta en un meticuloso llevar a cabo 
todo el ritual que exige el culto a las divinidades. Es decir que, a veces, puede ser más 
bien una palabra con significación de ritual correcto que de cualidad moral. Hay una 
inscripción en la que se alaba a la ciudad de Priene por su ''reverencia a todo lo 
divino'', es decir, por cuidar mucho todo lo concerniente al ritual de los templos de los 
dioses. Se decía que los tributos pagados a la religión eran ex eusebeias, i,e,, 
consecuencia de la piedad. Este es, hasta cierto punto, el significado ritual y más vulgar 
de la palabra. 

(II) Otras veces, eusebeia significa lealtad, pero, siempre, lealtad a una figura regia. 
En los papiros hay una carta que el emperador Claudio, tras un viaje a Bretaña escribió 
a cierto club para darle las gracias por una corona de oro que le habían regalado y que 
él reconocía como una muestra de eusebeia, de lealtad. Nerón invita a los griegos a 
reunirse con él en Corinto para recompensarlos por la buena voluntad y eusebeia, 
lealtad, que le habían demostrado. Así, pues, eusebeia puede expresar la lealtad de un 
hombre a su rey. 

(III) Pero la palabra va mucho más lejos. Para Sófocles eusebeia era la más grande de 
las virtudes. Heracles aconseja a Filoctato tener el debido respeto a todo lo que es 
celestial (eusebein). Sigue diciendo que todo lo demás es secundario según el parecer 
de Zeus; que eusebeia acompaña al hombre más allá de la muerte y que es la virtud 
que nunca puede perecer (Sófocles, Filoctato 1440-1444). Para este autor eusebeia era 
la piedra fundamental de toda virtud. Puede que la mejor definición de eusebeia se 
encuentre en la Memorabilia (4,8,11), en un pasaje donde Jenofonte rinde su último 
tributo a la memoria de Sócrates: "Por mi parte lo he descrito tal como fue: tan 
religioso (ensebes), que no hacía nada sin el consejo de los dioses; tan justo, que nunca 
cometió una injusticia, ni aun pequeña, contra ningún hombre, antes confirió los 
mayores beneficios a los que trataron con él; tan dueño de sí mismo, que nunca escogió 
el camino más agradable en lugar del mejor; tan sabio, que no se equivocaba en su 
juicio sobre lo mejor y lo peor, y no tuvo necesidad de ningún consejero, antes se apoyó 
en sí mismo para su conocimiento de esas cosas; no menos magistral en la forma de 
someter a los demás a prueba, de convencerlos de su error y de exhortarlos a seguir la 
virtud y la nobleza. A mí, pues, él me parecía ser todo lo que un hombre 
verdaderamente bueno y feliz debe ser". Esta es la descripción de lo que en griego se 

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considera euseheia, verdadera religión, y nadie puede decir que esta no sea una 

concepción noble. 

Desde el punto de vista griego, podemos hacer constar un hecho final. Los griegos 

usaban euseheia para traducir la no menos noble palabra latina pietas, Pietas era el 

espíritu de devoción a la bondad, el honor, a la honestidad y al deber, 

Warde Fowler ha escrito: "La cualidad reconocida a los romanos como pietas es la que 

está, a pesar de la desgracia y del peligro, por encima de las seducciones de la pasión 

individual y de la comodidad egoísta. La pietas de Eneas consistía en su sentido del 

deber para con la voluntad de los dioses, para con su padre, su hijo y su pueblo; y este 

deber nunca lo abandona" 

Toda la nobleza de la ética pagana, en su máxima expresión, se concentraba en esta 

virtud, eusebeia, hasta que el cristianismo se anexionó el vocablo y le dio un contenido 

aún más profundo. 

Ahora debemos volver al uso bíblico de eusebeia. En la Septuaginta, eusebeia no es 

común; pero hay dos formas de utilizarla que resultan muy luminosas. En Is. 11:2 se 

usa respecto del temor del Señor, que es uno de los dones del Espíritu; y en Pr. 1:7 se 

emplea con referencia a ese temor del Señor que es el principio de la sabiduría. De 

nuevo vemos que, básicamente, eusebeia es la actitud justa hacia Dios, la actitud de 

temor, reverencia, adoración y obediencia. 

Pero hay un libro, escrito en el período intertestamentario y llamado IV de Macabeos, 

que está dominado de cabo a rabo por la idea de eusebeia. 

Dicho libro fue escrito, en el siglo I (un tiempo lleno de disturbios para los judíos), por 

un fariseo que amaba la ley sobre todas las cosas. Según este hombre, lo único 

necesario en la vida es dominar las pasiones, y la única forma de dominarlas es 

obedecer la ley. Para él, ese dominio y esa obediencia eran eusebeia. Solamente 

aquellos que prestan atención a la piedad (eusebeia), y lo hacen de corazón, pueden 

rendir las pasiones de la carne con la fe que, como a nuestros patriarcas, Abraham, 

Isaac y Jacob, nos hace estar vivos para Dios. Pues, cualquiera que filosofe 

piadosamente (eusebos) según la completa regla de la filosofía (i.e., la ley), que crea en 

Dios y que sepa que es bienaventuranza soportar cualquier aflicción en nombre de la 

virtud, ¿no dominará sus pasiones valiéndose de la piedad (eusebeia)? (IV Mac, 7:18- 

22), 

El escritor de ese libro dice que la filosofía judía, esto es, la ley, "nos instruye en la 

piedad (eusebeia) para que podamos adorar al único Dios vivo en la forma que 

corresponde a su majestad" (IV Mac. 5:24). Otra vez estamos ante la concepción básica 

de que eusebeia esencialmente significa dar a Dios el lugar que debe ocupar en 

nuestros pensamientos, en nuestros corazones y en nuestras vidas. 

Ahora vayamos al NT. Eusebeia se encuentra una vez en Los Hechos. En Hch. 3:12, 

Pedro y Juan protestan que ellos no han sanado al paralítico por su propio poder o 

eusebeia (Reina Valera, versión de 1602 y revisión de 1960. 

Eusebeia se encuentra diez veces en las Epístolas Pastorales. En 1 Ti. 2:2, la aspiración 

de la vida cristiana debe ser vivir en toda piedad y honestidad. En 1 Ti. 3:16 se dice: 

Grande es el misterio de la eusebeia (Versión Reina Valera Antigua traduce piedad; 

VP: No hay duda que el secreto de nuestra religión es algo muy grande). 

En 1 Ti. 4:7 se exhorta al cristiano a que se ejercite en la piedad (Reina Valera, revisión 

de 1960, tiene piedad; Moffat traduce:... se ejercite en la vida religiosa). En 1 Ti. 4:8 

se dice que la eusebeia es provechosa para todas las cosas (Reina Valera Antigua y 

revisión de 1960, traduce piedad; VP: devoción). 

En 1 Ti. 6:3 se habla de la doctrina que es conforme a la eusebeia, a la piedad. En 1 Ti. 

6:5, 6, aquellos que procuran ganar dinero por la eusebeia están condenados, pero se 

indica que eusebeia con contentamiento es gran ganancia (Reina Valera Antigua y 

revisión de 1960, traduce piedad; VP: religión). 

En 1 Ti. 6:11 se induce al cristiano a seguir la eusebeia, la piedad, 2 Ti. 3:5 se refiere a 

los que sólo tienen apariencia de eusebeia (Reina Valera Antigua y revisión de 1960, 

traduce piedad; VP: religión), Tit. 1:1 habla de la verdad que es según la eusebeia 

(Reina Valera Antigua y revisión de 1960, traduce piedad; VP: religión), 

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Fuera de las Pastorales, eusebeia aparece cuatro veces en 2 Pedro. 2 P. 1:3 habla de la 

vida según la eusebeia, la piedad, 2 P. 1:6 pide al cristiano que añada eusebeia a la 

paciencia, amor fraternal a la eusebeia, la piedad. 

En 2 P. 3:11 hay una frase que reza: Toda conversación y eusebeia santas" (Versión 

Reina Valera Antigua y revisión de 1960 traduce piedad,- VP traduce: ¡Con cuánta 

consagración y devoción deben ustedes vivir!) 

Antes de que podamos fijar un modelo del significado de eusebeia, debemos mirar el 

uso de sus palabras afines en el NT. No obstante, ya se aprecia que eusebeia quiere 

decir verdadera piedad, verdadera devoción. Podemos ver que, efectivamente, 

eusebeia es la palabra para verdadera religión, y nos es absolutamente necesario 

entender plenamente este significado. 

En el NT, el adjetivo ensebes aparece cuatro veces. En Hch. 10:2 Cornelio es ensebes y 

temeroso de Dios (Reina Valera Antigua y revisión de 1960, traduce piadoso; VP: 

temor de Dios). En Hch. 10:7 leemos que Cornelio envió a un soldado que era ensebes, 

como su mensajero a Pedro (Reina Valera Antigua y revisión de 1960, traduce devoto; 

VP: que era hombre religioso). En 2 P. 2:9 se dice que Dios libra de la tentación a los 

que soneuse&es (Reina Valera revisión de 1960, traduce piadoso; YF: viven 

entregados a él). Esta palabra no se encuentra muy a menudo, pero una y otra vez 

comprobamos que la idea básica es la de una actitud justa y reverente para con Dios. 

El adverbio eusebos se encuentra dos veces. En 2 Ti. 3:12 se advierte que todos los que 

quieran vivir eusebos serán perseguidos (Reina Valera y revisión de 1960, traduce 

piadosamente, VP: todos los que quieren vivir consagrados). En Tit. 2:12 se usa la 

misma frase, vivir eusebos (Reina Valera revisión de 1960, traduce piadosamente; VP: 

y devoción a Dios). 

El verbo eusebein aparece en dos ocasiones. En Hch. 17:23, Pablo lo usa cuando habla 

a los atenienses respecto del Dios que adoraban sin conocerlo. En 1 Ti. 5:4 se dice a los 

hijos de las viudas que deben ser piadosos para con su familia, recompensando a sus 

padres. VP: deben aprender primero a cumplir sus obligaciones con los de su propia 

familia). Cuando fijemos el modelo cristiano de verdadera religión, veremos que a esta 

última debe dársele un lugar preeminente en él. 

Para completar nuestro estudio debemos incluir dos palabras afines a las que estamos 

considerando. En el NT, la palabra theosebeia se encuentra dos veces. La diferencia 

entre eusebeia y theosebeia es la parte seb-, que significa reverencia o adoración, Eu 

es la palabra griega que significa bien; por tanto, eusebeia es reverencia, adoración 

dada bien y con rectitud. Eusebeia enfatiza la rectitud de la reverencia, su carencia de 

supersticiones, de imperfecciones e incongruencias. 

Theos es la palabra griega que significa Dios; por tanto, theosebeia significa 

literalmente adoración a Dios, Así, pues, theosebeia es una palabra más amplia, pero, 

de hecho, las dos palabras significan casi lo mismo, excepto que eusebeia enfatiza la 

rectitud de la adoración. 

El único ejemplo de theosebeia está en 1 Ti. 2:10, donde se dan diversos consejos a las 

mujeres que profesan theosebeia (Reina Valera Antigua y revisión de 1960, traducen 

piedad; VP: que se han consagrado a Dios). 

En el NT, el adjetivo theosebes se encuentra sólo en Jn. 9:31. Dios oye las oraciones del 

hombre que es theosebes (Reina Valera Antigua y revisión de 1960, traducen temeroso 

de Dios; VP: a los que le adoran). 

Ya hemos estudiado completamente estas grandes palabras según figuran en el NT. 

Hemos visto que el significado básico de todas ellas es la actitud recta para con Dios y 

para con la santidad, majestad y amor de Dios. Ahora nos queda precisar en qué 

consiste esa actitud recta. 

(I) Ensébela, verdadera religión, viene a través del divino poder de Jesucristo (2 P. 1:3). 

Sin ver a Jesús, sin la ayuda de Jesús, sin la presencia de Jesús, la verdadera religión es 

imposible. 1 Ti. 3:16 habla del "misterio de la piedad': En el NT, y en el mundo antiguo, 

un misterio no era algo difícil de entender, y nada más, sino algo ininteligible 

solamente para los no iniciados. Un misterio era un secreto divino, ininteligible al mero 

espectador, pero abierto, precioso, claro y cristalino, para el verdadero adorador. Así, 

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Jesús trajo a los hombres el secreto de la verdadera religión. En él, los hombres ven a 
Dios y aprenden cómo adorarlo. 

(II) Pero aunque euseheia, verdadera religión, es el don del poder de Jesucristo, el 
hombre debe luchar y batallar por alcanzar ese don. Debemos ejercitarnos para la 
piedad (i Ti. 4:7). Debemos seguir la piedad (1 Ti. 6:11). 

La primera palabra que usa Pablo (gumnazein) está relacionada con los atletas; y el 
segundo pasaje, que viene exacta e inmediatamente antes de que pida a Timoteo pelear 
la buena batalla, se aplica a un soldado. El cristiano es atleta y soldado a la vez. Como 
el atleta se ejercita para competir, así el cristiano debe ejercitarse para ser un seguidor 
de Cristo. Como el soldado debe batallar por la victoria, así el cristiano debe intrépida e 
incansablemente hacer frente a la lucha por la bondad. 

(III) Este don y esta lucha, combinados, traen tres cosas- 

(a) Eusebeia trae disturbios. El hombre que quiera vivir para Cristo debe esperar 
sufrir persecución (2 Ti. 3:12). Ser distintos del mundo, regirse por normas y 
aspiraciones diferentes, siempre es peligroso. No es paz, sino gloria lo que Cristo nos 
ofrece. 

(b) Eusebeia trae poder. Santidad y poder fue lo que las multitudes de Jerusalén 
vieron en Pedro y en Juan (Hch. 3:12). Cristo nunca encomienda a un hombre una 
tarea sin darle también el poder para llevarla a cabo. En un mundo que se está 
derrumbando, sólo el cristiano tiene el poder para mantenerse como una fortaleza 
contra los asedios de los tiempos. 

(c) Eusebeia trae a Dios, Para el verdadero adorador de Dios el camino del Señor 
siempre está abierto (Jn. 9:31). En cada tiempo de prueba, el cristiano puede retirarse a 
la presencia de Dios para reaparecer con un poder que no es el suyo. El cristiano tiene 
continuo acceso al poder del Eterno. 

(IV) Eusebeia es el distintivo de la vida cristiana. La aspiración y deber del cristiano es 
vivir en toda piedad y honestidad (1 Ti. 2:2). "Un santo, como alguien ha dicho, es todo 
aquel que facilita la creencia en Dios". Incluso dentro del mundo, algo de la gracia y la 
gloria celestiales se adhiere a la vida del cristiano. El también lleva a Dios a los 
hombres. 

(V) Eusebeia es el origen de toda verdadera teología y de todo verdadero pensar (1 Ti. 
6:3; Tit. 1:1). Una de las grandes realidades desatendidas por la vida cristiana es que 
inspiración y revelación están moralmente condicionadas. Dios sólo puede decir a un 
hombre lo que ese hombre es capaz de entender y de recibir. Cuanto más cerca viva un 
hombre de Dios, más puede Dios decirle. El gran pensador debe ser primero un gran 
hombre. Para aprender de Dios debemos primero obedecerle. Bien puede ser cierto que 
el hombre que dice no poder entender la fe cristiana, en realidad, no quiera entenderla, 
e incluso puede tener miedo de entenderla. 

(VI) Eusebeia no debe confundirse nunca con prosperidad material. El hombre que ve o 
usa la religión como un medio para el éxito material tiene una visión degradante de lo 
que es religión (1 Ti. 6:5). La verdadera religión es el camino hacia el auténtico 
provecho y el legítimo gozo en este mundo y en el venidero (1 Ti. 4:8), y su esencia 
radica en la verdad fundamental de que la genuina felicidad nunca es resultado de 
poseer cosas, pues éstas no son las que dan satisfacción o paz. La verdadera felicidad se 
encuentra en las relaciones personales. Si un hombre tiene amor, lo tiene todo. Y la 
relación personal más grande es la que se establece con Dios. Si tal relación es justa, 
entonces, la vida es auténtica felicidad. 

(VII) Eusebeia es lo que resulta de la vida vivida a la luz de la eternidad. En 2 P. 3:11 se 
exige a los hombres santa y piadosa manera de vivir porque Cristo viene otra vez. Es 
posible que hoy, tras el lento paso de los siglos, no esperemos la Segunda Venida con el 
ansia de la iglesia primitiva. Pero, al mismo tiempo, sigue siendo verdad para todo 
hombre que nadie sabe cuándo debe dejar el tiempo para entrar en la eternidad. Y 
verdadera religión es la característica del hombre cuya vida es tal, que siempre está 
preparado para encontrarse con Dios. 



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(VIII) Por todo esto, la verdadera eusebeia no separa al hombre de su prójimo. A la 
eusebeia debe añadirse, como parte esencial de ella, amor fraternal (2 P. 1:6, 7). La 
verdadera religión se ocupa tanto de Dios como del hombre. 

Hay ciertas religiones que separan al hombre de su prójimo. Pueden hacerle dejar la 
vida del mundo por la vida de contemplación, meditación y oración, como es el caso de 
los monjes y ermitaños. Pero la oración, la contemplación y meditación, siendo grandes 
y esenciales resultan imperfectas, truncadas e incluso anticristianas, si no vienen a 
parar en la acción. Es cierto que hay ocasiones cuando un cristiano debe retirarse del 
mundo, pero se retira sólo para volver más capaz de hacer frente al mundo, o sea, de 
ajnjdarle, y de vivir con sus semejantes. El cristiano no vive con Dios para evitar a su 
prójimo, sino para poder solventar mejor el problema de vivir juntos. 

(IX) Eusebeia, verdadera religión, no está confinada a los recintos de la iglesia, y no se 
limita a la adoración, liturgia y ritual de la iglesia. La verdadera religión empieza en el 
hogar. Los que quieran ser verdaderos siervos de Cristo y de su iglesia deben recordar 
que -el primer deber que impone la religión ataña a su propia familia (1 Ti. 5:4). Si el 
trabajo en la iglesia de un hombre o una mujer implica desatender a su familia, 
entonces, esto es irreligión, no religión. 

Nunca puede haber una iglesia cristiana que no está fundada en el hogar cristiano; y la 
obra religiosa más importante no es la que se hace en público, sino en el retiro del 
hogar, y en medio de lo que debe ser el círculo de nuestros seres más queridos. 
Jesús dijo que donde estén dos o tres reunidos en su nombre él está en medio de ellos 
(Mt. 18:20); y se ha sugerido que esos dos o tres son padre, madre e hijos. No sabemos 
si será así o no, pero sí es completamente cierto que el verdadero cristianismo, como la 
verdadera caridad, debe empezar en el hogar, así como también es cierto que no debe 
quedar ahí, sino alcanzar a la iglesia y al mundo. 

Cuando los pensadores cristianos tomaron la palabra eusebeia, ya era una gran 
palabra; pero la llenaron de un contenido que la hizo mucho más grande de lo que 
jamás pudiera ser en labios de cualquier pensador pagano. 



KATHAROS2513 
LA VIDA LIMPIA 

Katharos, que significa "puro" o "limpio", es una de las grandes palabras griegas. Se 
encuentra veinticuatro veces en el NT, pero, antes de ser una palabra adoptada por el 
cristianismo, ya tenía una rica variedad de significados, todos los cuales contribuyen al 
significado que tiene para nosotros. 

(I) Veamos katharos en el griego clásico, (a) Con Homero, comenzó significando 
"físicamente limpio", en el sentido en que el cuerpo de un hombre o las prendas de 
vestir están limpios, (b) Después significa "puro", en el sentido de libre de mezcla. A 
menudo se usa res pecto del agua clara; algunas veces se aplica a la luz del sol y al 
viento limpio; es la palabra para el pan "blanco"; se emplea regularmente con respecto 
al cereal que ha sido aventado, y también se aplica a los metales sin alear y a los 
sentimientos sencillos. Cada una de estas ideas contribuye con algo a la formación del 
pleno significado cristiano de la palabra, (c) Katharos se usa en el sentido de "libre de 
deudas". Un hombre que ha pagado todas sus cuentas e impuestos, y del que nadie 
tiene que reclamar nada, es katharos. Hacer a alguien katharos es descargarlo de 
alguna deuda o eximirlo de algún gravamen, (d) Katharos significa "libre de culpa y 
contaminación". Se usa respecto de las manos inocentes y de un cuerpo y de un alma 
moralmente limpios, (e) Significa "ceremonialmente limpio", es decir, apto para 
acercarse a Dios o para el culto de Dios. En este sentido, se utiliza con referencia al 
altar, al sacrificio, al adorador que ha llevado a cabo correctamente el ritual y a los días 
en que deben ofrecerse los sacrificios. Katharos describe algo propio del servicio de 
Dios, (f) Significa "de sangre pura", "genuino". Así, se dice de alguien cuya raza es pura 
y de una sentencia cuya autenticidad no puede ponerse en tela de juicio. 

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(II) Ahora veamos katharos en los papiros, (a) Se aplica a toda clase de cosas para 
indicar que están "limpias", "puras", "sin tacha". Un hombre escribe: "He examinado la 
cabra y certifico y sello que es katharos, te,, "físicamente perfecta". Otro hombre 
promete: "Te devolveré los campos katharos, limpios, como los recibí", (b) Se usa 
respecto de un documento que ha sido corregido y está "libre de errores". Sería la 
palabra que podríamos aplicar a una prueba corregida, (c) Se utiliza con referencia a 
"las condiciones en que hay que entrar a un templo". "La primera, y más importante, es 
que los adoradores deben tener sus manos y sus mentes puras y sanas, y no ha de haber 
nada terrible sobre sus conciencias." 

(III) Ahora veamos katharos en el NT. Se usa con respecto a la limpieza física. La 
sábana de lienzo en que envolvieron el cuerpo de Jesús estaba katharos (Mt. 27:59; cf 
Mt. 23:26; Ap. 19:8). (b) Se usa en el sentido de "limpio" con el significado, cuando 
tiene que ver con personas, de estar en condiciones para el servicio y culto de Dios, y, 
cuanto tiene que ver con cosas, de ser aptas para que los cristianos las utilicen (Jn. 
13:10; Le. 11:41; Ro. 14:20; Tit. 1:15). (c) Se emplea en el sentido de "inocente de 
cualquier delito" (Hch. 18:6; 20:26). (d) Se usa respecto "del corazón limpio y de la 
buena conciencia" (1 Ti. 1:5; 3:9; 2 Ti. 1:3; 2:22; 1 P. 1:22). (e) Se utiliza con referencia 
al culto que es idóneo para darlo a Dios (Stg. 1:27). 

Pero el sumo ejemplo del uso de esta palabra en el NT está en las Bienaventuranzas. 
"Bienaventurados los katharoi (plural) de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt. 
5:8). ¿Cómo explicaremos katharos aquí? ¿Qué significado le daremos? Una palabra se 
da siempre a conocer por las otras que la acompañan. Hay cuatro vocablos griegos a los 
cuales se asocia katharos muy a menudo: (a)Alethinos, que significa "real", 
"genuino", como opuesto a lo irreal y, podríamos decir, a lo fraudulento; (b) amiges 
que significa "puro", "simple". Esta palabra se usa, por ejemplo, respecto del deleite 
puro y, también, respecto del rollo que contiene la obra de un solo autor, (c) Akratos, 
que describe el vino puro, no adulterado con agua. Es puro en el sentido de "neto", 
completamente natural. (d)Akeratos, que es la palabra para describir al oro sin mezcla 
alguna, al cabello que nunca ha sido tonsurado, al prado que no ha sido segado y a una 
virgen cuya castidad jamás se ha puesto en duda. 

Por tanto, si todas estas palabras se refieren a lo que es puro, libre de toda mancha y 
mezcla de mal, ¿cómo, pues, traduciremos: Bienaventurados los katharoi de corazón? 
Podríamos pensar de la siguiente manera: Bienaventurados son aquellos cuyos móviles 
no tienen mezcla alguna, cuyos pensamientos son absolutamente sinceros, aquellos que 
son completamente ingenuos. ¡Qué llamamiento al autoexamen hay aquí! Esta es la 
bienaventuranza más exigente de todas. Cuando examinamos nuestros móviles con 
honestidad, nos sentimos humillados, porque encontrar un móvil sin mezcla alguna es 
lo más raro del mundo. Pero la bienaventuranza es para el hombre cuyos motivos son 
tan puros como el agua clara, y cuya ingenuidad le induce a hacer todo como si fuera 
para Dios. He aquí el modelo por el cual esta palabra, katharos, y esta bienaventuranza 
exigen que nos rijamos. 



KALOS2570 

LA PALABRA DE LA SIMPATÍA 

Kalos es la palabra típica del NT para describir la cualidad característica de la vida 
cristiana. Aparece no menos de cien veces. Usualmente, en la Versión Reina Valera 
Antigua es traducida bueno y, usualmente, honesto (p, ej, Ro. 12:17; 2 Co. 8:21). 
En este caso, honesto no significa, fundamentalmente, decir la verdad, ya que se usa 
en el sentido latino de honestus, que significa hermoso, gracioso, agradable a los 
ojos. 

En el griego clásico, kalos es una de las palabras más nobles, y no hay nada que, a 
través de su historia, deje de tener un cierto esplendor. 



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Originalmente se refería a la belleza de la forma. Podía aplicarse a una persona 
atractiva o a cualquier cosa que fuera bella. Candaules pensaba que su esposa, la reina, 
era la más hermosa (kalliste, el superlativo) de todas las mujeres (Heródoto, 1.8). 
Homero dice que Nireo era el más hermoso (kallistos) de todos los hombres que 
fueron a Troya (Iliada 2.673). La diosa Atena se apareció a Odiseo en forma de mujer 
hermosa y esbelta (Odisea 13.289). Cuando, en Homero, kalos describe personas, 
muy a menudo aparece acompañado de megas, que significa alto, grande. En la 
belleza que describe kalos, siempre hay grandeza y majestad. 
Jenofonte describe a Ciro como el más hermoso (kallistos) y el de corazón más 
generoso (Jenofonte, Ciropedia 1,2,1); y, en la Memorabilia (2,6,30), cuenta cómo 
Cristóbulo expresa a Sócrates su deseo de tener un alma buena y una apariencia 
hermosa (kalos), 

Kalos se usa respecto de cualquier parte del cuerpo que esté proporcionada y bien 
formada, Homero describe a Menelao, mencionando sus bien formadas (kalos) 
piernas y sus hermosos tobillos manchados de sangre (Iliada 4.147); habla de la 
hermosa (kalos) de Afrodita, diosa del amor (Iliada 5.354). 

Kalos no se utiliza solamente con relación a las personas; puede describir todo lo que 
sea hermoso y bello, Homero lo usa respecto del magnífico vestíbulo de una 
espléndida mansión (Odisea 14.7) y de un escudo hermosamente labrado (Iliada 
11.33). También usa kalos con respecto al hermoso manto y a la túnica que Circe trajo 
a Odiseo (Odisea 10.365), y, asimismo, con referencia a la túnica de la diosa Atenea, la 
más hermosa por sus recamados f/Zíada 6.224), y con relación a un /lermoso huerto 
(Iliada 12.314). 

Doquiera se encuentre esta palabra, descuella la idea de encanto, de atractivo, de gracia 
y, en general, de eso que deleita al corazón y agrada a los ojos. 
Además, kalos es el adjetivo que implica amor y admiración. Los ciudadanos que 
amaban a Atenas, le llamaban la Hermosa (kalos), Aristófanes dice que Sitalces 
escribe sobre los muros de la ciudad, como haría un enamorado, la frase: "Atenas es 
hermosa" (A carnes 144). 

Píndaro habla de "afrentosa senectud, privada de cuanto constituye la honra de una 
vida'' (Olímpicas 1.84). Jenofonte, refiriéndose a Creso, cuenta que, cuando subió al 
trono, prometió a los ¡¡dos que tendrían cuanto de hermosas posesiones un hombre o 
una mujer pueda tener (Jenofonte, Ciropedia 7.2.13). 

Heródoto usa kalos de una forma muy interesante. Hablando de la modestia esencial 
que debe caracterizar a la vida, dice: "Hace mucho tiempo que los hombres dieron 
normas sabias (kalos) para que nos ilustremos (Heródoto, 1.8). Y añade que, 
comparados con los persas, los bárbaros masagetas no tienen idea del lado grato 
(kalos) de la vida (Heródoto, 1.207). Kalos describe todo cuanto hace que la vida 
resulte grata, agradable y buena. 

Aunque kalos contiene la idea esencial de belleza, implica también la de utilidad. La 
belleza que kalos describe no es meramente decorativa; es, además, útil a los hombres. 
Homero, describiendo Feacia, escribe así: "La ciudad tiene un bello (kalos) puerto en 
cada extremo" (odisea 6.263). También usa kalos respecto de un viento favorable: 
"Embarcaron y, partiendo de la espaciosa Creta, navegaron al soplo de un próspero 
(kalos) y fuerte viento del Norte" (Odisea 14.229). 

Tucídides emplea kalos para describir un campamento bien situado (Tucídides, 5.60), 
y Jenofonte lo usa con referencia a las monedas acuñadas en plata pura y carentes de 
defectos (Memorabilia 3.1.9). Los griegos hablaban a menudo de un kalos chronos, de 
un buen tiempo, de un tiempo ideal para hacer cualquier cosa. 

Kalos también significa bello y honorable en sentido moral, Homero, hablando de los 
hombres rapaces, dice: "No es honorable (kalos) ni justo robar a los huéspedes de 
Telémaco" (Odisea 20. 294). 

Cuando Antígona desea sepultar el cuerpo de su hermano Polinice (aunque no podía 
hacerlo porque el rey Creonte lo había prohibido) y le advirtieron que pagaría con la 
vida su deseo, ella contestó: "Me es dulce (kalos) morir en este menester" (Sófocles, 
Antígona 72), 

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Píndaro habla de "la luz inextinguible de nobles (kalos) hazañas" (ístmicas 4.42). 

Jenofonte dice que Sócrates era un modelo de nobleza (kalos) (Jenofonte, Symposium 

8.17). La virtud, según Jenofonte, trae honor (kalos) al hombre y beneficio al Estado 

(Memorabüia 3.5.28). 

Platón usa kalos para describir la buena conducta de un muchacho que honra a Atenas, 

donde es educado (Platón, symposium i83d). 

Jenofonte dice que Sócrates discutió lo que es piadoso y lo que es impío, lo que es bello 

(kalos) y lo que es feo (Memorabilia 1.1.16). 

Crísipo el estoico sostuvo que todo lo que es bueno es bello (Diógenes Laercio, 7.101). 

Kalos describe la belleza de la acción honorable y pura. 

La mejor forma de apreciar el significado de kalos será contrastándolo con agathos, 

que es la palabra griega corriente para expresar la idea de lo bueno, Agathos es lo 

moral y prácticamente bueno; kalos no solamente denota lo que es moral y 

prácticamente bueno, sino, también, lo que es estéticamente bueno, amable y agradable 

a los ojos. 

Hort, comentando Santiago 2:7 dice: "Kalos es lo bueno como visto, como 

impresionando directamente todo lo que entra en contacto con él -no solamente bueno 

en resultado, que sería agathos". En el relato de la creación, cuando Dios miraba el 

mundo que había hecho vio que era bueno (Gn. 1:8), y la palabra que se usa es kalos. 

Cuando una persona o cosa es agathos, lo es en el sentido moral y práctico del término 

y en el resultado de su actividad; pero kalos añade a la idea de bondad la de belleza, de 

atractivo, de gracia, de simpatía. Agathos apela al sentido moral; pero kalos apela 

también a los ojos. 

Aristóteles define la nobleza (to kalon) como aquello que es preferible y deseable por sí 

mismo (Retórica 1364b 27); como aquello que, siendo preferible por sí mismo, es 

digno de alabanza, porque es bueno y agradable (íbid,, 1366a 33). 

La palabra latina equivalente a kalos es honestus. Cicerón, definiéndola, dice que 

"aunque se le despojara de su utilidad, de sus recompensas y frutos, aún seguiría siendo 

digna de alabanza por su propio objeto" (De Fin, 2.45). 

Tácito describe honestus como "esa cualidad que hace a un hombre digno de alabanza, 

aunque se le despojara de todo lo demás" ( Historias 4,5), En todo lo que sea kalos u 

honestus hay un natural e indestructible encanto y atractivo. 

Ahora veamos brevemente el uso de esta palabra en los papiros. 

Se usa respecto de los animales que no tienen defecto y que son apacibles; se utiliza 

para describir las medicinas eficientes en contraste con las que han perdido su eficacia. 

Se emplea respecto de las uvas completamente sazonadas, dulces al paladar y 

agradables a la vista, y, también, respecto del vino que se ha dejado posar y madurar 

hasta que se torna meloso. 

Se emplea para describir una operación comercial ventajosa y una túnica bien 

cortada. Cuando kalos se refiere a las personas va unido a pistos, que significa digno 

de confianza y formal. Se usa respecto del hombre honorable, cuya palabra, igual que 

su compromiso y juramento, es incuestionablemente aceptada. Discutiendo kalos en 

los papiros, Milligan, refiriéndose al poder que hay en kalos, dice que a todas luces se 

evidencia a sí mismo. Todo lo que es kalos tiene belleza en su apariencia, es decir, a la 

vista de todos. 

Claramente se aprecia que kalos es una palabra noble que describe lo hermoso, lo 

bello, lo que despierta amor y admiración, lo que es útil y honorable. Kalos es la 

palabra que se refiere a la bondad atractiva, no solamente a la que satisface a la 

conciencia, sino también a la que deleita al corazón y a los ojos. 

Habiendo estudiado la palabra kalos en el griego clásico y en los papiros, hagámoslo 

ahora en el NT. 

(I) Kalos, en el NT, también se usa para describir todo lo que es útil a los propósitos de 

la vida y, además, agradable de ver. Describe: las piedras que adornaban el templo (Le. 

21:5), el fruto del árbol bueno (Mt. 3:10; c/Lc. 3:9; Mt. 7:17-19; 12:33; Le. 6:43), la 

buena tierra que está despedregada, y es rica y fértil (Mt. 13:8, 23; cf Mr. 4:8, 20 y Le. 

8:15), la buena semilla (Mt. 13:24, 27, 37, 38), el pescado escogido como bueno entre 

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todo el que sacan las redes (Mt. 13:48), la sal (Mr. 9:50), el buen vino (Jn. 2:10) y la 
buena medida que es generosamente dada (Le. 6:38). También se dice que la ley es 
halos (Ro. 7:16; 1 Ti. 1:8); el nombre de Cristo es halos (Stg. 2:7); la Palabra de Dios es 
halos (Hch. 5:14). Kalos es el vocablo que, característicamente, describe lo bueno, lo 
útil y lo agradable de la vida. 

(II) Uno de los usos más interesantes y significativos de halos tiene que ver consistente 
y repetidamente con las buenas obras que deben caracterizar la vida del cristiano. 
Nuestra luz ha de ser muy brillante en presencia de los hombres para que puedan ver 
nuestras buenas obras (Mt. 5:16). Jesús había mostrado a sus enemigos muchas 
buenas obras (Jn. 10:32, 33). 

Pablo quiere, pero no puede, hacer to halón, lo que es bueno (Ro. 7:16). Los corintios 
deben hacer lo que es halos (2 Co. 13:7). Los gálatas no deben cansarse de hacer lo que 
es halos (Gá. 6:9). Los tesalonicenses deben probarlo todo y retener lo que es halos (1 
Ts. 5:21). 

El cristiano ha de ser un ejemplo y un celoso de buenas obras (Tit. 2:7, 14). Debe 
ocuparse en buenas obras, las cuales son el distintivo de su vida (Tit. 3:8, 14). Los 
cristianos deben incitarse mutuamente al amor y a las buenas obras (He. 10:24) y 
tener una buena conciencia (He. 13:18). 

He aquí una forma de utilizar halos, que arroja un torrente de luz sobre la vida 
cristiana. Evidentemente, no es suficiente con que la vida cristiana sea buena; también 
debe ser atractiva. Una bondad ceñuda y con poco encanto es, ciertamente, bondad, 
pero no cristiana, porque la bondad cristiana ha de tener cierto encanto. En las obras 
cristianas, tiene que haber una floración de hechizo. El auténtico cristianismo debe 
siempre atraer y nunca repeler. Hay algo así como una bondad rígida, austera y 
desamorada, pero tal bondad se aparta mucho del modelo cristiano. El cristiano, en 
todos sus esfuerzos por ser bueno, en todos sus empeños por lograr la santidad moral, 
nunca debe olvidar la belleza de la santidad, 

(III) De esta idea básica de halos, surge una apelación que atraviesa todo el NT. Dicho 
un poco a la ligera, el NT enfatiza, una y otra vez, el valor publicitario de la verdadera 
vida cristiana. Enfatiza el hecho de que, frente al extraño, el mejor abogado del 
cristianismo es la amabilidad puramente bella y atrayente del verdadero cristiano. 

El consejo de Pablo a los romanos es que deben procurar lo honesto (halos), en el 
sentido del honestus latino, es decir, lo hermoso, lo bello, lo agradable de mirar, 
delante de los hombres (Ro. 12:17). También urge a los corintios a que procuren lo que 
es honesto (halos), no sólo delante de Dios, sino también delante de los hombres (2 Co. 
8:21). 

Las Epístolas Pastorales también insisten en que los oficiales de la iglesia han de tener 
buen testimonio delante de los de fuera (1 Ti, 3:7), Las viudas deben tener reputación 
pública de buenas obras (1 Ti. 5:10). La única riqueza y fundamento del cristiano 
radica en las buenas obras (1 Ti. 6:18). 

Santiago apremia a los hombres a vivir de una forma tal, que demuestran su fe (Stg. 
3:13), y Pedro urge a sus conversos a que mantengan su manera de vivir halos delante 
de los gentiles (1 P. 2:12). 

El NT mantiene que la mejor arma misionera de la iglesia es la auténtica vida cristiana. 
Sostiene que los hombres deben ser atraídos, mucho más que objetados, a la vida 
cristiana. En la vida del cristiano, ha de haber bondad, pero, también, encanto, lo cual 
provocará en los hombres el deseo de conocer el secreto de esa vida. 
Uno de los hechos más sugestivos y luminosos concernientes a halos es que, de las cien 
veces que aparece en el NT, veinticuatro corresponden a las Epístolas Pastorales. 
Las cartas a Timoteo y a Tito fueron escritas en un tiempo crucial de la historia de la 
iglesia; tiempo en que la iglesia era una pequeña isla de cristianismo rodeada por un 
mar de paganismo; tiempo en que la tarea misionera de la iglesia estaba en su punto 
culminante de necesidad y dificultad. Para afrontar esa situación, cada miembro y cada 
obra de la iglesia tenía que ser halos. El mundo debía ser obsequiado con la 
amabilidad, la simpatía y el atractivo de la fe cristiana. Casi podemos decir que los 
hombres habían de ser seducidos. 

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(I) El cristiano ha de ser un buen soldado para luchar la buena batalla, todo lo cual 
podía Pablo decir de sí mismo, porque él lo había hecho (i Ti. i: 18; 6:12; 2 Ti. 2:3; 4:7). 
Debe haber cierta cualidad de caballerosa gallardía en la vida cristiana. El cristiano no 
debe servir a Jesús como un conscripto o recluta; más bien tiene que ser una especie de 
aventurero de Cristo que hace claro a todos, para su felicidad vital, que encuentra 
emocionante el servir al Señor aun cuando haya que enfrentarse con grandes 
dificultades. El cristiano ha de ser el alegre, sonriente y desenvuelto caballero de Cristo. 

(II) El cristiano debe ser el buen siervo de Jesucristo. (1 Ti. 4:6). El servicio del 
cristiano, tanto a Cristo como a sus semejantes, tiene que ir acompañado por una 
sonrisa. Es el servicio que implica la milla extra, el servicio prestado de buena gana, el 
servicio en el que el siervo encuentra placer y deleite. No es bastante servir a Cristo 
eficientemente; a la eficiencia hay que añadir el encanto y la amabilidad que kalos 
incluye. 

(III) La enseñanza cristiana debe ser kalos (1 Ti. 4:6). En toda la enseñanza cristiana, 
incluso en sus aspectos más severos, debe haber encanto y atractivo. Robert Louis 
Stevenson anota en su diario, como si fuera un suceso no corriente, lo que sigue: "Hoy 
fui al templo y no me sentí deprimido". Clovis G. Chappell dice: "Ningún hombre tiene 
derecho a predicar en forma tal, que despida abatidos a sus oyentes ... Cada sermón 
desalentador es un mal sermón ... Un hombre desalentado no es un haber, sino un 
debe"; es decir, una carga. La enseñanza cristiana debe ser kalos; tiene que atraer 
hombres a Cristo, no intimidarlos o amenazarles. 

(IV) El servicio en la iglesia debe ser kalos (1 Ti. 3:1, 13). Demasiado a menudo, el 
servicio que se presta en la iglesia está caracterizado por la crítica, el impedimento, la 
santurronería y la altivez, en vez de por la cordialidad, el sano estímulo, el apoyo y el 
amor. 

(V) La profesión y testimonio cristianos deben ser kalos, como lo fue el testimonio de 
Cristo (1 Ti. 6:12, 13). Un hombre puede testificar de Cristo en forma tal, que atraiga a 
sus semejantes o que los aleje. El verdadero testimonio cristiano no es torvo, rígido, 
lleno de protestas y prohibiciones, que castra la vitalidad y borra el color de la vida. El 
auténtico testimonio cristiano atrae por su brillo y esplendor, por su vitalidad y su 
vivacidad. Uno de los alumnos de Alice Freeman Palmer, la gran maestra, dijo de ella: 
"Hacía que me sintiera como bañado en la luz del sol". 

(VI) 1 Pedro tiene algo que añadir a las Epístolas Pastorales: el administrador de la 
gracia de Dios debe ser kalos (1 P. 4:10). El cristiano ha de llevar la gracia de Dios a los 
hombres, especialmente, el ministro de Cristo y de su iglesia, y debe hacerlo con 
simpatía y fuerza atractivas. Su primera intención tiene que ser abrir puertas, no 
cerrarlas; tiene que ser congeniar y simpatizar, no condenar. Hay predicadores que 
amenazan y denuncian tanto, que al escucharlos casi sentimos que nos odian. Ningún 
predicador ganará hombres para Cristo si antes no evidencia que los ama. Es preciso 
que haya cierta afabilidad en quien aspire a ser administrador de la gracia de Dios si 
quiere merecer el título de kalos, que debe pertenecerle. 

Cada cristiano y cada actividad de la vida cristiana debe ser kalos. El cristiano ha de 
ser afable, y de cada una de sus acciones tiene que irradiar simpatía. Sólo así servirá a 
Cristo y ganará a su prójimo. 

Hemos estudiado, con algún detalle, el significado y uso de la palabra kalos en el griego 
clásico y en el NT; pero, deliberadamente, hemos dejado para el final los dos usos de 
esta palabra que, en el NT, ilustran mejor que ningún otro el significado de kalos. 
Uno de los relatos más hermosos del NT es el de la unción de Jesús por aquella mujer 
en casa de Simón el leproso, en Betania. La mujer amaba a Jesús, y esa fue la única 
forma en que pudo demostrar su amor. Los obtusos, insensibles y poco imaginativos 
espectadores la criticaron por su atrevida extravagancia. La respuesta de Jesús fue: 
"Ella ha hecho conmigo una buena, kalos, obra" (Mt. 26:10; Mr. 14:6). 
Este incidente es la perfecta ilustración de todo lo que kalos significa. Fue una prueba 
de amor; fue la expresión de un amor que sabía que ya era bastante dar lo mejor que 
tenía; fue un gesto de amor que despreciaba calcular el precio, que ponía la belleza por 
encima de la mera utilidad; un amor consciente de que el dar nunca puede ser dictado 

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por la cautelosa prudencia del sentido común. Una obra kalos es la que guarda en sí, 

como reliquia, la belleza de la extravagancia del amor. 

El segundo uso de kalos en el NT, reservado para el final por ilustrar plenamente el 

significado de la palabra, tiene que ver con la aplicación al título de Jesús que para 

muchos es el más precioso de todos - el Buen Pastor (Jn. 10:11, 14). 

El pastor no cuida de sus ovejas con fría eficiencia solamente, sino con amor sacrificial. 

Cuando las ovejas están en peligro, el pastor no tiene en cuenta el riesgo de socorrerlas, 

antes da su vida por ellas. No las cuida durante cierto número de horas diarias, sino que 

las vigila todo el día, y por la noche se acuesta en sentido transversal frente a la entrada 

del redil, haciendo literalmente de puerta. De nuevo estamos ante la misma idea. El 

buen pastor es el que su servicio es hermoso y heroico, porque no lo presta por dinero, 

sino por amor. 

La idea básica de kalos es belleza con atractivo, y nada nos parecerá kalos si no 

partimos del amor. Las obras kalos son las que proceden de un corazón donde reina 

absolutamente el amor. La magnitud del amor oculto en el corazón se hace visible en la 

belleza de una obra. 

No hay palabra castellana que traduzca plenamente a kalos; no hay ninguna palabra 

que reúna en sí la belleza, la simpatía, la utilidad, la generosidad y el atractivo que 

incluye y expresa este vocablo. 

J. P. Struthers, el gran predicador escocés, acostumbraba decir que lo óptimo para la 

iglesia sería que los cristianos hicieran de vez en cuando algo que fuera gentil, y él 

actuaba con arreglo a su propio consejo. Vivía en Greenock, en una rectoría que estaba 

al final de la carretera que ascendía sobre el estero hasta la ladera de una colina. Los 

mozalbetes y mozuelas, al atardecer solían pasear por esa carretera, y Struthers, que 

tenía un jardín, hacía ramilletes de flores y luego los ponía a lo largo de toda la cerca. 

Los mozos, que ya sabían el porqué del poético gesto del predicador, los cogían y se los 

ofrecían a sus parejas. Esta acción ilustra perfectamente lo que significa kalos, y es la 

acción que beneficia a la iglesia más que todas las grandes obras de teología que hayan 

podido escribirse. 

El saber puede desconcertar; la instrucción puede extraviar; la agresividad puede 

antagonizar. Pero lo que arrastra a los corazones hasta Cristo es el cordial atractivo del 

propio Jesucristo, el mismo atractivo que es necesario apreciar en aquellos que 

pretenden ser de él. 

Si queremos servir a Cristo en su iglesia, ha de haber en nuestras vidas el atractivo y la 

belleza que nos den el título de kalos, la más encantadora y amable de las palabras que 

describen la vida cristiana. 



KALEIN,2584 KLETOS^s^^ Y KLESIS^s^^ 
EL LLAMAMIENTO DE DIOS 

Estas tres palabras tienen que ver con uno de los conceptos más básicos y 
fundamentales del NT. Kalein es un verbo que significa "llamar"; klesis el sustantivo, 
significa "llamada"; kletos es un adjetivo que significa "llamado". 
En el griego clásico, kalein tiene cuatro usos esenciales, todos los cuales coadyuvan a 
comprender mejor la forma en que este vocablo se utiliza en el NT. 

(I) Kalein es el verbo regular que se usa respecto de "llamar" a una persona o cosa por 
su nombre. Así, en Mt. 1:21, 23, 25, el Señor es "llamado" "Jesús". En Mt. 5:9, los 
pacificadores son "llamados" hijos de Dios. En Mt. 23:7, los escribas aman que los 
"llamen" rabí. Este es el más común de todos los usos de kalein, 

(II) Kalein es el verbo regular que se utiliza con relación a "citar" o "llamar" a una 
persona. La tal persona puede ser "citada" para tratar de un empleo o "llamada" para 
honrarla. Pablo es "llamado" a ser apóstol (kletos) (Ro. 1:1; 1 Co. 1:1). La persona 
también puede ser "citada" para encomendarle una tarea. En Mt. 25:14, los criados son 
"llamados" para hacerse cargo de los bienes de su señor mientras esté ausente (cf. Le. 

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19:13)- Finalmente, la persona puede ser llamada para pagarle un trabajo o para dar 
cuentas de él (Mt. 20:8). Kalein se usa corrientemente en conexión con un empleo, una 
tarea, una responsabilidad, una recompensa y un ajuste de cuentas. 

(III) Kalein es el verbo que se usa con regularidad respecto de "invitar a una persona a 
comer, a un banquete o a que permanezca como huésped". Tanto es así, que el 
participio pasivo ho keklemenos y el adjetivo ho kletos pueden significar, por sí 
mismos, "el convidado" (para este uso en la Septuaginta, cf, 1 R. 1:41). Kalein es el 
verbo utilizado respecto de invitar a alguien a unas bodas (Mt. 22:3). Se usa con 
referencia a Simón el fariseo cuando "convida" a Jesús a comer en su casa (Le. 7:39). Es 
la palabra que emplea Lucas con relación al distinguido y al vanidoso que son 
"convidados" a una fiesta (Le. 14:8). Es, igualmente, la palabra que se utiliza respecto 
de los que son "llamados" a la cena de las bodas del Cordero (Ap. 19:9). Kalein es el 
vocablo corriente que se usa para significar una "invitación hospitalaria". 

(IV) Kalein es la palabra regular que se usa en conexión con una "comparición". Se usa 
respecto de "citar" a un testigo o a un demandado para comparecer ante el juez. Este es 
el sentido en que se utiliza con referencia a Pedro y Juan cuando fueron llevados ante el 
concilio (Hch. 4:18), y con referencia a Pablo cuando fue requerido por Félix para que 
se encarara a sus perseguidores judíos (Hch. 24:2). Es el verbo que se emplea respecto 
de citar a un hombre para someterse a la vista de su causa y declarar. 

Aun cuando no siguiéramos adelante, ya tendríamos suficientemente iluminado lo que 
significa el llamamiento cristiano, pero añadiremos algo más. 

(I) El cristiano es el hombre que oye la citación de Dios. Ahora bien, una citación es, un 
esencia, un desafío o una apelación, y un hombre puede aceptarla o rechazarla, 
atenderla o ignorarla, escucharla o hacerse el sordo. La palabra deja caer sobre 
nosotros la tremenda responsabilidad de contestar -o no- la llamada de Dios. 

(II) La vida cristiana es un llamamiento al deber. El cristiano siempre es llamado para 
llevar a cabo una tarea. Dios está ofreciendo continuamente al cristiano algo que hacer. 
En la República de Cicerón (1.20, 33) se pregunta a Lelio: "¿Qué crees tú que 
deberíamos enseñar a las personas que tenemos que educar?" Y él responde: "Todas 
aquellas artes que nos hacen útiles a la patria". Dios llama al cristiano para que sea útil 
en este mundo. 

(III) Dios llama al cristiano a un privilegio. Kalein y klesis están íntimamente asociadas 
con la invitación a una fiesta, a un banquete, a dar a alguien la bienvenida a la mesa y al 
hogar. Dios llama al cristiano a que vaya y goce de su compañerismo, de su 
hospitalidad, del gozo y de la abundancia de ser su huésped. 

(IV) Dios llama a juicio. Kalein y klesis están también íntimamente asociadas con la 
citación para comparecer ante un juez y ser juzgado. La vida cristiana concluirá con el 
juicio que hará Dios. Si un hombre no escucha el llamamiento de Dios; si hace caso 
omiso de su cita con el deber; si desatiende la invitación de Dios, entonces viene la 
última llamada: la del ajuste de cuentas. 

El valor y luminosidad supremos de estas palabras radican en las conexiones a que dan 
lugar. 

(I) El "llamamiento" que viene al cristiano es de Dios y nada más que de Dios. No viene 
a él porque lo merezca, sino simplemente porque Dios le conocía y le llamó. Jacob no 
fue escogido porque hubiera realizado alguna proeza superior a cualquier otra de Esaú, 
sino únicamente porque Dios le llamó (Ro. 9:11). Nuestro llamamiento procede 
directamente de la voluntad de Dios (Ro. 8:30). 

(II) Otra forma de exponerlo es que el llamamiento de Dios está vinculado a la charis a 
la "gracia" (Gá. 1:6; 1:15). No se trata de que Dios nos escoge porque destaquemos a 
causa de una bondad o hazaña extraordinaria. Dios nos llama por su misericordia, 
porque nunca merecíamos ser llamados. La invitación de Dios era algo que no 
podíamos pretender. Sólo el amor de Dios ha sido y es la fuerza motriz de este 
llamamiento. 

(III) El "llamamiento" está vinculado en la eirene, en la "paz" (1 Co. 7:15; Col. 3:15). 
Ahora bien, en el sentido del NT, "paz" no es precisamente ausencia de disturbios, sino 
todo lo que redunda en nuestro mayor beneficio. De Robert Burns se decía que fue más 

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perjudicado que beneficiado por su religión. El llamamiento de Dios tiene por objeto 
ayudarnos a madurar hasta conseguir lo que debemos ser para él y para nuestros 
semejantes. 

(IV) El "llamamiento" está vinculado en la koinonia, en el "compañerismo" (i Co. 1:9). 
Compañerismo con Cristo y con nuestros semejantes. El hombre que oye el 
llamamiento de Dios, y responde, está en camino de una nueva relación con Cristo y 
con su prójimo. 

(V) El "llamamiento" está asociado con la eleutheria, con la "libertad" (Gá. 5:13). 
Contestar al llamamiento de Dios no es encontrar la esclavitud, sino la libertad. El 
hombre que responde a la invitación de Dios es liberado del Yo y de Satán. 

(VI) El "llamamiento" está asociado a elpis, a la "esperanza" (Ef. 4:4). Cuando un 
hombre oye el llamamiento de Dios y lo contesta, desaparecen de su vida el pesimismo 
y la desesperación. Ya no es más un hombre inevitablemente derrotado, sino 
potencialmente victorioso. Ya no vive más una vida rodeada con interminables 
frustraciones, sino extendida en ilimitadas posibilidades. 

(Vil) El "llamamiento" está conectado con el "deber". Una y otra vez se nos urge a andar 
como es digno de nuestro llamamiento (Ef. 4:1; 1 Co. 7:17). Es un llamamiento a seguir 
las pisadas de Jesús (1 P. 2:21). Es un llamamiento a la hagiasmos, a la "santificación" 
(1 Ts. 4:7), no a la akatharsia, a la "impureza". El hombre que oye y contesta este 
llamamiento emprende el camino de la santidad. Puesto que quien nos llama es 
hagios, "santo", nosotros, que somos los llamados, debemos ser hagios, "santos" (1 P. 
1:15). Debemos ser tenidos por "dignos de este llamamiento" (2 Ts. 1:11), y eso es algo 
que hemos de hacer firme por medio de nuestra vida (2 P. 1:10). Digámoslo de otra 
manera. Un hombre recibió una dádiva que él sabia bien no merecía; era tan valiosa, 
que jamás podría recompensarla. Este hombre había sido tratado con una benignidad 
tal, que ni remotamente era digno de ella. Por eso, está obligado a poner su vida al 
servicio del apasionado empeño de demostrar cuan agradecido está por la dádiva que 
nunca mereció. Su esfuerzo no resulta del temor ni es producto de buscar crédito; es, 
simplemente, el inevitable resultado de un admirable y maravilloso amor. De igual 
modo, nosotros sabemos bien que nuestras obras pasadas y futuras ni nos hacen ni nos 
harán merecer ser llamados por Dios, pero esta es razón más que suficiente para gastar 
toda nuestra vida esforzándonos por ser dignos del amor que así nos ha honrado aun en 
contra de nuestros merecimientos. 
Pero todavía nos queda algo que decir sobre esta idea del "llamamiento de Dios". 

(I) El "llamamiento" está asociado a la salvación (sozein) (2 Ti. 1:9). Oír y contestar el 
llamamiento significa ser salvado del castigo y, a la vez, ser fortalecido para hacer frente 
a la vida en el futuro. Es un llamamiento que nos rescata de la pena y nos reviste de 
poder. Ahora bien, la "salvación" es algo escatológico, es decir, que empieza aquí pero 
que va más allá de este mundo; que empieza en el tiempo, pero que tiene su 
consumación en la eternidad. Y hay cierto número de asociaciones de este grupo de 
palabras con concepciones e ideas que abarcan tanto este mundo como el venidero. 

(II) Los cristianos son "llamados a ser santos" (kletoi hagioi), Hagios significa, 
literalmente, "separado". Una persona que es hagios, en el sentido cristiano del 
término, es la que se ha separado del mundo para consagrarse a Dios. La santidad, 
según la enseñanza del NT, no tiene que ver tanto con la situación de un hombre como 
con su direc 

ción. El cristiano es el hombre cuya vida se dirige a Dios, que ahora vive con Dios y que, 
en un futuro, verá a Dios cara a cara. 

(III) El cristiano es llamado "de las tinieblas a la luz" (1 P. 2:9). Es llamado de las 
sombras de la muerte, de la frustración y del pecado del mundo a la luz del 
conocimiento de la vida de Dios. El cristiano no es el hombre que está viviendo sumido 
en una acumulación lóbrega de tinieblas, sino en la luz de un amanecer que ya apunta. 

(IV) El cristiano es llamado "a una vida y a una herencia eternas" (1 Ti. 6:12; He. 9:15). 
En el NT, la palabra "eterna" (aionios) tiene que ver mucho más con calidad que con 
duración de vida. Aionios "eterno" o "eterna", que única y propiamente se puede 
aplicar a Dios; por tanto, "vida eterna" es la clase de vida que pertenece a Dios. El 

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cristiano es "llamado" para que salga de su agitada, manchada, frustrada y mortecina 
vida, y entre en la bendición de la vida de Dios mismo. 

(V) Algunas veces, esto se expone en otras formas. El cristiano es "llamado" por Dios al 
"honor" (He. 9:15) y a alcanzar "la gloria de nuestro Señor Jesucristo (2 Ts. 2:14) y "la 
gloria eterna de Dios" (1 P. 5:10). El cristiano es el hombre llamado a la gloria. El 
llamamiento de Dios demanda mucho, pero, al mismo tiempo, promete más. "Gloria" 
es todo lo que ofrecen los cielos. El cristiano está invitado a participar nada menos que 
del esplendor de la vida de Dios. El NT no enfatiza tanto el castigo que el hombre 
sufrirá como la gloria que perderá si desoye el llamamiento. 

(VI) Algunas veces, este llamamiento vendrá a los hombres a través de otros hombres. 
Pablo dice a los tesalonicenses que Dios les "llamó mediante nuestro evangelio" (2 Ts. 
2:14). La magna gloria del cristiano es que puede, si quiere, transmitir a otros el mismo 
llamamiento que él oyó. El cristiano -y esto no quiere decir solamente el predicador- 
puede ser quien lleve a sus semejantes la gran invitación de Dios a la gloria. 
Anotemos, finalmente, que la palabra Kalein se usa dos veces respecto de Jesús. 

(I) Se usa con referencia a que Jesús "llamó" a los discípulos (Mt. 4:21). 

(II) Se utiliza con relación a que Jesús había venido a "llamar... al arrepentimiento" (Le. 
5:32). Jesús llama a los hombres a un compañerismo con é/ y a una nueva vida. El 
cristiano es llamado para ser amigo de Cristo, y, por implicación, es llamado a ser un 
nuevo hombre. Ambas cosas van juntas. La vida cristiana es, a la vez, una invitación al 
privilegio, a la responsabilidad y a la gloria. Y a espaldas de esta verdad, continúa el 
obsesionante pensamiento de que la tragedia de la vida es rechazar la invitación de 
Dios. 



KATAGGELLEIN2605 

LA PALABRA DE AUTORIDAD 

La palabra kataggellein significa anunciar o proclamar; pero su matriz característica 

es que el anuncio o la proclamación se hace con autoridad. En el griego clásico se usa 

con referencia a una proclama de guerra o al anuncio de un festival 

En los papiros, cierta viuda hace una declaración oficial con relación al nombramiento 

de un administrador que le cuidara la hacienda. La palabra también se usa para el 

anuncio de la ascensión del emperador al trono. Kattaggellein siempre comporta 

gravedad y autoridad. 

En el NT, este vocablo se utiliza varias veces. Se usa respecto de los profetas 

prediciendo la venida de Cristo y los eventos de los primeros días (Hch. 3:24). Se 

emplea con relación a la obra de Jesús para anunciar luz al pueblo y a los gentiles 

(Hch. 26:23). Pablo da gracias a Dios porque la fe de la iglesia romana se divulga por 

todo el mundo (Ro. 1:8). De las palabras y acciones referidas a la ordenanza de la Cena 

se dice que anuncian la muerte de Cristo (1 Co. 11:26). 

Pero el principal interés de la palabra radica en el hecho de ser una de las más 

importantes del NT para expresar la idea de predicación. En Hch. 15:36 se nos dice 

que Pablo y Bernabé planeaban revisitar las iglesias en que habían predicado 

(kataggellein). 

Ahora bien, el tal interés queda en el examen de lo que era predicado, que es lo que se 

proclamaba con autoridad. Así, pues, ¿qué era lo que aquellos predicadores 

anunciaban con autoridad, con certeza, como parte del inalterable y autoritativo 

mensaje de la fe cristiana? 

(I) Proclamaban la palabra de Dios, Se dice que Pablo y Bernabé anunciaban 

(kataggellein) la palabra de Dios en las sinagogas de Chipre (Hch. 13:5), y que, en 

Berea, la anunciaba Pablo (Hch. 17:13). Predicar no es proclamar las opiniones 

particulares del predicador ni airear sus dudas, sino proclamar la palabra de Dios. 

"Habíame de tus certidumbres -dijo Goethe- que ya tengo yo bastantes dudas". 



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(II) Proclamaban a Cristo, A Pablo no le preocupa cómo se predique mientras Cristo 
sea el anunciado (Fil. 1:16, 18). Era a Cristo a quien él anunciaba (Col. 1:28). En los 
primeros días, los predicadores no se ocupaban de todo aquello que pertenecía a la 
periferia de la fe; proclamaban el hecho de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. 
Su ferviente deseo era confrontar a los hombres con Cristo. 

(III) Proclamaban, a través de Jesús, la resurrección de entre los muertos (Hch. 4:2). 
El mensaje del predicador era la derrota de la muerte. Predicaban a Cristo resucitado y 
la vida imperecedera. 

(IV) Proclamaban el mesiazgo de Jesús, El mensaje de Pablo era que "este Jesús, a 
quien yo os anuncio, es Cristo" (Hch. 17:3). El mensaje de los predicadores primitivos 
era que las promesas de Dios se cumplían en el hombre Jesús, que la eternidad ha 
invadido al tiempo, que el gobierno celestial ha empezado. 

(V) Proclamaban que estaba expedito el camino hacia Dios, a quien los hombres 
habían buscado siempre pero nunca encontrado. La proclamación de Pablo a los 
atenienses consistió en llevarles noticias del Dios que para ellos había sido siempre 
desconocido (Hch. 17:23). El tiempo de adivinar y de andar a tientas había pasado, y el 
tiempo de conocer había venido. El tiempo de buscar había terminado, y el tiempo de 
encontrar había empezado. George Borrow cuenta que, en cierta ocasión, fue rodeado 
por un grupo de gitanos que gritaban: "¡Danos a Dios! ¡Danos a Dios!" No sabiendo qué 
hacer, Borrow buscó en sus bolsillos algunas monedas, pero ellos las rechazaron e 
insistieron: "No queremos tu dinero, ¡queremos a Dios!" Los predicadores primitivos 
aseguraban a las gentes poderles dar a Dios. 

(VI) Proclamaban el evangelio. El predicador anunciaba el evangelio; las buenas 
nuevas (1 Co. 9:14). Es falsa cualquier predicación que, al final, deprima al hombre, 
pues, si bien la predicación ha de empezar quebrantando el corazón del hombre, 
haciéndole ver la realidad de su pecado, debe finalizar conduciéndole al amor, al 
perdón y a la gracia de Dios. 

La misma palabra, kateggellein, que tan a menudo se usa para expresar la idea de 
predicación, demuestra que en la proclamación primitiva no había nada apologético, ni 
apocado, ni obscurecido por las dudas o empañado por la incertidumbre. Era una 
predicación con autoridad; y lo que entonces se predicaba con autoridad es todavía la 
base del mensaje del predicador de hoy. Otras citas (He. 13:38; 16:7,21; 1 Co. 3:1). 



KATALLASSEIN2644 

LA PALABRA DE LA RECONCILIACIÓN 

Hay en los escritos de Pablo un grupo de palabras que es de suma importancia por 
usarlo el apóstol para reflejar la experiencia central de la fe cristiana. 
Todas estas palabras son formas compuestas a partir del verbo simple allassein, que 
significa cambiar. En el griego clásico, allassein se utiliza para expresar el cambiar de 
la forma, del color y de la apariencia. Suele usarse muy a menudo con la idea de 
canjear o trocar, i,e,, de dar una cosa a cambio de otra. En este sentido, puede 
aplicarse a uno que, en su desventura, cambia una desgracia por otra. 
Allassein es un verbo corriente en el NT. Esteban es acusado de enseñar que Jesús 
cambiará las costumbres aceptadas por los judíos (Hch. 6:14). Los paganos cambiaron 
la gloria de Dios por imágenes inanimadas y corruptibles (Ro. 1:23). Pablo dice a los 
corintios que serán transformados (1 Co, 15:51). Cuando al apóstol detecta el peligro 
de perversión que amenaza a la fe de los Gálatas, desea cambiar de tono y adoptar el 
acento de severidad y reprensión (Gá. 4:20). La palabra se usa en He. 1:12 respecto de 
mudar un vestido. Allassein, pues, puede referirse a casi cualquier clase de cambio, 
Allassein da lugar a ciertas formas compuestas. En el griego clásico corriente, la más 
común de estas formas es katallassein, otra de las grandes palabras paulinas. Pero 
debemos continuar el examen de este grupo de vocablos en el griego secular ordinario 
antes de ocuparnos de su uso en el NT. 

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Katallassein, en el griego secular común, adquiere el sentido casi técnico de cambiar 
dinero o cambiar por dinero. Plutarco cuenta cómo cuatro hermanos sirios robaron los 
vasos de oro del rey de Corinto y, poco a poco, los cambiaron por dinero (Plutarco, 
Arato 18). El sustantivo correspondiente, katalage, tiene el mismo sentido de trueque, 
especialmente por dinero. 

Y, así, katallassein comienza a expresar la idea más amplia de intercambiar una cosa 
por otra. Aristóteles, por ejemplo, dice que los soldados mercenarios están dispuestos a 
dar sus vidas a cambio de fruslerías (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1117b 20). 
Después, katallassein avanza un paso más y empieza a significar, especialmente, el 
cambio de la enemistad en amistad, Clitemnestra recuerda a Agamenón cómo él es 
culpable de la muerte de Tántalo, su primer marido, y de la del hijo que tuvo con éste, y 
añade: "Reconciliada contigo, atestiguarás ante tu linaje que he sido una mujer 
intachable" (Eurípides, Ifigenia enAulide, 1157). Sófocles habla de un hombre 
poniéndose en paz con el cielo (Sófocles, Ayax 744), Tucídides narra cómo 
Hermócrates, en las guerras sicilianas, medió para que las dos partes enemigas 
depusieran las armas y se reconciliaran (Tucídides, 4.59). Jenofonte se refiere a un 
hombre que había hecho la guerra a Ciro y que después volvió a ser su amigo 
(Jenofonte, Anébasis 1,6,1), En todos estos casos, el verbo utilizado es katallassein. 
Así, pues, en el griego clásico katallassein es, característicamente, la palabra que 
expresa la idea de haber vuelto a unir dos partes que han estado en conflicto. En cierto 
papiro, un hombre, aparentemente un padre de familia, pregunta mediante un oráculo: 
"¿Estoy en condiciones de ser reconciliado con mi prole?" 

Antes de que el NT la utilizara, ya era katallassein la palabra de la reconciliación. 
Ahora volvamos al uso de katallassein y sus afines en el NT. Salvo un par de 
excepciones, estas palabras siempre se utilizan en el NT respecto del restablecimiento 
dé las relaciones entre el hombre y Dios. 

La primera excepción es 1 Co. 7:11, donde Pablo determina que si una mujer se separa 
de su marido no debe casarse con otro, sino reconciliarse con él. El otro caso tiene que 
ver con el simple uso de la palabra afín sunallassein. Este vocablo aparece en Hch. 7:26 
relacionado con Moisés, i.e., cuando éste, estando todavía en Egipto, quiso poner en 
paz a los dos israelitas que reñían. Aun cuando esta palabra se emplea en conexión con 
las relaciones humanas, siempre se refiere a la restauración de una amistad rota y a la 
normalización de una camaradería interrumpida. 

Solamente Pablo es quien usa este grupo de palabras; y siempre referidas al 
restablecimiento de la relación entre el hombre y Dios. En Ro. 5:11, habla de Jesucristo, 
a través de quién hemos recibido ahora la reconciliación (katallage). En Ro. 11:15 se 
refiere a la exclusión de los judíos para la reconciliación del mundo (katallage). En 2 
Co. 5:18, 19, alude al ministerio y a la palabra de reconciliación (katallage). 
En Ro. 5:10, dice que, aún siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la 
muerte de su Hijo (katallassein). En 2 Co. 5:18-20 hay una serie completa de usos de 
esta palabra: Dios nos ha reconciliado con él por Jesús; Dios estaba en Cristo 
reconciliando al mundo consigo mismo; os rogamos que os reconciliéis con Dios. 
Dos veces utiliza Pablo apokatallassein, forma intensiva de katallassein. En Ef. 2:16, 
refiere cómo Jesucristo ha reconciliado a los judíos con los gentiles, y a ambos con 
Dios; y, en Col. 1:21, declara que Jesucristo ha reconciliado todas las cosas y todos los 
hombres con Dios. 

(I) Primero y principal, Pablo ve la obra de Jesucristo fundamentalmente como una 
obra de reconciliación. A través de lo que Cristo hizo, la perdida relación entre el 
hombre y Dios es restablecida. El hombre fue creado para tener amistad y 
compañerismo con Dios. El hombre, por su desobediencia y rebeldía, acabó siendo 
enemigo de Dios. La obra de Jesús quitó la enemistad y restauró la relación amistosa 
que siempre debía haber existido, pero que fue rota por el pecado del hombre. 

(II) Notemos que Pablo jamás habla de Dios como siendo reconciliado con el hombre, 
sino que siempre es el hombre el reconciliado con Dios. En el más significativo de todos 
los pasajes, 2 Co. 5:18-20, se refiere tres veces a Dios reconciliando al hombre con él. 
Era el hombre, y no Dios, quien necesitaba ser reconciliado. Nada había disminuido el 

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amor de Dios; nada había tornado ese amor en odio; nada había desvanecido el anhelo 
de su corazón. El hombre pecaría, pero Dios todavía le amaba. No era Dios quien 
necesitaba ser apaciguado, era el hombre quien precisaba ser movido a la entrega, a la 
penitencia y al amor. 

(III) Aquí estamos frente a una verdad ineludible: el efecto de la Cruz -al menos en esta 
esfera del pensamiento de Pablo- recaía sobre el hombre, y no sobre Dios. El efecto de 
la cruz no cambió el corazón de Dios, sino el del hombre. Era el hombre quien 
necesitaba ser reconciliado con Dios, y no al revés. Va totalmente en contra del 
pensamiento paulino, imaginar a Jesucristo como el pacificador de un Dios airado, o 
pensar que la ira de Dios se volvió amor, o su juicio se transformó en misericordia, a 
causa de algo que Jesús hiciese. 

Cuando miramos este asunto como Pablo lo mira, descubrimos que fue el pecado del 
hombre lo convertido en penitencia; la rebeldía, en rendición; la enemistad, en amor, 
por el amor sacrificial de Jesucristo en la cruz. La cruz fue el precio de operar este 
cambio en los corazones de los hombres. 

(IV) Una cosa queda por decir. Si todo esto es así -y así es el ministerio de la iglesia es 
un ministerio de reconciliación, tal como el mismo Pablo dice (2 Co. 5:19, 20). La 
función del predicador no es llevar a los hombres la ira de Dios, sino proclamarles el 
ofrecimiento de su amor. El mensaje del predicador debe ser siempre: mira esa cruz y 
ve cuánto te ama Dios. ¿Puedes volver la espalda a semejante amor? La mismísima 
esencia del cristianismo es la restauración de una relación perdida. La misión del 
cristianismo es volver a los hombres a Dios, cuyo amor ellos desdeñaron, pero que, a 
pesar de eso, sigue todavía esperando que vuelvan al hogar. La tarea el predicador es 
quebrantar el corazón de los hombres a la vista del corazón quebrantado de Dios. 



KATARTIZEIN2675 

LA PALABRA DE LA DISCIPLINA CRISTIANA 

El gran interés práctico de katartizein radica en el hecho de que es la palabra usada en 
Gálatas 6:1 para, como la Versión Reina Valera Antigua indica, "restaurar" a un 
hermano que ha sido sorprendido en alguna falta. Si, pues, podemos penetrar en su 
significado, tendremos muchas posibilidades de comprender correctamente el método 
y propósito de la disciplina cristiana. 

En el griego clásico, esta palabra tiene una amplia gama de significados, reunidos en 
dos grupos, (a) Significa "ajustar", "poner en orden", "restaurar". De aquí que sea usada 
respecto de pacificar una ciudad que está desgarrada por las facciones; de ajustar un 
miembro dislocado; de desarrollar ciertas partes del cuerpo mediante el ejercicio; de 
restaurar a una persona a su cabal juicio; de reconciliar amigos que están disgustados, 
(b) Se usa en conexión con "equipar a un hombre o habilitar algo para un propósito 
determinado". Así, por ejemplo, es el vocablo que se utiliza con respecto a la 
habilitación de un barco o de un ejército cuando son completamente equipados, 
armados y formados en orden de batalla. El uso de esta palabra en los papiros no añade 
mucho a lo que ya sabemos de su significado, pues, en ellos, también se usa con 
referencia a "disponer algo con un propósito específico o para una determinada 
persona", por ejemplo preparar las ropas que alguien tiene que ponerse. 
En el NT se utiliza unas trece veces, dos de las cuales son citas del AT (Mt. 21:16; He. 
iO-5)> y sigue tres líneas principales de uso. 

(I) Se utiliza respecto de los discípulos "remendando sus redes" (Mt. 4:21; Mr. 1:19). Es 
posible que aquí el significado sea "plegar las redes", pero, realmente, no importa, 
puesto que la idea en ambos casos es que las redes estaban siendo preparadas para su 
futuro uso. 

(II) Hay una serie de pasajes en que el significado básico de katartizein es equipar. En 
Le. 6:40 se dice que el discípulo no puede estar más dotado que su maestro. Ro. 9:22 
habla de los vasos de ira preparados para destrucción. 

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(III) Hay otra serie de pasajes en que la Versión Reina Valera Revisión de 1960 traduce 
katartizein con "perfeccionar" (2 Co. 13:11; 1 P. 5:10). 

(IV) En 1 Co. 1:10, la Versión Reina Valera Antigua la traduce "estar perfectamente 
unidos". En este caso katartizein se usa respecto de unificar los elementos 
discordantes de la iglesia de Corinto; y la idea podría ser la de ajustar y componer 
miembros dislocados y rotos o la de calmar y pacificar a los elementos facciosos de una 
ciudad. 

Ahora, cuando aplicamos todo lo dicho a la disciplina cristiana, emergen ideas 
sumamente significativas, (a) Es claro que disciplina cristiana nunca significa castigo 
retribuyente ni simple venganza tomada del malhechor, (b) Disciplinar quiere decir 
"componer" a un hombre, "repararlo". La disciplina reconoce al hombre más como 
dañado o herido que como deliberado pecador, (c) Disciplinar a un hombre es 
"equiparlo" mejor para hacer frente a las tentaciones y exigencias del vivir. La 
disciplina considera al hombre como enfermo e inadecuadamente dotado, y reconoce 
que la comunidad cristiana tiene el deber de enviarlo más capacitado al mundo para 
que pueda salir airoso cuando se enfrente con todo aquello que lo derrotó, (d) La 
disciplina juzga al que obra mal como un incapacitado para desenvolverse en la vida, y 
apela a la comunidad cristiana para dar a ese hombre un conocimiento más perfecto y 
una fuerza superior que le permita vencer el mal y hacer el bien. 
Así, pues, cuando estudiamos esta palabra, vemos que la disciplina cristiana nunca es 
vengativa, retributiva ni sádica. Siempre es constructiva, y ha de ser aplicada única y 
solamente por amor de ayudar al hombre que se ha desviado del camino de hacer lo 
mejor. 



KOINONIA,2842 KOINONEIN,284i KOINONOS^844 
EL COMPAÑERISMO CRISTIANO 

En el NT hay un nutrido grupo de palabras que está relacionado con la idea básica de 
"compañerismo". Una de tales palabras es koinonia. En el griego clásico, koinonia 
significa asociación o consorcio. Platón se refiere a la koinonia de las mujeres con los 
hombres para la "co-educación". Koinonia humana es el equivalente griego de 
sociedad humana. La palabra también se usa para expresar la idea de comunidad. 
Platón dice: "Ha de haber cierta koinonia entre el placer y el dolor." En el griego 
posterior, se utilizaba koinonia como lo opuesto a pleonexia que es el espíritu a quien 
la codicia tiene fuera de sí. Koinonia es el espíritu de generosa coparticipación 
contrastado con el espíritu de codicioso egoísmo. En el griego coloquial contemporáneo 
del NT, koinonia tiene tres significados distintivos, (a) Significa, muy comúnmente, 
"sociedad comercial". En un papiro, cierto individuo habla de su hermano "con quien 
no tengo koinonia", Le,, relaciones comerciales, (b) Se usa especialmente respecto del 
"matrimonio". Dos personas se casan para tener koinonia, Le,, para vivir juntas y 
compartirlo todo, (c) Se utiliza respecto de las relaciones de un hombre con Dios. 
Epicteto habla de la religión como la "aspiración a tener koinonia con Zeus". Así, en el 
griego secular, koinonia se usa para expresar una íntima relación entre las gentes. En 
el NT, koinonia se encuentra unas dieciocho veces. Cuando examinemos a qué ideas 
está ligada, veremos cuan ancho y largo es el compañerismo que debe caracterizar a la 
vida cristiana. 

(I) En la vida cristiana hay una koinonia que significa "compartimiento de la amistad" 
y perseverancia en la compañía de los demás (Hch. 2:42; 2 Co. 6:14). Es interesante 
observar que esa amistad se basa en el común conocimiento del contenido del mensaje 
cristiano (1 Jn. 1:3). Sólo aquellos que son amigos de Cristo pueden ser verdaderos 
amigos entre sí. 

(II) En la vida cristiana hay una koinonia que significa "compartimiento práctico" (de 
lo que se tenga) con los menos afortunados. Pablo usa tres veces la palabra con relación 



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a las colectas que, de parte de sus iglesias, llevó a los santos pobres de Jerusalén (Ro. 
15:26; 2 Co. 8:4; 9:13; c/. He. 13:16). El compañerismo cristiano es práctico, 

(III) En la vida cristiana hay una koinonia que es "comunión en el evangelio de Cristo" 
(Fil. 1:5). Pablo da gracias por la comunión de los filipenses en la obra del evangelio. 

(IV) En la vida cristiana hay koinonia "en la fe". El cristiano no es un elemento aislado, 
sino un integrante de la comunidad creyente (Ef. 3:9). 

(V) En la vida cristiana hay "compañerismo (koinonia) en el Espíritu" (2 Co. 13:14; Fil. 
2:1). El cristiano vive en la presencia, compañía, ayuda y guía del Espíritu. 

(VI) En la vida cristiana hay koinonia "con Cristo". Los cristianos son llamados a la 
koinonia de Jesucristo, el Hijo de Dios (1 Co. 1:9). Ese compañerismo se encuentra 
principalmente en la Eucaristía (1 Co. 10:16). La copa y el pan son, supremamente, la 
koinonia del cuerpo y de la sangre de Cristo. En la Eucaristía, sobre todo, los cristianos 
encuentran a Cristo y se encuentran entre sí. Además, compañerismo con Cristo es 
participación en sus sufrimientos (Fil. 3:10). Cuando el cristiano sufre, en medio de su 
aflicción, tiene el gozo de saber que participa en todo lo que es de Cristo. 

(VII) En la vida cristiana hay koinonia "con Dios" (1 Jn. 1:3). Pero nótese que ese 
compañerismo está éticamente condicionado, pues no es para los que han escogido 
andar en tinieblas (1 Jn. 1:6). 

Koinonia es lo que liga a los cristianos unos con otros, con Cristo y con Dios. 
Hay otras dos grandes palabras del NT, afines a koinonia, que debemos considerar. 
Una de ellas es koinonein. En el griego clásico, el verbo koinonein significa "tener 
parte en algo". Se usa, por ejemplo, respecto de dos personas que tienen todas las cosas 
en común y respecto de "ir a partes" con alguien, i.e., de tener "relaciones comerciales" 
con ese alguien. Se utiliza con referencia a "compartir la opinión" de otra persona, lo 
que implica estar de acuerdo con ella. En el griego contemporáneo de los papiros, 
koinonein tiene tres significados principales, (a) Significa tomar parte con alguien "en 
una acción". Por ejemplo, cuando las autoridades no pueden arrestar a los 
malhechores, llegan a la conclusión de que hay personas que los amparan, y, por tanto, 
que estas personas "participan" en las fechorías de los delincuentes, (b) Se usa con 
respecto a algo en lo que participamos todos. Así, por ejemplo, se dice que todos los 
hombres "participan" en la naturaleza humana, (c) Se utiliza respecto de compartir la 
"vida". Un médico dedicó una lápida a su esposa, que había ejercido con él, en estos 
términos: "Compartí mi vida solamente contigo". 

Cuando vamos al NT, una y otra vez apreciamos cuan amplio es el compartimiento 
cristiano, (a) Todos los hombres participan en la "naturaleza humana" (He. 2:14). Hay 
una cierta comunidad entre los hombres, simplemente en virtud del hecho de ser 
hombres, (b) Los cristianos comparten las "cosas materiales" (Ro. 12:13; 15:27; Gá. 
6:6). Es interesante destacar que de las ocho veces que koinonein aparece en el NT, 
cuatro de ellas tienen que ver con la enseñanza práctica. Ningún cristiano puede 
disponer de mucho mientras otros tienen demasiado poco, (c) Se usa con referencia a 
tomar parte en "una acción" (1 Ti. 5:22). Somos compañeros los unos de los otros y, 
todos, de Dios, (d) Se utiliza respecto de compartir "una experiencia" (1 P. 4:13). El 
hombre que padece a causa de su fe, en ese mismo padecimiento, participa en la 
experiencia de Jesucristo. 

Koinonos en el griego clásico, significa compañero, socio o copropietario. En los 
papiros, koinonos llegó a ser la palabra más usada para significar al asociado a un 
negocio. Por ejemplo, cierto Hermes hace a un tal Teófilo su koinonos en un negocio de 
pesca, yendo al seis por ciento. Un padre se queja a su hijo de que el koinonos de 
ambos no está desempeñando bien la parte que le corresponde. Debe recordarse que, 
en el griego secular contemporáneo, koinonos es, prácticamente, un término 
comercial. 

En el NT, koinonos se encuentra diez veces, (a) Se usa en el sentido de participar "en 
una acción o en las consecuencias e implicaciones de una acción". Jesús declara que los 
fariseos decían que si ellos hubieran vivido en los días en que sus padres mataron a los 
profetas, no hubieran "participado" en esa acción (Mt. 23:30; cf 1 Co. 10:18, 20). (b) Se 
usa en el sentido de "socio". Santiago y Juan eran koinonoi de Pedro en el negocio de la 

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pesca (Le. 5:10). Pablo deseribe a Tito eomo su koinonos y sunergos, su eompañero y 
eolaborador (2 Co. 8:23). La aspiraeión de Pablo es que Filemón reciba a Onésimo 
como koinonos (Flm. 17). Para un cristiano lo más natural es considerar "compañeros" 
a sus correligionarios, (c) Se usa en el sentido de participar en "una experiencia" (2 Co. 
1:7; He. 10:33). Nada nos sucede únicamente a nosotros; sucede a todos los hombres y 
sucedió a Jesucristo. Entre Cristo y el hombre, y entre un hombre y su prójimo, media 
la simpatía de los que han tenido una misma experiencia, (d) Se utiliza una vez respecto 
de la participación del hombre en la divina naturaleza (2 P. 1:4). Los hombres no sólo 
participan en lo que es terrenal, sino, también, en la gloria de los cielos. 
Seguramente no hay grupo de palabras más atractivo que éste. El cristiano participa en 
la humanidad del hombre; participa en la experiencia común de gozo y lágrimas; 
participa en lo divino y en la gloria que será; y debe compartir todo lo que tenga, pues él 
sabe que su verdadera riqueza está en aquello que, generosamente, pone al alcance de 
los demás. 

LEITOURGIA3009 

EL SERVICIO CRISTIANO 

Leitourgia, de la que procede nuestra palabra castellana liturgia y sus afines 
constituyen un grupo de palabras de interés sin par. En el griego clásico y en el 
helenista, estos vocablos recorren cuatro etapas en la carrera de su significado. (I) 
Primeramente, leitourgein, el verbo, significó prestar voluntariamente un servicio a la 
patria; asumir, por determinación propia, alguna tarea para servir a la nación. (II) 
Después, significó realizar los servicios que el Estado imponía a los ciudadanos 
especialmente calificados para llevarlos a cabo. Las tareas eran las mismas, pero ahora, 
en vez de ser voluntarias, eran desempeñadas por fuerza. Ciertos deberes estaban 
reservados para los ciudadanos que poseyeran más de tres talentos, es decir, unos 
ochocientos dólares. 

Entre estos deberes había cuatro típicos, (a) Choregia, que significaba cubrir los gastos 
de manutención y adiestramiento de los coros que intervenían en las grandes 
representaciones dramáticas, (b) Gymnasarchia, que significaba costear el 
entrenamiento de atletas destacados para los juegos, (c) Architheoria, que significaba 
sufragar los gastos de las embajadas que el Estado enviaba en ocasiones solemnes o 
sagradas, (d) Trierarchia, que significaba financiar la construcción de un trirreme o 
barco de guerra en tiempo de crisis nacional. Aún después, especialmente en Egipto, 
casi todos los cargos municipales eran leitourgeai. El Estado escogía a un hombre y, de 
acuerdo con los dones que tuviera, le obligaba a servir a su ciudad o a su país. (111) Más 
tarde, leitourgein llegó a describir cualquier clase de servicio. Se usaba, por ejemplo, 
respecto de las bailarinas, de los flautistas o músicos contratados para algún 
espectáculo, del obrero que trabajaba para alguien, e incluso, cosa extraña, de los 
servicios de una prostituta. (IV) En tiempo del NT; leitourgein era la palabra regular 
para describir el servicio que un sacerdote o un siervo prestaba en los templos de los 
dioses. Así, leemos de "Thaues y Taous, los gemelos, que sirven en el gran templo de 
Serapis, en Menfis". 

En el NT, estas palabras tienen tres usos principales, (a) Se usan respecto del servicio 
que un hombre presta a otro. Pablo, cuando se le encargó llevar la colecta a los santos 
pobres de Jerusalén, emplea leitourgein y leitourgia con referencia a ello (Ro. 15:27; 2 
Co. 9:12). Las usa en conexión con el servicio que le prestaron a él los filipenses y 
Epafrodito (Fil. 2:17, 30). Servir a otros es una "liturgia" que Dios impone a los 
ciudadanos del reino, (b) Se utilizan con específica referencia al servicio religioso (Le. 
1:23; Hch. 13:2). De hecho, se usan respecto de la obra sumosacerdotal de Jesús (He. 
8:2, 6). La obra de -y en- nuestra iglesia es una "liturgia" que también nos es impuesta 
por Dios, (c) Pablo usa estas palabras en dos formas sumamente interesantes. Primera, 
el apóstol llama leitourgos al magistrado, a la persona que está en el poder (Ro. 13:6). 
El servicio público de un hombre debe ser hecho para Dios. Segundo, Pablo utiliza esta 
palabra respecto de sí mismo cuando se llama leitourgos de Jesucristo a los gentiles 

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(Ro. 15:16). Así como Atenas, en el siglo de oro, enviaba sus leitourgoi en 
representación del Estado, así Pablo es enviado por Dios a los gentiles. Quizás, el hecho 
más interesante con relación a la palabra leitourgos es que, en el griego posterior, vino 
a significar simplemente "obrero", pues este hecho simple contiene la verdad de que 
toda obra es una "liturgia" impuesta a los hombres por Dios, y que la tarea más sencilla 
y común es gloriosa porque es realizada para él. 

Lo realmente importante de leitourgeia es que tiene un doble trasfondo. (a) Describe el 
servicio voluntario, asumido espontáneamente, (b) Describe el servicio que el Estado 
impone a los ciudadanos. El cristiano es el hombre que trabaja para Dios y para los 
hombres; primero, porque lo desea de todo corazón, y, segundo, porque es compelido 
por el amor de Dios, que lo constriñe. 



LOGOS3056 

LA PALABRA DEL MENSAJE CRISTIANO 

Logos significa palabra. El Cuarto Evangelio usa este vocablo en sentido técnico 
cuando llama a Jesús El verbo; pero antes de ocuparnos con este uso especial de 
logos, necesitamos estudiar su utilización ordinaria en el NT. Naturalmente, esta es una 
de las palabras griegas más comunes, pero, aún así, cuanto más la estudiemos, más 
veremos la riqueza que contiene su significado. 

Ho logos, la palabra, llega a ser casi sinónimo de mensaje cristiano. Marcos nos dice 
que Jesús predicaba la palabra a las multitudes (Mr. 2:2). En la parábola del 
sembrador, la semilla era la palabra (Mr. 4:14). La tarea de Pablo y de sus compañeros 
era predicar la palabra (Hch. 14:25). Muy a menudo se le llama palabra de Dios (Le. 
5:1; 11:28; Jn. 10:35; Hch. 4:31; 6:7; 13:44; 1 Co. 14:36; He. 13:7). Algunas veces, es la 
palabra del Sénior (1 Ts. 4:15; 2 Ts. 3:1). Y, una vez, es la palabra de cristo (Col. 3:16). 
Ahora bien, en griego, el genitivo puede ser subjetivo u objetivo. Si estos genitivos son 
subjetivos las frases significan: la palabra que Dios dio, la palabra que el Señor dio, 
lapalabra que Cristo dio. Si son objetivos, significan: la palabra que dice de Dios, del 
Señor y de Cristo. Con toda probabilidad, tanto los significados subjetivos como los 
objetivos están implicados en estas frases, lo cual quiere decir que el mensaje cristiano, 
el logos, lapalabra, es algo que Dios;no es un descubrimiento del hombre, sino un don 
de Dios Y es algo que dice de Dios, algo que el hombre no podía haber descubierto por 
sí mismo. 

El hecho mismo de que logos sea casi sinónimo de mensaje cristiano, ya es 
significativo, pues, evidentemente, quiere decir que este mensaje es hablado, y, por 
tanto, no aprendido de un libro, sino transmitido de persona a persona. Papías, el 
escritor cristiano del siglo II, dice que aprendió más de vivir la palabra de Dios y de 
perseverar en ella, que de cualquier libro. El mensaje cristiano viene muchísimo más a 
menudo a través de la personalidad viva que a través de las páginas escritas o impresas. 
Esta palabra, este logos, tiene ciertos oficios. 

(I) La palabra juzga (Jn. 12:48). Un viejo catecismo pregunta qué sucederá a quien 
haga caso omiso de las verdades detalladas en él. Su respuesta es: la condenación, y de 
las más grandes, por cuanto el lector ya no puede alegar ignorancia. Saber de la verdad 
no es solamente un privilegio; es, también, una responsabilidad que recae sobre 
nosotros. 

(II) La palabra purifica (Jn. 15:3; 1 Ti. 4:5). Purifica, desenmascarando el mal e 
indicando el camino de hacer el bien. La palabra corrige lo erróneo y exhorta a 
conducirse rectamente. Purifica en el sentido de que procura desarraigar los viejos 
defectos e infundir aliento para ir en pos de nuevas virtudes. 

(III) A través de la palabra viene la creencia (Hch. 4:4). Ningún hombre puede creer en 
el mensaje cristiano hasta que no lo haya oído ^La palabra es la que da a un hombre la 
oportunidad de creer; y, habiéndola oído, tiene el deber de darla a conocer a otros para 
que también crean. 

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(IV) La palabra es el agente del nuevo nacimiento (i P, 1:23). Una cosa es cierta, como 

G. K. Chesterton dijo: "Sea un hombre lo que sea, no es lo que debe ser" (según Dios). 

Tiene que ser cambiado tan radicalmente, que ese cambio puede únicamente llamarse 

nuevo nacimiento, y la palabra es el primer agente en esta tremenda operación 

recreadora. 

El estudio de la palabra logos llega a ser de primera necesidad cuando conocemos lo 

que el NT dice sobre cuál ha de ser nuestra actitud para con ella. 

(I) El logos debe ser oído (Mt. 13:20; Hch. 13:7, 44). El cristiano tiene impuesto el 
deber de escuchar. Entre las múltiples voces del mundo, debe afinar el oído para 
distinguir lo que es mensaje de Dios. El cristiano nunca se dará la oportunidad de 
conocer si, previamente, no se da la de escuchar. 

(II) El logos debe ser recibido (Le. 8:13; Stg. 1:21; Hch. 8:14; 11:1; 17:11). Hay una 
forma de escuchar que es puramente superficial, o la corriente de palabras resbala 
sobre el oyente, por no hacerle efecto alguno, o escucha y se desentiende del asunto por 
considerar que no le sirve para nada. El mensaje cristiano no debe ser únicamente 
escuchado, sino también introducido en el corazón y en la mente, i,e, incorporado. 

(III) El logos debe ser afianzado (Le. 8:13). Los griegos decían que "el tiempo todo lo 
borra". Una palabra puede ser oída, aceptada y, más tarde o más temprano, borrada 
por el paso del tiempo. El mensaje cristiano debe ser deliberadamente retenido. Ha de 
ocupar en la mente un lugar privilegiado. Ha de pensarse en él, meditarse, para que 
nunca se pierda. 

(IV) El logos es para permanecer en él (Jn. 8:31). Cada hombre tiene su propio círculo 
de pensamientos e ideas en que vive, se mueve y tiene su razón de ser; en que descansa 
su vida y por el que dirige sus actividades. El mensaje cristiano debe ser aquello en y 
por lo que un hombre viva. 

(V) El logos debe ser cumplido (Jn. 8:51; 14:23; 1 Jn. 2:5; Ap. 3:8). El mensaje 
cristiano es más que materia de conocimiento para la mente; es dirección para la vida. 
Se realiza en la acción, no en la especulación. Demanda obediencia. No es meramente 
algo para pensar; es una ética y una ley para ser acatadas. 

(VI) El logos debe ser testificado (Hch. 8:25; Ap. 1:2). Es algo de lo que toda la vida de 
un hombre es testigo. Un hombre solamente demostrará que lo ha aceptado, 
viviéndolo. Sea cual fuere la sociedad de este hombre y el lugar que ocupe en ella, toda 
su vida y su acción deben decir del logos: "Yo sé que es verdadero, de lo cual doy fe". 

(VII) El logos debe ser servido (Hch. 6:4). El logos impone deberes. No es algo que un 
hombre acepta para sí, y nada más; es algo que ese hombre debe anhelar llevar a otros. 
No es algo que únicamente trae salud a su alma, sino algo por lo que debe estar 
dispuesto a consumir su vida. 

(VIII) El logos debe ser anunciado. Dos palabras son especialmente usadas al 
respecto. 2 Ti. 4:2 usa la palabra kerussein, que es la utilizada con referencia a un 
heraldo que está proclamando algo. En Hechos 15:36 y 17:13 se emplea kataggellein, 
que es la palabra usada cuando se trata de una declaración oficial y autoritativa. La 
proclamación debe ser hecha con autoridad y con certeza, porque, cuando anunciamos 
el mensaje cristiano a otros, no partimos de: "Así digo yo", sino de "así dice el Señor". 

(IX) El logos debe ser hablado con denuedo (Hch. 4:29; Fil. 1:14). Hace algún tiempo 
se publicó un libro con el sugestivo título de No Más Apologías, Esto bien podría 
significar que hemos estado demasiado ansiosos de enfrentarnos a medias con el 
mundo, que hemos tratado demasiado de afinar el mensaje cristiano para los oídos del 
mundo, que lo hemos aguado y mutilado a fin de hacerlo menos exigente y, por tanto, 
más atractivo. Debería haber cierta inflexibilidad de calidad en nuestra proclamación 
del logos, 

(X) El logos debe ser enseñado (Hch. 18:11). El mensaje cristiano principia con la 
proclamación, pero debe seguir con la explicación. Una de las más graves flaquezas de 
la iglesia es que hay demasiadas personas que no saben lo que significa cristianismo ni 
lo que éste cree ni lo que representa; y una de las mayores faltas de la predicación es 
que, a menudo, exhorta a los hombres a ser cristianos sin enseñarles lo que es el 
cristianismo. La enseñanza constituye una parte esencial del mensaje cristiano. 

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(XI) El logos debe ser llevado a la práctica (Stg. 1:22). El mensaje cristiano no es, 
exclusivamente, para la calma del estudio, para la disección de la cátedra, para las 
acrobacias mentales del grupo de discusión. Es para vivirlo cotidianamente. 

(XII) El logos puede ser causa de persecución y sufrimiento (1 Ts, 1:6; Ap. 1:9). No es 
probable que tengamos que morir por nuestra fe; pero tendremos que vivir por ella, y 
pueden venir tiempos en que tengamos que escoger entre lo fácil y lo recto. 

Si nuestra relación con el logos implica obligaciones, estará inevitablemente expuesta a 
los fracasos. 

(I) En el logos puede dejarse de creer (1 P. 2:8), porque el oyente piense que es 
demasiado bueno para creerlo o porque, en su creencia fundada en los deseos más que 
en los hechos, no quiere que sea cierto, ya que el logos condena su vida y busca 
cambiarla. 

(II) El logos puede ser tanto arrebatado como ahogado (Mt. 13:22; c/.. Mr. 4:15). Las 
tentaciones, los impulsos, las pasiones de la vida, pueden hacer a un hombre olvidar el 
mensaje cristiano poco después de oírlo. Las actividades, los cuidados, afanes y 
placeres del vivir pueden tomar tanto de la existencia de una persona, que el mensaje 
cristiano se ahoga en ella porque no tiene dónde alentar. 

(III) El logos puede ser falsificado y adulterado (2 Co. 2:17; 4:2). Siempre que un 
hombre comience a escucharse y, por tanto, a dejar de escuchar a Dios, su versión del 
mensaje cristiano será distorsionada e inadecuada. Siempre que olvide someter sus 
conceptos e ideas a la prueba de la Palabra del Espíritu de Dios, producirá una versión 
del mensaje cristiano que será suya, pero no de Dios. Si continúa obrando así, acabará 
por amar a su pequeño sistema más que a la verdad de Dios. 

(IV) El logos puede ser invalidado (Mr. 7:13). Es fatalmente fácil desplazar el mensaje 
cristiano, obscurecerlo con interpretaciones humanas, complicar su sencillez a base de 
condiciones, reservas y aclaraciones. Siempre que consideremos el mensaje cristiano 
como algo con lo que tenemos que efectuar un acuerdo, más bien que como algo a lo 
que nos tenemos que rendir, corremos el riesgo de hacerlo ineficaz. Sin "sometimiento" 
al mensaje, éste no puede hacer ni lograr su pleno efecto. 

Cuando examinamos el contenido del mensaje cristiano en el NT, empezamos a 
apreciar, como nunca, las riquezas de esta fe que se nos ofrece. La palabra logos se 
emplea en el Nuevo Testamento por lo menos con siete genitivos diferentes, los cuales 
expresan en qué consiste el mensaje. Veámoslos. 

(I) El mensaje cristiano es una palabra de buenas nuevas (Hch. 15:7). Nos trae tales 
noticias de Dios, que hacen al corazón cantar de gozo. El día más grande de la vida de 
un hombre es aquel en que descubre el amor. El mensaje cristiano conduce al hombre a 
descubrir nada menos que el amor de Dios. 

(II) El mensaje cristiano es una palabra de verdad (Jn. 17:7; Ef. 1:13; Stg. 1:8). Toda la 
vida es una búsqueda profunda de la verdad. "¿Qué es la verdad?", preguntó el burlón 
de Pilato, y no aguardó la respuesta. Puede que sea así; pero la vida resultaría 
intolerable si no hubiera estrellas fijas. El mensaje cristiano infunde seguridad al 
hombre. 

(III) El mensaje cristiano es una palabra de vida (Fil. 2:16). El mensaje cristiano 
capacita al hombre para dejar de existir y comenzar a vivir. Le da Vida, con V 
majnlscula. 

(IV) El mensaje cristiano es una palabra de justicia (He. 5:13) que dice al hombre 
dónde queda la bondad; le muestra lo que es misericordia; le da nuevas normas de 
vida; lo capacita para enriquecerlas y le da poder para cumplirlas. 

(V) El mensaje cristiano es una palabra de reconciliación (2 Co. 5:19). La misma 
esencia de esta declaración es que Dios no se considera nuestro enemigo: es nuestro 
amigo. No se trata de que Dios necesitará reconciliarse con nosotros; el NT nunca dice 
eso. Eramos nosotros quienes necesitábamos ser reconciliados con Dios. La gran dádiva 
del mensaje cristiano es quitar la enajenación del hombre respecto de Dios y hacer 
posible la más grande las amistades. 

(VI) El mensaje cristiano es una palabra de salvación (Hch. 13:26) Es la palabra de 
rescate. Rescata al hombre de los lazos del mal que lo maniataban. Lo potencia para 

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vencer las tentaciones y obrar rectamente y con cordura. Lo libra del castigo que 
hubiera recaído sobre él si Dios le hubiese tratado según justicia y razón, y no con 
amor. Lo eleva sobre el estado mortecino en que se encuentra en esta vida, estado en 
que se hubiera encontrado en la otra. 

(VII) El mensaje cristiano es la palabra de la cruz (i Co. 1:18). Es la historia de uno 
que murió por los hombres. Es la historia de un amor que no se detuvo ante el sacrificio 
y que, por tanto, demuestra no haber nada que Dios no arrostre, sufra o sacrifique por 
amor al hombre. El corazón del logos cristiano es la cruz. 
En el NT hay un uso técnico de la palabra logos. Está en el prólogo del cuarto 
Evangelio, y culmina en la gran declaración: "La Palabra (logos) fue hecha carne, y 
habitó entre nosotros (Jn. 1:14). Esta es una de las afirmaciones más trascendentales 
del NT, y tendremos que profundizar en ella si queremos apoderarnos de algo de su 
significado. 

(I) Debemos empezar recordando que, en griego, logos tiene dos significados: palabra 
y razón, y ambos se entretejen juntamente. 

(II) Comencemos por el trasfondo judío de esta palabra. En el pensamiento judío, una 
palabra no era simplemente un sonido articulado que expresa una idea: la palabra 
hacía cosas. La palabra de Dios no es un mero sonido, es una causa eficiente. En el 
relato de la creación, la palabra de Dios crea. Dios dijo: sea la luz; yfiíe la luz (Gn. 
1:3). Por la palabra de Dios, fueron hechos los cielos ... porque él dijo, y fue hecho (Sal. 
33:6, 9). Envió su palabra, y los sanó (Sal. 107:20). La palabra de Dios hace lo que él 
quiere (Is. 55:11). Debemos recordar siempre que, en el pensamiento judío, la palabra 
de Dios no sólo decía, también hacía, 

(III) Hubo un tiempo en que los judíos hablaban arameo porque habían olvidado su 
lengua hebrea. Por tanto, fue necesario traducir las Escrituras al arameo. Estas 
traducciones se llaman Targums. Ahora bien, como, en la simplicidad del AT, se 
atribuían a Dios sentimientos, acciones, reacciones y pensamientos al estilo de los 
hombres, los artífices de los Targums sintieron que todo esto aplicado al Altísimo 
seguía siendo demasiado humano, y, entonces, comenzaron a usar una circunlocución 
para expresar el nombre de Dios, es decir, no hablaban de Dios, sino de la Palabra, la 
memra de Dios, dando lugar a lo siguiente: en Ex. 19:17, los Targums dicen que Moisés 
sacó del campamento al pueblo para encontrarse con la memra, la Palabra de Dios, 
en vez de con Dios. En Dt. 9:3, la palabra de Dios, la memra, es fuego consumidor. En 
Is. 48:13 leemos: Mi mano fundó también la tierra y midió los cielos. Y en los Targums 
se dice: Por mi Palabra, mi memra, he fundado la tierra, y por mi fuerza he 
suspendido los cielos. El resultado fue que las escrituras judías, en su forma popular, se 
llenaron de la frase: La Palabra, la memra de Dios; y la palabra estaba siempre 
haciendo, no meramente diciendo, 

(IV) Recordemos que palabra y razón están entrelazadas. En el pensamiento judío hay 
otra gran concepción: la de Sabiduría (sophia). Esto es así mayormente en Proverbios. 
Dios con sabiduría fundó la tierra (Pr. 3:13-20). El gran pasaje está en 8:1-9, donde la 
sabiduría existe desde siempre; antes que la tierra lo fuera, la sabiduría estaba con 
Dios. Esta idea se encuentra muy desarrollada en los libros escritos entre los dos 
Testamentos. En Eclesiástico 1:1-10 se dice que la Sabiduría fue concebida antes de 
todas las cosas, y que está derramada sobre toda la creación. En la Sabiduría de 
Salomón, la Sabiduría lo hace todo (9:12). La Sabiduría fue el instrumento de Dios en 
la creación y está entretejida con toda ella. 

De este modo, en el pensamiento judío tenemos dos grandes concepciones respaldando 
la idea de Jesús como la Palabra, el logos de Dios. Primera, la Palabra de Dios no es 
únicamente discurso: es poder. Segunda, resulta imposible separar las ideas de 
Palabra y Sabiduría; y la Sabiduría de Dios fue lo que creó y penetró el universo que 
él hizo. Al final del siglo I, la iglesia tuvo que hacer frente a un serio problema de 
comunicación. La iglesia se originó en el judaismo, pero necesitaba presentar su 
mensaje a un mundo griego, que las categorías del judaismo le eran ajenas. Como 
Goodspeed indica: "Un griego que quisiera ser cristiano estaba obligado a aceptar a 
Cristo, el Mesías. Naturalmente, preguntaría qué significaba eso, y hubiese habido que 

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darle un cursillo de apocalíptica judía. ¿No había otra forma de introducirle 
directamente en los valores de la civilización cristiana sin ser siempre dirigido, 
podríamos incluso decir desviado, a través del 

judaismo? ¿Debía el cristianismo utilizar siempre un vocabulario judío?" Alrededor del 
año 100 d. de J.C., hubo un hombre en Efeso, llamado Juan, que advirtió el problema. 
Este hombre fue quizás la mente más grande de la iglesia cristiana; y, repentinamente, 
vio la solución. Tanto judíos como griegos tenían la concepción del logos de Dios, ¿no 
podrían aunarse las dos ideas? Veamos el trasfondo griego con que trabajó Juan. 

(I) Por el año 560 a. de J.C, hubo un filósofo griego, llamado Heráclito, que también 
vivió en Efeso. Este pensador concebía el mundo como un flujo. Todo está cambiando 
continuamente; no hay nada estático en el mundo. Pero, si todo cambia sin cesar, ¿por 
qué no es el mundo un completo y absoluto caos? Su respuesta fue: "Todo sucede 
conforme al logos". En el mundo operan una razón y una mente; esa mente es la de 
Dios, es el logos de Dios; y el logos es el que hace que el universo sea un cosmos 
ordenado, y no un confuso caos. 

(II) Esta idea de una mente, una razón, un logos, gobernando el mundo fascinaba a los 
griegos. Anaxágoras habló de la mente (nous) que "todo lo gobierna". Platón decía que 
el logos de Dios era el que mantenía los planetas en sus órbitas y el que traía de vuelta 
las estaciones y los años en sus tiempos determinados. Pero fueron los estoicos, que 
estaban en su apogeo cuando el NT fue escrito, quienes amaron apasionadamente esta 
concepción. Para ellos el logos de Dios "vagaba -como Cleanto decía- por todas las 
cosas". El curso de los tiempos, de las estaciones, de las mareas, de las estrellas, en fin, 
de todo, era ordenado por el logos; el logos fue el que introdujo la razón en el mundo. 
Posteriormente, la propia mente del hombre era una pequeña porción del logos: "La 
razón no es otra cosa que una partícula del espíritu divino inmersa en el cuerpo 
humano", dijo Séneca. El logos fue el que puso la razón en el universo y en el hombre; 
y este logos era la mente de Dios. 

(III) Esta concepción llegó a su climax con Filón, un judío alejandrino que fusionó el 
método de pensamiento hebreo con los conceptos griegos. Para Filón el logos de Dios 
estaba "inscrito y grabado en la constitución de todas las cosas". El logos es "el 
guardián por medio del que el piloto del universo gobierna todas las cosas". "Los 
hombres se igualan en su capacidad de entender al logos", "El logos es el sumo 
sacerdote que pone las almas ante Dios". El logos es el puente entre el hombre y Dios. 
Ahora podemos ver lo que Juan estaba haciendo por medio de su importantísima y 
profunda declaración: "La Palabra fue hecha carne". 

(I) Estaba vistiendo al cristianismo con un ropaje que un griego podía interpretar. He 
aquí un desafío para nosotros. El rehusó seguir expresando el cristianismo por medio 
de las anticuadas categorías del judaismo, y usó categorías que, en su tiempo, se 
conocían y entendían. Una y otra vez la iglesia ha fracasado en esta tarea (de expresar 
las mismas ideas con distintas categorías) por pereza mental, por miedo a cortar las 
amarras del pasado, por huir de alguna posible herejía; pero "el hombre que quiera 
descubrir un nuevo continente tiene que aceptar el riesgo de navegar por un mar que 
no está en la carta". Si, en cualquier tiempo, hemos de hablar a las gentes del mensaje 
cristiano, debemos utilizar un lenguaje que puedan entender. Esto es precisa mente lo 
que Juan hizo. 

(II) El autor del Cuarto Evangelio estaba dándonos una nueva cristología. Llamando a 
Jesús logos, Juan declaraba que (a) Jesús es el poder creador de Dios venido a los 
hombres. Jesús no sólo habló la palabra de conocimiento: El es la palabra de poder, 
Jesús no vino tanto para decirnos cosas como para hacer cosas por nosotros, (b) 
Jesucristo es la mente de Dios encarnada. Podríamos bien traducir las palabras de 
Juan: "La mente de Dios se hizo hombre". Una palabra es siempre "la expresión de un 
pensamiento", y Jesús es la perfecta expresión del pensamiento de Dios para los 
hombres. 

Haremos bien en redescubrir y predicar otra vez a Jesucristo como el logos, la Palabra 
de Dios. 



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LUTRON,3o83 LUTROUN,3o84 APOLUTROSIS^^^ 
LA DEUDA Y SU PAGO 

En el NT hay un grupo de palabras que contiene la idea de redención, salvación, 
libertad y rescate ganado y adquirido por precio. Estas palabras han influido tanto en el 
moldeamiento de la concepción de la obra de Jesucristo y de la idea de expiación, que 
es absolutamente necesario estudiarlas con todo detalle. Empezaremos con la palabra 
lutron, 

(I) En el griego clásico, lutron está mayormente en plural (lutra), y su significado 
básico es "precio de la libertad". El título de la decimocuarta rapsodia de la llíada es 
Lutra Hektoros, "Rescate de Héctor", y se refiere a la recuperación del cadáver de este 
campeón troyano de manos de los griegos. Así, pues, en el griego clásico, hay una serie 
completa de frases que giran alrededor de esta idea de rescate. Veamos algunas. 
Labein lutra tinos, pagar el rescate de alguien; aneu lutron aphienai, soltar sin 
rescate; y la frase huper lutron describe la suma pagada "como rescate". Casi siempre, 
la palabra es literal en el griego clásico, y significa el precio pagado por la libertad de 
alguien. Suidas, el lexicógrafo griego, define lutron simplemente como misthos, que 
significa "paga" o "precio", y lo amplía con esta explicación: "Es aquello que se ofrece 
para libertar y rescatar a un hombre de una esclavitud bárbara". Muy raramente, esta 
palabra tiene un sentido semimetafórico en el griego clásico. Esquilo, el poeta trágico, 
la utiliza así una vez: "¿Qué lutron puede haber para la sangre derramada?" 
(Choephroi 48). Es decir: ¿Qué remisión puede haber para la culpa de la ira y la 
corrupción que ha derramado sangre? 

(II) Ahora bien, para cualquier escritor del NT esta palabra tendría dos trasfondos. 
Uno, el correspondiente al pensamiento del AT y a la forma de usar el vocablo en él. En 
la Septuaginta, lutron se encuentra unas dieciocho veces. Si un hombre poseía un buey 
peligroso, y, por no haberlo tenido bien sujeto, acorneaba y mataba a alguien, el 
propietario tenía que morir, a menos que pagara un lutron, "dinero de sangre", para 
rescatar su vida (Ex. 21:30). Si un hombre asesinaba deliberadamente a otro, y no había 
lutron para él, debía ser ejecutado (Nm. 35:31, 32). Si un paupérrimo israelita se vendía 
a un rico extranjero, alguno de sus parientes podía redimirlo, y el precio era el lutron 
(Lv. 25:51). El hombre celoso, y dispuesto a vengarse, no aceptará lutron en lugar del 
desquite (Pr. 6:35). Lutron es el rescate de los prisioneros de guerra (Is. 45:13). Pero, 
en el AT, la palabra tiene un uso especialmente interesante. Según la ley judía, todo 
primogénito, tanto de hombre como de animal, era consagrado a Dios desde que el 
Señor perdonó la vida a los primogénitos judíos la noche de la primera Pascua, en 
Egipto (Nm. 3:13). Pero, si todos los primogénitos eran dedicados al especial servicio de 
Dios, la vida se desbarataría, por tanto, había una ceremonia, llamada "La Redención 
del Primogénito", a través de la cual los padres podían recuperar a su hijo mediante el 
pago de cinco sidos a los sacerdotes (Nm. 18:16). Este pago es llamado lutron (Nm. 

3:12, 46, 48, 49, 51; 18:15). 

Como regla general, puede afirmarse que, en el AT en griego lutron tiene siempre un 
significado literal; constantemente significa el pago que redime a un hombre de una 
obligación que, de otro modo, estaba obligado a cumplir. En el AT, el lutron puede ser 
pagado por el mismo a quien afecta o por otro hombre, pero siempre es un precio que le 
libra de una deuda y de una responsabilidad que no hubiera tenido más remedio que 
satisfacer si no lo paga. 

Veamos ahora el otro trasfondo de lutron, el del pensamiento y práctica griegos. En el 
griego contemporáneo del NT, lutron tiene dos usos principales: (a) es regularmente 
usado respecto del "precio a pagar para redimir algo que está en prenda o empeño"; (b) 
se utiliza, también con regularidad, respecto del "importe pagado o recibido por la 
liberación de un esclavo". En este sentido, hay un papiro que reza así: "He dado a 



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Helena su libertad, y he recibido huper lutron autos, como importe de ella ...", y 
después viene la suma pagada. 

En este punto, hemos de tener en cuenta otra costumbre griega del tiempo del NT, la 
cual da al lenguaje neotestamentario una de sus imágenes más vividas y efectivas. Hay 
otras dos palabras en el NT que deben introducirse aquí -egorazein o exagorazein, que 
significa "comprar", y time, que quiere decir "precio". En i Co. 6:19, 20, Pablo dice: 
"¿O ignoráis ... que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados (agorazein) por 
precio (time)". En 1 Co. 7:23, el apóstol escribe: "Por precio (time) fuisteis comprados 
(agorazein); no os hagáis esclavos de los hombres". En Gá. 3:13, dice que "Cristo nos 
redimió (exagorazein) de la maldición de la ley". En Gá. 4:4, 5 declara que Dios envió a 
su Hijo "para que redimiese a los que estaban bajo la ley". En Gá. 5:1, dice: "Estad, 
pues, firmes en la libertad (ep'eleutheria) con que Cristo nos hizo libres" y, en Gá. 5:13, 
"porque ... a libertad (ep'eleutheria) fuisteis llamados". Hay muchas inscripciones que 
hablan de alguna persona vendida a un dios, por ejemplo a Atenea, a Esculapio, a 
Apolo. Había una forma especial en que un esclavo griego podía conseguir su libertad. 
Consistía en que el esclavo iba ahorrando, poco a poco, quizás durante años, y 
depositando en el templo de algún dios, las pequeñas cantidades de dinero que podía 
ganar. Cuando, tras mucho esfuerzo, lograba reunir el importe completo de su compra, 
llevaba a su amo al templo para que el sacerdote le pagara el precio de su libertad. 
Desde ese momento, el esclavo pasaba a ser propiedad del dios, y, por tanto, quedaba 
"libre de todo hombre". Hay una inscripción en la pared del templo de Apolo, en Delfos, 
que reza así: "Apolo el pitio compró de Sosibus de Anfisa, para libertad 
(ep'eleutheria), una esclava, cuyo nombre es Nicea, por el precio (time) de tres minas y 
media de plata, el mismo importe que recibió el primer vendedor, Eumnastus de 
Anfisa, como indica la ley, pues Nicea ha confiado a Apolo la compra de ella para 
libertad (ep'eleutheria)". El precio de compra fue pagado y Nicea quedó libre de los 
hombres y propiedad de Apolo. A esto se refiere Pablo indirectamente cuando una y 
otra vez llama doulos Christou, "esclavo de Cristo", a sí mismo y a los demás. El ha sido 
comprado por Cristo y ha pasado a ser de su propiedad. Es muy significante cómo usa 
Pablo la misma frase ep'eleutheria, "para libertad" (también: "bajo seguro de libertad", 
N. del T.), que se encuentra repetidamente en estas inscripciones. El precio de compra 
es pagado y el cristiano pertenece a Cristo. Por consecuencia, queda libre de los poderes 
que le atenaceaban. 

(111) Esta palabra se encuentra dos veces en los Evangelios. En Mr. 10:45 y en Mt. 
20:28, Jesús dice que vino a dar su vida en lutron, "en rescate", por muchos. Hay otra 
palabra, afín a ésta que también se usa, y es antilutron, ' En 1 Ti. 2:6 leemos que 
Jesucristo se dio en antilutron, en rescate, por todos. Antilutron es una palabra muy 
rara. De paso, es importante decir que, en la literatura órfica, antilutron se usa bajo la 
significación de "antídoto", "remedio". La muerte de Cristo podemos entenderla como 
el "antídoto" contra el veneno del mal y el "remedio" para la enfermedad del pecado. 
Todavía hay otras palabras que debemos examinar cuidadosamente. Pero, con lo que ya 
hemos visto, podemos decir con autoridad que Jesucristo, por su vida y por su muerte, 
libró al hombre de una obligación, un riesgo y una deuda que, de otro modo, hubiera 
tenido que pagar él, y le libró de la servidumbre y la esclavitud, pagando el precio de 
compra de esa libertad que el hombre nunca hubiera podido pagar. 
Ahora consideremos el verbo lutroun, 

(I) En griego, los verbos tienen tres voces: activa, pasiva y media. 
Generalmente hablando, la voz media tiene un sentido semirreflexivo; significa hacer 
algo para uno mismo, por interés y para el placer o provecho de uno. Por tanto, en el 
griego clásico, la palabra lutroun tiene tres significados. En voz activa, lutroun 
significa "rescatar"; en voz pasiva, "ser rescatado" y, en voz media, "rescatar para sí", es 
decir, "redimir" o "rescatar", pagando el precio estipulado. Nótese que todo el trasfondo 
de la palabra es "cautividad". Siempre tiene que ver con el rescate, la redención, la 
liberación de un hombre o de una cosa de manos de un poder hostil que los poseía. 

(II) En los papiros, el uso característico de lutroun es "redimir algo que está en 
empeño". Puede ser usado respecto de la vestidura, la capa o la propiedad de alguno 

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que ha sido dejada en prenda a alguien. De nuevo la palabra expresa la idea de la vuelta 
de alguna cosa a su auténtico dueño, por haber sido rescatada de manos de un poseedor 
ajeno. 

(III) La palabra es muy común en la Septuaginta, donde aparece más de sesenta veces 
con ciertos usos característicos. Por ejemplo, es constantemente utilizada respecto de la 
redención por Dios de Israel de la esclavitud en Egipto. En Ex. 6:6 se lee la promesa de 
Dios: "Os redimiré con brazo extendido". Una y otra vez se recuerda al pueblo que Dios 
lo "redimió de casa de servidumbre" (Dt. 7:8; 13:5). El mandamiento de Dios es que no 
olviden que fueron siervos en la tierra de Egipto y que él "los rescató" (Dt. 15:15; 24:18). 
Se usa constantemente respecto de la "redención" del primogénito del especial servicio 
que debía prestar a Dios (Ex. 13:13; 34:20). Se emplea con relación al "rescate" de algo 
que ha sido empeñado (Lv. 25:25, 30, 33). En Israel, cualquier hombre podía "dedicar" 
algo a Dios: un animal, una casa, dinero e incluso hasta él mismo podía dedicarse para 
exclusiva posesión del Altísimo. Eso es lo que Jefté hizo cuando sacrificó a su hija a 
Dios (Jue. 11:29-40). Ahora bien, podía suceder que alguien quisiera recuperar lo que 
había dedicado a Dios, y, entonces, tenía que efectuar ciertos pagos a los sacerdotes. En 
este caso, lutroun es el verbo que se usa para significar el tal pago (Lv. 27:15-33). 
Notemos que, hasta aquí, lutroun siempre describe el proceso de recuperación de algo 
que estaba en posesión y bajo el poder de alguien. Pero, en la Septuaginta, tiene un uso 
muy especial que indica otro tipo de redención. Repetidamente, lutroun es el verbo 
que en los Salmos y en los profetas se utiliza respecto de la liberación y preservación de 
Israel, obradas por Dios en el tiempo en que el pueblo estaba atribulado y angustiado. 
La oración del salmista es: "Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias" (Sal. 
25:22; cf, 26:11; 69:18; 130:8). La gran acción de gracias del salmista es porque Dios le 
ha redimido: "Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad" (Sal. 31:5). Dios es 
quien redime de la destrucción a la vida del salmista (Sal. 103:4; 55:18). Este uso sigue 
en los profetas (Is. 43:1; 44:22; Jer. 15:21; 50:34). Tanto es así el caso, que ho 
lutroumenos (participio presente del verbo), "el Redentor", llega a ser casi un nombre 
técnico para Dios. Si traducimos "rescatar" en vez de "redimir", veremos más clara y 
vividamente lo que todo esto significa. Dios es el redentor que rescata al hombre de las 
garras de la angustia. 

(IV) En el NT, la palabra se encuentra tres veces. En Le. 24:21, los desconsolados 
caminantes dicen al irreconocido Jesús que ellos esperaban que Jesús fuera quien 
había de "redimir" a Israel. Según Tito 2:14, Jesús murió para redimirnos de toda 
iniquidad. En 1 P. 1:18 se dice que los cristianos fueron "rescatados" de su vana manera 
de vivir. 

Todavía nos queda por examinar otra gran palabra del NT. Pero, una vez más, hemos 
llegado a la misma conclusión: La palabra lutroun expresa la "redención", el "rescate" 
de un hombre que estaba dominado por una situación o un poder del que no podía 
librarse por sí solo. 

Apolutrosis es una de las grandes palabras neotestamentarias. Literalmente, significa 
"liberación", "redención", pero en esta ocasión estamos tratando con una palabra que, 
prácticamente, carece de historia. Se usa únicamente en el griego tardío, y muy poco. 
Pero, cuando se usa, siempre es respecto de los prisioneros de guerra que son 
rescatados. En los papiros no hay ejemplos. En la Septuaginta, sólo aparece en Dn. 
4:30, donde se utiliza con referencia al restablecimiento de Nabucodonosor tras haber 
estado enfermo. Pero en el NT se usa diez veces, siempre significantes. Nosotros nos 
ocuparemos de las más significativas. 

(I) Se usa con respecto a ser "redimidos del pecado", y siempre en conexión con la obra 
de Jesucristo. En Ef. 1:7, Pablo dice que el cristiano tiene "redención" por la sangre de 
Jesucristo, "el perdón de pecados". La frase que se emplea en Col. 1:14 es exactamente 
igual a ésta. La misma idea se encuentra en He. 9:15. El perdón de pecados está 
indisolublemente unido a la muerte de Cristo. 

(II) Se usa con respecto a "la nueva relación de fraternidad" en que entra un hombre 
por la obra de Jesucristo. Pablo dice que el cristiano es justificado gratuitamente por la 
gracia de Jesús, mediante la "redención" que es en Cristo (Ro. 3:24). 

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(III) Apolutrosis no solamente implica el perdón de pecados, sino también una "nueva 
vida para el futuro". Implica la adopción, la admisión en la familia de Dios (Ro. 8:23). 
Jesucristo nos es hecho sabiduría, justificación, santificación y "redención" (1 Co. 1:30). 
Apolutrosis no solamente mira hacia atrás, al perdón, sino también hacia adelante, a la 
vida recreada. 

(IV) Apolutrosis no termina en esta vida: es escatológico. Es el goce anticipado de un 
proceso y una gloria que encontrarán su consumación en la venida de Cristo y en los 
lugares celestiales (Le. 21:28; Ef. 4:30). 

Esta redención, obrada por la sangre de Cristo, nos hace posible el perdón de pecados, 
nos facilita una nueva relación con Dios, nos da una nueva vida en la tierra y, 
finalmente, nos dará la gloria celestial. 

Ahora inquiramos lo que está implicado en estas palabras que expresan la idea de 
"rescate", "redención", "liberación". 

(I) Implican que el hombre era cautivo, esclavo y prisionero de un poder extraño. Había 
algo que tenía en sus garras al hombre. 

(II) Implican que no hay medio concebible por el que el hombre hubiera podido 
librarse o rescatarse a si mismo. Estaba desvalido en las garras de un poder y una 
situación que él no podía controlar ni variar. 

(III) La liberación del hombre fue llevada a cabo por Jesucristo, quien pagó el precio 
necesario para efectuarla. 

(IV) No hay en todo el NT una sola palabra que diga a quién se pagó el precio. No pudo 
haber sido pagado a Dios, porque en todo tiempo amó al mundo en gran manera. De 
hecho, fue el amor de Dios el que envió a Cristo al mundo. No pudo haber sido pagado 
al diablo, porque le hubiera igualado a Dios. Todo cuanto podemos decir es que, liberar 
al hombre del pasado, presente y futuro poder que le hacía pecar, costó la vida y la 
muerte de Cristo. Más allá, no podemos ir; pero, aunque el pensamiento luche en vano, 
la experiencia demuestra que, llevar a los hombres junto a Dios, costó la vida de Cristo. 



MAKROTHUMIA3115 
LA DIVINA PACIENCIA 

El sustantivo makrothumia y el verbo makrothumein son, característicamente, 
palabras bíblicas. No se encuentran en absoluto en el griego clásico y, sólo muy 
raramente, en el griego posterior. Son, en verdad, palabras típicamente cristianas, 
pues, como veremos, describen una virtud cristiana que para los griegos no era tal 
virtud. En el NT, makrothumia se encuentra catorce veces y, makrothumein, diez. La 
traducción de la Versión Reina Valera Antigua oscila entre "resignación" y "paciencia". 
Estas palabras tienen dos usos. 

(I) Makrothumia y makrothumein describen el "espíritu constante que nunca cederá". 
Es esa "paciencia" y fe que, finalmente, heredará la promesa. Abraham recibió la 
promesa porque había "esperado con paciencia" (He. 6:15). "Paciencia" es una virtud 
que el cristiano debe tener mientras espera el advenimiento del Día del Señor; y puede 
aprender de la "paciencia" del labrador, que espera la cosecha, y de la "paciencia" de los 
profetas, que nunca perdieron su esperanza en Dios (Stg. 5:7-10). Sobre todo, 1 
Macabeos (8:4) tiene una forma muy luminosa de utilizar la palabra. En ese pasaje, 
como Trench apunta, la supremacía romana en todo el mundo es atribuida a la "política 
y a la paciencia de Roma. Y con esto se da a entender la persistencia romana, que nunca 
haría la paz al precio de la derrota". El cristiano debe tener esta makrothumia que 
puede soportarla espera y sobrellevar el sufrimiento sin ceder jamás. 

(II) Describen la "actitud que un hombre debe tener para con su prójimo". Este es el 
uso típicamente neotestamentario de la palabra. Crisóstomo definió makrothumia 
como el espíritu que podría vengarse si quisiera, pero que finalmente rehusa hacerlo. 
Lightfoot la explicó como el espíritu que nunca tahona. Ahora bien, esto es lo opuesto a 
la virtud griega. La gran virtud griega era megalopsuchia, que Aristóteles definió como 

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la renuncia a tolerar cualquier insulto o injuria. Para el griego el hombre grande era el 
que hacía lo indecible por vengarse. Para un cristiano el hombre grande es el que, aun 
cuando puede vengarse, rehusa hacerlo. 

(a) La paciencia con los hombres es la característica del "ministro cristiano". Esta 
cualidad es, según Pablo (2 Co. 6:6; c/i Ti. 1:16; 2 Ti. 3:10), la prueba de que el 
apostolado es auténtico. Nadie que carezca de esta paciencia, de esta makroíhumia, 
puede pretender dirigir y guiar una congregación cristiana. 

(b) Es la característica del "predicador cristiano" (Tit. 2:2). Sin ella, el predicador caería 
en esa clase de pesimismo e irritabilidad que arruinan la predicación. 

(c) Debe ser la característica de "cada cristiano", de "cada miembro de iglesia". Está 
incluida entre los frutos del Espíritu (Gá. 5:22). Sin paciencia, los hombres no pueden 
andar dignamente en su llamamiento cristiano (Ef. 4:2; Col. 3:12). La paciencia debe 
ser ejercida con los hombres (1 Ts. 5:14). Es una de las grandes características del amor 
(1 Co. 13:4). No puede existir compañerismo cristiano sin makrothumia, 

(111) Y la razón para eso es que makrothumia es la gran característica de Dios (Ro. 2:4; 
9:22). La makrothumia de Dios fue la que, en los días de Noé, esperó hasta que el arca 
estuvo construida (1 P. 3:20). Esa misma makrothumia fue la que hizo posible la 
salvación del hombre (2 P. 3:9, 15). Si Dios hubiera sido un hombre, ya haría tiempo 
que, con un solo movimiento de su mano, hubiera borrado al mundo de la existencia, 
pero, en su "paciencia", conlleva los pecados, las insensateces y la desobediencia de los 
hombres. 

La gran responsabilidad que recae sobre el cristiano es: ser tan paciente con su prójimo 
como Dios lo ha sido con él. 



PARAGGELIA3152 y PARAGGELLEINsSss 
PALABRAS DE MANDO 

Paraggehay paraggellein son, característicamente, palabras de mando. Paraggelia es 
un nombre que significa orden, instrucción, carga, mandato; y paraggellein es un 
verbo que significa cargar, instruir, dar o transmitir una orden. El gran interés de 
estas palabras radica en el trasfondo sobre el que se usan. Estos vocablos se utilizan 
dentro de cinco áreas o esferas diferentes. 

(I) Primero y principal, son palabras de fondo militar, Paraggelia es, distintivamente, 
una orden dada a los soldados, Paraggellein es la palabra usada respecto de un 
general dando una orden, que es transmitida de jefe a jefe, de fila a fila y de hombre a 
hombre. 

Jenofonte dice cómo Ciro se aprestó para la batalla, y transmitió a los otros la orden 
de hacer lo mismo (Anábasis 1,8,3), Dice también que, con ocasión de un desfile 
ceremonial, Ciro ordenó a su primer capitán que se pusiera a la cabeza de la fila y que 
transmitiera la misma orden al segundo, y así sucesivamente (Jenofonte, Ciropedia 
2,4,2), Jenofonte cuenta que cada uno de los oficiales ordenaba a los cabos que la 
anunciaran a sus escuadras (Ciropedia 4.2,7), Paraggelia y paraggellein son, pues, 
palabras de mando militar. 

(II) Son palabras de uso legal. Se utilizan respecto de emplazar a un hombre para que 
comparezca en el juicio, respecto de citar a alguien señalándole día, hora y lugar para 
rendir cuentas de algo, y respecto de los requerimientos legales que una persona debe 
satisfacer y obedecer. 

En los papiros, un hombre escribe a otro para decirle que ahora que ha recibido la 
paraggelia, la instrucción, por escrito, debe seguirla en lo concerniente al cultivo de 
sus campos. Y se advierte públicamente que quien desobedezca esta paraggelia, este 
requerimiento, pagará las consecuencias. Un hombre recibe una citación para 
comparecer ante el prefecto. Un sujeto, demandado por asesinato y otros delitos, recibe 
un emplazamiento para comparecer ante los tribunales dentro del plazo de tres días. 



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Las palabras tienen el sentido general de dar instrucciones o preceptos a una persona. 
En los papiros, por ejemplo, paraggelleín se utiliza para ordenar a alguien salir de 
casa, para decir a una persona que vaya a cierta calle y para notificar cierta obligación. 
El sentido militar y legal se encuentran en la palabra paraggelma, que es afín a estas 
otras y que puede utilizarse respecto de una orden de movilización, 

(III) Son palabras de fondo ético. Se usan con relación a las instrucciones que el 
profesor de ética imparte a sus alumnos. Clemente de Roma, refiriéndose a Dios, 
escribe: "El que nos ha ordenado no mentir, ¡cuánto más no se mentirá a sí mismo!" (i 
Clemente 27.2). 

Cuando Aristóteles está hablando acerca de los juicios particulares sobre los individuos 
en particular, dice que estos juicios no connotan precisión ni pueden tomarse como 
medida, porque no implican ciencia técnica ni regla alguna (Aristóteles, Etica a 
Nicómaco 1104a 7). Las reglas éticas de la vida son paraggeliai, 

(IV) Son palabras de técnica. Las reglas de la gramática, las de una composición 
literaria, las de la oratoria, son paraggeliai o paraggelmata, Longino insiste en que 
hay reglas para las grandes artes, y escribe: "Primeramente, debemos preguntarnos si 
hay algo así como un 

arte de lo sublime o de lo excelso. Algunos sostienen que están en un error los que 
quieren someter tales materias a los preceptos del arte" (Longino, Sobre lo sublime 
2,1), Estas palabras describen las leyes y las reglas de cualquier técnica o arte. 

(V) Son palabras de uso médico, Paraggellein es el vocablo que se utiliza respecto de 
un médico recetando una medicina. Describen las instrucciones que un enfermo debe 
seguir si quiere recobrar la salud. 

Ahora debemos ver el uso de estas palabras en el NT. 

En el NT, la palabra paraggelia es utilizada cinco veces. En Hch. 5:28 se usa respecto 
de la orden que el concilio dio a Pedro y a Juan de que no predicaran en el nombre de 
Jesús. En Hch. 16:24 se utiliza con relación a la orden que los magistrados de Filipos 
dieron al carcelero de que guardase a Pablo y a Silas con seguridad, después de 
haberlos metido en prisión. En 1 Ts. 4:2 y 1 Ti. 1:5, 18 se usa respecto de las 
instrucciones que Pablo dio a la iglesia de Tesalónica y a Timoteo respectivamente. 
El verbo paraggellein se emplea más frecuentemente. En los evangelios sinópticos, en 
Mt. 10:5 y Mr. 6:8, se usa respecto de las instrucciones que Jesús da a sus discípulos 
antes de enviarles a predicar, a enseñar y a sanar. Estas instrucciones son, por así decir, 
las órdenes de marcha de Jesús a sus hombres. Dicho en lenguaje moderno, los 
discípulos están recibiendo las últimas instrucciones para la expedición que van a 
realizar. 

Similarmente, en Hch. 1:4 se usa con referencia al mandato de Jesús a sus discípulos de 
que esperen en Jerusalén hasta que el Espíritu Santo venga sobre ellos. En Mt. 15:35 y 
Mr. 8:6 se usa con relación al mandato de Jesús a la multitud de que se sentaran en la 
hierba, antes de la alimentación de los cinco mil. 

En Le. 5:14 se emplea respecto de las instrucciones al leproso sanado. En Le. 8:29 se 
utiliza en conexión con la orden que Jesús da al espíritu del mal de que salga fuera del 
gadareno. En Le. 8:56 se usa respecto del mandato de Jesús a Jairo y a la esposa de éste 
de que no dijeran nada de la resurrección de la hija de ellos. 

En Le. 9:21 se utiliza con relación a la orden que da Jesús a sus discípulos de que no 
divulguen que él es el Cristo. Lo notable de los Evangelios sinópticos es que el verbo 
paraggellein se usa solamente con respecto a Jesús. Es la palabra característica para 
expresar la idea de Cristo dando instrucciones a los suyos. 

Ahora veamos la palabra en el resto del NT. Algunas veces se encuentra en su uso 
secular normal, i.e., referida al hecho de un superior dando una orden a un 
subordinado. En Hch. 4:18; 5:28, 40 se utiliza respecto del mandato del concilio a 
Pedro y Juan de que dejaran de predicar. En Hch. 15:5 se emplea con relación al 
mandato de los fariseos de que (los cristianos gentiles) observaran la ley ceremonial. En 
Hch. 16:23 se usa con referencia al mandato de los magistrados de Filipos de que 
metieran en la cárcel a Pablo y a Silas. En Hch. 23:22, 30 se utiliza en conexión con las 
instrucciones que el capitán romano da al joven que le informó del complot para 

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asesinar a Pablo. Todos estos usos son los seculares normales. Todos son mandatos de 
autoridades civiles o militares. 

Pero la palabra llega a ser de gran interés cuando examinamos el resto de sus usos, en 
los cuales descubrimos que es el vocablo regular para expresar la idea de la instrucción 
cristiana, y que es la palabra característica de los mandatos, instrucciones y enseñanza 
que Pablo da e imparte a sus amigos y convertidos. 

Se usa respecto del mandato de Pablo al espíritu que poseía a la joven esclava filipense 
(Hch. 16:18). En 1 Co. 7:10 se utiliza con referencia al mandato del Señor, por boca de 
Pablo, de que los lazos del matrimonio no deben soltarse. En 1 Co. 11:17 se emplea 
respecto de las instrucciones de Pablo a los corintios sobre la cena del Señor. En 1 Ts. 
4:11 se usa con relación al mandato de Pablo a los tesalonicenses de que tengan 
tranquilidad y se ocupen en sus negocios. En 2 Ts. 3:4, 6, 10, 12 se utiliza en conexión 
con una serie de mandatos de Pablo a la iglesia de Tesalónica. 
Paraggellein es una palabra casi característica de las Epístolas Pastorales. Se usa 
respecto de las instrucciones dadas a Timoteo (1 Ti. 1:3). Se usa con respecto a la carga 
que ha de imponerse a las viudas con relación a cómo deben vivir (1 Ti. 5:7). Se utiliza 
en conexión con la obra que Timoteo debe hacer, mandando y enseñando todo lo que 
Pablo le dice y, especialmente, guardando los mandamientos (1 Ti. 6:13). También se 
emplea con referencia a la carga a los ricos de que no sean altivos a causa de sus 
caudales. 

Ya hemos descubierto el hecho más importante y significativo tocante a paraggellein, 
es decir, que es la palabra característica para expresar la idea de Jesús dando 
mandamientos a los suyos y de Pablo instruyendo a sus convertidos. Ahora debemos 
continuar a fin de averiguar lo que este hecho significa para la vida cristiana. Tengamos 
en mente que las dos palabras disponen de cinco trasfondos, cinco áreas o esferas que 
definen su uso. Recordamos, pues, que: 

(I) Son palabras de mando militar. El cristiano debe considerarse un soldado; un 
hombre con una comisión concreta; un hombre que está en campaña. 

Por tanto, el cristiano no ha de verse como uno que está en el mundo para hacer lo que 
le plazca, sino para actuar de acuerdo a como le ordene su comandante. Además, el 
cristiano no debe considerarse un individuo aislado, sino miembro de un ejército, una 
unidad en el con 

tingente de fuerzas para una misión específica. Demasiada independencia y demasiado 
individualismo están igualmente prohibidos para estas palabras. 

(II) Son palabras de citación legal El cristiano debe considerarse un hombre que está 
bajo una responsabilidad; un hombre que puede responder de todo cuanto hace. El 
cristiano vive bajo juicio. Su vida no ha de estar animada por la idea de satisfacerse a sí 
mismo y a sus semejantes, sino por la de resistir el escrutinio de Dios. 

(III) Son palabras del maestro de ética. El cristiano debe reconocerse como un hombre 
sometido a la instrucción y a la disciplina; un hombre que está aprendiendo las leyes y 
normas de la vida. Es necio el hombre que piensa que lo sabe todo, y el más sabio es el 
que sabe que no sabe. 

Al cristiano se le sugerirá encauzar su vida de acuerdo con muy diversas normas; por 
ejemplo las de la actividad comercial, con su desconocimiento de todo lo que no sea 
eminentemente práctico; las normas de la sabiduría mundana, de la inteligencia 
humana ...; pero su único modelo debe ser el que constituye la enseñanza de Jesucristo. 

(IV) Son palabras de instrucción técnica. El cristiano no sólo ha de aprender las leyes 
éticas, sino también el arte de vivir la vida cristiana. El cristiano no confina su estudio 
al aula, a la biblioteca, al círculo de discusión o al grupo de oración, pues sabe que tiene 
la obligación tanto de aprender como de vivir la vida cristiana. El cristiano no está 
aprendiendo solamente teología para enriquecer el pensamiento, sino también una 
técnica para vivir. 

En Oraciones para la Conferencia de Lambeth de 1948 figura esta plegaria: "Dios 
Altísimo, danos gracia para no ser sólo oidores, sino hacedores de la palabra santa; 
para no admirar solamente la doctrina, sino para obedecerla; para no sólo profesar tu 
religión, sino para practicarla; para no sólo amar el evangelio, sino para obedecerlo. 

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Danos tanta gracia, que todo cuanto aprendamos de tu gloria podamos recibirlo en 

nuestro corazón y demostrarlo con nuestra vida. Por Jesucristo nuestro Señor." 

En esta oración se resume el deber del cristiano. "Técnica" puede ser una palabra que 

hoy en día nos resulte depresiva, pero lo cierto es que no hay solamente una teología, 

hay también una técnica en la vida cristiana. 

(V) Son palabras de tratamiento técnico, Epicteto llamaba a su aula "hospital del alma 

enferma", y, a su enseñanza, "medicina de la salvación". Los hombres están enfermos 

del alma y deben ir a que Jesucristo los sane. No hay médico que cure a un enfermo si 

éste, desobedeciendo las instrucciones, no se somete al tratamiento prescripto por el 

facultativo. El cristiano es el hombre que se ha dado cuenta de su enfermedad de alma, 

que ha ido a Cristo para ser curado y que, por encima de todo, está dispuesto a seguir al 

pie de la letra las instrucciones que Cristo prescribe. 

Así, pues, paraggeliay paraggellein nos dicen que el cristiano es el soldado de Cristo, 

el hombre a prueba delante de Cristo, el discípulo de Cristo, el hombre a quien Cristo 

adiestra y el paciente de Cristo. 



MERIMNA3308 Y MERIMNAN3309 

LA PREOCUPACIÓN JUSTA Y LA DESATINADA 

El nombre merimna significa cuidado, preocupación, ansiedad, y el verbo merimnan 
quiere decir cuidar de, estar ansioso por. Es muy importante que entendamos 
correctamente el significado de estas palabras, porque de eso depende toda la actitud 
cristiana ante la vida y hacia los vivientes. 

Ambos vocablos son muy frecuentes en el NT. El nombre merimna se usa respecto de 
los afanes de este mundo (Mt. 13:22; cf, Mr. 4:19 y Le. 8:14). También es usado por 
Lucas en la advertencia de que, cuando Cristo venga, nuestros corazones no estén 
cargados de glotonería, de embriaguez y de los cuidados de esta vida (Le. 21:34). Es 
utilizado por Pedro cuando convida a sus amigos a que echen su ansiedad sobre Dios 
(1 P. 5:7). Pablo lo emplea al decir que su carga más pesada es el cuidado de todas las 
iglesias (2 Co. 11:28). Tomemos nota, ya desde el principio, de que -como se ve en 
seguida por estos ejemplos- la palabra merimna tiene un doble matiz, pues, 
obviamente, los cuidados de esta vida, que ahogan la semilla, no son como el cuidado 
de todas las iglesias que cargaba el corazón de Pablo. 

Cuando estudiamos el verbo merimnan, descubrimos que su uso más importante está 
en el Sermón del monte. 

Así, se utiliza en Mt. 6:25, 27, 28, 31, 34; cf. Le. 12:22, 25, 26. En cada caso, la Versión 
Reina Valera Antigua traduce congojarse, "No os congojéis por vuestra vida" (Mt. 
6:25). "No os congojéis por el día de mañana" (Mt. 6:34). La Biblia de Jerusalem lo 
traduce: "No andéis preocupados por vuestra vida, que comeréis." La Versión Popular 
"Dios Llega al Hombre", traduce: "No se preocupen por lo que van a comer o beber 
para vivir." El Nuevo Testamento por Don Pablo Besson dice: "No os acongojéis por 
vuestra vida." El Nuevo Testamento ecuménico de la comunidad de Taizé lo traduce: 
"No os afanéis por vuestra vida, que vais a comer." Lo mismo reza la Versión Revisada 
de 1960: "No os afanéis por vuestra vida." Es obvio que este es un mandamiento de 
Jesús con referencia al significado de lo que debe estar claro, pues es un mandamiento 
que se ocupa de nuestra actitud frente a la vida. 

Antes de discutir la significación de tal mandamiento, debemos atender a los otros que 
el NT hace de la palabra. El verbo merimnan es utilizado por Lucas cuando Jesús dice 
a Marta que está afanada y turbada con muchas cosas (Le. 10:41), y cuando se dice a 
los discípulos que no se preocupen de cómo o qué habrán de responder a los cargos 
que les hagan los magistrados (Le. 12:11). Merimnan es frecuentemente utilizado por 
Pablo, por ejemplo en 1 Co. 7:32-34, donde lo usa varias veces. En este pasaje, el 
apóstol insiste en que el cristiano debe concentrarse en la segunda venida de Cristo, 
que, en aquel tiempo, Pablo esperaba aconteciera en cualquier momento. Los solteros y 

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solteras tienen cuidado de las cosas del Señor; pero los casados tienen cuidado de las 

cosas del mundo y de cómo agradarse más el uno al otro que de cómo agradar al Señor. 

En 1 Co. 12:25, merimnan es usado respecto de que los mieembros de la iglesia se 

preocupen los unos por los otros. En Fil. 2:20 se utiliza respecto del sincero interés que 

tiene Timoteo por los filipenses. En Fil. 4:6, Pablo emplea merimnan cuando dice a los 

filipenses: "Por nada estéis afanosos". 

Es claro otra vez que merimnan, Como merimna, tiene un doble matiz. La 

preocupación por los hermanos en la fe es, obviamente, distinta de la preocupación 

por las cosas de este mundo. 

Ahora veamos el significado de estas palabras en el griego secular para que podamos 

interpretar mejor su significado en el NT. 

En el griego clásico, el significado más simple de merimnan puede ser ocuparse de. En 

una de las tragedias de Sófocles, Edipo pregunta al rabadán en qué labor o en qué 

forma de vida está ocupado (merimnan) (Sófocles, Edipo Tirano 1124). El nombre 

merimna se usa algunas veces junto con hipe, que significa pesar. En el Ion de 

Eurípides, Ion encuentra a Creusa llorando en la capilla, y le pregunta: "¿Cómo puedes, 

señora, aguantar semejante carga de angustia?'' (Eurípides, Ion, 244). La palabra 

puede denotar auténtica tensión y angustia psíquica. 

En el griego ordinario, la palabra merimnan puede usarse para describir a un hombre 

que piensa en su trabajo o a un filósofo enredado en sus problemas. Jenofonte dice 

cómo Sócrates censuraba a los que trataban de entender el movimiento de los astros y 

cómo Dios los arbitra. Sócrates decía que el que se mete en estas cuestiones 

(merimnan) corre el riesgo de perder el juicio como Anaxágoras, que se llenó de un 

necio orgullo en su explicación de la mecánica divina (Jenofonte, Memorabilia 4.7.6), 

Jenofonte afirma que Sócrates.no tenía tiempo para las teorías que se preocupan por 

la naturaleza última de las cosas (Jenofonte, Memorabilia 1.1.4). Cuenta cómo 

Sócrates dijo a Pericles: 'Pienso que te tomas mucho empeño (merimnan) en no llegar 

a carecer inconscientemente de cualquier conocimiento provechoso para un general" 

(Memorabiha, 3.5.23). 

En su vida de Ciro, Jenofonte dice que el gran rey persa, al final de sus días, dejó a 

Tanaoxares un puesto de menor responsabilidad que el de la corona, pues eso le 

salvaría de estar oprimido por las muchas preocupaciones que acarrean la 

responsabilidad y la ambición (Ciropedia 8.7.12). 

Una vez más nos encontramos con este doble significado. Una vez más podemos ver 

que hay una preocupación y una ansiedad que es justa y honorable, y, otra, que es 

agobiante, dañina y destructiva. 

Vayamos ahora a la última fuente de información: al griego contemporáneo de los 

papiros. Se da el caso que, en las cartas del común de las gentes del tiempo del NT, se 

usan muy a menudo las palabras merimna y merimnan. 

Una esposa escribe a su marido: "No puedo ni siquiera dormir, porque día y noche mi 

única preocupación (merimna) es tu seguridad". Una madre, al saber que su hijo se 

encuentra bien, escribe: "Esa es toda mi plegaria y toda mi ansiedad" (merimna). Un 

adivino predice a un cliente que se verá lleno de muchas ansiedades (merimnai) y 

penas. Anacreonte escribe: "Cuando bebo vino, mis problemas (merimnai) se van a 

dormir". En la carta de Aristeas hay una pregunta (271): "¿Qué preserva a un reino?" Y 

la respuesta es: "El cuidado (merimna) y la vigilancia para evitar en cualquier 

momento que todos los que están en eminencia puedan dañar a los subditos". Una 

persona ausente escribe a su familia: "Os escribo en seguida para evitar que estéis 

ansiosos (merimnan), pues así veré que no tenéis preocupación". La palabra 

amerimnia significa resguardo, seguridad, falta de preocupaciones. Dos hombres 

tienen tratos comerciales, y uno escribe al otro: "Para tu seguridad (amerimnia), te he 

extendido este contrato". El contrato tenía por objeto evitar que el otro socio estuviera 

preocupado. 

Así, pues, tras el estudio del significado de merimna y merimnan en el griego secular, 

hemos llegado a la misma conclusión: hay preocupaciones, ansiedades y cuidados que 



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son acertados, justos, buenos; y, por el contrario, hay otros que son erróneos, 
desatinados, nocivos. 

Ahora nos resta ir al NT y ver las que son ansiedades justas y las que no lo son. Primero, 
echemos una ojeada a la ansiedad errónea. 

(I) Son siempre erróneas y desatinadas la ansiedad y la preocupación que provienen de 
enredarse demasiado en los negocios del mundo (Mt. 13:22; cf. Mr. 4:19 y Le. 8:14; 
21:34). Cuando un hombre se ocupa tanto en los negocios del tiempo, que no puede 
prestar atención a los asuntos de la eternidad, está en una situación peligrosa. Cuando 
se preocupa y se cuida en extremo de las cosas terrenales, cuando se concentra tanto en 
ellas que las celestiales se le amontonan, está corriendo un gran riesgo. Un hombre 
puede estar tanto con los hombres, que no disponga de tiempo para estar con Dios. 
Puede tener tanto que decir a los hombres, que no le quede un instante para orar a 
Dios. Nótese esto: el compromiso de ese hombre en el mundo puede ser con algo que, 
en sí, no sea malo, pero, a menudo, "lo bueno puede ser el peor enemigo de lo óptimo". 

(II) La preocupación por el futuro siempre es desatinada, porque es ciega; falla en ver la 
munificencia de Dios para con el mundo; si Dios cuida de los pájaros y las flores, seguro 
que cuidará de los hombres (Mt. 6:25, 26, 28-30). Es desatinada porque es inútil La 
preocupación nunca pudo llevar nada a cabo (Mt. 6:27). Es errónea porque es 
irreligiosa (Mt. 6:32). Un gentil puede preocuparse, pero no un cristiano. Es 
desatinada porque lo único que consigue es incapacitar al hombre para salir al paso 
de los problemas que se le avecinan (Mt. 6:34). La preocupación no hace al hombre 
más capaz para hacer frente a una situación, sino más débil. 

(III) La preocupación es desatinada cuando significa derrochar energías por algo no 
esencial. En este sentido, Marta se equivocaba (Le. 10:41). No era una suculenta comida 
lo que Jesús quería, sino la paz ante la Cruz. 

(IV) Es un desatino preocuparse sobre cómo hacer frente a la oposición y a las pruebas 
que vengan al cristiano (Le. 12:11). Con la necesidad, vendrá el poder. Dios no 
abandona al hombre que es veraz para con él. 

(V) Preocuparse sobre cómo agradar a la gente es un desatino (1 Co. 7:32-34). No es a 
los hombres a quien debemos procurar agradar, sino a Dios. Y si un hombre teme a 
Dios lo suficiente, nunca temerá al rostro de otro hombre. 

(VI) La cura para la preocupación consiste en echar toda la ansiedad sobre Dios y en 
apoyarse en él (1 P. 5:7; Fil. 4:6). En otras palabras, la cura para la preocupación es 
darse cuenta que no estamos solos para hacer frente a la vida, que Dios está con 
nosotros. 

Ahora veamos la forma justa de la preocupación. 

(I) Es justo que nos preocupemos por los demás (1 Co. 12:25). De hecho, suele suceder a 
menudo que la mejor forma de olvidar nuestras preocupaciones es cargar con las de 
otros. La vida se hace más fácil y más plena cuando sentimos las angustias de los otros 
más que las nuestras. 

(II) Es especialmente justo preocuparse por nuestros hermanos en la fe (Fil. 2:20). 
Timoteo era el hombre que se preocupaba en extremo por las necesidades de los 
filipenses. Ningún cristiano puede ser feliz mientras otros cristianos, de cualquier color 
o país, pasan por la angustia, la persecución y la necesidad. 

(Iii) Es justo preocuparse por la iglesia de Cristo (2 Co. 11:28). La preocupación de 
Pablo por las iglesias era a la vez una carga y un privilegio. El cristiano siempre pensará 
y planeará cómo servir mejor a la iglesia. 

Es cierto que se nos dice que no nos preocupemos por la vida ni por el mañana. Pero la 
preocupación que nos está prohibida es la que incapacita, no la que habilita. El deber 
de un cristiano es hacer el máximo de obra, comprometerse a todo cuanto pueda, y 
dejar el resto a Dios. Y, a la vez, el deber de ese cristiano es tener el mismo cuidado, la 
misma preocupación e idéntica ansiedad para con su prójimo, su hermano en la fe y su 
iglesia, que Dios tiene. 



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MESITES3316 

EL MEDIADOR 

Hesites, "mediador", es uno de los títulos más grandes de Jesús. Proviene de la palabra 
griega mesos, que, en este caso, significa "en medio"; por tanto, mesites quiere decir 
"un hombre que media para unir dos partes". En el NT se usa en Gá. 3:19 respecto de 
Moisés, y en 1 Ti. 2:5; He. 8:6; 9:15; 12:24, respecto de Jesús. Job clama con toda su 
alma por una persona así cuando, sumido en la desgracia, dijo de él Y de Dios: "No hay 
entre nosotros arbitro, mesites" (Job 9:33). 

En el griego clásico, la palabra en sí no es común; pero la idea, sí. Cuando el vocablo y 
sus equivalentes aparecen tienen dos significados principales. 

(I) Significan "arbitro". Tanto la ley griega como la romana creían profundamente en el 
arbitramento. En Atenas había un cuerpo de hombres llamado Los Cuarenta, por 
componerlo cuatro individuos por cada una de las diez tribus, cuya misión era la 
siguiente: cuando, por ejemplo, dos hombres o partidos disputaban eran llevados a Los 
Cuarenta, y éstos designaban un arbitro o mediador que los concillara. Los arbitros 
eran escogidos entre los ciudadanos atenienses que contaban sesenta años. Un arbitro 
no podía negarse a prestar esta ajnada, Y tenía la obligación de hacer cuanto fuera 
posible para poner de acuerdo a los que estaban en litigio. En Roma había un conjunto 
de hombres llamados arbitri. Cuando algún caso concernía por entero a la ley era visto 
por un juez, judex, pero cuando se trataba de una cuestión de equidad, por ejemplo de 
daños y perjuicios o algo similar, era zanjado por un "arbitro", cuyo deber consistía en 
poner punto final a la disputa. Por tanto, un arbitro, un mediador, un mesites, es, 
fundamentalmente, una persona cuyo cometido estriba en conciliar dos partes que se 
han privado mutuamente del trato y comunicación que tenían entre sí, y en borrar las 
diferencias que ocasionaron el distanciamiento de ambas partes. Esto es lo que Jesús 
hizo entre nosotros y Dios. 

(II) Significan "fiador", "garante", "padrino". Se llamaba así al hombre que respondía 
por la comparecencia de otro ante los jueces. Pero las palabras se usan especialmente 
respecto de garantizar el pago de una deuda o dar fianza. Si un hombre deseaba 
solicitar un préstamo del banco, necesitaba de alguien que saliera fiador por él, i.e., de 
un m.esites. El m.esites era el hombre que estaba dispuesto a pagar la deuda de su 
amigo. Jesús es el m.esites idóneo respecto de nuestra deuda con Dios. 

El m.esites es siempre la persona que media para conciliar dos partes opuestas. Los 
judíos atribuían esta función a Moisés. En la Asunción de Moisés (1:14), se dice que el 
gran caudillo, refiriéndose a Dios, habló así: "El me designó y me ideó, y me preparó 
antes de la fundación del mundo, para que yo fuera el mediador de su pacto." Moisés 
era el eslabón que unía a Israel con Dios. Posteriormente, los judíos creían que las 
oraciones de los hombres eran llevadas a Dios por los ángeles. El Testamento de Dan 
(6:2) dice: "Acércate a Dios y al ángel que intercede por ti, pues él es el mediador entre 
Dios y el hombre". El cristiano no precisa de un mediador humano o angélico. Cristo es 
el eslabón que lo une a Dios. 
Así, cuando llamamos mesites, mediador, a Jesús, recordamos que: 

(I) Jesús es el intermediario de Dios; el enlace entre Dios y el hombre. Es el mensajero 
del Rey, el que media entre Dios y el hombre, no para separarlos, sino para unirlos. 

(II) La gran función del mediador es conciliar dos partes discordes entre sí. Una y otra 
vez los papiros hablan del nombramiento de un mesites para que ponga de acuerdo a 
dos individuos o partidos que se extrañan los unos de los otros. La obra de Jesús es 
derribar el muro que media entre Dios y el hombre. 

(III) Para ser efectivo y eficaz, el mediador debe representar perfectamente a cada una 
de las partes. Ireneo describe a Jesús con las 

palabras: hominihus ostendens deum., deo autem. exhibens hominem., es 

decir, mostró a Dios a los hombres, y exhibió a los hombres ante Dios. 

La misma palabra nos presenta el gran misterio de Cristo, que es, a un tiempo, 

verdadero Dios y verdadero hombre. He aquí la razón por la que él, y sólo él, es el único 

mediador entre Dios y el hombre. 



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XENOS,358i PARAPIDEMOS,3927 PAROIKOS3941 
EL CRISTIANO Y EL MUNDO 

Hay varias palabras en el NT que resumen la postura del cristiano en el mundo. Todas 
ellas describen al peregrino, al transeúnte, al extranjero, al que no reside 
permanentemente en un lugar. 

La primera palabra es xenos. En el griego clásico, xenos significa "extranjero" o 
"forastero", y se opone apolites, ciudadano del país, a epichorios, "habitante" del país, 
y a endemos, "nativo" de un país. Xenos puede significar incluso "peregrino" y 
"refugiado". 

En el NT se usa respecto del "forastero" que, en la parábola, fuera o no ayudado (Mt. 
25:35, 38, 43, 44). El campo que fue comprado con el dinero de sangre que Judas 
Iscariote arrojó a los sacerdotes se dedicó para sepultar a los "extranjeros" (Mt. 27:7). 
Los atenienses estaban interesados en Pablo porque predicaba dioses "extranjeros" 
(Hch. 17:18). Los ciudadanos de Atenas y los "extranjeros" residentes en la ciudad no se 
interesaban sino en decir y oír algo nuevo (Hch. 17:21). Antes que los gentiles cristianos 
fuesen convertidos eran "ajenos" a los pactos de la promesa (Ef. 2:12). Aquellos a 
quienes fue dirigida la Epístola a los Hebreos no debían dejarse llevar por doctrinas 
"extrañas" (He. 13:9). Pedro dice a sus amigos que no se sorprendan de las pruebas que 
les han sobrevenido, como si fueran cosas "extrañas" (1 P. 4:12). Juan distingue entre 
hermanos y "extranjeros" (3 Jn. 5). Pero el pasaje que da a la palabra su tono y 
significado característicos está en Hebreos, donde se dice que los patriarcas fueron 
"extranjeros" y peregrinos durante toda su vida (He. 11:13). Supuesto así, el cristiano es 
un xenos, un extranjero en este mundo. 

En el mundo antiguo, el "extranjero" llevaba una vida difícil. En los papiros, un hombre 
escribe que era despreciado por todos "porque soy xenos, extranjero". Otro escribe a 
casa para decir a su familia: "No estéis preocupados por mí, porque me halle fuera de 
casa, pues estoy personalmente interesado en estos parajes y no soy xenos, extranjero, 
en ellos." Un tercero escribe: "Es mejor para vosotros estar en vuestros lares, como 
quiera que sean, que estar epixenes, en tierra extraña." En el mundo antiguo eran muy 
comunes los clubes, cuyos miembros se reunían para comer juntos; y los comensales 
estaban divididos en sundeipnoi, compañeros, y xenoi, forasteros, que estaban 
presentes por tolerancia o cortesía. Un soldado mercenario, que estuviera sirviendo en 
el ejército de otro país, era xenos, extranjero (Jenofonte, Anábasis 1.1.10). En Esparta, 
el "extranjero" era automáticamente reconocido "bárbaro". Xenos y bárbaro significan 
lo mismo (Heródoto, 9.11). 

Aquí, pues, tenemos la verdad de que, en este mundo, el cristiano es siempre 
extranjero; el mundo no es su hogar ni su residencia permanente. Y, por esto, el 
cristiano siempre estará sujeto a ser malentendido; siempre estará expuesto a ser 
considerado un personaje extraño, que sigue caminos raros en comparación con los que 
siguen los demás. Mientras el mundo sea mundo, el cristiano permanecerá en él como 
extranjero, porque su ciudadanía está en los cielos (Fil. 3:20). 
La segunda palabra, que describe la posición del cristiano en el mundo, es 
parepidemos. En el griego clásico, parepidemos era la palabra aplicada a las personas 
que se establecían temporalmente en un lugar, i.e., que no fijaban definitivamente su 
residencia en el sitio que fuera. En el NT, parepidemos se usa respecto de los 
patriarcas, que nunca tuvieron una residencia permanente, sino que eran extranjeros y 
"peregrinos" (He. 11:13). Pedro utiliza esta palabra para describir a los cristianos, que 
vivían en Asia Menor, como extranjeros dispersos por todo el país, como exiliados de su 
tierra natal (1 P. 1:1). Pedro ruega a sus hermanos que se abstengan de deseos carnales 
que batallan contra el alma, porque son extranjeros y peregrinos (1 P. 2:11). 
Esta palabra es usada en este sentido en la Septuaginta. Cuando Sara muere, Abraham 
fue a los hijos de Het para pedir terreno donde enterrarla, y dijo: "Extranjero y 

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forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y 
sepultaré mi muerta" (Gn. 23:4). El salmista habla de sí como extranjero y advenedizo, 
como lo fueron sus padres (Sal. 39:12). 

Los griegos que vivían en Roma se llamaban a sí mismos parepidemoi (Polibio 
32.22.4). En los papiros, un hombre pide permiso parepidemein pros kairon, para 
residir en un lugar durante cierto tiempo; y otro hombre obtiene permiso de 
permanencia, pero no debe parepidemein más de veinte días. 
El cristiano es, esencialmente, residente temporal en este mundo. 
Es uno que va de paso. Puede estar aquí, pero sus raíces no lo están ni tampoco su 
hogar permanente. Siempre vive mirando el más allá. Y sucede que su visión de la vida 
no era rara entre los grandes hombres. Marco Aurelio (2.17) dijo: "La vida es una 
milicia y una estancia (parepidemia) en tierra extranjera." Diógenes Laercio (Vidas de 
los filósofos, 2,3,7), refiriéndose a otro gran griego, Anaxágoras, dice: "Fue Anaxágoras 
ilustre no sólo por su conocimiento y riquezas, sino también por su magnanimidad, 
pues cedió a los suyos todo su patrimonio. Y como lo notasen de negligente, respondió: 
'¿Y vosotros por qué no sois más diligentes?' Ausentóse finalmente con objeto de 
entregarse a la contemplación de la naturaleza, despreciando todo cuidado público; de 
manera que, diciéndole uno: '¿Es que no te interesa tu patria?', él replicó señalando el 
cielo: 'Yo venero en extremo la patria'." Epicteto (2.23.36 sigtes.) pinta la vida como él 
la ve: "Los hombres actúan como viajeros que, yendo camino de su país, paran en una 
excelente fonda, y, porque ésta les complace, se quedan en ella. Hombre, has olvidado 
tu propósito; tú no estabas viajando hasta la fonda, sino a través de ella. Pero la fonda 
es agradable; y ¡cuántas fondas y prados hay que son agradables y bellos!, pero sólo 
como lugares de paso." Epicteto no veía el mundo como el término de un viaje, sino 
como una posada al borde del camino, como un lugar de paso. 
La palabra parepidemos describe al hombre que está pasando un tiempo en 
determinado lugar, pero sin residencia permanente en él. El cristiano no desprecia el 
mundo, pero sabe que el mundo no es una residencia fija para él, sino que tan sólo 
representa una jornada de su camino. 

El tercer vocablo que describe la relación del cristiano con el mundo es el nombre 
paroikos, con su verbo paroikein. En el griego clásico, la palabra más usual para esta 
idea era metoikos, que describe lo que se conocía por "residente ajeno", i.e., un hombre 
que residía en un lugar pero sin naturalizarse en él. Este hombre pagaba el impuesto 
correspondiente y vivía como residente autorizado, pero nunca renunciaba a la 
ciudadanía del lugar al que realmente pertenecía. 

Esta palabra se usa varias veces en el NT. Dios dijo a Abraham que sus descendientes 
serían "extranjeros" en tierra ajena (Hch. 7:6). Moisés era "extranjero" en Madián 
(Hch. 7:29). En el camino de Emaús, los dos viajeros preguntaron al irreconocido 
Cristo resucitado si era "extranjero" en Jerusalén, porque no conocía la tragedia que 
había ocurrido (Le. 24:18). Cuando los gentiles aceptan la fe cristiana dejan de ser 
"ajenos" a las promesas de Dios. Pero, repetidamente, es Hebreos y 1 Pedro quienes dan 
a esta palabra su tono, énfasis y significado especiales. Una y otra vez. Hebreos describe 
a los patriarcas como "peregrinos", sin residencia permanente (He. 11:9); y la apelación 
de Pedro a los creyentes es que se mantengan puros porque son extranjeros y 
"peregrinos" (1 P. 2:11). 

Paroikos se encuentra a menudo en la Septuaginta, donde figura once veces como 
traducción del vocablo hebreo ger. El Ger era el extranjero, el prosélito, el extraño que 
habitaba en el seno de la familia israelita. Asimismo, traduce diez veces al también 
vocablo hebreo toshab; el toshab era el emigrante que residía en un país extranjero, 
pero sin naturalizarse en él. 

Tucídides usa metoikos para describir a los "extranjeros" que se establecían en Atenas, 
pero que nunca llegaban a ser ciudadanos (2.13). Heródoto emplea este vocablo con 
referencia a los residentes en Creta que no eran ciudadanos del país (4.151). Esta es la 
palabra que regularmente se contrasta con polites, el pleno ciudadano de un país, y con 
katoikos, el hombre que reside permanentemente en ese país. Una inscripción 
aparecida en Cárpatos divide la población de la isla en dos clases: politai y paroikoi, 

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ciudadanos y residentes ajenos. El gobernador de Priene invita a una fiesta a los 
politai, "ciudadanos", a los parokkoi, "residentes ajenos", a los katoikoi, "residentes 
permanentes en la ciudad", y a los xenoi "extranjeros" que se hallaban por casualidad 
en la metrópoli. El mundo antiguo conocía bien el término paroikos, el cual describía 
al hombre que vivía en el seno de una comunidad, pero que su ciudadanía estaba en 
otra parte. 

Estas palabras se aplican particularmente a los judíos de la Dispersión, de los cuales se 
decía paroikein en Egipto, en Babilonia yen las tierras del extrarradio de Palestina a 
que iban por fuerza o por voluntad propia. Para los judíos paroikein describía el 
individuo que vivía dentro de una comunidad, pero que, no obstante, era extranjero en 
ella. Y, a partir de aquí, el término llegó a conectarse especialmente con el cristiano y 
con la iglesia cristiana. 

El cristiano estaba exactamente en esa situación; vivía en una comunidad, llevaba a 
cabo todos los deberes fruto de la convivencia, pero su ciudadanía estaba en los cielos. 
Clemente escribe su carta desde la iglesia peroikouse (participio presente) de Roma a 
la iglesia paroikouse de Corinto. Policarpo usa la misma terminología cuando escribe a 
la iglesia de Filipos. La iglesia estaba en estos lugares, pero su verdadero hogar no 
quedaba en ellos. Y ahora viene una interesante evolución del término. La palabra 
paroikos significa "residente ajeno"; el verbo paroikein significaba permanecer en un 
lugar, pero sin llegar a ser ciudadano naturalizado de ese lugar. Así, el nombre 
paroikia pasa a significar "un conjunto de extraños en medio de una comunidad". La 
comunidad cristiana es un conjunto de personas que viven en este mundo, pero que 
nunca han aceptado las normas, métodos y formas de él. Las normas de la comunidad 
cristiana son las de Dios. Aceptan la ley del lugar donde viven, pero para ellos, muy por 
encima y más allá de esta ley, están las regulaciones de la ley de Dios. El cristiano es 
una persona cuya única y real ciudadanía es la del reino de Dios. 

La idea de que el creyente en Jesucristo es extranjero y peregrino en este mundo llegó a 
ser tan dominante en el pensamiento cristiano, que vale la pena considerarla un poco 
más. 

(I) En el mundo antiguo, ser extranjero significaba ser infeliz. Es cierto que los países 
respetaban al extranjero. En la religión griega, uno de los títulos de Zeus era Zeus 
Xenios, "Zeus, el dios de los extranjeros"; y se sostenía que los forasteros estaban bajo 
la protección de las divinidades; pero, aun así, había cierta desdicha en la suerte de 
ellos. En la Carta deAristeas (249) leemos: "Es hermoso vivir y morir en la tierra de 
uno; el extranjero pobre es despreciado por el país donde va, y del rico se sospecha que 
ha sido exiliado por algún delito que haya cometido." Eclesiástico (29:22-28) tiene este 
famoso y melancólico pasaje sobre la suerte del extranjero: 

Más vale vivir pobre bajo un techo de tablas que banquetear en casa extraña. 

Conténtate con lo poco o con lo mucho, 

y no tendrás que oír que te reprochan por extranjero. 

Triste es tener que andar de casa en casa; donde habites como extraño no osarás abrir 

la boca. 

A fin de cuentas, eres extranjero y bebes el menosprecio; 

y además habrás de oír palabras amargas. 

"Sal, forastero; haz lugar a otro que merece más honor que tú; 

tengo que recibir a mis hermanos y necesito la casa." 

Duras palabras son éstas para un hombre sentido: la increpación del amo de la casa y la 

injuria del usurero. 

El mismo hecho de que el cristiano es un extranjero, un peregrino, un viandante, es la 

prueba de que la comodidad es lo último que puede esperar en la vida, y que la fácil 

popularidad no es para él. 

(II) La idea de que el cristiano es un extranjero en el mundo está profundamente 
arraigada en la literatura de la iglesia primitiva. Tertuliano escribió: "El cristiano sabe 
que en la tierra tiene una peregrinación, pero también sabe que su dignidad está en los 
cielos" (Apología, 1). "Nada en este mundo es importante para nosotros, excepto partir 
de él lo más rápidamente posible" (Apología, 41). "El cristiano es un transeúnte entre 

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cosas corruptibles" (Carta a Diogneto, 6.18). "No tenemos patria en la tierra" 
(Clemente de Alejandría, Pedagogo 3.8,1), "Somos peregrinos incapaces de vivir fuera 
de nuestra madre patria. Vamos procurando conseguir la forma que nos ayude a 
terminar con nuestras tristezas y a volver a nuestro país natal" (Agustín, De la 
Doctrina Cristiana, 2,4), "Debemos considerar, caros y amados hermanos, debemos 
reflejar una y otra vez que hemos renunciado al mundo; y, mientras tanto estamos 
viviendo aquí como huéspedes y extranjeros, esperamos dar la bienvenida al día que 
nos lleve a cada uno a nuestro verdadero hogar, que nos arrebate de aquí, que nos 
desligue de los lazos de este mundo y nos restituya al paraíso y al reino. ¿Quién ha 
vivido en tierras extrañas que no se apresurara a retornar a su país natal? El que anhela 
volver a sus amigos desea con viveza la ajnjda de un fuerte viento que le ayude a abrazar 
lo más pronto posible a los que le aman. Nosotros reconocemos el paraíso como 
nuestro país" (Cipriano, De la Mortalidad, 26). 

(III) Al mismo tiempo ha de notarse que, aunque los cristianos se reconocen 
extranjeros, peregrinos, exiliados, esto no significa que se divorcien del vivir ordinario, 
y se retiren a una vida de alejada y solitaria inutilidad e inactividad. Tertuliano escribe: 
"Nosotros no somos como los indios brahmanes o gimnosofistas, retirados de la vida 
ordinaria. Vivimos con vosotros, gentiles, comiendo el mismo alimento, usando las 
mismas vestiduras, teniendo necesidad de las mismas cosas; y no somos infructuosos 
para los negocios de la república" (Apología, 42), La más grande de las expresiones en 
esta línea de pensamiento figura en la Carta a Diogneto: "Los cristianos no se 
distinguen del resto de los hombres por la nacionalidad, el lenguaje o las costumbres, 
pues en ninguna parte pueden morar en ciudades de su propiedad; no usan ninguna 
forma extraña de discurso ni practican un modo de vida singular ... Mientras habitan en 
ciudades tanto griegas como bárbaras, compartiendo su suerte y siguiendo las 
costumbres de la tierra en el vestir, el alimento y otros asuntos del vivir, muestran el 
insigne y admitidamente extraño orden de su auténtica ciudadanía. Viven en sus 
patrias, pero como forasteros. Participan en todo como ciudadanos, y lo sufren todo 
como extranjeros. Cada tierra extranjera es su patria, y cada patria una tierra extranjera 
... Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan sus días en la tierra, pero 
tienen su ciudadanía en los cielos" (op, cit,, 5:1-9). Viviendo en el mundo, y no 
apartándose del mundo, era como los cristianos mostraban su verdadera ciudadanía. 

(IV) La cuestión bien puede ser resumida con uno de los dichos atribuidos por la 
tradición a Jesús. El doctor Alexander Duff, misionero escocés, viajó por la India en 
1849. Remontó el Gangas y en la ciudad de Futehpur-Sikri, veinticuatro millas al Oeste 
de Agrá, se llegó a una mezquita mahometana que es una de las más grandes del 
mundo. La entrada era de 40 por 40 metros; y en el interior, a la derecha, se apercibió 
de una inscripción en árabe que rezaba así: "Jesús, a quien sea la paz, dijo: 'El mundo 
no es más que un puente; tienes que pasar por él, pero no edificar tu casa en él'." Bien 
podemos creer que este dicho brotara de los labios de Jesús. Para el cristiano el mundo 
nunca puede ser un fin en sí ni una meta; el cristiano es siempre un viandante. 



PAIDAGOGOS3807 

EL GUARDIÁN DE LA NIÑEZ 

La palabra paidagogos se encuentra en el NT solamente dos veces, pero es 
imprescindible entender bien su significado si se quiere interpretar correctamente el 
pensamiento de Pablo. En 1 Co. 4:15, Pablo dice a los corintios que aunque tengan diez 
mil paidagogoi, no tendrán muchos padres; es decir, el que es su verdadero padre en 
la fe cristiana. Aquí, la Versión Reina Valera Antigua y revisión de 1960, traduce "ayos"; 
VP traduce: "diez mil maestros". En Gá. 3:24, 25 la Versión Reina Valera Antigua dice 
que la ley era nuestro "ayo" (paidagogos) para llevarnos a Cristo ... mas venida la fe, ya 
no estamos bajo el paidagogos, VP dice: "la ley se hizo cargo de nosotros, como si 
fuéramos niños". Ninguna de estas traducciones es enteramente satisfactoria, por la 

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buenísima razón de que el paidagogos desempeñaba una obligación que en nada se 
corresponde con nuestro sistema educativo. 

Hasta los siete años, el muchacho griego estaba casi exclusivamente a cargo de la 
madre. Pero, incluso entonces, el paidagogos de la casa, si es que lo había, decía lo que 
tenía que decir. Sócrates, en el Protágoras (325 c) de Platón, hablando del niño, dice: 
"Apenas el niño empieza a comprender el lenguaje, la madre, la nodriza, el padre y el 
Paidagogos se afanan por hacerlo lo más perfecto posible." El paidagogos se hacía 
cargo de la dirección del muchacho desde que éste empezaba a ir a la escuela hasta que 
cumplía dieciocho años. El paidagogos no era un maestro, según lo que nosotros 
entendemos por maestro, sino que su deber consistía en: acompañar diariamente al 
jovenzuelo hasta la escuela, para asegurarse de que había llegado a ella sin tener 
percance alguno; portar los libros y la lira del chico; vigilar su conducta en la escuela y 
en la calle; adiestrarlo en la moral y en el modo adecuado de comportarse. El 
paidagogos debía comprobar que el muchacho iba por la calle con la cabeza 
ligeramente inclinada; debía ver que daba la preferencia a los ancianos y que guardaba 
silencio en presencia de ellos; tenía que enseñarle buenos modales a la mesa y a cuidar 
su porte. En fin, debía aleccionarlo en todo lo que en griego se entiende por eukosmia, 
buenas maneras, buen comportamiento, alegría de la vida. K. J. Freeman dice que el 
paidagogos era "una mezcla de nodriza, lacayo, rodrigón y tutor". Cuando, en el tisis 
(208c), Sócrates trata de enseñar al joven que la vida no consiste en hacer meramente 
lo que nos gusta, se desarrolla la siguiente conversación: "¿Te permiten que te 
gobiernes a ti mismo o se te niega este derecho?" "No; por supuesto que no me lo 
permiten." "¿Tienes entonces a alguien que te gobierna?" "Sí, mi paidagogos a quien 
ves aquí." ..."¿Y en qué consiste este gobierno que ejerce sobre ti?" "Me lleva a casa de 
mis maestros." La tarea del paidagogos era ansiosa y sumamente práctica, sobre todo 
si el joven era altivo e independiente. Platón decía que el paidagogos es a su carga lo 
que el inválido a su salud: "Tiene que seguir a su enfermedad donde ésta le conduzca, 
siendo incapaz de combatirla, y pasa su vida en perpetua ansiedad, sin tiempo para otra 
cosa" (Platón, República 406a). Clemente de Alejandría tiene una obra, llamada El 
Pedagogo, en la cual asemeja la Palabra a nuestro paidagogos, y dice: "El paidagogos, 
por ser práctico, y no teórico, ansia perfeccionar nuestra alma y adiestrarla en la vida 
virtuosa, no en la intelectual." Plutarco, en su biografía de Quinto Fabio Cunctator, 
cuenta cómo Fabio derrotó a Aníbal, siguiendo la táctica de ir continuamente tras él. 
"Fabio continuaba sin pelear; cuando los ejércitos de Aníbal marchaban, él también." 
Los más fogosos, los que deseaban entrar en combate, tenían a Fabio en poco, hablando 
mal de él aun en su mismo ejército, y se burlaban llamándole el paidagogos de Aníbal, 
"ya que no hacía otra cosa que seguirle arriba y abajo como un criado" (Plutarco, Vida 
de Fabio 5), Se nota claramente que el paidagogos tenía una tarea muy constante y 
responsable. 

Pero la médula del asunto viene ahora. Algunas veces, el esclavo escogido para ser 
paidagogos era viejo y de mucha confianza. Había algunos que tenían un elevadísimo 
concepto de su labor. Se decía de un buen paidagogos que cuando le preguntaron: 
"¿Cuál es tu deber?", él replicó: "Mi deber es hacer del muchacho lo mejor."Cuando 
Temístocles quiso enviar a Jerjes el mensaje secreto, que causó la ruina del caudillo 
persa, utilizó a Sikinnos, el paidagogos de sus hijos, al que después recompensó con 
dinero y concediéndole la ciudadanía (Heródoto 8. 75). A veces, ciertamente, el 
paidagogos era el amigo de confianza de la familia. Pero, muy a menudo, el 
paidagogos era un individuo poco satisfactorio, pues, con mucha frecuencia, se le 
escogía para esta tarea porque -como Plutarco se queja- era demasiado viejo y endeble 
para realizar cualquier otra. 

Consta como dato histórico que Pericles, cuando vio a un esclavo caerse de un árbol y 
romperse una pierna, exclamó: "¡Mirad, ahora ya es un paidagogos!" 
En el Alcibiades (122 b) de Platón, Sócrates dice a Alcibíades: "Pericles te dio como 
paidagogos a Zopiro el tracio, un esclavo inservible por la edad." Al final del tisis de 
Platón, los paidagogoi llegan y se llevan a Lisis y a Menexeno. La conversación no 
había terminado y los jóvenes estaban maldispuestos a marchar. Platón continúa: 

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"Repentinamente, fuimos interrumpidos por los paidagogoi de Lisis y Menexeno, que 
cayeron sobre nosotros como divinidades malhechoras, con los hermanos de los dos 
muchachos, y les dieron la orden de volver a casa, pues se hacía tarde. Al principio, 
intentamos, junto con los asistentes, alejarlos; pero ellos, sin prestarnos atención, sino 
apostrofándonos con ira en su pésimo griego, llamaron a los dos jóvenes -nos parecía 
que habían bebido demasiado en las fiestas de Hermes y que estaban poco dispuestos a 
charlar- y, dándonos por vencidos, nos separamos." No es esta una bella imagen del 
paidagogos, sino el cuadro grotesco de unos esclavos ebrios, toscos, sin un ápice de 
moral ni de cultura. Aunque, como hemos dicho, el otro extremo también se daba. En 
un papiro del siglo 111, una madre escribe a su hijo: "Aseguraos tú y tu paidagogos de 
que el maestro que tienes es el que realmente necesitas." Y termina la carta: "Saludos a 
tu honorable paidagogos. Recibe mi amor." Pero lo normal era lo contrario. 
En cualquier caso, el paidagogos existía por la única razón de ir enseñando al 
muchacho a ser independiente. Jenofonte, en su obra sobre Esparta (3.1), escribe: 
"Cuando los chicos llegaban a la juventud, cesaban los paidagogoi y los maestros. Ya 
nadie los gobernaba, sino que los dejaban como maestros de ellos mismos." 
Cuando Pablo hablaba de que la ley era nuestro paidagogos para llevarnos a Cristo, en 
la misma frase, afirmaba que la ley era inadecuada e insatisfactoria, llamada a 
terminar. Esta es otra forma de decir que Cristo es el fin de la ley. 



PARAKLETOS3875 

LA PALABRA DEL ESPÍRITU SANTO 

Parakletos es una de las grandes palabras características de los escritos juaninos. En el 
Cuarto Evangelio aparece en 14:16, 26; 15:26; 16:7 como título del Espíritu Santo, y en 
la primera epístola de Juan se aplica a Jesús para presentarlo como el abogado que 
defiende nuestra causa ante el Padre (1 Jn. 2:1). Claramente se nota que esta es una 
palabra de especial importancia, pero, a la hora de traducirla, es también especialmente 
difícil. En el pasaje de 1 Juan, los traductores son casi unánimes en traducir parakletos 
por la palabra abogado. En el Cuarto Evangelio, las traducciones son muchas y 
variadas. La Versión Reina Valera Antigua traduce consolador; la Versión Popular 
necesita usar mas de una palabra: "Pero cuando venga el que ayuda y anima que yo 
voy a mandar de parte del Padre. Reina Valera, revisión de 1960, tiene consolador. La 
Biblia de Jerusalem traduce: "Cuando venga el Paráclito, mientras que Besson lo 
traduce así: "el abogado". Evidentemente, es una palabra difícil de traducir. Después 
veremos que la dificultad estriba en que no hay un simple vocablo español capaz de 
expresar todo el significado de parakletos. 

La traducción inglesa comforter (confortador) se remonta hasta Wiclif; pero debemos 
aclarar que Wiclif usó esta palabra con una amplitud de significado que no posee en el 
inglés moderno. La prueba es que Wiclif traduce Efesios 6:10: "Confortaos en el Señor." 
En este versículo, la palabra griega es endunamoun, procedente de la misma raíz de 
dunamis, que significa poder y es la palabra de donde proviene el vocablo castellano 
dinamita. En realidad, la traducción que hace RVR de Ef. 6:10 "fortaléceos en el Señor", 
es la que ha sobrevivido hasta ahora. La misma palabra endunamoun se usa en 1 Ti. 
1:12, donde la Versión Popular dice: "Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo el cual me 
ha dado fuerzas para esto"; y la Versión Reina Valera Antigua traduce: "Doy gracias al 
que me fortificó, " En castellano el término consolador tiene que ver con animar, 
consolar y mostrar simpatía a alguien que está pasando por momentos de angustia y 
sufrimiento. Más bien el término bíblico tiene que ver con el significado de la raíz latina 
de la palabra confortador. Esa raíz es fortis que significa fuerte, valiente, vigoroso. Así 
que cuando así se traduce: confortador no se está diciendo que la única función o la 
principal del Espíritu Santo sea la de consolar o confortar en el sentido que esos 
vocablos tienen para nosotros; lo que el término significa es que la tarea del Espíritu 
Santo consiste en llenar al hombre del poder y denuedo del Espíritu que le capacitarán 

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para enfrentar la vida. Es una pena que el uso moderno de los términos consolar o 
confortar haya resultado en la estrechez de nuestra concepción de la obra del Espíritu 
Santo. 

Debemos hacer constar que incluso los primeros padres de la iglesia tuvieron también 
dificultad para traducir la palabra parakletos. Orígenes, en el Cuarto Evangelio, 
traduce consolador, y, en i Juan, abogado, Cirilo de Jerusalén traduce consolador, 
porque el Espíritu nos ajnida en nuestras flaquezas e intercede por nosotros. Hilario y 
Jerónimo traducen consolator, enfatizando de nuevo la idea de consolación. 
Tertuliano varía. Algunas veces translitera la palabra, resultando paracletus; otras, la 
traduce por advocatus, el abogado que defiende nuestra causa, y, en una ocasión, 
traduce exorator, el que obtiene mediante súplicas. 

Veamos, pues, si podemos llegar a alguna conclusión con esta riqueza de significados 
de la palabra. 

Parakletos es, en sí, una palabra en forma pasiva. Literalmente, significa el que es 
mandado llamar, Pero, aunque esté en forma pasiva, casi siempre es activa en 
significado, pues lo que le da su significado es el propósito y motivo por el cual la 
persona es mandada llamar, esto es, para hacer algo, para que preste algún servicio. Por 
tanto, recordemos: la palabra está en forma pasiva, pero tiene significado activo. 
Conservando esta aclaración en mente, y examinando el verbo parakalein, del que 
parakletos deriva, llegaremos a descubrir mejor el significado del vocablo, 
(i) En su expresión más general, parakalein significa mandar llamar, citar. Así, a un. 
hombre se le dice que mande llamar a un aliado (summachos) (Heródoto, 7.158). Se 
utiliza con respecto a mandar llamar a un asesor para que aconseje (sumboulos) 
(Jenofonte, Anábasis 1.6.5) o a un abogado para que defienda a alguien ante el 
tribunal (sunergos) (Esquines, 2.184). Se usa también respecto de solicitar de un 
hombre que se haga cargo de alguna tarea pública, por ejemplo el administrador de 
gimnasios, que consistía en entrenar, a sus expensas, al equipo que había de tomar 
parte en la carrera con antorchas. Final, mente, se usa con relación a invocar a los 
dioses ayudadores (boethoi) (Epicteto, 3.21.12). Está claro que, en cada caso, la cita es 
para colaborar, servir y auxiliar. Por tanto, un parakletos es, en su sentido más amplio, 
una persona que ha sido mandada llamar para ajnjdar a un hombre en una situación de 
la que no puede salir airoso por sí solo. Ciertamente, el sentido básico de parakletos es 
ayudador, pero ahora debemos intentar añadir a este significado alguna nota que 
defina más la clase de ayuda que se busca y que se presta. 

(II) Veamos uno de los raros significados de parakalein. En el griego secular ordinario, 
la palabra parakalein raramente significa confortar, en el sentido de consolar, pero 
en la Septuaginta sí tiene ese significado. Así, en Sal. 71:21 leemos: "Aumentarás mi 
grandeza, y volverás a consolarme, " Esta es la palabra que se usa en el gran pasaje de 
Is. 40:1, 2: "Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios." En las dos últimas 
versiones de la Septuaginta, la de Aquila y la de Teodoción, parakletos es la palabra 
usada en Job 16:2: "Consoladores molestos sois todos vosotros." Así, pues, parakletos 
puede significar uno que es mandado llamar para confortar y consolar; pero 
debemos tomar nota de dos cosas: primera, este significado es, con mucho, el más raro; 
segunda, incluso tomado en este sentido, parakletos todavía conserva el trasfondo de 
la confortación que capacita a un hombre para mantenerse a pie firme frente a la vida. 
En Job 4:4, la traducción de Moffat es: "Tus palabras esforzaban a los que decaían", lo 
que es una descripción del efecto de la confortación que parakletos expresa. 

(III) Con mucho, en el griego secular ordinario, el uso tanto de parakalein como de 
parakletos está conectado con la ayuda prestada en alguna clase de juicio legal. En 
Grecia, el parakletos era el amigo del acusado, el mandado llamar para defenderlo, el 
que debía intentar que los jueces fallaran a favor del reo, i.e., el abogado defensor, el 
que - como a veces lo usa Demóstenes- presenta el caso de una persona a la luz más 
favorable delante de otra persona o de una autoridad. Diógenes Laercio (4.50) habla de 
la respuesta del filósofo Bion a un hombre que era un gárrulo molesto: "Haré cuanto 
pueda por ti si me mandas parakletoi, representantes, que defiendan tu caso, pero con 
la condición de que tú no vengas." Los parakletoi serían mucho más eficaces que el 

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propio interesado. Filón (In Flaccum 4) dice cómo los judíos alejandrinos deseaban 
encontrar quien defendiera su caso ante el emperador romano. De hecho, lo que 
buscaban era que la propia ciudad de Alejandría los defendiera: "Debemos encontrar 
un parakletos, un abogado, más poderoso que consiga inclinar el ánimo de Gayo a 
favor nuestro. 

La Espístola de Bernabé (20) habla de los parakletoi, los abogados, de la riqueza y la 
injusticia, pero acusadores de los pobres. Filón (De Josepho 40), refiriéndose a la 
respuesta de José a sus hermanos, que estaban aterrorizados por suponer que José se 
vengaría de ellos, dice: "Os perdono cuanto me habéis hecho; no necesitáis de nadie 
que interceda por vosotros ni de ningún otro parakletos. Filón habla de Dios mismo 
creando y bendiciendo al mundo (De Mund, Opif, 6), "sin hacer uso de ningún 
parakletos, consejero, ayudador, sino que, por decisión propia, quiso bendecir al 
mundo con sus beneficios". La Segunda Carta de Clemente (6) dice: ¿Quién será 
nuestro parakletos si somos sorprendidos haciendo lo que no es justo?" Es decir: 
"¿Quién hablará por nosotros, quién nos defenderá, quién alzará nuestra causa contra 
la justicia de Dios?" En la Carta de las Iglesias de Lyon y de Viena, cuando cierto 
número de cristianos están siendo juzgados a causa de su fe, Vetto Epagazo, uno de los 
oficiales romanos, se confiesa cristiano y, por consiguiente, es llamado el parakletos de 
los otros creyentes, el abogado de la causa cristiana (citado por Ensebio en su Historia 
Eclesiástica, 5,1), 

La palabra, conservando este mismo uso, aparece transliterada en el lenguaje judío de 
los primeros siglos de nuestra era. En el Targum, Job 33:23 dice que, a fin de redimir al 
hombre de caer en el abismo, es necesario una especial intervención angélica, un 
mediador, un intérprete, un parakletos. Los rabíes escribían la palabra parakletos con 
letras hebreas, y la usaban libremente: "El que cumple un precepto de la ley gana para 
sí un parakletos, un abogado; el que comete una infracción gana para sí un 
kategoros, un acusador, " En el juicio celestial, el arrepentimiento y las buenas obras 
son los parakletoi, los abogados, del hombre." Todas las obras de justicia y de 
misericordia que un israelita haga en este mundo son gran paz y grandes parakletoi, 
abogados, entre él y su Padre celestial." 

No hay duda de que este es el significado de parakletos en 1 Juan 2:1. Jesús es el amigo 
del preso; el que defiende nuestra causa; el que intercede por nosotros; el abogado 
defensor. Los judíos tenían la desesperada labor de poner sus buenas obras y su 
obediencia a la ley delante de Dios como defensa de ellos. El cristiano dispone de la 
suprema defensa -la abogacía del propio Jesucristo. El vive siempre para interceder por 
nosotros. 

(IV) En 1 Jn. 2:1, es apropiado dar a parakletos el significado de abogado defensor, 
pero ya no lo es tanto en el Cuarto Evangelio, donde parakletos es el Espíritu de 
Verdad (14:16), el intérprete, el maestro y el recordador (14:26), el que había de venir 
cuando Jesús marchara (16:7). En el Cuarto Evangelio, como el Dr. G. H. C. Macgregor 
apunta acertadamente, el Espíritu es el alter ego (el otro yo) de Jesús. El parakletos, 
el Espíritu, es la constante, iluminadora, fortificante y habilitadora presencia de Jesús. 
Ahora bien, ocurre que todavía hay otro significado de parakalein, que nos dará la 
clave para interpretar Parakletos, Frecuentemente, parakalein significa exhortar o 
urgir, Jenofonte usa esta palabra para exhortar a los hombres a que realicen las obras 
más hermosas (Anábasis 3.1.24), y Platón la usa para inducirlos a que piensen en la 
esencia de las cosas (Platón, República 535b); Isócrates la utiliza para urgir a los 
hombres a recordar (3.12). Parakalein se emplea con mucha frecuencia expresando la 
idea de incitar a una persona a determinada acción o emoción. 

Pero, sobre todo, parakalein es usado con respecto a arengar a las tropas que están a 
punto de entrar en combate. Esquilo (Persae 380) se refiere a los barcos en la batalla: 
"Las largas galeras se animaban (parakalein) unas a otras, fila por fila." Eurípides 
(Phoenissae 1254), describiendo un plan de batalla, dice: "Y los vitoreaban, 
infundiéndoles así ánimos para combatir." Jenofonte utiliza parakalein para urgir a 
los soldados a embarcar y emprender un viaje audaz (Anábasis 5.6.19). Polibio usa el 
vocablo con relación a Lutatius arengando a sus tropas antes de una batalla naval 

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contra los cartagineses (1.60.5). También lo usa con respecto a Demetrio reuniendo a 
sus hombres y dirigiéndoles una arenga antes de embarcar para entrar en combate 
(3-i94)> y la palabra que utiliza para expresar la idea de embarcar e ir a batallar es el 
verbo diakinduneuein, que significa aceptar el riesgo de combatir. 
Una y otra vez hallamos que parakalein es la palabra de la llamada para reunirse, 
animarse y recobrar fuerzas; es la palabra relacionada con las arengas que líderes y 
soldados se dirigen entre si, urgiéndose a continuar en la brecha. Es la palabra que da 
lugar a esa clase de expresiones que arrancan el temor de los soldados vacilantes y 
amedrentados y los lanzan a la batalla. Un parakletos es, por tanto, un enardecedor, 
uno que pone coraje en el corazón del apocado, uno que vigoriza el brazo débil para la 
guerra, uno que convierte al hombre ordinario en alguien capaz de enfrentarse 
bizarramente con una situación arriesgada y peligrosa. 

He aquí la gran obra del Espíritu Santo. Diciéndolo con palabras actuales, el Espíritu 
Santo hace que un hombre pueda rivalizar con la vida. El Espíritu Santo es, en efecto, el 
cumplimiento de la promesa: "...he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el 
fin del mundo" (Mt. 28:20). 

Claramente la traducción confortador para parakletos, que en tiempos pasados era 
perfectamente adecuada y correcta, ahora resulta demasiado estrecha y reducida. 
Limitar, incluso como insinuación, la obra del Espíritu Santo a consolar y a confortar 
es, tristemente, minimizarla. Estudiando la palabra parakletos hemos visto su enorme 
alcance tanto en el tiempo como en la eternidad. 

(I) Parakletos siempre significa alguien mandado llamar para ayudar en algo y prestar 
determinado servicio; por tanto, esencialmente, el Espíritu Santo es el ayudador de los 
hombres. 

(II) En la Septuaginta, parakletos tiene un gran trasfondo de esa clase de confortación 
y consolación que, a pesar del infortunio, mantiene a un hombre a pie firme, pero que, 
por sí solo, se hubiera derrumbado. Es la confortación que habilita a un hombre para 
pasar el punto de quebrantamiento ... sin desplomarse. 

(III) Parakletos cuenta con un amplio trasfondo en la ley griega. El parakletos era el 
amigo del reo, el abogado defensor, el hombre que daba testimonio del carácter de su 
amigo cuando éste lo necesitaba más y cuando otros querían condenarlo. Por tanto, 
cuando describimos al Cristo glorificado como nuestro parakletos, queremos decir que 
él es quien habla a favor nuestro delante de Dios. 

(IV) Parakalein es la palabra para exhortar a los hombres a que realicen obras nobles y 
a que cultiven pensamientos elevados; especialmente, es la palabra para infundir coraje 
ante la batalla. La vida nos está llamando continuamente a la lucha, y el único que nos 
capacita para hacer frente a las fuerzas enemigas, para competir con la vida y 
conquistarla, es el Parakletos el Espíritu Santo, que no es sino la presencia y el poder 
del Cristo resucitado. 



PAROUSIA3952 

LA VENIDA DEL REY 

La palabra griega parousia se ha naturalizado en castellano como vocablo técnico para 
significar la segunda venida de Cristo. El uso de esta palabra en el griego secular 
contemporáneo del NT es extremadamente interesante. 

(I) En el griego clásico, significa simplemente la "presencia" o "venida" de personas o 
cosas. Puede usarse en frases como la "presencia" de amigos o la "presencia" de 
desgracias. Un hombre jura, en presencia de los hermanos y los pastores, cumplir cierto 
deber. Muy a menudo, Pablo usa parousia en este sentido simple y no técnico. El 
apóstol se regocija con la parousia, la "venida", de Estéfanas (1 Co. 16:17); se consuela 
con la parousia de Tito (2 Co. 7:6); exhorta a los filipenses a ser tan obedientes en su 
ausencia como lo habían sido durante su parousia con ellos (Fil. 2:12). Los corintios le 



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dicen el improperio de que, por muy duras que sean sus cartas, su parousia corporal es 

débil (2 Co. 10:10). 

(II) Pero, característicamente, en el NT, parousia es la palabra que significa la segunda 

venida de Cristo (Mt. 24:3, 27, 37, 39; 1 Ts. 2:19; 3:13; 4:15; 5:23; 2 Ts. 2:1, 8, 9; Stg. 

5:7, 8; 2 P. 1:16; 3:4, 12; 1 Jn. 2:28). Estudiemos su uso secular contemporáneo del NT, 

para ver qué clase de imagen dirigía las mentes de los primeros cristianos. 

En los papiros y en el griego helenista, parousia es la palabra técnica que se usaba 

respecto de la venida de un emperador, de un rey, de un gobernador, y, en general, de 

una persona importante, a la ciudad o a la provincia. Tal visita requería una serie de 

preparativos. Por ejemplo, se imponían tributos para regalar al rey una corona de oro. 

Con motivo de la visita de Ptolomeo Soter a la villa de Cerceosiris, debían recogerse 

ochenta artabes de maíz. La venida de un rey exige siempre que todo esté a punto para 

recibirle. 

Posteriormente, una de las costumbres más comunes de las provincias consistía en 

datar una nueva era a partir de la parousia del emperador. Esto es lo que hizo Cos 

respecto de la parousia de Cayo César (4 d. de J.C.) y Grecia respecto de la parousia 

de Adriano (124 d. de J.C). Un nuevo tiempo comenzaba con la venida del rey. 

Otra práctica común era acuñar monedas para conmemorar la visita del rey. 

Conocemos los viajes de Adriano merced a esta costumbre. Cuando Nerón visitó 

Corinto, se imprimieron monedas para conmemorar su adventus, su adviento, que es 

la palabra latina equivalente a la griega parousia. Es como si con la venida del rey 

hubiera brotado una nueva serie de valores. Parousia se utilizaba a veces respecto de la 

invasión de una provincia por un general. Así es como se usa cuando, por ejemplo, Asia 

fue invadida por Mitrídates. En estos casos, parousia describe la entrada en escena de 

un nuevo poder conquistador. 

Finalmente, parousia expresaba la visita de un dios. Por ejemplo, Esculapio, dios de la 

sanidad, visitaba y sanaba en su templo a los enfermos que iban hasta él. En el sentido 

político, la parousia del rey, del gobernador o del emperador, significaba a menudo la 

ocasión de hacer peticiones y de enderezar entuertos. Aquí la palabra describe una 

visita curadora y correctiva. 

Reteniendo en mente todo lo dicho, vayamos al NT y veamos cómo se usa parousia en 

él. 

(I) Se utiliza como la base de la demanda de conservar inmaculada nuestra vida para la 
venida del Rey, debiendo hacerse toda clase de preparativos (1 Ts. 3:13; 5:23; 1 Jn. 
2:28). 

(II) Se utiliza como una razón para la paciencia (Stg. 5:7, 8). La venida del Rey se acerca 
y él corregirá los abusos. 

(III) Se habla de la parousia como digna de desear y de orar por ella (2 P. 34, 12). R. L. 
Stevenson cuenta de un vaquerizo que decía no hastiarse de su trabajo tan poco 
atractivo porque "el que tiene algo en el más allá no necesita aburrirse". El que espera a 
Cristo tiene ese algo más. 

Deissmann dice que la palabra expresa precisamente el texto: "He aquí tu Rey vendrá a 
ti" (Zac. 9:9; Mt. 21:5). El cristiano es uno que aguarda a un Rey. 



PENTHEIN3990 

LA PALABRA DE LA AFLICCIÓN PIADOSA 

Penthein, verbo que significa "lamentarse", "afligirse", "deplorar", "llorar", "estar de 
duelo", es un vocablo griego muy usual. En el NT se encuentra nueve veces. 
Jesús preguntó y dijo si era posible que los convidados a las bodas se lamentaran entre 
tanto el desposado está con ellos (Mt. 9:15). Pablo reprende a los corintios porque no 
lamentaron la acción del hombre cuyo pecado había avergonzado a la iglesia (1 Co. 
5:2). El temor de Pablo era que, cuando llegara a Corinto, tuviera que llorar por 
muchos (2 Co. 12:21). En la Epístola de Santiago, se insta a los pecadores a volver a 

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Dios, a afligirse, a lamentarse y a llorar (Stg. 4:9). En Apocalipsis, la palabra se usa 
tres veces respecto del lamentar que seguirá a la destrucción de la gran Babilonia (Ap. 
18:11, 15, 19). 

Pero el uso más importante de penthein está en las bienaventuranzas. Lucas dice: "¡Ay 
de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis" (Le. 6:25). Y Mateo: 
"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación" (Mt. 5:4). 
Hay algo más, sumamente significativo, acerca de esta palabra. 

(I) Penthein es, en el griego de todas las épocas, la palabra que expresa con mayor 
ñierza la idea de lamentarse por un muerto o por uno que es como si estuviera muerto. 
Homero (Iliada 19. 225) y Herodoto (4. 95) la usan en este sentido. Sófocles habla de 
Edipo convulsionándose, atormentado por sus recuerdos (Sófocles, Edipo Tirano 
1320). 

En la Septuaginta, es la palabra que se usa respecto del luto de Jacob por creer muerto 
a José (Gn. 37:34) y con referencia al llanto y al duelo de David por la trágica muerte 
de su hijo Absalón (2 S. 19:1). 

En los papiros también aparece referida al llanto y a la aflicción que siguen a la 
muerte o a la separación inevitable. En un papiro, está determinado lo siguiente: las 
mujeres que estén de duelo vestirán ropas oscuras. En otro papiro, un hombre, que 
había sido abandonado por su esposa, escribe: Deseo hacerte saber que, aunque me 
dejaste, he estado de luto, llorando de noche y lamentándome de día. 
No hay palabra griega de lamento más fuerte que penthein, 

(II) Probablemente hemos notado en los ejemplos citados cuan a menudo dolerse y 
llorar (penthein y klaiein) van juntos. El segundo hecho significante acerca de 
penthein es que describía el dolor que no podía ser ocultado. 

Describe no solamente la pena que trae dolor al corazón, sino la que también trae 
lágrimas a los ojos. Penthein describe el pesar que no puede ser disimulado. 
He aquí, pues, la palabra que usa el NT para expresar cómo debe el cristiano deplorar 
su pecado (Mt. 5:4; 1 Co. 5:2; 2 Co. 12:21; Stg. 4:9). El dolor del cristiano de su pecado 
no ha de ser blando, vago, sentimentaloide, con el simple conformismo de que algo ha 
salido mal; ha de ser tan agudo como el que se siente cuando nos hieren las fibras más 
profundas de nuestro ser. 

Ha de ser un dolor que no está oculto, sino que se manifiesta en las lágrimas y en la 
confesión del verdadero corazón penitente. Es un dolor que se da cuenta de lo que 
Caryle llamaba "la infinita damnación del pecado", rota en el corazón cuando éste ve, 
en la cruz, a lo que el pecado puede dar lugar. 

Uno de los grandes relatos de conversiones en los tiempos modernos fue el del asesino 
japonés, Tokichi Ishii, que, leyendo el NT en la prisión, se convirtió. Era un hombre 
bestial, de crueldad salvaje, infrahumano en todos los crímenes que había cometido. 
Fue convertido entre tanto leía la Biblia que dos mujeres canadienses le habían dejado, 
tras no haber podido obtener de él ni una pizca de respuesta humana a algo que le 
dijeron. Tokichi comenzó a leerla y, cuando llegó a la oración de Jesús: "Padre, 
perdónalos, porque no saben lo que hacen", cuenta que le sucedió lo siguiente: "Dejé de 
leer. Sentía el corazón herido; algo así como si me estuvieran clavando en él una aguja 
muy larga y muy aguda." El dolor de este hombre, de su pecado, era el dolor del 
corazón quebrantado. 

La palabra penthein nos dice que ni siquiera hemos iniciado el camino cristiano si no 
hemos tomado el pecado con tal seriedad, que nuestro dolor de él sea semejante en 
intensidad al dolor que se siente cuando alguien se nos muere. El cristianismo empieza 
con la piadosa aflicción del corazón quebrantado. 



PLEONEXIA4124 

EL PECADO DE AVARICIA 



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Pleonexia es el pecado que el NT condena repetida y frecuentemente. La palabra se 
encuentra en Mr. 7:22; Le. 12:15; Ro. 1:29; 2 Co. 9:5; Ef. 4:19; 5:3; Col. 3:5; 1 Ts. 2:5; 2 
P. 2:3, 14. La Versión Reina Valera Antigua traduce "avaricia" en todos estos pasajes, 
excepto en 2 Co. 9:5 que traduce "mezquindad" y, en Ef. 4:19, "avidez". La misma 
versión, revisión de 1960, en 2 Co. 9:5 traduce "exigencia nuestra", en Ef. 4:19, "avidez" 
y, en el resto, "avaricia". La Versión Popular traduce algunas veces "avaricia", en otros 
"deseo de tener lo ajeno" y también en un caso "ambición de dinero". 
Pleonexia, en el griego de todas las épocas, es una palabra desagradable, y siempre 
comporta una cierta idea básica que ninguna traducción puede sacar plenamente a luz, 
sencillamente porque no hay palabra para ello. En el griego clásico, pleonexia significa 
"codicia fiera", i.e., el espíritu del hombre que emplea todos los medios posibles para 
aprovecharse de su prójimo. El verbo correspondiente, pleonektein, significa 
"defraudar" o "ser rapaz" o más astuto que otro. Polibio, el historiador griego, tiene un 
uso muy sugestivo de la palabra. Los estoicos hablaban de ta kathekonta, de "lo 
conveniente", y con esta frase querían significar esa clase de conducta que un hombre 
bueno debe desarrollar. Polibio dice que el individuo codicioso usa de métodos que no 
son propios de un hombre. Pleonexia era una palabra que figuraba más en el 
vocabulario de las gentes ordinarias, y es muy común en los papiros, donde está 
relacionada con la conducta "por completo desvergonzada", con la "ambición 
desmedida", con la "violencia", con la "injusticia", con la "avaricia" que un hombre, en 
sus mejores momentos, deploraría, con la "rapacidad" de un oficial deshonesto, que 
está enriqueciéndose a costa del distrito que tiene a su cargo. Los moralistas latinos 
definen pleonexia como amor sceleratus hahendi, "el maldito amor de poseer". 
Teodoreto, el primitivo comentarista, describe esta palabra como "el anhelo de tener 
siempre más, el tratar de conseguir las cosas que no convienen a un hombre". Cicerón 
define avaritia, que es el equivalente latino de pleonexia, como injuriosa appetitio 
alienorum, "el injusto deseo de todo aquello que pertenece a los demás". 
Ahora tratemos de clasificar los usos que el NT hace de pleonexia, para ver si podemos 
llegar a aislar la cualidad básica de este pecado. 

(I) En Ro. 1:29, pleonexia es el pecado del mundo ateo. El pecado del mundo, de la 
sociedad, del hombre que ha vuelto la espalda a las leyes de Dios. Es lo opuesto a la 
generosidad del amor de Dios y a la caridad de la vida cristiana. 

(II) En Le. 12:15, es el pecado del hombre que valora la vida en términos materiales, del 
hombre que piensa que el valor de la vida radica en el número de cosas que se tienen, 
del hombre cuyo único deseo es poseer y jamás dar. 

(III) En 1 Ts. 2:5 y en 2 P. 2:3, pleonexia describe el pecado del hombre que utiliza su 
posición para aprovecharse, para "hacer mercancía", de las personas a quienes debe 
servir. Es el pecado del hombre que ve a sus semejantes como criaturas para ser 
explotadas y no como hijos de Dios para ser servidos. 

(IV) En Col. 3:5, pleonexia está identificada con idolatría. Pleonexia es dar culto a lo 
terrenal en vez de a Dios. Una moneda de tres peniques es muy pequeña, sin embargo, 
si se la pone muy cerca del ojo, puede impedirnos ver el inmenso disco solar. Cuando 
un hombre tiene pleonexia en el corazón, pierde de vista a Dios, obstaculizado por el 
loco afán de poseer que le domina. 

(V) Pasaje tras pasaje, pleonexia está relacionada con el deseo sexual (Mr. 7:22; Ro. 
1:29; Ef. 4:19; 5:3; 2 P. 2:14). He aquí la pura esencia de esta palabra, no el pecado 
sexual, sino el deseo de tener lo que está prohibido y de tomar lo que no debe ser 
tomado. Es dar licencia a pasiones y apetitos que van contra las leyes de Dios y de los 
hombres. 

Lightfoot define pleonexia, según Ro. 1:29, como "la disposición presta siempre a 
sacrificar al prójimo en beneficio nuestro por cualquier causa, no meramente por 
dinero." Pleonexia es el pecado del hombre que ha dado rienda suelta al deseo de 
conseguir cuanto no debe, que piensa que sus caprichos, apetitos y vehementes anhelos 
son las cosas más importantes del mundo, que ve a los otros como objetos para 
explotar, que no tiene más dios que él y sus deseos. 



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POIKILOS4164 

LA PALABRA MULTICOLOR 

Poikilos no es en sí una de las grandes palabras neotestamentarias. La mayor parte de 

sus usos en el NT no requiere comentario; pero hay uno de ellos que, como veremos, 

justifica el estudio de poikilos. 

En el griego secular, poikilos significa, básicamente, de colores variados. En este 

sentido se usa frecuentemente con respecto a los objetos naturales. La piel de un 

leopardo es poikilos multicolor. Una serpiente es poikilos, y, en este caso, la palabra 

describe la iridiscencia de la piel del reptil. El plumaje de las aves es poikilos, en el 

sentido de los muchos colores que resplandecen en las plumas. El granito es poikilos 

por la policromía que brilla cuando la luz incide sobre él. 

Después, poikilos, describe, además de los objetos naturales, todo aquello que es hecho 

y manufacturado a mano. Significa trabajado en varios colores, graciosa y hábilmente 

hecho. Así, describiendo tejidos, es lo opuesto al monocronismo natural. Describe una 

alfombra multicolor o una túnica ricamente bordada de muchos colores. También 

describe un escudo de metal elaboradamente repujado. 

Posteriormente, poikilos describe algo que es intrincado y complejo, como, por 

ejemplo, una medicina elaborada a base de muchas mezclas o una ley muy compleja y 

complicada. De ahí pasa a describir a una persona que es astuta, diestra, mañosa, fértil 

en recursos para salir de una coyuntura o hacer frente a una emergencia. 

En este sentido, poikilos puede incluso descender hasta un significado que incluya la 

perfidia, describiendo a la persona que es demasiado inteligente, ladina, marrullera, 

llena de trampería y estratagemas para llevar a efecto sus fines y salirse con la suya. 

Como fácilmente podemos apreciar, en el griego secular, poikilos es una palabra vivida 

y con muchos matices. 

Como dijimos, muchos de los usos de poikilos en el NT carecen de particular interés. 

Es la palabra que la Versión Reina Valera Antigua traduce diversas, Jesús sanó a los 

afligidos por diversas, poikilos, enfermedades (Mt. 4:24; Mr. 1:34; Le. 4:40). Las 

Epístolas Pastorales hablan de mujerzuelas arrastradas por diversas, poikilos, 

concupiscencias (2 Ti. 3:6); y de las diversas concupiscencias y deleites característicos 

de la vida impía (Tit. 3:3). 

El escritor de Hebreos habla de diversos milagros de Dios (He. 2:4) y de doctrinas 

diversas y extrañas (He. 13:9). Santiago se refiere a las diversas tentaciones (Stg. 1:2), y 

Pedro usa la misma frase. 

Pero hay una ocasión en que Pedro, con agudeza genial, usa poikilos para describir la 

gracia de Dios, La Versión Reina Valera Antigua traduce diferentes gracias de Dios (1 

P. 4:10). Cuando recordamos lo que poikilos significa, esta declaración se revela como 

un tremendo pensamiento. 

(I) Poikilos significa de colores variados; por tanto, hablar de la gracia de Dios como 
poikilos significa que sea cual fuere el color de la situación humana la gracia de Dios 
puede casar con él. No importa si un hombre está viviendo en el oro de la luz solar, del 
gozo y del éxito, o en la umbría del dolor y de la angustia; en la gracia de Dios hay ese 
componente que la hace ponerse a la altura de las circunstancias de la situación que 
sea. No hay tesitura humana que la gracia de Dios no pueda alcanzar, adaptarse a ella y 
responder. La gracia de Dios es una realidad con esa cualidad de policromía que le 
permite encontrarse con cualquier situación en la vida. 

(II) Poikilos significa mañoso, diestro, inteligente, ingenioso; por tanto, decir que la 
gracia de Dios es poikilos significa que no hay problema que ella no pueda solucionar; 
cualquiera que sea la tarea que se nos imponga, la gracia de Dios siempre tiene el 
método para realizarla. No existe circunstancia, crisis, emergencia o demanda que la 
gracia de Dios no pueda tratar con ella y, al final, vencer. No hay nada en la vida con lo 
que la gracia de Dios no pueda competir. 

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Poikilos, esta vivida palabra, dirige nuestros pensamientos a la multicolor gracia de 
Dios, la cual es, en verdad, suficiente para lo que haya menester. 



PRAUS4239 Y PRAOTES4236 
LA DOCILIDAD CRISTIANA 

Praus es la palabra usada en la bienaventuranza que reza: Bienaventurados los mansos 
(Mt. 5:5). Este adjetivo se encuentra tres veces más en el NT. Dos, aplicado a Jesús (Mt. 
11:29; 21:5). La otra, en 1 P. 3:4. El sustantivo praotes, "mansedumbre", es uno de los 
frutos de Espíritu (Gá. 5:23). Los otros lugares donde aparece son: 1 Co. 4:2i;i Co. 10:1; 
Gá. 6:1; Ef. 4:2; Col. 3:12; 2 Ti. 2:25; Tit. 3:2; Stg. 1:21; 3:131 1 P. 3:15. La Versión Reina 
Valera Antigua, y revisión de 1960, traducen el adjetivo por "manso", y, el sustantivo, 
por "mansedumbre", en todos los pasajes, excepto en 1 P. 3:4, donde, en la versión 
Antigua, el adjetivo es traducido "pacífico" y, en la revisión de 1960, "afable". La 
Versión Popular traduce: "los de corazón humilde" en Mt 5:5; 11:29 y "humilde" en los 
restantes. 

En el griego clásico, esta es una palabra encantadora. Aplicada a las cosas, significa 
"suave". En este sentido se usa, por ejemplo, respecto de la brisa o de la voz. Aplicada a 
las personas, significa "grato"' Hay un fragmento de Menandro que dice: "¡Cuan grato 
resulta el padre que es afable y joven de corazón!" Podemos decir que, en griego, esta 
es una palabra acariciadora. Ciertamente, Jenofonte usa el neutro plural de este 
adjetivo con la idea de caricia y mimo. Este vocablo es, característicamente, expresión 
de ternura y gracia. 

Para Aristóteles la virtud era el término medio entre dos extremos. Así, definía preotes 
como lo equidistante entre orgilotes y aorgesia, es decir, el término medio entre la 
excesiva ira y la excesiva flema. Dijo que praotes era el secreto de la ecuanimidad y la 
compostura. Podríamos decirlo así: el hombre praus es el que nunca se aira a 
destiempo. 

Esto nos conduce al uso de praus que realmente esclarece todo el asunto. En griego, 
praus se usa en un sentido especial. Se utiliza - como sucede con mitis en latín- con 
respecto a un animal que ha sido domado. Un caballo que una vez fue salvaje, pero que 
ahora es obediente al bocado y a la brida, es praus, 

Y he aquí el secreto del significado de praus. Hay docilidad en praus, pero tras esa 
docilidad está la fuerza del acero, pues la suprema característica del hombre praus es 
estar bajo un perfecto control. No es una docilidad pusilánime, una ternura 
sentimentaloide, un quietismo pasivo. Es fuerza bajo control. Nm. 12:3 nos dice que 
Moisés era el hombre más "manso" de la tierra, pero ese Moisés era el mismo hombre 
que actuaba con decisión y se encendía en ira cuando era necesario. 
Tal carácter, ningún hombre puede conseguirlo por sí solo. Praotes es fuerza bajo 
control, pero sería erróneo decir que el hombre praus ejerce sobre sí un perfecto 
autodominio. Está perfectamente dominado, sí, pero por Dios, en el sentido de que 
Dios le da esa maestría - que sólo Dios puede darle- para conseguirlo. Nuestra oración 
debe ser que Dios nos haga Praus, dueños de nosotros mismos, pues sólo así podremos 
ser siervos de nuestros semejantes. 



PROSAGEIN4317 Y PROSAGOGE4318 
LA PALABRA DE INTRODUCCIÓN 

El verbo prosagein significa "introducir", "conducir a o hacia", y el sustantivo 
prosagoge significa "camino de entrada", "acceso" o "introducción". Las dos palabras 
se usan, en total, ocho veces en el NT, y, de éstas, cuatro hacen referencia a la obra de 
Jesús por los hombres. En cuatro ocasiones, prosagein es utilizada en un sentido 
completamente ordinario. En Mt. 18:24 se utiliza respecto de "presentar" al deudor 

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delante de su señor. En Le. 9:41, es la palabra que Jesús emplea cuando manda que le 
"lleven" al muchacho epiléptico. En Hch. 16:20 se usa cuando trajeron a Pablo y a Silas 
ante los magistrados de Filipos. En Hch. 27:27 se utiliza con relación a cuando estaban 
"siendo llevados cerca de tierra durante la tempestad. Prosagein se emplea una vez 
respecto de la obra especial de Jesús. En 1 P. 3:18 se dice que Cristo murió para 
"llevarnos" a Dios. Prosagoge es siempre usada en el NT en conexión con la obra de 
Jesús. En Ef. 2:18 se dice que, por Jesús, judíos y gentiles tienen "acceso" al Padre. En 
Ef. 3:12 leemos que, en Jesús, tenemos seguridad y "acceso" a Dios con confianza. Y en 
Ro. 5:2 se dice que, a través de Jesús, tenemos "acceso" por la fe a esta gracia en la cual 
estamos firmes. 

El gran valor de estas palabras, cuando se aplican a la obra de Jesús, radica en las 
imágenes que proyectan. 

(I) Prosagein es usada en la Septuaginta respecto de traer las víctimas que habían de 
ser sacrificadas a Dios (Lv. 3:12; 4:4; 8:14). Es la palabra para expresar la idea de traer 
a Dios todo lo que sea dedicado a su servicio. 

(II) Prosagein se utiliza en la Septuaginta respecto de llevar a los hombres escogidos a 
la presencia de Dios, a fin de ser ordenados sacerdotes para su culto y servicio (Ex. 
29:4). 

(III) En el mundo idólatra, en tiempo del NT, muchas personas creían que las religiones 
de misterio les acercaban a Dios más que ninguna otra fe pagana. Las religiones de 
misterio eran como dramas de pasión que al adorador le era permitido presenciar sólo 
después de un largo período de preparación. Tras este período, el adorador, ya 
convertido en iniciado, era introducido a la presencia de los misterios sagrados por una 
persona conocida como el mustagogos, y la palabra técnica para expresar esta idea de 
"introducir" al iniciado es prosagein, que describe el hecho de conducir a alguien ante 
algo especialmente sagrado y santo. 

(IV) En el griego secular, prosagein es usado regularmente con respecto a "introducir" 
a un orador a la presencia del demos, la asamblea del pueblo, o a la del bouie, el 
senado o concilio. Se utiliza respecto de "introducir" embajadores a la presencia de la 
asamblea del Pueblo para gestionar algún posible acuerdo; y, también, se utiliza 
respecto de "conducir" a uno ante el tribunal o el juez. Prosagein es, por tanto, la 
palabra que se usa para indicar la introducción de una persona a la presencia de alguien 
revestido de una autoridad superior a la de dicha persona. 

(V) Pero prosagein se emplea especialmente con referencia a "introducir a una persona 
a la presencia del rey". Jenofonte dice cómo los prisioneros encadenados eran 
"introducidos a la presencia" del rey Ciro (Ciropedia 3.2.12). Dice que Ciro esperaba a 
uno que, queriendo algo de él, había procurado ganarse el favor de los amigos del rey 
para conseguir, a través de ellos, una prosagoge, "acceso a la presencia real" 
(Ciropedia 7.5.45). Jenofonte se refiere también a Sacas, el copero, encargado de 
"introducir" (prosagein) a la presencia de Astyages a todos aquellos que tenían 
negocios con él, y de impedir la entrada a los que no consideraba oportuno admitir 
(Ciropedia 1.3.8), En la corte persa había, de hecho, un oficial que era el prosagogeus, 
el introductor, cuya misión era conducir a las personas ante el rey. 

Cada simple uso de las palabras arrojan luz sobre la obra que Jesús realizó por los 
hombres. Jesús es la persona que nos introduce a la real presencia de Dios. Sólo con él 
podemos estar sin temor ante el Omnipotente, pues Jesús es el introductor designado 
por Dios. Cuando somos introducidos por Cristo a esa presencia, estamos ante la 
suprema autoridad para nuestras vidas. Jesús nos introduce a la presencia más santa y 
más sagrada de todas; nos introduce para que, a través de él, podamos dedicar nuestras 
vidas como ofrenda para el servicio de Dios. ¿Puede pensarse en Jesús en forma mejor 
que la de ser quien nos "introduce" a la presencia de Dios para que recibamos la gracia 
del Altísimo y le rindamos nuestro servicio voluntario? 

He ahí un uso especial de prosagoge que debemos considerar. En Ro. 5:2 leemos que, 
a través de Jesús, tenemos "acceso"; prosagoge, a la gracia en la cual estamos firmes. 
Ahora bien, prosagoge, cuando significa "acceso" o "introducción", se refiere siempre a 
"personas", por tanto, este uso es ligeramente distinto del griego. En el griego helenista, 

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prosagoge se usa respecto de "un lugar para fondear los barcos". Plutarco habla de un 
general que formó sus tropas frente al mar, en una zona donde no había prosagoge, 
fondeadero (Aemillus 13). En Sófocles (Philoctetes 236) encontramos la frase: "¿Qué 
necesidad te hizo arribar a Lemnos?" Es probable que en este pasaje de Romanos, 
prosagoge sea usado en este sentido, y que la frase signifique: "Jesús nos abrió un 
camino en el fondeadero de la gracia de Dios." La idea es que somos violentamente 
zarandeados por la tormenta del pecado, de la angustia, de la aflicción, de la tentación, 
y que Jesús nos ofrece el camino al puerto, al fondeadero, al resguardo de la gracia de 
Dios. Somos como marinos que van dando bandazos, y cuyas vidas naufragarían si 
Jesús no las pilota para, tras gobernarlas y sacarlas de la tempestad, fondearlas en el 
seguro puerto de la gracia de Dios. 



PROSLAMBANESTHAI4355 

LA PALABRA DE BIENVENIDA 

Proslambanesthai es un verbo que significa "tomar o llevar consigo a alguien". En el 
NT se encuentra nueve veces. En Mt. 16:22 y Mr. 8:32 se usa con respecto a cuando 
Pedro "toma aparte" a Jesús tras haber éste anunciado su muerte. En Hch. 27:33 se 
utiliza con referencia a "tomar alimento". En Hch. 17:5 se emplea con relación a los 
judíos que "tomaron consigo" o "consiguieron la ayuda de" algunos ociosos para 
alborotar la ciudad contra Pablo y sus acompañantes. En Hch. 28:2 se usa respecto del 
"recibimiento" que los malteses prodigaron a Pablo y al resto de la tripulación tras el 
naufragio. Estas formas de usar la palabra son perfectamente adecuadas. Pero las 
restantes resultarán de gran interés para nosotros. 

En Hch. 18:26, proslambanesthai se usa respecto de Aquila y Priscila "tomando aparte 
a Apolos" para enseñarle más exactamente la fe cristiana. En Ro. 14:1, Pablo utiliza este 
verbo respecto de "recibir" en el compañerismo de la iglesia al débil en la fe; y en Ro. 
14:3, dice que Dios nos ha "recibido". En Ro. 15:7, el Apóstol usa proslambanesthai 
cuando dice que los cristianos debemos "recibirnos" unos a otros; y, en Filemón 17, lo 
utiliza cuando urge a Filemón a que "reciba" al huido esclavo Onésimo, como si se 
tratara de él (de Pablo) mismo. Por estos usos apreciamos que proslambanesthai es 
una palabra casi técnica para expresar la idea de "recibir a alguien en la iglesia y en el 
compañerismo de la fe cristiana". 

Veamos el matiz de la palabra para que podamos entender un poco mejor lo que 
significa esta recepción cristiana. 

(I) En la Septuaginta, proslambanesthai es usado a menudo respecto de la forma en 
que Dios recibe a su pueblo. En Sal. 27:10, el salmista dice que si sus padres lo dejaran, 
el Señor lo "recogerá". En Sal. 65:4, el salmista canta la bienaventuranza del que Dios 
escoge y "atrae a sí". En 1 S. 12:22 se dice que el Señor ha querido "hacer a Israel pueblo 
suyo". He aquí, pues, lo que en primer lugar, quiere enseñarnos la palabra: cuando 
recibamos a otros, debemos hacerlo en la forma en que Dios les recibe. La palabra que 
se usa es la misma para la recepción que Dios prodiga a su pueblo y para la que el 
cristiano debe prodigar a su hermano en la fe. En nuestra bienvenida a los otros ha de 
haber todo el perdón, toda la generosidad y la bondad de Dios. 

(II) En el griego clásico, proslambanesthai se usa respecto de "tomar para sí a uno 
como a udador". En este sentido la usa Jenofonte ^^specto de un líder que recibe 
refuerzos de caballería e infantería. 

También la usa respecto del caudillo que propone o, llegado el caso, obliga a las 
ciudades a aliarse con él. Este verbo es particularmente usado en conjunción con tres 
palabras griegas. Se utiliza con summechos, que significa "aliado"; con sunergos, que 
significa "colaborador"; y con koinonos, que significa "socio" o "compañero en un 
negocio Cuando recibimos a alguien en la iglesia y en el compañerismo cristiano, le 
admitimos como "aliado" y "ajnidador", lo cual quiere decir que (a) nunca debemos 
recibir a una persona en el compañerismo cristiano sin el honesto propósito de 

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averiguar cómo puede utilizar sus dones de la mejor manera posible para enriquecer lo 
bueno del compañerismo. La iglesia está llena de personas con dones que aún no han 
sido explotados, (b) Para el que viene a nosotros, verse recibido como "aliado" y 
"ayudador" significa que no debe entrar en el compañerismo cristiano con el propósito 
de holgar, sino con la visión de poner su fuerza, su empeño y sus talentos para apoyar la 
campaña cristiana. La iglesia también está llena de personas con dones que no quieren 
poner a disposición de ella. 

(111) En los papiros griegos, proslambanesrhai tiene usos especialmente significativos, 
(a) Se usa respecto de "dar la bienvenida a una persona a nuestra casa y a nuestro 
hogar". Cuando alguien es recibido en el compañerismo de la iglesia, no entra como un 
extraño en medio de extraños, sino como el miembro de una familia en su familia. Las 
presentaciones sobran. Ahí no ha de haber extrañeza que salvar. La iglesia es una 
familia, no una pandilla de individuos que se desconocen y casi se ignoran 
mutuamente, (b) En el griego posterior, proslambanesrhai es el término técnico para 
"alistar a un soldado en el ejército". Es la palabra que expresa la idea de recibir a los 
soldados alistados en la unidad en que han de servir. Cuando un hombre entra en el 
compañerismo de la iglesia, se alista en el ejército de Cristo; se hace soldado de Cristo. 
La palabra proslambanesrhai la palabra de bienvenida a la iglesia cristiana, dice a los 
que ya están dentro de ella que deben acoger a los que vayan como Dios les acoge, que 
deben recibirles en la familia del compañerismo cristiano; y dice a los que entran que 
deben hacerlo como aliados, como ayudadores y como soldados para la campaña de 
Cristo. 



PTOCHOS4434 

LA VERDADERA POBREZA 

La Versión Reina Valera Antigua traduce ptochos con "pobre". Es una traducción 
perfectamente correcta y hay mucha riqueza de significado tras ella. Cuando Jesús leyó 
la lección en la sinagoga de Nazaret, escogió el pasaje que dice que el Espíritu del Señor 
está sobre el Siervo de Dios para que le sea predicado el evangelio a los "pobres" (Le. 
4:18). Cuando Jesús presentó sus credenciales, por así decir, a los discípulos de Juan, 
que habían venido a preguntarle si realmente él era el Ungido, su respuesta culminó 
con estas palabras: "...a los 'pobres' es anunciado el evangelio" (Mt. 11:5). Las 
Bienaventuranzas comienzan con: "Bienaventurados los pobres en espíritu" (Mt. 5:3). 
En todos estos casos se usa la palabra prochos. 

En griego hay dos palabras que significan "pobre". Está penes, que simplemente 
describe al hombre para quien la vida y el vivir son un continuo batallar; al hombre que 
es el reverso del que vive en la abundancia. Y está la palabra ptochos, procedente del 
verbo prossein, que significa agacharse o rebajarse, y no describe simplemente la 
pobreza llevadera, la lucha del hombre laborioso para tener sus necesidades cubiertas, 
sino la pobreza miserable, la del individuo que no tiene literalmente nada y que está en 
inminente peligro de caer víctima de la inanición. En primer lugar, notemos que 
ptochos no describe la pobreza pasable, sino la total indigencia. 

Detrás de ptochos hay dos palabras hebreas, ebion y eni cuyos significados han pasado 
por una interesante evolución en tres etapas, (a) Significan simplemente "pobre", en el 
sentido de carencia de bienes de este mundo (Dt. 15:4, 11). (b) Después llegan a 
significar, porque pobre, "vejado y oprimido" (Am. 2:6; 8:4). (c) Y es entonces cuando 
dan el gran salto en su significado. Si un hombre es pobre, vejado y oprimido, no tiene 
influencia en el mundo ni poder ni prestigio. No puede esperar ayuda de nadie, y, 
cuando todas las fuentes de la tierra se han secado para él, entonces, solamente puede 
esperar el socorro de Dios. Por tanto, estas palabras describen finalmente a las 
personas que, por no tener nada en la tierra, han puesto su total y absoluta confianza en 
Dios (Am. 5:12; Sal. 10:2, 12, 17; 12:5; 14:6; 68:10). 



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Ahora es cuando estamos en situación de alcanzar el pleno significado de la 
bienaventuranza, "Bienaventurados los pobres en espíritu", la cual, primeramente, 
significa: bienaventurado el hombre que tiene un claro sentido de su miserable pobreza 
delante de Dios; el hombre que no sólo siente mera insatisfacción, sino el que dice: 
"Dios, sé propicio a mí, pecador". Pero también significa: bienaventurado el hombre 
que, teniendo este claro sentido de su condición misérrima, pone toda su confianza en 
Dios. Así, pues, la bienaventuranza expresa: bienaventurado el hombre que es 
consciente de su desesperada nece. sidad y que está completamente cierto de que en 
Dios, y sólo en Dios, esa necesidad puede ser satisfecha. En el NT, el "pobre" es aquel 
que se da cuenta de su abyecto desvalimiento y de la opulencia de las riquezas de la 
gracia de Dios. 



POROUN4456 Y POROSIS4457 

EL ENDURECIMIENTO DEL CORAZÓN 

Poroun, el verbo, yporosis, el sustantivo, son dos palabras usadas en el NT para 
expresar la idea de lo que la Versión Reina Valera Antigua llama "endurecimiento del 
corazón de los hombres". Los dos vocablos son interesantes, y no sólo por su historia, 
sino también por la mutación que experimentaron en sus significados. 
A espaldas de ambas palabras está el término poros. Poros se usa en una variedad de 
sentidos. Básicamente, significa una clase de piedra que Teofrasto describe como el 
mármol de Paros en color y textura, pero más ligera. Aristóteles aplicó la palabra a la 
estalactita. En los papiros, poros se usa respecto de la clase de piedra que se utiliza 
para poner los cimientos de un edificio. Médicamente, estos vocablos tienen ciertos 
usos técnicos. Poros significa esa piedra yesosa que se forma en las articulaciones y 
paraliza la acción. También significa el cálculo que se forma en la vejiga. Porosis alude 
al proceso de formación de un callo en la juntura de los huesos que han unido tras 
haberse fracturado. Porosis no se refiere a las durezas de la piel, como, por ejemplo, las 
que se forman en las manos a causa de cavar. La palabra griega para esta clase de 
dureza es tuse, que no figura en el NT. Porosis es el durísimo, y sumamente difícil de 
extirpar, callo de fractura. En todos los casos, es fácil apreciar que, básicamente, la 
palabra expresa la idea de dureza impenetrable, como la dureza de los huesos e incluso 
la del mármol. 

Las palabras, pues, siguen dos líneas de significado, (a) Son usadas respecto de la 
"pérdida de la facultad de sentir". Ateneo cuenta que Dionisio de Heracle, de tanto 
comer, engordó excesivamente y comenzó a tener accesos de letargo. Sus médicos 
solamente podían hacerle reaccionar y ponerle en pie a base de pincharle con largas 
agujas, pero, aún así, ciertas partes de su cuerpo habían quedado totalmente 
insensibles, i.e., peporomene, que es el participio perfecto pasivo del verbo poroun. 
Las palabras ahora están definitivamente relacionadas con la "pérdida de la 
sensibilidad", (b) Estos vocablos están asociados a la idea de "ceguera" y a la de 
"impotencia para ver". La palabra poroun es la única del grupo que aparece en la 
Septuaginta, en Job 17:7, donde la Versión Reina Valera Antigua tiene: "Mis ojos se 
obscurecieron de desabrimiento". 

Así, pues, podemos decir que estas palabras están respaldadas por tres ideas: "dureza", 
"pérdida de la facultad de sentir" y "ceguera". Teniendo en mente este trasfondo, 
vayamos al NT, donde poroun y porosis aparecen juntas ocho veces. 
(I) Describen la condición mental de un hombre "que no puede entender la lección que 
los tiempos están queriendo darle". En Mr. 6:52, los discípulos se asombraron de que 
Jesús andará sobre las aguas, porque aún no habían visto el significado del milagro de 
los panes y los peces, por cuanto sus corazones estaban "endurecidos" (peporomene). 
Cuando estaban atravesando el lago, se mostraban preocupados porque habían 
olvidado llevar pan con ellos. Este episodio sigue, en Marcos, a la alimentación de los 
cuatro mil. Jesús les preguntó por qué les preocupaba tanto no tener pan. "¿Aún tenéis 

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endurecido vuestro corazón?" (peporomene) (Mr. 8:17). Aquí la palabra describe la 
ciega insensibilidad que no aprenderá la lección. A veces decimos que ciertas cosas no 
causan "impresión" en el ánimo de una persona; pero hubo algunos pensadores griegos 
que estaban convencidos de lo contrario, pues, para ellos, era como si las palabras, las 
opiniones y las ideas chocaran contra una especie de blanda y cerosa substancia de la 
mente, dejando en ella una "impresión"; y esto lo creían literalmente. Pero, si la mente 
se endurecía, evidentemente, la tal "impresión" no se producía. En este caso, la palabra 
describe una condición desdeñadora. Se refiere al hombre que está tan sumido en su 
pequeño mundo, que no le afecta nada que provenga de otro; describe al hombre cuya 
mente se ha cerrado a todas las ideas que no sean las propias, al hombre sobre el que 
resbalan las enseñanzas de los tiempos. 

(II) Poroun y porosis describen la condición mental del hombre "que se ha 
incapacitado para ver lo que significa eso de palabra de Dios dirigida a él". Pablo dice 
de los judíos que sus mentes se "embotan" cuando leen la palabra de Dios (2 Co. 3:14). 
Un hombre puede perder cualquier facultad si deja de usarla. Darwin se lamentaba de 
haber perdido la facultad de apreciar la música y la poesía por haber dedicado todo su 
tiempo a la biología, y también decía que, si pudiera volver a vivir, mantendría activa 
esa facultad. Si un hombre confiere demasiada autoridad a sus ideas durante 
demasiado tiempo, llegará un momento en que será incapaz de aceptar las ideas de 
Dios. 

(III) Estas palabras describen "la actitud de los judíos" hacia Dios. A pesar de los 
milagros de Jesús, los judíos no creían en él porque Dios cegó los ojos de ellos y 
"endureció" sus corazones (Jn. 12:40). Poroun y porosis son las palabras que Pablo usa 
dos veces para explicar lo que había estado sucediendo con Israel a través de toda su 
historia (Ro. 11:7, 25). Estos dos vocablos describen al hombre que se obstina en seguir 
su propio camino, que es sordo para los requerimientos de Dios, porque se rige por el 
dios que se ha inventado y porque piensa que lo sabe todo mejor que Dios. 

(IV) La inmoralidad de los gentiles se debía a que tenían el entendimiento 
entenebrecido por la porosis de su corazón (Ef. 4:18). La ideí es que han prescindido 
tanto tiempo de la conciencia, que, al final, éste ha cesado en su función; se ha 
petrificado; se ha encallecido tanto, que ha perdido toda sensibilidad. 

(V) Cuando, en la sinagoga, Jesús estaba a punto de sanar a hombre que tenía una 
mano seca, al ver las frías miradas de los orto doxos por la obra que iba a hacer en el día 
de reposo, se entristeció po la "dureza" (porosis) de sus corazones (Mr. 3:5). En este 
suceso descu brimos, primero, que los que miraban a Jesús con encono habían identi 
ficado durante tanto tiempo la religión con las reglas y regulaciones que no podían 
reconocer la auténtica religión; y segundo, que tenían una religión tan legalista, que 
habían olvidado la simpatía y compasión humanas. Por haber estado siguiendo su 
camino -y no el de Dios durante tanto tiempo, habían perdido a la vez la sensibilidad 
para perci bir las apelaciones de Dios y las demandas de la necesidad humana. 
Siempre que el hombre pone sus ideas en el lugar que corres ponde a Dios, siempre que 
sigue tercamente sus propios métodos, está en camino de caer en la condición que se 
caracteriza por un corazón petrificado, una conciencia insensible y unos ojos ciegos. 



SEMNOS4586 Y SEMNOTES4587 

LA MAJESTAD DE LA VIDA CRISTIANA 

El adjetivo seranos y el nombre semnotes son palabras características de las Epístolas 
Pastorales. Semnos se encuentra fuera de estas epístolas solamente una vez, esto es, en 
la frase "todo lo honesto'' de Fil. 4:8. 

En las Epístolas Pastorales, semnos aparece en tres ocasiones. Los diáconos deben ser 
honestos (1 Ti. 3:8); las mujeres, o quizás debería traducirse: las esposas de los 
diáconos, deben gozar de la misma cualidad (1 Ti. 3:11). Las ancianas han de vivir como 
maestras del bien (Tit. 2:3). 

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El nombre semnotes también se encuentra tres veces en las mencionadas epístolas. 
Debe orarse por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos 
quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad (i Ti, 2:2), Semnotes, 
honestidad, es la cualidad que debe destacar más en un buen padre (1 Ti. 3:4) y en un 
buen maestro (Tit. 2:7). 

Claramente se aprecia que esta cualidad de honestidad y dignidad era entendida como 
la característica de la vida cristiana. 

Semnos y semnotes tienen un trasfondo y una atmósfera más notables en el griego 
clásico. Ciertamente, puede decirse que, en la lengua griega, no hay palabras que 
expresen tanta majestad como éstas. Estudiemos su uso en el griego ordinario para que 
veamos exac tamente lo que exigen de la vida cristiana, y para que entendamos la 
cualidad de que la vida cristiana debe revestirse. 

(I) El adjetivo semnos es particularmente referido a los dioses. 

Significa venerable, augusto, santo. Esquilo dice que Apolo es el augusto caudillo 
(Los Siete contra Tebas 800). Sófocles llama a Poseidón temible Poseidón (Edipo en 
Colono 55). 

Los sacrificios a los dioses son santos (Píndaro, Olímpicas 7.42); el templo de Apolo es 
una casa santa (Píndaro, Nemeas 1.72). La palabra usada en cada caso es semnos, 
pues semnos contiene en sí toda la majestuosidad de la divinidad. 

(II) Pero había ciertos dioses respecto de los cuales esta palabra se usaba 
especialmente, como, por ejemplo, de las Erinias. Las Erinias o Furias eran divinidades 
inferiores cuya tarea consistía en castigar el pecado. Y tanto era así, que, de hecho, eran 
llamadas semnai (el femenino plural del adjetivo). Había tres de estas inflexibles 
divinidades - Alecto, "la que nunca descansa"; Tisífone, "la vengadora del homicidio"; 
Megara, "la celosa"- que, cuando un hombre pecaba, lo perseguían, y nada ni nadie de 
este mundo o del otro podía evitar que le dieran su merecido. "Eran vengadoras de las 
transgresiones cometidas contra el orden natural, y, especialmente, de las ofensas que 
afectaban a los fundamentos de la sociedad humana. Castigaban sin misericordia todo 
tipo de violación del deber filial, así como el asesinato, el perjurio y otros delitos 
similares ... El castigo comienza en la tierra y continúa después de la muerte". Las 
Erinias, las Furias, las semnai eran nada menos que los custodios de la justicia divina. 
Se habla mucho de ellas en la tragedia griega. Sófocles las llama ''majestuosos sabuesos 
de pies ligeros para la venganza" (Ayax 837). 

Eurípides dice de ellas: "Son espantosas; y demostrarás ser sabio si no las nombras". 

La descripción más terrible de las semnai está en la tragedia de Esquilo Las 

Euménides esto es, Las Gracias, nombre con que los griegos llamaban a las Erinias 

para congraciarse con ellas y evitar su ira. En esta tragedia, el coro de las vengadoras 

dice: "Nuestra cólera no caerá sobre el limpio de manos, e ileso pasará todos los días de 

su vida; pero el que peque, como este hombre ha hecho, y busque hundir sus manos en 

el sucio homicidio, a él apareceremos, como verdaderos testigos a favor del que ha 

muerto, y vendremos para vengar la sangre derramada, y nuestra venganza jamás deja 

de ser tomada" (Esquilo, Las Euménides 313-320). 

Toda la majestad de lo divino se encuentra en semnos, que describe la cualidad 

característica del cristiano. 

Pero estos vocablos aún tienen otros usos muy luminosos. 

(I) Son palabras relacionadas con la realeza, Heródoto cuenta que los egipcios, 

censurando la moral relajada de uno de sus reyes, decían: "Deberíamos haberte puesto 

sobre un trono de orgullo'' (Heródoto, 2.173). Eurípides habla de un "déspota 

orgulloso" (Las Suplicantes 384). Platón utiliza semnos para describir al "hombre más 

importante e influyente de nuestras ciudades" (Platón, Fedro 257d). 

Aristófanes, en Las Junteras, comedia en que las mujeres se hacen cargo del gobierno 

y suprimen todas las distinciones sociales, dice, como Rogers traduce: 

"Tocante a la belleza, tan sublime y grandiosa, la 

enana, la deforme y la fea ocuparán su lugar." 

Jenofonte emplea semnotes para describir la magnificencia del porte de Ciro, el rey 

persa. Semnos y semnotes expresan toda la majestuosidad de la nobleza y la realeza. 

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(II) Estas dos palabras se usan muy comúnmente respecto de lo que es sublime y 
magnífico en el lenguaje y la expresión. Aristóteles dice que el metro heroico es 
seranos, solemne (Aristóteles, Retórica 1408b 35). 

Platón habla de la sublime y maravillosa poesía trágica (Gorgias 502b). Píndaro alude 
a las mentiras que se dicen con palabras grandilocuentes, y añade: "El arte alado del 
poeta sabe revestir de majestad hasta las mentiras" (Nemeas 7.22). 
Heródoto habla de usar un lenguaje solemne en presencia del rey (Heródoto, 7.6). 
Aristóteles, discutiendo el estilo literario, escribe: "El mérito de la elocución radica en 
que sea clara sin ser vulgar. La elocución más clara es la que se compone de palabras 
corrientes, pero es vulgar ... La que utiliza palabras extrañas al uso ordinario es noble, 
semnos, y escapa a la trivialidad" (Poética 1458a 21). Repetidamente, llegamos a esta 
idea de solemnidad, dignidad, gravedad y peso. 

(III) Semnos y semnotes aparecen muy a menudo en inscripciones funerarias. Son las 
palabras favoritas para describir y pagar tributo a los que vivieron noble y rectamente. 
He aquí otra serie de significados de estos vocablos; he aquí otro ambiente en que se 
mueven. 

Se usan para expresar toda la majestuosidad y suntuosidad de la realeza. 
Se usan para expresar todo el peso, la dignidad y solemnidad del discurso en su punto 
culminante. Se emplean para todo lo que es amable y demanda respeto en la vida. Lo 
más grande que puede decirse de uno que ya ha marchado es que fue semnos y vivió 
con semnotes, es decir, que en su vida hubo la dignidad regia y la majestad real de la 
divinidad. 

Aristóteles, el más grande de los escritores éticos griegos, y uno de los más eminentes 
profesores de ética de todos los tiempos, tiene mucho que decirnos acerca del hombre 
que es semnos y de la cualidad de semnotes. 

En la Ética a Nicómaco, Aristóteles habla del "magnánimo" y dice que es típico de esta 
clase de hombres "no necesitar de la ayuda de nadie, y si le fuera necesaria, la buscará 
con desgana, pero se pone inmediatamente al servicio de los demás; de cara a los que 
tienen dignidades y a los favorecidos por la fortuna, da muestras de altura, pero se 
manifiesta comedido con los de condición media, porque es difícil y maravilloso 
(semnos) brillar entre los primeros, y fácil hacerlo entre los segundos. Hacerse valer 
(semnunesthai, verbo correspondiente a semnos) entre los grandes es propio de un 
hombre bien nacido, mientras que este proceder resultaría grosero entre los humildes" 
(Etica a Nicómaco 1124b 21). El hombre semnos distingue el momento de usar su 
dignidad. 

Aristóteles dice que si los deseos de un hombre son débiles, sin ser malos, la victoria 
sobre ellos no tiene nada de lo que podamos sentirnos orgullosos (semnos) (Ibid, 
1146a. 15). 

Siguiendo con Aristóteles, sabemos que este filósofo definía la virtud como el feliz 
término medio entre los extremos del exceso y del defecto. Por tanto, para Aristóteles 
semnos es el término medio entre areskeia y authadia, Areskeia es la característica del 
hombre que se muestra tan ávido de agradar, que cae en el servilismo perruno; 
authadia expresa, por el contrario, la condición del hombre que se preocupa tan poco 
por complacer, que cae en la grosería del patán. Semnos es la palabra descriptora del 
hombre que se conduce entre los demás en una forma que combina la digna 
independencia con la amable consideración. El hombre que, como Aristóteles dijo, es 
"benigno y amable en su gravedad" (Retórica 1391a 28), y que es dignificado sin ser 
pomposo. 

Cuando Plutarco describe al gran caudillo Nielas, dice que la "gravedad (semnotes) de 
Nielas no era áspera y enfadosa, sino mezclada con cierta modestia" (Plutarco, Nicias 
2), Esta gravedad era dignidad y cortesía combinadas. Es fácil apreciar que la gran 
cualidad que semnos describe es la divinidad de los dioses; describe las Furias, las 
Erinias, que son los instrumentos de la justicia divina; describe la nobleza regia, 
describe lo sublime y magnífico del discurso y de la conducta; describe la característica 
del hombre que sabe combinar la dignidad con la cortesía y la independencia con la 
humildad cuando trata con sus semejantes. 

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R. C. Trench dice que el hombre seranos "tiene una gracia y una gravedad que no le 
presta la tierra, sino que las debe a esa ciudadanía más alta que es también suya". La 
palabra latina para esta clase de gravedad es gravitas, y Tertuliano escribe: "Ubi 
metus in Deum, ibi gra. vitas honesta." Es decir: "Donde hay temor de Dios, hay 
gravedad honorable" (Tertuliano, De Praescriptione 43), 

Clemente de Alejandría resumió esta idea cuando dijo que un cristiano es seranos 
porque su vida se orienta hacia la divina (Clemente de Alejandría, Stromateis 7.35.6). 
La bondad, majestad y gravedad cristianas vienen al hombre cuando éste vuelve su 
rostro hacia Dios, pues, entonces, incide en él la luz del Altísimo. 
Es enormemente significativo que las Epístolas Pastorales estimen tanto la majestad en 
la vida cristiana. Estas epístolas fueron escritas en los días misioneros de la iglesia 
primitiva. Fueron redactadas cuando la iglesia era una pequeña isla rodeada por un 
mar de paganismo. En semejante tiempo no eran los sermones los que ganaban 
hombres para Cristo, sino las vidas. Y los hombres eran ganados por la cabal 
majestuosidad de la vida cristiana. Con demasiada frecuencia, la vida cristiana es 
bloqueada por las pequeneces. Demasiado a menudo, la profesión cristiana permite que 
las fruslerías perturben la serenidad y la paz de los hermanos. Haríamos bien en pensar 
en esta esencial majestad de la vida cristiana, y buscar que haya más de ella en nuestra 
vida. 

Hay un famoso incidente que tuvo lugar en los días más grandes de la historia romana. 
Pirro había enviado a Kineas como embajador suyo a Roma, y Kineas fue recibido por 
el senado romano. Cuando volvió, dijo a Pirro que había visto y hablado a "una 
asamblea de reyes". 

A este hombre el senado romano le pareció nada menos que una asamblea de reyes. 
Esto es lo que debería parecer la iglesia cristiana. El cristiano ha de ser semnos; ha de 
desplegar en su vida la majestad del vivir cristiano. 



SKANDALON4625 y SKANDALIZEIN4624 
LA PIEDRA DE TROPIEZO EN EL CAMINO 

Skandalon es la palabra que la Versión Reina Valera Antigua traduce regularmente 
"tropiezo", "ofensa", "escándalo"; y skandalizein es el verbo correspondiente. 
Skandalon no es en absoluto una palabra griega clásica. Pertenece al griego posterior y, 
de hecho, es mucho más común en la Septuaginta y en el NT que en cualquier otro sitio. 
El vocablo clásico equivalente a éste es skandalethron, que significa "trinquete de una 
trampa", es decir, el arma donde se fija el cebo. El animal era atraído por el cebo con el 
fin de que tocara o pisara el trinquete y éste hiciera saltar el muelle de la trampa. Así, el 
animal era seducido para su captura o muerte. En el griego clásico, Aristófanes usa la 
palabra respecto de las "trampas verbales" que, con un argumento como cebo, se ponen 
para atraer a una persona hacia el fracaso. Por tanto, es claro que el matiz original de la 
palabra no era tanto un "tropiezo" para hacer caer a alguien como un "cebo" para 
seducir y atraer a una persona hacia su destrucción. 

Cuando vamos a la Septuaginta, notamos que esta distinción es todavía más clara. El 
vocablo griego skandalon es utilizado para traducir dos palabras hebreas, (a) En 
primer lugar, traduce a la palabra michsol, que definitivamente significa "tropiezo". En 
Lv. 19:14 leemos: 

...delante del ciego no pondrás tropiezo". El Sal. 119:165 dice: "Mucha paz tienen los 
que aman tu ley. Y no hay para ellos tropiezo", (b) La segunda palabra que traduce es 
mokesh, que significa "trampa" o "lazo". Así, en Josué 23:13 leemos que las alianzas con 
las naciones extranjeras son "lazos" y "trampas". En Sal. 140:5, el salmista dice que los 
soberbios le han escondido "lazo" y le han puesto "trampas". En Sal. 141:9, el salmista 
ora así: "Guárdame de los lazos que me han tendido, y de las trampas de los que hacen 

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iniquidad." En Sal. 69:22, el salmista dice: "Sea su convite delante de ellos por lazo, y lo 
que es para bien, por tropiezo". La idea es que el éxito y la prosperidad pueden llegar a 
ser un lazo en vez de una bendición. En la Septuaginta, pues, la palabra skandalon 
tiene dos ideas tras ella. Significa "tropiezo", algo puesto en el camino de un hombre 
para hacerle caer física o moralmente, y "lazo", "trampa", "cebo", para seducirle, 
atraerle y arruinarle. 

En el NT, los traductores de la Versión Reina Valera Antigua suelen tomar skandalon 
en el sentido de "tropiezo", pero cuando vamos a los pasajes neotestamentarios con la 
idea del doble significado de skandalon, encontramos que, en algunos de estos pasajes, 
el segundo significado del vocablo da una imagen más expresiva. 

(I) Hay pasajes en que los dos significados encajan perfectamente. En Mt. 13:41 se dice 
que el Hijo del Hombre quitará todo skandala de su reino. Cuando el reino venga, todo 
lo que se considere que puede hacer pecar al hombre, todo lo que le pueda hacer 
tropezar, todo lo que tenga poder para atraerle al mal camino será raído. En la 
economía del reino, la tentación será impotente. 

(II) Hay pasajes en que el significado "tropiezo" es el más adecuado e incluso esencial. 
En Ro. 14:13 se nos prohibe poner "tropiezo" u "ocasión de caer" al hermano. La 
palabra usada para "ocasión de caer" es proskomma, que significa "obstáculo", 
"cortapisa", "impedimento". Es la palabra que se usaría para expresar la idea de talar 
un árbol y dejarlo atravesado en la carretera para bloquearla. Nunca debemos hacer o 
permitir nada que obstaculice el camino de la bondad. En Mt. 13:21 se dice que el oidor 
superficial de la palabra es 'ofendido" (skandalizein) por la persecución. La 
persecución es un obstáculo que le impide seguir por el camino cristiano. Los fariseos 
se sienten "ofendidos" por las palabras de Jesús (Mt. 15:12). Jesús predice que todos 
sus discípulos se "ofenderán" a causa de él (Mt. 26:31). 

Los falsos maestros ponen "tropiezo" ante los demás (Ap. 2:14). Los judíos consideran 
la cruz de Cristo un "tropiezo" y una "ofensa" (1 Co. 1:23; Gá. 5:11). En todos estos 
casos, las palabras significan algo que interrumpe el progreso y desarrollo de un 
hombre, algo que le hace tro. pezar y caer, que le obstaculiza el camino. Ese algo puede 
provenir de la acción malintencionada de otros o del prejuicio y el orgullo del corazón 
de ese mismo hombre. 

(III) Pero hay casos en que se obtiene una imagen mucho más vivida si se usan 
skandalon y skandalizein en el sentido de "trampa", "lazo", "cebo", "seducción" e 
"incitación a pecar". Ro. 16:17 advierte con respecto a los que causan divisiones y 
"tropiezos" en contra de la doctrina que el pueblo de Cristo ha recibido. Es decir, se 
advierte contra los que quieren "atraernos" fuera del camino de la verdadera creencia, 1 
Jn. 2:10 dice: "El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay 
skandalon". Es decir: "Nunca incitará a nadie a pecar". Mt. 18:6 habla del pecado de 
"hacer tropezar" a alguno de estos pequeños, y el versículo siguiente se refiere a la 
terribilidad de los "tropiezos". Pero estos versículos se nos esclarecerán si tomamos 
skandalon y skandalizein en el sentido de seducir e incitar a pecar a los más jóvenes e 
impresionables. Mt. 5:29, 30 habla de que es preferible sacarnos un ojo y cortarnos una 
mano si ese ojo o esa mano han de facilitarnos la ocasión de caer. Claramente aquí es 
mejor considerar skandalon en el sentido de "lo que nos pone trampas y lazos para 
atraernos a la ruina del pecado". Si los deseos del ojo o de la mano son una trampa, 
tales deseos deben ser extirpados. 

Cuando Burns fue a Irvine a aprender el rastrilleo del lino, se encontró con un hombre, 
mayor que él, que le descarrió. Burns dice: "Su amistad me hizo mal". Este es 
precisamente el significado de skandalon. Un skandalon es lo que nos hace tropezar y 
caer en el pecado o lo que nos induce a pecar. Tal cosa debe ser desarraigada de 
nuestras vidas; y Dios nos considerará culpables si llevamos skandalon a la vida de 
nuestros semejantes. 



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SOPHIA,4678 PHRONESIS,5428 SUNESIS4907 
LA MENTE EQUIPADA 

Los griegos tenían tres grandes palabras que describían otras tantas grandes cualidades 

de la mente; y si un hombre poseía estas tres cualidades, contaba con una mente bien 

equipada. Los escritores del NT se apropiaron de las tres palabras, pues estaban 

convencidos de que cuanto describen se encontraba en Jesús y sólo en Jesús. 

La primera palabra es sophia. Generalmente, sophia se traduce "sabiduría", pero 

sabiduría de las últimas cosas. En los escritos griegos hay muchas y grandes 

definiciones de sophia, pero la más común dice que sophia es "conocimiento de las 

cosas, tanto humanas como divinas, y de sus causas" (Clemente de Alejandría, 

Stromateis 1.30.1). 

Aristóteles la define como "el más perfecto de los modos del conocimiento, no sólo de 

las conclusiones, sino también de los principios primeros". Dijo que sophia era 

"conocimiento consumado de los órdenes más exaltados" (Aristóteles, Etica a 

Nicómeco 1141 a 20). 

Agustín dijo que sophia "pertenece al conocimiento de las cosas eternas" (De Div, 

Quaest, 22). Según Cicerón, sophia -que él traduce sapientia- "es conocimiento de lo 

humano y lo divino" (Tusculanas 4.26), y también dijo que era "la principal de las 

virtudes" (Cicerón, De Officiis 1.43). Sophia es conocimiento último, i.e., conocimiento 

de Dios. Sophia representa el rnayor alcance de la mente humana. 

Debemos hacer constar que, aunque sophia puede ser convertida en algo nocivo, en sí 

es noble y siempre implica bondad. Platón dijo: "Toda sabiduría (sophia) que esté 

divorciada de la justicia y del resto de las virtudes es astucia, pero no sabiduría" 

(Menexeno 19). Jenofonte, citando a Sócrates, dice: "Justicia, y cualquier otra forma de 

virtud, es sabiduría, sophia (Memorabilia 3.9.5)- Para el griego, sophia, sabiduría, 

bondad y nobleza van juntas. No puede existir la una sin la otra. 

La segunda de las tres grandes palabras es phronesis, que usualmente se traduce 

"prudencia". La diferencia básica entre sophia y phronesis estriba en que sophia es 

teórica y, phronesis, práctica; sophia tiene que ver con la mente del hombre; 

phronesis, con la vida, conducta y acción del hombre. 

Aristóteles definió phronesis como la "verdad ... que se interesa en la acción y relación 

de las cosas que son buenas para los seres humanos" (Ética a Nicómaco 1140b 20). 

También decía que phronesis es "una virtud de la mente, mediante la cual los hombres 

toman decisiones sabias sobre las cosas que son llamadas buenas o malas en relación 

con la felicidad" (Aristóteles, Retórica 1366b 20). 

Plutarco define phronesis como "esa virtud que considera lo que debe hacerse y lo que 

no" (De Virt, Mor, 440 sigte. Realmente, Plutarco está citando al filósofo Aristo). 

Platón decía que phronesis es la "disposición que nos permite juzgar qué es lo que nos 

conviene hacer y qué lo que conviene evitar" (Definiciones 4.11). 

Cicerón define phronesis -que él traduce prudentia- como "conocimiento de las cosas 

que deben procurarse y de las que deben evitarse". Filón la definía como "el correcto 

término medio entre astucia y bobaliconería" (De Proem, et Poen 14), 

Phronesis es una virtud extremadamente práctica. En un papiro, cierto escritor habla 

de la "phronesis, prudencia, que aumenta las propiedades de un hombre". En otro 

papiro hay un poema pesimista que reza así: "Quien piense que va a prosperar por 

medio de la phronesis, prudencia, espera en vano. Pues, en esta vida, todo sucede por 

la tuche, suerte, y no por la phronesis, prudencia". 

Muy a menudo los escritores clásicos contrastan y comparan sophia con phronesis. 

Filón dice que sophia se ocupa del servicio de Dios, y, phronesis, de la ordenación de 

la vida humana (De Proem, et Poen, 14), 

Aristóteles dice que sophia tiene que ver con todo lo que es inmutable, y, phronesis, 

con todo lo que está sujeto a cambio, con lo que es oportuno en cualquier circunstancia 

(Magn, Mor, 1197a 34). Panecio, el filósofo estoico, decía que sophia es conocimiento 

de las cosas humanas y de las divinas, y phronesis es conocimiento de las cosas 

buenas, de las malas y de las que no son ni buenas ni malas (Diógenes Laercio, 7.29). 



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La tercera de las grandes palabras griegas, que constituyen la buena dotación de la 
mente, es sunesis, Sunesis significa literalmente "unión", "encuentro", confluencia; es, 
ciertamente, la facultad de unir por parejas, Aristóteles dijo que sunesis se interesaba 
únicamente en el juicio (Ética a Nicómaco 1143a lo). Para Demóstenes sunesis era 
"eso por lo que las cosas bellas y sencillas se distinguen". Cuando Tucídides está 
describiendo cómo pueden calcularse las probabilidades en la guerra, dice que "el 
conocimiento, sunesis, fortifica el coraje" (Tucídides, 2.62). Es decir, una evaluación 
inteligente de la situación da fundamento y fuerza al coraje. Cuando habla de las 
naciones bárbaras, admite la fogosidad y fuerza que tienen, pero dice que "no están a 
nivel con las otras razas en inteligencia general, sunesis, y en las artes de la vida 
civilizada" (Tucídides, 2.97). No tienen desarrollada la facultad del juicio al estilo de las 
naciones civilizadas. Aristóteles dice que los niños desarrollan sunesis, "Los padres 
aman a sus hijos desde el momento en que éstos nacen, mientras que es preciso que los 
niños, para amar a sus padres, hayan alcanzado una cierta edad y hayan adquirido 
inteligencia, sunesis, o al menos sensibilidad" (Aristóteles, Ética a Nicómaco 1161b 
26). 

De todo lo dicho, podemos concluir que, en esencia, sunesis es crítica. Es la facultad de 
distinguir entre las diversas formas de acción posibles según los diferentes valores de 
las cosas y las diversas situaciones y relaciones que se dan entre las gentes. Sunesis es 
la habilidad de probar, distinguir, criticar, evaluar y formar juicios. 
Así, pues, apreciamos que la mente equipada tiene una triple sabiduría: (a) la sabiduría 
que puede ver y entender lo último e infinito de las cosas; (b) la sabiduría que puede 
ocuparse en los problemas prácticos de la vida y el vivir cotidianos; (c) la sabiduría que 
puede juzgar y someter a prueba las diversas reglas de conducta, y escoger la mejor 
dentro de una determinada situación. 

Es interesante y necesario tomar nota de que, una y otra vez, la Biblia auna la sabiduría 
teórica, sophia, con la sabiduría práctica, phronesis y con la sunesis. Según el punto 
de vista bíblico sobre la vida, un hombre precisa de ambas formas de sabiduría. 
Salomón ora y pide sabiduría, sophia, y entendimiento, phronesis, un corazón sabio y 
entendido (1 R. 3:12; 4:29). En la versión de la misma historia, en Crónicas, David ora 
para que Dios dé a Salomón sabiduría, sophia, e inteligencia, sunesis, que es 
precisamente la misma oración de Salomón (1 Cr. 22:12; 2 Cr. 1:10). En Dn. 1:17, los 
cuatro muchachos tienen conocimiento, inteligencia, entendimiento y sabiduría. 
Sabiduría, sophia, y entendimiento, phronesis, requieren la atención del hombre (Pr. 
8:1). Guardar los mandamientos de Dios es señal de sabiduría e inteligencia (Dt. 4:6). 
Isaías habla de la sabiduría del sabio y de la inteligencia, sunesis, del entendido (Is. 
29:14). 

El gran valor de todo esto radica en que el hombre realmente sabio tiene sabiduría 
teórica y práctica. Anatole France hablaba de eruditos que tienen tinta en las venas en 
vez de sangre y que nunca se habían asomado a la ventana. Ciertamente, la imagen 
tradicional del sabio es- la de un hombre encerrado en su estudio, sepultado en sus 
libros y perdido en la investigación; un hombre sin contacto con la vida y, 
consecuentemente, por completo inefectivo e ineficaz en la conducta del vivir cotidiano; 
un hombre que es epitomado en el profesor distraído. Pero el griego y la Biblia dirían 
que semejante hombre esincompleto, porque, aunque tenga sophia, carece de 
phronesis y sunesis. Por otra parte, la imagen común del hombre pragmático es la del 
individuo que está siempre tan ocupado con los negocios prácticos de la vida, que 
carece de tiempo e inclinación para molestarse con la teología, la filosofía o, 
meramente, con el pensamiento simple y llano. 

Este hombre también es incompleto, porque puede tener phronesis y sunesis, pero 
adolece de sophia. 

La Biblia ve al hombre como un todo; al que es sabio en los asuntos de la eternidad y 
eficiente en los del tiempo. 

Ahora consideremos estas palabras en el NT, y, juntamente con ellas, nos ocuparemos 
de sus correspondientes adjetivos. E! adjetivo de sophia, sabiduría, es sophos, sabio. 



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El de phronesis, prudencia, es phronimos prudente. El de sunesis, inteligencia, es 
sunetos, entendido, inteligente, 

(I) La sabiduría es propiedad de Dios (Ap. 5:12). Jesús habla de la sabiduría de Dios 
(Le. 11:49); Pablo también habla de la sabiduría de Dios (Ro. 11:33), la cual es 
multiforme (Ef. 3:10). La verdadera sabiduría es conocer a Dios. 

(II) Sabiduría es la característica de Jesucristo (Ap. 7:12). Jesús crecía en sabiduría 
cuando, en Nazaret, era todavía un mozalbete (Le. 2:40, 52). Cuando predicó en esa 
ciudad, las gentes se preguntaban dónde había adquirido la sabiduría que se 
patentizaba en sus palabras (Mt. 13:54; cf, Mr. 6:2). El mismo es sabiduría de Dios (1 
Co. 1:24, 30). En él están todos los tesoros de la sabiduría (Col. 2:3). Jesús es sabiduría 
porque nos dio a conocer a Dios, que es la única sabiduría que importa. 

(III) Sabiduría es la señal distintiva de los hombres que han sido grandes. Salomón 
tenía sabiduría (Mt. 12:42; cf. Le. 11:31). José tenía sabiduría, que le mantuvo en el 
buen camino y le enalteció en Egipto (Hch. 7:10). Moisés fue enseñado en sabiduría 
(Hch. 7:22). Los requisitos que habían de satisfacer los primeros diáconos, los siete, 
eran estar llenos del Espíritu Santo y de sabiduría (Hch. 6:3). Los judíos no podían 
resistir la sabiduría con que Esteban hablaba (Hch. 6:10). Los profetas y sabios son 
clasificados juntos (Mt. 23:34). Un hombre es realmente sabio cuando conoce a Dios. 

(IV) Sabiduría es la señal del cristiano. Jesús prometió a sus seguidores darles 
sabiduría con la cual pudieran enfrentarse a sus enemigos y perseguidores (Le. 21:15). 
La oración de Pablo es que Dios dé sabiduría y prudencia a su pueblo (Ef. 1:8), que Dios 
les dé espíritu de sabiduría (Ef. 1:17). Sabiduría es el objeto de las oraciones y la 
enseñanza de Pablo (Col. 4:5). El hombre sabio es el que muestra su fe por las obras 
(Stg. 3:13). El cristiano encuentra, en la sabiduría que Jesús le da, solución para sus 
problemas y respuesta para sus oponentes. El cristiano ha de ser sabio para el bien (Ro. 
16:19). 

(V) La sabiduría está relacionada con la oración, el Espíritu Santo y Dios. Los Siete 
habían de ser hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría (Hch. 6:3). Dios da 
sabiduría al hombre que carece de ella (Stg. 1:5). La auténtica sabiduría es celestial 
(Stg. 3:15). Ya hemos visto que Pablo ora para que Dios dé sabiduría a su pueblo (Ef. 
1:17; Col. 1:9). La palabra de sabiduría en la predicación es un don del Espíritu (1 Co. 
12:8). La única sabiduría que importa no es la que el hombre descubre, sino la aue Dios 
da. 

(VI) Y sin embargo, aun siendo cierta la afirmación que acabamos de hacer, la sabiduría 
puede ser enseñada, lo cual es el empeño de Pablo (Col. 1:28). El hombre evoluciona 
merced a la sabiduría, pues el apóstol habla sabiduría entre los cristianos maduros (1 
Co. 2:6, 7). Hay un evidente crecimiento en sabiduría. Aunque la sabiduría no es un des 
cubrimiento de la mente, tampoco puede ser obtenida sin la tenaz actividad del 
pensamiento. La auténtica sabiduría viene cuando el Espíritu de Dios se encuentra con 
la escrutadora mente del hombre, pero el hombre ha de tomar la iniciativa en la 
búsqueda del conocimiento perfecto que procede de Dios. Dios no da sabiduría al 
perezoso mental. 

(VII) La sabiduría interpreta el verdadero significado de las cosas (Ap. 13:18; 17:9). Los 
mensajes de Dios van destinados al hombre que tiene ojos para ver y mente para 
entender. Es bienaventuradamente cierto que el hombre que busque, encontrará. 
Pero siendo la sabiduría grande como es, puede degenerar. Pablo tiene mucho que 
decir, especialmente en 1 Corintios, sobre la falsa sabiduría. 

(I) La sabiduría degenerada es la mundanal, la de este mundo (1 Co. 1:20, 26; 2:6; 
3:18). Es la sabiduría que sabe bien cómo obtener y amasar riquezas de este mundo, 
pero que ignora lo que es realmente importante. 

(II) Es una sabiduría palabrera que sólo sirve para obscurecer la cruz (1 Co. 1:17). Pablo 
detesta predicar con palabras persuasivas de humana sabiduría (1 Co. 2:1, 4, 5, 13). 
Cuando Pablo condena tan inflexiblemente la palabrera sabiduría del mundo, se estaba 
inspirando en la actitud de la sociedad de su tiempo. Los griegos siempre amaron las 
palabras; y una de las figuras bien conocidas en el mundo griego era el sofista. Los 
sofistas eran oradores tan famosos como estrellas de cine. Pero el sofista estaba más 

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interesado en cómo decía algo que en qué estaba diciendo. Su interés primario consistía 
en adquirir destreza y habilidad en el uso de la palabra; su principal anhelo radicaba en 
provocar el aplauso; su deseo más ferviente era exhibirse. Dio Crisóstomo dijo de los 
sofistas: "Se quedaban boquiabiertos ante el murmullo de la multitud ... Como los 
hombres que caminan por la oscuridad, se mueven en la dirección del palmoteo y el 
griterío" (Dio Crisóstomo, Oración 33). Uno de ellos dijo a Epicteto: "Quiero que me 
alabes". "¿Qué entiendes tú por que te alabe?", preguntó Epicteto. "Quiero que digas 
¡¡bravo!!, ¡¡maravilloso!!, contestó el sofista (Epicteto, Discursos 3.23.24). Epicteto 
describe la escena de cómo el profesor daba vueltas, tras el discurso que acababa de 
pronunciar. ¿Qué te he parecido hoy?" "¡Por mi vida que estuviste admirable!" "¿Qué 
pensaste de mi mejor pasaje?" "¿Cuál fue ése?" "Donde describí a Pan y a las ninfas." 
"¡Oh!, lo hiciste excesivamente bien" (Epicteto, Discursos 3.23.11). Veamos otra escena 
descrita también por Epicteto. "Me parece que el auditorio de hoy era más grande", dice 
el profesor. "Sí, mucho más." "Unos quinientos, calculo yo." "¡Oh, qué disparate!, no 
podían ser menos de mil." "iCa!, eso es más de lo que Dio tuviera alguna vez; me 
admiro por lo que fue: ellos también apreciaban lo que dije." "La belleza, señor, puede 
mover hasta las piedras." 

Pablo conocía a los predicadores y maestros que estaban más interesados en las frases 
que en la verdad, que no deseaban sino exhibir su destreza y suscitar el aplauso de la 
multitud. Pablo conocía al predicador y maestro que le preocupaba más lo que los 
hombres pudieran pensar de él que lo que pensara Dios; que estaban más ansiosos por 
que los hombres les miraran que por que les mirara Dios. He aquí lo que Pablo quiso 
decir por sabiduría de este mundo. Sabiduría que, por cierto, aún no ha desaparecido 
del todo. 

(111) Tal sabiduría no conoce realmente a Dios (1 Co. 1:21). Es más seductora que 
instructiva (1 Co. 2:4, 5). Es sabiduría del hombre, no de Dios (1 Co. 2:13). Es sabiduría 
del hábil polemista, más interesado en la exhibición de acrobacias mentales que en la 
búsqueda de la verdad (1 Co. 1:20). Es vana en el sentido de que no ayuda a nadie ni 
conduce a nada (1 Co. 3:20). Al final de los tiempos, será destruida por Dios y se 
demostrará lo insensata y extravagante que realmente es (1 Co. 1:19, 27; 3:19). 
La única sabiduría verdadera no es consecuencia del orgullo, sino de la humildad. La 
única enseñanza sabia no apunta hacia sí misma, sino fuera de ella. La predicación 
degenera siempre que busca el aplauso. No hay sabiduría en el proceder del maestro y 
del predicador cuya personalidad y métodos obscurecen a Cristo, antes degenera en esa 
necedad que, en el fin de los tiempos, recibirá la convicción y condenación que merece. 
Ahora veamos las palabras restantes, phronesis y phronimos, sunesis y sunetos, 
Phronesis, el nombre, sólo se encuentra dos veces en el NT, Le. 1:17 1/ Ef. 1:8, pero 
phroniraos, su adjetivo correspondiente, aparece con más frecuencia. Phronesis, como 
vimos, es la sabiduría práctica que debe o no ser hecho en una situación dada. El que 
edificó su casa sobre la roca era phronimos (Mt. 7:24). En el mundo, el discípulo debe 
ser phronimos como una serpiente (Mt. 10:16). El mayordomo sabio que organiza bien 
la casa es phronimos (Mt. 24:45; cf. Le. 12:42). Las vírgenes que no olvidaron el aceite 
para sus lámparas eran phronimos (Mt. 25:2, 4, 8, 9). Cuando Pablo se dirige a los 
corintios, como una apelación a su sentido común, dice: "Como a sensatos os hablo" 
(phronimos) (1 Co, 10:15). 

Aveces, esta sabiduría práctica puede degenerar en arrogancia (Ro. 11:25; 12:16; 1 Co. 
4:10; 2 Co. 11:29). Un hombre puede llegar a impresionarse demasiado con su destreza. 
En la novela de Barrie, Sentimental Tommy, cuando Tommy había hecho hábilmente 
algo en la escuela, al ir a casa acostumbraba decir a su admirada hermana: "¿No soy 
maravilloso?" Esta sabiduría práctica puede llegar a ser como la de Tommy. 
Hay dos pasajes que muestran especialmente el significado de phronimos. La serpiente 
que sedujo a Adán y Eva es llamada phronimos (Gn. 3:1); y el mayordomo infiel, que 
primero estafó a su señor, y después tomó medidas para salvaguardar su ocio y 
comodidad, es llamado phronimos (Le. 16:8). Phronesis es, sobre todo, la habilidad 
para desenvolverse en una situación específica; la sagacidad para descubrir qué 
necesita ser hecho y qué no; la sabiduría del hombre que nunca está perplejo. 

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Sunesis y sunetos no son muy frecuentes en el NT. El escriba contestó a Jesús que los 
hombres han de amar a Dios con todo su corazón, Su entendimiento, sunesis, su alma 
y sus fuerzas. Los rabies se maravillaban de la sunesis de Jesús, cuando estaba con 
ellos en el templo (Le. 2:47). Sergio Paulo, el gobernador romano, es descrito como 
sunetos (Hch. 13:7). En Ef. 3:4, sunesis describe el conocimiento de Pablo del misterio 
de Dios. En Col. 1:9, Pablo ora para que los colosenses tengan sophia y sunesis; y, en 
Col. 2:2, sunesis puede traer certidumbre, Pablo ora para que Dios dé entendimiento, 
sunesis, al joven Timoteo. La sunesis también puede convertirse en algo mundanal y 
afectado, y, entonces, será destruida (1 Co. 1:19). Jesús dice que las grandes cosas están 
escondidas de los sabios y los entendidos (sophoi y sunetoi), y son reveladas a los 
niños (Mt. 11:25; c/. Le. 10:21). 

La esencia de sunesis es la facultad crítica que, como Lightfoot apunta, "ve la índole de 
las cosas". Su esencia es discriminación y juicio sabio. Puede prever las implicaciones 
de una acción y su con 

secuencia última. No sólo ve cómo es algo en el momento presente, sino también cómo 
será. 

La dotación cristiana de la mente es multilateral. Está la sabiduría teórica, sophia, que 
ve las verdades últimas de Dios; está la sabiduría práctica, phronesis, que distingue lo 
que debe hacerse en una determinada situación; está la sabiduría crítica, discriminante, 
sunesis, que puede evaluar y ponderar la proyección de cualquier obra que haya de 
emprender. El cristiano no es únicamente un soñador de largos pensamientos, largos y 
desvinculados de la realidad del mundo; el cristiano no es solamente el hombre afanado 
en los negocios que nunca piensa en las últimas cosas; el cristiano no es simplemente 
un astuto evaluador de una política o una situación. El cristiano es las tres cosas. No 
sólo tiene la visión de conocer a Dios; dispone también del conocimiento práctico para 
convertir esa visión en acción y, además, del sano juicio que le permite escoger la forma 
de acción idónea para lograr su objeto. Únicamente el cristiano es soñador y, a la vez, 
hombre de acción. 



SPLAGCHNIZESTHAI4697 
LA COMPASIÓN DIVINA 

Hay palabras que llevan en ellas la evidencia de cierta clase de revolución en el dominio 
del pensamiento, y splagchnizesthai es una de esas palabras. Significa 
"compadecerse". No es clásica, pero si contiene una forma clásica de pensamiento. 
Splagchnizesthai es el verbo que procede del hombre splagchna, que significa visceras 
principales, es decir, corazón, pulmón, hígado e intestino. Los griegos sostenían que 
estas visceras constituían el asiento de las emociones y pasiones, especialmente de la 
ira, la ansiedad, el miedo e incluso el amor. Cuando Heracles está exponiendo sus 
quejas a Admeto, dice: "A un amigo hay que hablarle con libertad. Admeto, y no 
guardarse en las splagchna (las entrañas) los reproches callando" (Eurípides, Alcestis 
1008-1010). El coro, oyendo el lamento de Electra, dice: "Oyéndote, se entristecen mis 
splagchna" (Esquilo, Las Coéforas 413). Así, pues, en el griego clásico, las splagchna 
son las partes internas del hombre y asiento de las emociones más profundas. 
Partiendo de esta idea, se formó, en el griego posterior, el verbo splagchnizesthai que 
significa "compadecerse", y, de esta misma derivación, puede inferirse que 
splagchnizesthai no describe una piedad o compasión ordinarias, sino una emoción 
que conmueve lo más recóndito del ser del hombre. Esta es la palabra griega para 
expresar con mayor fuerza la idea de compasión. 

En el NT, splagchnizesthai nunca se encuentra fuera de los evangelios sinópticos; y, 
excepto en tres ocasiones que aparece en parábolas, siempre es usado con referencia a 
Jesús. En las parábolas se utiliza respecto del señor que tuvo compasión del siervo que 
no podía pagarle (Mt. 18:33), de la compasión que hizo al padre recibir con amor al 
hijo pródigo (Le. 15:20) y de la compasión que movió al samaritano a ayudar al viajero 

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herido en el camino de Jericó (Le. 10:33). En el resto de los casos, se emplea en 

conexión con Jesús mismo. 

Jesús tuvo compasión de la multitud cuando la vio como ovejas sin pastor (Mt. 9:36; 

c/Mr. 6:34). Tuvo compasión de los hambrientos y necesitados que le seguían al 

desierto (Mt. 14:14; 15:32; Mr. 8:2), y tuvo misericordia del leproso (Mr. 1:41). Jesús 

se compadeció de los dos ciegos (Mt. 20:34) y de la viuda de Naín que llevaba a 

enterrar a su único hijo (Le. 7:13). El padre del muchacho epiléptico apeló a la 

compasión de Jesús (Mr. 9:22). 

Hay dos interesantes hechos con relación al uso de esta palabra. 

(I) Jesús tuvo compasión del abandono espiritual de la multitud. Eran como ovejas sin 
pastor. Jesús no estaba molesto con la simpleza de la muchedumbre ni irritado con su 
inutilidad, sino preocupado por ellos. Les veía como cosecha que espera ser recolectada 
por Dios (Mt. 9:37, 38). Los fariseos decían: "El hombre que no conoce la ley es 
maldito." Y bien podía esperarse de ellos frases como: "Hay gozo en los cielos por cada 
pecador que es destruido". Pero, frente a la ruina espiritual de los hombres, aun cuando 
fuera causada por la propia dejadez de ellos, Jesús no sintió sino piedad. El no veía al 
hombre como un reo que ha de ser condenado, sino como un descarriado que había que 
encontrar y llevar a casa. No veía a los hombres como broza para quemar, sino como 
mies presta para ser segada por Dios. 

(II) Jesús se compadeció del hambre y dolor de los hombres. El triste espectáculo de 
una multitud hambrienta, la vista de gentes cansadas, la apelación de un ciego o un 
leproso, despertaba su compasión. 

Jesús nunca consideró a las personas un engorro o un fastidio, sino siempre seres que 
necesitaban su ajnida. Ensebio (Historia Eclesiástica 10.4.11) escribe de Jesús en 
términos que son o una inconsciente o una deliberada cita de Hipócrates, el fundador 
de la medicina griega. "Era como el excelente médico que, para curar la enfermedad, 
examina lo que es repulsivo, palpa las llagas, y siente en sí el dolor del sufrimiento de 
los otros". Jesús nunca consideraba con indiferencia al sufriente, y, por tanto, mucho 
menos con asco y disgusto, sino con tal piedad, que resultaba en ajnida. 

(III) Jesús tuvo compasión de la aflicción de los hombres. Cuando se encontró con el 
cortejo fúnebre del hijo de la viuda de Naln, fue conmovido por el patetismo de la 
situación humana. Jesús no se sintió al margen ni fue indiferente a lo que allí estaba 
sucediendo; la pena de la viuda llegó a ser su propia pena. En Sentimental Tommy, 
Barrie escribió de su héroe, que es él mismo: "El más conspicuo de sus rasgos 
caracterológicos era la facultad de ponerse en el lugar de los otros y permanecer en él 
hasta conseguir ser uno más." La grandeza de Jesús consistía en su complacencia de 
introducirse en la situación humana, y ser movido por la acerbidad de la tal situación a 
esa compasión que le compelía a ayudar y a curar. 

Pero splagchnizesthai tiene un significado de mucho más alcance que la simple 
indicación de que Jesús se conmovía en lo más profundo de su ser en presencia de la 
situación humana. Lo notable de esta palabra es que, para un griego, su uso en relación 
con alguien que fuera divino sería completa, absoluta y totalmente imposible. 
Según los estoicos, los pensadores más eminentes de la época del NT, la suprema y 
esencial característica de Dios es la apatheia. Por apatheia ellos no querían dar a 
entender apaga en cuanto dejadez, falta de vigor o energía, sino "ausencia de 
inquietudes", "impasibilidad", y argumentaban así: si un hombre puede sentir, afligirse 
o gozar, esto significa que alguien puede afligirle o hacerle gozar. Es decir, significa que 
alguien puede alterar sus sentimientos, puede causarle felicidad o tristeza, lo cual 
implica que tiene poder sobre él, y, por tanto, que es, al menos de momento, tan grande 
como él. Si Dios sintiera tristeza o alegría de algo que le sucediese al hombre, esto 
significaría que el hombre puede causar efecto sobre Dios, que el hombre tiene el poder 
de afectar a Dios; pero es imposible que alguien tenga poder sobre Dios, pues nadie es 
más grande que Dios; por tanto. Dios no puede tener emociones; es esencialmente 
imposible; es, por naturaleza, apático, en el sentido técnico del término. Los griegos 
creían en un Dios que no era emotivo. No concebían que el ser divino pudiera ser 
movido a compasión. 

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Cuando Apuleyo escribía acerca del dios de Sócrates, decía que, según el pensamiento 
de Platón, "el hombre y Dios nunca pueden encontrarse. Una piedra me oiría más 
fácilmente que Júpiter". Y sigue diciendo que él no cree tanto que los dioses estén 
enajenados y sean diferentes de nosotros, sino que es imposible que nuestras oraciones 
lleguen hasta ellos. "Yo no estoy alejado de los dioses bajo el punto de vista de su 
ocupación en los asuntos humanos, sino en el sentido de contacto" (De Deo Soca 
6.132). Si Dios es Dios, entonces es, por esencia, incapaz de oír una oración o sentir 
piedad. 

Plutarco, pensando acerca de Dios, sostenía que la divinidad estaba muy por encima de 
todo contacto directo con el universo, y que cualquier clase de comunicación entre el 
cosmos y Dios se establecía a través de los demonios (o genios, divinidades inferiores. 
N. del T.). "El que envuelve a Dios en las necesidades humanas no repara en su 
majestad, no afirma la dignidad y grandeza de la excelencia de Dios " (Plutarco, De 
Def, Orac, 9,414 sigte.). Tal como Plutarco lo veía, era imposible para Dios ser Dios y, a 
la vez, estar implicado en -y afectado por- los asuntos humanos. Una y otra vez, para 
este pensador traspasaría el límite de lo creíble, el que Dios pudiera ser movido a 
compasión. 

Pero la opinión cristiana enfatiza la piedad de Dios. Dios, dijo Clemente de Alejandría, 
es "rico en piedad". Ciertamente, Dios es -he aquí una bonita imagen- todo oídos y todo 
ojos (Clemente de Alejandría, Stromateis 2.74.4; 7-37-6). Dice que el Logos, la Palabra 
de Dios, aunque estaba esencial y eternamente libre de pasión, "por amor a nosotros, 
tomó nuestra carne y, con ella, la capacidad para sufrir" y "descender hasta la 
sensación" (Stromateis 5.40.3). Para Clemente la misma esencia de la idea cristiana de 
Dios era que Dios escogió, voluntariamente, sentir por -y con- los hombres. 
Lo terrible de la ética pagana era lo que pensaban los estoicos de que el hombre debe 
procurar hacerse como Dios, y no tener preocupación alguna ni cuidado. Si un hombre 
quería vivir en paz, decían, debe abstenerse de todo sentimiento y de toda emoción (de 
todo lo que altere la tranquilidad del ánimo, N. del T.). Epicteto escribe sobre cómo 
debemos enseñarnos y adiestrarnos en no preocuparnos cuando perdamos algo. "Este 
debe ser nuestro estudio de la mañana a la noche, comenzando por las cosas más 
insignificantes y baladíes, como un vaso de barro, y prosiguiendo con las que lo van 
siendo menos, como una vestidura, un perro, un caballo, un estado, hasta llegar a ti 
mismo, tu cuerpo, las partes de tu cuerpo, tus hijos, tu esposa y tus hermanos" 
(Epicteto, Discursos 4.1.13). Perder algo, ver morir a nuestros seres más queridos, y 
decir: "No importa; no me preocupa." 

El pensamiento religioso pagano creía en un Dios cuya esencia era ser incapaz de sentir 
piedad; la ética pagana enseñaba a aspirar a una clase de vida de la que, al final, toda 
piedad y compasión se hubieran desvanecido. La idea de un Dios compasivo y una vida 
cuya fuerza motriz es el amor piadoso, solamente pudo haber venido a semejante 
mundo por vía de nueva revelación. 

Nosotros creemos que Dios es amor y que la vida cristiana es amor, y haremos bien en 
no olvidar que ni una cosa ni otra hubiéramos conocido sin la revelación de Jesucristo, 
de quien tan maravillosamente a menudo se dice que sentía compasión. 



SOTERIA4991 Y SOZEIN4982 
LA PALABRA DE SALVACIÓN 



EN EL ANTIGUO TESTAMENTO 

El nombre soteria significa "salvación", y el verbo sozein significa "salvar". 
Indudablemente, para nosotros es de suprema importancia averiguar qué quiere decir 
salvación y ser salvo. En el griego clásico, soteria significa "liberación" o 
"preservación". Puede usarse respecto de un hombre que vuelve sano y salvo a su casa o 

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su país después de haber estado ausente un tiempo. Puede significar "garantía de 
seguridad" o "seguridad contra el peligro". En los papiros, el significado más común de 
soteria es, con mucho, "salud corporal". Por ejemplo, un miembro de cierta familia 
escribe a casa y dice: "Escribidme acerca de vuestra soteria" o, como nosotros 
diríamos, "hacedme saber cómo estáis". 

Comencemos buscando el principio del significado de soteria en la Septuaginta, la 
versión griega del AT, pues de ella se nutrieron muchos de los primeros cristianos. La 
Septuaginta fue la Biblia de la iglesia antes que el NT fuera escrito, y ella matizó el 
lenguaje y los pensamientos de la iglesia primitiva. 

(I) En la Septuaginta, soteria significa, en su expresión más simple, "resguardo y 
seguridad en general". En la multitud de consejeros hay soteria, dice Pr. 11:14. Jacob 
conviene que si llega a casa en soteria, Yahweh será su Dios (Gn. 28:21). José promete 
que todos aquellos varones en cuyo saco no esté la copa volverán a casa en soteria (Gn. 
44:17; c/. Gn. 26:31; Job 11:20; 13:16; 30:15). 

(II) En la Septuaginta, soteria significa "liberación de la tribulación en general". Los 
adversarios del salmista le dicen: "No hay para él soteria en Dios" (Sal. 42:11). El 
salmista ora a Dios para que mande soteria (Sal. 44:4). El hombre que espera en Dios, 
se regocijará en su soteria (Is. 25:9; cf. Sal. 20:6; Is. 38:20; Jer. 25:35). 

(III) En la Septuaginta, soteria significa "liberación de un enemigo". En la Versión 
Reina Valera Antigua, dicha liberación está representada por palabras como 
"salvación", "socorro", "huida", "victoria". Soteria describe la liberación de manos de 
los filisteos (Jue. 15:18), de los amonitas (1 S. 11:9, 13), de Siria (2 R. 13:5), Egipto (2 Cr. 
12:7) y Moab (2 Cr. 20:17). Describe la liberación por Dios de Israel de sus enemigos a 
través de toda la historia. 

(IV) En la Septuaginta, soteria describe la "liberación de Israel del Mar Rojo". "Estad 
firmes -dice Moisés- y ved la soteria que Jehová hará hoy con vosotros" (Ex. 14:13). 
Toda liberación era una soteria del Señor, pero la liberación del Mar Rojo era la 
soteria por excelencia. Ahí, sobre todo, la mano de Dios fue vista en todo su esplendor 
y poder. 

(V) Algunas veces, en la Septuaginta, esta soteria es "escatológica", es decir, encontrará 
toda su floración y gloria sólo en la nueva era que vendrá. No es algo que se agota en 
este mundo. Será poderosa para salvar eternamente (Is 45:17; 52:10; Jer. 3:23), i.e., su 
salvación es eterna. 

(VI) Consistentemente, soteria está conectada con Dios y es atribuida a él. Comparada 
con ella, vana es la ajnida de los hombres" (Sal. 60:11; 108:12; 146:3). Dios es, 
característicamente. Dios de soteria, Dios de "salvación" (Sal. 18:46; 38:22; 51:14; 
88:1). Cuando el poder del hombre resulta ineficaz, la soteria de Dios entra en acción. 
La necesidad extrema del hombre es siempre la oportunidad de Dios. 

(VII) Finalmente, podemos apreciar que soteria es el centro de muchos pasajes líricos, 
que son cánticos de acción de gracias. Aparece en el canto de Moisés, una vez 
atravesado el Mar Rojo (Ex. 15:2); en el canto de David, tras haber sido librado de Saúl 
(2 S. 22:3; 36, 47, 51); en el canto de Ana, cuando supo que iba a tener un hijo (1 S. 2:1). 
soteria hace cantar de gozo al hombre que la experimenta. 

Así, pues, cuando los escritores del NT usaron soteria recibieron con la palabra una 
cuantiosa herencia, pues el vocablo ya describía la salvación, preservación e 
intervención del poder de Dios en las crisis de la historia y de la vida individual, el 
cuidado que no cesa en este mundo y el amparo que hace cantar de alegría a la persona 
que lo siente. 



EN EL NUEVO TESTAMENTO 

Dos de los viejos usos se repiten en el NT. 

(I) Soteria es utilizada con respecto a la "salvación de nuestros enemigos (Le. 1:69; 71; 

Hch. 7:25; Jud. 25). Notemos que todos estos pasajes tienen un trasfondo característico 

del Antiguo Testamento. 



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(II) Tanto el nombre como el verbo se usan con referencia a la "seguridad y salud 
corporal". Por ejemplo, la preservación de Pablo del naufragio (Hch. 27:20, 34) y la 
construcción del arca de Noé para salvación de éste y su familia (He. 11:7). 
Pero, habiendo ya hecho constar estos dos antiguos usos, ahora debemos ocuparnos de 
las formas distintivas y características en que el NT utiliza estas palabras. 

(I) Soteria es "el anhelo de Dios" y "el propósito de Jesucristo". El NT no sabe nada de 
un Dios airado que haya tenido que ser pacificado para perdonar a los hombres. El NT 
ignora por completo a un Dios cuya cólera haya sido trocada en misericordia. En el NT, 
Dios tomó la iniciativa de la soteria. Dios ha escogido a los hombres desde el principio 
para "salvación" (2 Ts. 2:13). Dios quiere que todos los hombres sean "salvos" (1 Ti. 
2:4). La paciencia en el sufrimiento de Dios es para obrar la mayor soteria posible (2 P. 
3:15). La soteria es tanto una prerrogativa de Dios, que es atribuida a él en las 
doxologías del Apocalipsis (Ap. 7:10; 19:1). Es Dios quien nos ha "salvado" (2 Ti. 1:9). 
Cristo Jesús vino al mundo para "salvar" a los pecadores (1 Ti. 1:15). Jesús no vino al 
mundo para condenarlo, sino para que sea "salvo" por él (Jn. 3:17). Dios es el promotor 
déla soteria, 

(II) Por esta misma razón, la soteria puede ser rechazada. Debemos ocuparnos de 
nuestra soteria con temor y temblor (Fil. 2:12). Siendo grande como es, puede ser 
desatendida (He. 2:3). El NT nunca olvida que el arriesgado libre albedrío del hombre 
puede frustrar el propósito salvador de Dios. 

(III) Jesús es el núcleo de la soteria que Dios obra. En ningún otro hay soteria ni hay 
otro nombre, en los cielos o en la tierra, en que podamos ser salvos (Hch. 4:12). Jesús 
es el archegos, el pionero, el precursor de la soteria (He. 2:10). Es el aitios, la causa 
motora y esencial de la soteria (He. 5:9). Sin Jesús y su obra, soteria no es posible. 

(IV) No obstante, Jesús necesita de agentes humanos. El anhelo de Pablo es ver la 
manera de que puedan ser "salvos" algunos judíos (Ro. 11:14). A todos se hizo de todo 
para "salvar" a algunos (1 Co. 9:22). Pablo, refiriéndose al matrimonio, exhorta al 
cónjnige creyente a seguir junto al incrédulo por si quizá puede "salvarle" (1 Co. 7:16). 
Todo el deseo del apóstol delante de Dios es procurar que los demás sean "salvos" (1 Co. 
iO-33)> y reprocha a los judíos el que le estorben en esta labor (1 Ts. 2:16). Timoteo ha 
de tener cuidado de él y de la doctrina, porque así se salvará a sí mismo y a los demás (1 
Ti. 4:16). El que media para que se convierta un pecador, salva de la muerte un alma 
(Stg. 5:20). Jesucristo precisa de labios que hablen por él, de manos que obren por él, 
de hombres que sean sus heraldos. 

(V) Por esta misma razón, el mensaje cristiano es: 

(a) "palabra de salvación" (Hch. 13:26; Ef. 1:13). Es dar a los hombres las buenas 
nuevas de la buena voluntad de Dios. 

(b) El mensaje cristiano es "el camino de salvación" (Hch. 16:17). Muestra a los 
hombres la senda que conduce a la vida, no a la muerte. 

(c) El mensaje cristiano es "poder de salvación" (Ro. 1:16). No sólo trae al hombre una 
tarea, también le da las fuerzas para realizarla; no sólo le muestra un camino, le da el 
poder para andar por él; no sólo le hace un ofrecimiento, también le da la facultad para 
apoderarse de él. 

(d) El "anhelo" del mensaje cristiano es la salvación del hombre (Ro. 10:1; 2 Co. 6:1). El 
anhelo del mensaje cristiano no es precipitar al hombre en las llamas del infierno, sino 
alzarlo hasta la vida de los cielos. 

Ahora debemos considerar lo que podríamos llamar elementos de soteria en el NT, las 
cosas que traen "salvación". 

(I) Soteria implica "arrepentimiento". La aflicción piadosa produce arrepentimiento 
que obra para salvación (2 Co. 7:10). soteria es algo de lo que hay que ocuparse con 
"temor y temblor" (Fil. 2:12). 

(II) Soteria implica "fe" (ef. 2:8; 2 Ti. 3:15; 1 P. 1:9). Implica aceptar a Dios, a través de 
su palabra, y moldearse uno mismo en confianza cabal sobre la base de la misericordia 
ofrecida por Dios, soteria implica "creencia" (Ro. 1:16), esto es, la convicción de que las 
promesas de Dios en Cristo son verdaderas, la complacencia en aventurar nuestra vida 
en la veracidad de Jesucristo. Implica "esperanza" (Ro. 8:24). El arrepentimiento, el 

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temor y temblor, no es sinónimo de hacer a un hombre desesperar, sino de moverle a 
buscar, en radiante esperanza, su remedio en Jesucristo. Fe, esperanza y creencia van 
tupidamente entretejidas. Son las diferentes expresiones de la confianza en que se 
funda soteria, 

(III) Soteria implica "perseverancia". El que persevere hasta el fin encontrará soteria 
(Mt. 10:22; 24:13). El hombre que no se intimida por la oposición exterior ni por el 
desaliento interior, al final, encontrará la salvación. No debe ser derrotado por sus 
dudas ni por los argumentos y seducciones de los otros. Su confianza es algo a lo que 
debe adherirse como a un salvavidas en medio de un mar tempestuoso. 

(IV) Soteria implica "amar la verdad" (2 Ts. 2:10). El hombre que no ama la verdad 
nunca puede encontrarla. Si un hombre cierra los ojos a la verdad sobre él, no puede 
ser movido al esencial arrepentimiento. Si cierra los oídos a la verdad sobre Jesús, 
nunca podrá informarse ni apercibirse de la finalidad del ofrecimiento de Dios. Y 
siempre será cierto que no hay ciego más grande que el que no quiere ver. 

(V) Algunas veces, soteria implica "temor" (Jud. 23). Hay algo así como un temor 
limpiador (Sal. 19:9). El temor del Señor es el principio del conocimiento (Pr. 1:7). 
Existe lo que alguien ha llamado "el estremecimiento celestial", el repentino temblor 
por miedo de lo que somos, que nos conduce a encontrar la esperanza de lo que en 
Cristo podemos ser. 

(VI) Soteria siempre implica "gracia", pues está fundada en la gracia y somos salvos 
por gracia (Ef. 2:5). Los cristianos primitivos estaban convencidos de que eran salvos 
por la gracia del Señor Jesús, y la idea que expresa el vocablo soteria es la prueba final 
de que la sal vación es un don que no hemos merecido ni podíamos merecer, sino que 
viene a nosotros de la pura bondad y generosidad de Dios. 

(VII) Soteria implica "el mensaje de la cruz", aun cuando este mensaje parezca una 
simpleza al oírlo por primera vez (1 Co. 1:18), e implica que debe quedar impreso para 
siempre en nuestra memoria (1 Co. 15:2). Implica ver la cruz y recordarla 
constantemente, es decir, tomar conciencia del amor de Dios y vivir de acuerdo con 
ella. 

(VIII) El escritor de Hebreos tiene algo más que añadir. El diría que soteria también 
implica "la continuación de la obra de Cristo". La visión de este escritor es que Cristo 
vive siempre para interceder por nosotros (He. 7:25). Con uno de los pensamientos de 
mayor alcance de todos los del NT, este autor ve a Jesús defendiendo todavía a los 
hombres, llevando a cabo su obra sumosacerdotal, dejando expedito el camino hasta 
Dios a los hombres. Esta es la visión de un Cristo que nos amó desde el principio de los 
tiempos y que nos amará hasta el final, y cuyo amor continuo es nuestra eterna 
esperanza de soteria. 

En muchos casos, en el NT, soteria se encuentra como si no tuviera explicación. Se usa 
como una palabra de cuyo significado cada uno entendería al menos algo. Tales casos 
son Le. 19:9; Hch. 11:14; 16:30; 1 Co. 3:15; 2 Co. 2:15. 

Pero si hemos de apoderarnos de todo el valor y significado de esta palabra, debemos 
preguntar: ¿De qué es salvado el hombre? ¿Cuál es la liberación que soteria promete? 
Antes de buscar las respuestas en el NT, debemos hacer una observación. El verbo 
sozein significa tanto salvar a un hombre en el sentido eterno como curarlo en el 
sentido físico. En el NT, la salvación es "total". Es salvado el hombre integro: su cuerpo 
y su alma. 

(I) Soteria es salvación de la "enfermedad física" (Mt. 9:21; Le. 8:36, en ambos casos el 
verbo es sozein), Jesús estaba interesado en el cuerpo y en el alma de los hombres; y es 
muy significativo el que la iglesia esté redescubriendo esto hoy. Tal salvación puede no 
curar, pero siempre capacita al sufriente para convertir sus padecimientos en gloria. 

(II) Soteria es salvación del peligro. Cuando los discípulos peligraban daban voces para 
ser "salvados" (Mt. 8:25; 14:30). Esto no significa protección de todo peligro y daño; 
significa que el hombre que sabe que está dentro de la soteria de Dios, sabe que está, 
como Rupert Brooke decía, "seguro donde no hay seguridad". Es la convicción de que 
nada, en vida o en muerte, puede separarle del amor de Dios. 



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(III) Soteria es salvación de la "parte infecta de la vida". Un hombre es salvado de esta 
aviesa y perversa generación (Hch. 2:40). El hombre que conoce la soteria de Dios 
tiene con -y sobre-él una cualidad profiláctica, un antiséptico divino que le inmuniza 
para ir por el mundo sin contaminarse. 

(IV) Soteria es salvación de "la condición de perdido". Jesús vino al mundo a buscar y a 
salvar lo que se había perdido (Mt. 18:11; Le. 

19:10). Vino a rescatar al hombre cuando éste iba camino de una situación en que 
perdería cuerpo y alma. Vino a hacerle volver del camino que conduce a la más fatal 
clase de muerte, para dirigirle por el que lleva a la más esencial clase de vida. 

(V) Soteria es salvación del "pecado". Jesús recibió este nombre porque había de salvar 
a su pueblo de sus pecados (Mt. 1:21). El hombre solo es esclavo del pecado. No puede 
liberarse de él. Puede diagnosticar fácilmente su enfermedad, pero no puede curarla. 
Sólo el poder salvador de Cristo efectúa esa curación. "El quebranta el poder del 
invalidado pecado. Liberta al prisionero del pecado." 

(VI) Soteria es salvación de la "ira" (Ro. 5:9). El NT no puede ser vaciado de su 
concepción de juicio, pues ésta es fundamental en él. Jesucristo obró. Dios obró, y la 
obra de ambos libertó al hombre de la ira de la santidad agraviada y de la ley 
transgredida. Algo pasó que, en Jesucristo, pone al hombre creyente en una nueva 
relación con Dios. 

(VII) Una última cosa hemos de hacer constar. Soteria es escatológica. Es decir, 
podemos empezar a gozar de ella aquí y ahora, pero su pleno efecto y su completa 
maravilla vendrá a nosotros el día en que Jesús sea coronado Rey de todo el mundo 
(Ro. 13:11; 1 Co. 5:5; 2 Ti. 4:18; He. 9:28; 1 P. 1:5; Ap. 12:10). Es cierto que la segunda 
venida de Cristo no es una doctrina popular; pero se sigue conservando la tremenda 
verdad de que este mundo va a alguna parte, y, cuando el mundo llegue a su 
consumación última, soteria será simultánea y finalmente perfeccionada. 

Soteria es lo que salva a un hombre de la ruina de su alma en esta vida y en la futura. 



HUBRIS,5i96 HUBRIZEIN,5i95 HUBRISTES5197 
LAS PALABRAS DEL ORGULLO IMPÍO 

Las palabras huhris, huhrizein, huhristes, no se encuentran a menudo en el NT, pero 

son muy dignas de estudio, porque para los griegos eran la expresión del supremo 

pecado, que producía destrucción y absoluta ruina. 

Son palabras difíciles de traducir. Hubris es un nombre que significa insolencia; 

huhristes, otro nombre, significa uno que actúa con extrema insolencia; hubrizein es 

el verbo que significa tratar con suma insolencia, Pero la idea básica de las tres 

palabras es el orgullo que se alza contra Dios y contra el hombre, 

W. G. de Burgh escribe de hubris: "El significado de su raíz ese violento sobrepasar los 

límites, la insolencia del triunfo, y el orgullo de la vida que pisotea las leyes 

tradicionales de los dioses y de los hombres. Hubris es el equivalente griego más 

cercano a 'pecado'. Su aplicación más característica denotaba la insaciable sed de poder 

que hace conducirse a un hombre o a una nación precipitada y temerariamente, como 

poseídos por un demonio, sobre la senda de una desenfrenada autoafirmación. Esta 

pasión cegadora, atropellando a un tiempo la libertad personal y la ley pública, atrae a 

la víctima, frenética de confianza en sí misma, hacia la destrucción. Esto provoca 

nemesis, el sentimiento de justa indignación, en los dioses y en el prójimo". 

Ernest Myers habla de "el pecado de hubris, de insolencia, como dispuesto a pisotear 

sañudamente ley y libertad para gratificar su anhelo y orgullo egoístas". 

El mal básico de hubris es que cuando entra en el corazón de un hombre, ese hombre 

olvida que es una criatura y que Dios es el Creador. Hubris es lo que hace al hombre 

olvidar su humanidad y pretender igualarse a Dios. 

Todo esto se acentuaba con la extraña concepción griega de la envidia de los dioses 

(phthonos theon). Los griegos tenían el raro concepto de que los dioses envidiaban la 

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felicidad, prosperidad y éxito del hombre. Incluso una honrosa reputación de 
benevolencia y dignidad era una cosa que los dioses codiciaban y envidiaban de los 
mortales, pues ¿no miraba Poseidón con malos ojos a los feacios porque "dieron segura 
escolta a todos los hombres" (Homero, odisea 8.566)? 

Píndaro también creía que los dioses eran envidiosos. Cuando canta su alabanza a 
Corinto, añade la oración al soberano señor de Olimpia para no despertar su envidia 
(Píndaro, Olímpicas 13.24). En las Píticas, ora para que pueda continuar yéndole bien 
a la familia de los Aleñadas: "De las cosas felices de Grecia, han recibido no pequeña 
porción; yo oro para que no tropiecen con las reservas de los dioses envidiosos" 
(Píndaro, Píticas 10.19). El tema se repite en las ístmicas: "Pondré una guirnalda 
sobre mi cabeza y cantaré. Pero que la envidia de los dioses inmortales no traiga 
confusión sobre mí" (Píndaro, ístmicas 7.39). Los griegos estaban obsesionados por la 
idea de la envidia de los dioses. 

Puede decirse que toda la historia griega primitiva está escrita alrededor del tema de la 
envidia de los dioses. Heródoto nos habla de Jerjes, cuando éste planeaba invadir 
Grecia, y de Artabanus, que procuraba disuadirlo, pues un proyecto tan ambicioso 
como ése estaba llamado a despertar la envidia de los dioses: "Mira cómo Dios hiere 
con sus rayos a los animales más grandes, sin permitirles exaltarse, mientras los más 
pequeños en ninguna forma provocan su cólera; mira cómo dispara sus flechas contra 
los más altos edificios y árboles, pues Dios acostumbra raer cualquier cosa que 
sobrepase cierto límite de grandeza. Así, un poderoso ejército puede ser destruido por 
otro pequeño, cuando Dios, sintiéndose envidioso, lo aflige con pánico o con centellas 
para que perezca de manera indigna, pues Dios no permitirá a nadie, que no sea él, 
tener pensamientos ambiciosos" (Heródoto, 7.10). En términos semejantes, Amasis 
escribe su carta de advertencia a Polícrates: "Tus muchos éxitos no me complacen, 
sabiendo, como sé, que la divina naturaleza es celosa. Preferiría que yo y aquellos a 
quienes aprecio triunfáramos en unas empresas y fracasáramos en otras, 
experimentando alternativamente, a través de la vida, la buena y la mala fortuna, más 
bien que triunfar invariablemente, pues todavía no he oído de nadie que triunfara en 
todo y que, al final, no pereciera miserablemente" (Heródoto, 3.40). 
En el reverso de la vida, para el griego, estaba el terror al triunfo, ya que el triunfo 
despertaba la envidia de los dioses. 

Tener demasiado éxito, tener demasiada buena suerte, triunfar más de la cuenta, era 
hacer la corte al desastre, pues se incurría en la inevitable animadversión de las 
divinidades. "Procura no hacerte Zeus. Lo mortal es lo apropiado para los mortales" 
(Píndaro, ístmicas 5.14). "Si un hombre posee riquezas y supera a los otros en 
hermosura, y si además ha ganado distinción en los juegos, procure no olvidar que sus 
vestiduras están sobre miembros mortales y que la tierra será su último ropaje" 
(Píndaro, Nemeas 11.13). 

Incluso el periplo de un hombre debía ser circunscripto. Al final del mar Mediterráneo, 
estaban las columnas de Hércules. Lo mejor era no aventurarse a ir más allá. "Por su 
valerosa hazaña, los hombres han tocado las columnas de Hércules, en los confines del 
mundo. Después de eso, les sugiero que no procuren conseguir una mayor excelencia" 
(Píndaro, ístmicas 4.11). 

El mismo estribillo se repite a lo largo de la obra de Esquilo. Cuando, en medio de un 
mar en calma, la travesía de un hombre está resultando demasiado feliz, 
repentinamente, la nave da contra un arrecife oculto y naufraga (Esquilo, Agamenón 
993). Jerjes es derrotado a pesar de todo su poder, y la derrota se debe a "la envidia de 
los dioses" (Esquilo, Persae 365). 

Desde el principio hasta el fin, la literatura clásica está penetrada del temor a la envidia 
de los dioses y de la concepción de que el supremo pecado es olvidar que sólo es 
hombre. 

Ahora bien, suponiendo que todo este asunto fuera cierto (y para un griego era la cosa 
más verdadera del mundo), entonces, si el éxito es peligroso, el orgullo que viene del 
éxito es fatal. Yhubris significa ese orgullo insolente que olvida a los dioses. 
"Ciertamente, dijo Esquilo, la insolencia, huhris, es hija del ateísmo" (Esquilo, 

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Eumenides 533). "En verdad, dice Esquilo, Zeus es castigador del orgullo presuntuoso, 
y corrige con mano dura. Por tanto, ahora que mi hijo ha sido advertido por la voz de 
Dios para que siga la prudencia, os ruego que lo instruyáis, con admoniciones 
razonables, para que deje de atraer sobre sí el castigo de los cielos por su jactanciosa 
temeridad" (Esquilo, Persae 827-831). Darío comentó de su hijo Jerjes y de la 
desastrosa expedición de éste contra Grecia: "Siendo mortal, en su desatino pensó que 
llegaría a ser señor hasta de los mismos dioses" (Ibid, 794). 

Lo inquietante de este orgullo es que se desarrolla más y más a medida que un hombre 
avanza en años: "Un viejo hubris siempre engendra otro hubris que añadir a las 
calamidades humanas" (Esquilo, Agamenón 760); y esta es la razón por la que "de la 
buena fortuna brota una insaciable calamidad para la posteridad". 
Sófocles dice: "Hubris engendra un tirano" (Sófocles, Edipo Tirano 873). Es el orgullo 
presuntuoso que, por una parte, produce un tirano, y, por otra, hace que dioses y 
hombres odien a ese tirano. Eurípides dice: "Si tienes más de bueno que de malo, 
cuando seas hombre obrarás rectamente y bien. Pero, querido niño, abstente de malos 
pensamientos; apártate del hubris, ese orgullo presuntuoso; pues desear ser más 
grande que Dios no es otra cosa que hubris" (Eurípides, Hipólito 472-474). Esforzarse 
en seguir el propio camino por resistir a la voluntad de los dioses, pensar que se es más 
sabio que los dioses, es hubris, el insolente, petulante y presuntuoso orgullo. 
Este innato terror al hubris abrasaba la conciencia del griego. Para un hombre es 
hubris: emborracharse de éxito, concebir la idea de que él puede dirigir la vida, pensar 
que puede competir con la vida y forjar un triunfo completo, olvidarse de Dios. Para 
una nación es hubris: procurar conseguir el poder y el dominio del mundo, y proyectar 
vastas conquistas sin contar en absoluto con los dioses. Para un filósofo es hubris: 
aferrarse a unas pocas leyes naturales y, después, pensar que él puede explicar el 
universo y eliminar a Dios. Hay hubris cada vez que un hombre, engreído, olvida que 
sólo es hombre y que Dios tiene la última palabra; y, para el griego, hubris era 
doblemente desastroso a causa de la envidia de los dioses. 

Hasta aquí hemos estado considerando hubris en lo que podríamos llamar su sentido 
teológico dentro del pensamiento griego. Pero tiene también, como las otras dos 
palabras, un sentido ético. Dicho de otra forma: si un hombre tiene hubris en su 
corazón lo manifestará en una determinada actitud hacia sus semejantes. Así como hay 
cierto orgullo presuntuoso en la actitud de un hombre hacia Dios, así puede haber 
cierta arrogancia insolente en su conducta para con sus semejantes. 
Los escritores éticos griegos consideraban hubris como el más grande de los pecados 
contra el prójimo, y basaban su juicio en lo siguiente: 

(I) Hubris es el resultado de permitir a las pasiones que gobiernen. Platón dice: 
"Cuando la opinión conquista, y por la ajnida de la razón, nos conduce a lo mejor, el 
principio conquistador es llamado templanza (sophrosune); pero cuando el deseo, que 
carece de razón, nos gobierna, y nos arrastra al placer, ese poder de desgobierno es 
llamado hubris" (Platón, Protágoras 238a). El hombre que es dirigido por hubris, es 
dirigido por la pasión y la sinrazón. Aristóteles distingue entre el hombre atemperado 
(sophron), que se rige por la ley y la razón, y el hombre que ultraja (hubrizein), que 
obedece los dictados de la pasión. 

(II) Para los griegos lo realmente terrible de hubris consistía en que, por una parte, 
producía un tipo de insolencia mezclada con desprecio, y, por otra, un puro deseo de 
herir a !os demás. Se comete hubris cuando se desprecia a los otros (Aristóteles, Etica 
a Nicómaco 1149b 22). Hablar con deliberada intención de insultar y vejar es hubris 
(Ibid, 1125a 9). Hubris es esa forma de menospreciar que engendra odio y rencor 
(Ibid, 1149a 32). Hubris es, fundamentalmente, algo perverso y mórbido (Ibid, 1 148b 
30). Hubris siente placer cuando ultraja. Es, simplemente, la extrema insolencia en 
función del placer que proporciona el ver sufrir a alguien (Ibid, 1149b 22). 

Los griegos distinguían claramente los matices de cada pasión. La ira no es 
premeditada; un hombre se enciende en ira porque no puede evitarlo. La venganza se 
toma con la clara intención de restituirse algo; la venganza es por amor del desquite. 
Pero hubris, extrema insolencia, es el espíritu que hiere a sangre fría y después 

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retrocede para ver a su víctima convulsionarse. Es herir por amor a herir, y siempre 

imphca la humillación deliberada de la persona que injuria. 

Aristóteles lo describe perfectamente bien (Retórica 2,2,3), "La insolencia (hubris) es 

otra forma de desprecio en cuanto injuria y ultraja; pues el ultraje es hacer y decir algo 

que redunda en vergüenza del que lo sufre, no porque el ultrajante vaya a obtener algún 

beneficio 

de ello, sino simplemente por darse ese gusto; porque los que con esto corresponden a 

otra cosa, no ultrajan (hubris), sino que se vengan. Y la causa del placer en los que 

ultrajan está en que piensan que, haciendo daño a otros, ellos sobresalen más." 

Puede verse fácilmente que para el griego hubris era el más cruel de los pecados. Viene 

por permitir que las pasiones derroquen a la razón, como Platón vio. Aristóteles 

descubrió en hubris un componente peor. Para él hubris procede del puro desdeñar. 

El hombre insolente trata a sus semejantes como si fueran moscas fáciles de aplastar. 

Hubris proviene del puro deleite de infligir un daño inútil e innecesario; del goce de ver 

cómo la gente retrocede, herida en sus sentimientos. Hubris implica la crueldad en 

sumo grado. 

Los tres vocablos que estamos estudiando adquirieron un determinado uso, casi 

standard, en el griego coloquial contemporáneo del NT. Veámoslo. 

En los papiros, estas palabras son insistentemente usadas en conexión con la conducta 

ultrajante, insultante y humillante. Un hombre se queja de que fue groseramente 

insultado (hubrizein) por cierto Apolodoro. Hay una mujer que denuncia a su esposo 

porque continuamente la maltrata e insulta, habiendo llegado con ella incluso a la 

violencia física. Otro hombre se queja de haber sido despojado de sus ropas, amarrado 

y maltratado. Un ciudadano apela al emperador, que, por escrito, le contesta así: "Tu 

ciudadanía no será en modo alguno ultrajada ni tú sometido a castigo corporal 

(hubrizein). 

Como vemos, las palabras expresan consistentemente un trato insultante e injuriante, 

y, especialmente, un trato que humilla públicamente, para mayor vergüenza del que lo 

sufre. La Septuaginta, en 2 S. 2:10, nos ilustra muy bien este caso. El capítulo dice cómo 

Hanún, rey de Anrión, recortó los vestidos de los embajadores de David, les rapó la 

mitad de las barbas, y los despidió. Ese trato fue hubris. Fue insulto, ultraje y 

humillación pública, todo combinado. 

Ahora volvamos al uso que el NT hace de estas palabras. 

(I) En una ocasión se emplea simplemente respecto del desastre que siguió a un viaje 
por mar, que se hizo contra el consejo de Pablo (Hch. 27:10, 21). En otra ocasión, uno 
de los escribas se queja de que Jesucristo los afrentaba (hubrizein) cuando los 
denunciaba (Le. 11:45). 

(II) La palabra hubristes, que significa: hombre de arrogante insolencia, se usa para 
describir uno de los pecados característicos del mundo pagano (Ro. 1:30). Es decir, el 
orgullo del ateísmo. 

(III) Una vez usa Pablo hubristes para describir su propia conducta para con la iglesia 
cuando la perseguía (1 Ti. 1:13). En aquellos días, Pablo, viendo a la iglesia herida y 
humillada, se deleitaba salvajemente. Nada mejor que esta palabra para expresar cuan 
inhumano perseguidor había sido Saulo. 

(IV) Hubrizein se usa dos veces respecto del trato que Pablo recibió de manos de sus 
perseguidores durante sus viajes misioneros. Se utiliza con referencia a lo que le 
sucedió en Iconio (Hch. 14:5) y en Filipos (1 Ts. 2:2). En 2 Co. 12:10, Pablo incluye las 
diversas formas de sufrimiento que hubris le causó. El cristiano no sólo tenía que sufrir 
la crueldad, sino también la humillación pública. 

(V) Pero el uso más sugestivo de todos, el que condensa todo el significado de las 
palabras, está en Mt. 22:6, donde hubrizein se utiliza respecto de la conducta de los 
hombres que afrentaron y mataron a los mensajeros que el rey, con motivo de las bodas 
de su hijo, les envió para notificarles que estaban convidados. En este pasaje tenemos la 
mismísima esencia del pecado. Dios envía su invitación al mundo, y los hombres la 
rechazan; eso es hubris. Eso es el hombre alzándose en contra de Dios, desafiando 
orguUosamente a Dios, olvidando que es criatura y que Dios es Creador, volviendo 

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despectivamente la espalda a Dios. Todo esto equivale a decir que el hombre está 
hiriendo deliberadamente a Dios, pues el pecado quebranta continuamente el corazón 
de Dios mucho más de lo que pueda quebrantar su ley. Todo esto es el hombre 
humillando públicamente a Dios, pues la cosa más humillante del mundo es ofrecer 
amor y que ese amor sea tratado a patadas y rechazado. 

Hubris es crueldad y orgullo mezclados. Hubris es el orgullo que hace a un hombre 
olvidar a Dios, y la arrogante soberbia que le induce a pisotear los sentimientos de sus 
semejantes. 



HUPEREPHANIA5243 y HUPEREPHANOS5244 
PALABRAS DE SOBERBIA 

Las palabras huperephania y huperephanos son poco frecuentes en el NT, pero 
describen uno de los pecados más graves y típicos de la naturaleza humana. 
Huperephania es un nombre que usualmente se traduce soberbia, Jesús dice que la 
soberbia es uno de los pecados procedentes del corazón del hombre (Mr. 7:22). 
Huperephanos es un adjetivo que significa soberbio, petulante, presuntuoso. En el 
Magníficat se dice que Dios ha esparcido a los soberbios en el pensamiento de sus 
corazones (Le. 1:51). Los soberbios son incluidos por Pablo en su terrible lista de 
pecadores de este mundo (Ro. 1:30). Los soberbios forman parte de los pecadores de 
los últimos días (2 Ti. 3:2). Tanto Santiago como Pedro, citando Pr. 3:34, dicen que 
Dios da gracia a los humildes, pero resiste a los soberbios (Stg. 4:6; 1 P. 5:5). 
Huperephania es un pecado que el mundo antiguo conocía bien y sobre el que los 
maestros de ética tenían mucho que decir. Los tales maestros derivaban huperephanos 
de dos palabras griegas: huper, que significa encima, sobre, y phainesthai, que 
significa mostrarse. El hombre huperephanos era el que se mostraba por encima del 
resto de los hombres. 

Esto no hace referencia al hombre conspicuo, cuya posición destacada aceptan los 
otros, sino al que se sube en el pedestal que él mismo se ha creado y, desde ahí, 
contempla a los demás. La característica del hombre huperephanos es que mira 
despectivamente a través de su arrogante presunción. 

En primer lugar veremos el uso de estas palabras en el griego clásico. Jenofonte usa la 
palabra para describir la cruel insolencia que anidaba en el carácter de un joven rey 
que no sabía cómo gobernar a su pueblo (Jenofonte, Ciropedia 5, 2. 27). Los enemigos 
de Sócrates le acusaron de demostrar un soberbio desdén para con sus semejantes 
(Platón, Symposium 219c). Platón acusa a Homero de pintar a Aquiles como 
desplegando una abrumadora soberbia ante los dioses y los hombres (Platón, 
República 391c). Los griegos contaban cómo los dioses jóvenes, encabezados por Zeus, 
arrojaron del poder a los dioses más viejos, y Esquilo habla del espíritu presuntuoso de 
Zeus con relación a esos otros dioses que habían sido derrocados (Esquilo, Prometeo 

405). 

Teofrasto dedica un estudio al carácter del hombre que es huperephanos. Empieza por 
definir huperephania como el espíritu del hombre que tiene soberbia para todos 
excepto para él mismo. El hombre que es huperephanos nunca hace la primera visita a 
nadie. Cuando va por la calle, jamás habla a quien se encuentra, sino que anda 
majestuosamente, ladeada la cabeza y perdida la mirada, lleno de orgullo, ignorando a 
los demás. Cuando se le propone ejercer algún cargo público, declina, alegando que está 
demasiado ocupado para servir. Si da una fiesta, nunca se sienta con los invitados, sino 
que ordena a algún criado que los atienda. Cuando escribe una carta, nunca dice: 
"¿Querría hacerme el favor ...?" Dirá: "Quiero que esto se haga lo más rápidamente 
posible" (Teofrasto, Caracteres 24), 

Como F. J. Hort indica: "Se demuestra huperephania en la forma presuntuosa de 
tratar a nuestros semejantes ... y esto dimana de un falso punto de vista de lo que 



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significa relaciones humanas." Huperephania hace ostentación de su grandeza en 

presencia de los hombres. 

Plutarco, en su biografía de Pompeyo, habla de los piratas que infectaban el 

Mediterráneo, verdadera pesadilla de los mercaderes, y de cómo Pompeyo los 

exterminó. Cuenta que estos piratas navegaban en barcos con velas doradas, cortinas 

de púrpura y remos plateados, de suerte que "más fastidioso que el temor que 

inspiraban era la extravagante ostentación de su equipo". Su mismo orgullo ya era un 

insulto a los hombres. 

Ya podemos apreciar que huperephania es un feo pecado; pero debemos continuar 

para verlo en dos de sus manifestaciones más características. 

(I) Huperephania y riqueza solían ir cogidas de la mano. Las riquezas y posesiones 
tienen un modo peculiar de engendrar soberbia. Estobeo conserva el siguiente 
fragmento de la obra de un escritor llamado Calicratides: "Es inevitable que se hinchen 
de orgullo aquellos que tienen grandes posesiones; que después se vuelvan jactanciosos 
(alazon); que más tarde se tornen arrogantes (huperephanos) y, por último, que 
piensen que no hay otro como ellos" (Estobeo, 85.15). 

Aristóteles, en su Constitución de Atenas (5.3), cita un dicho de Solón, el gran 
legislador griego, que reza así: "Comúnmente, los ricos son la causa de los disturbios en 
un estado." Por ello, desde el mismo principio de su elección. Solón dijo que temía 
sobre todo a la codicia y a la altivez, ya que a causa de ellas nació el odio y la 
enemistad. 

En su Arte de Retórica (1390b 33), Aristóteles vuelve al mismo punto: "Los rasgos del 
carácter que consecuentemente siguen a la riqueza están bien a la vista de todos. Los 
ricos son insolentes y altivos, afectados por la posesión de la riqueza, ya que se 
conducen como si poseyeran todos los bienes; y la riqueza es como la medida del valor 
de las cosas, con lo cual parece como si todo lo demás se pudiera comprar con ella." 
En los papiros hay una carta que habla de un hombre que llegó a despreciar a sus 
amigos porque se había hecho rico. Otro escritor, dirigiéndose al que hasta entonces 
había sido su amigo, dice: "Sin duda, la razón por la que nos olvidaste es que tienes 
mejores cosas que hacer." Huperephania es el orgullo que despiertan las posesiones; la 
altivez del hombre rico que piensa que con su dinero puede obtener lo que le plazca; la 
soberbia del individuo que considera que cada hombre y cada objeto tiene un precio 
que él puede pagar. 

(II) Pero huperephania puede ir todavía más lejos. Huperephania puede llegar a 
despreciar a Dios. La literatura judía del período intertestamentario tiene mucho que 
decir de esta palabra y de sus características. "Huperephania es odiosa delante de Dios 
y de los hombres ... El principio de huperephania es apartarse de Dios y alejar de su 
Hacedor su corazón" (Eclesiástico 10:7, 12). 

Es lo opuesto al espíritu humilde que sólo está dispuesto a adquirir verdadera 
sabiduría. Leemos que "la sabiduría se aleja de huperephania" (Eci. 15:8). 
Huperephania fue la característica de los hombres orgullosos que se rebelaron contra 
Dios, dando así ocasión al diluvio (Sab. 14:6). 

Los judíos usan esta palabra con especial referencia a dos hombres, los cuales 
cometieron el más terrible de los sacrilegios por el hecho de introducirse en el Lugar 
Santísimo, donde solamente podía entrar el sumo sacerdote. Uno de estos hombres fue 
Antíoco Epífanes, que, lleno de soberbia, trató de aniquilar la religión judía, 
comenzando por entrar en el Lugar Santo y profanar el templo (II Mac. 9:7). "En su 
huperephania entró en el santuario" (I Mac. 1:21, 24). 

El otro hombre fue Pompeyo, que, cuando conquistó Jerusalén, incurrió en el mismo 
delito. "Cuando el hombre pecador se ensoberbece (huperephaneuesthai, el verbo 
correspondiente), derriba los muros con su ariete, y nadie puede impedírselo. Los 
paganos subieron contra tu altar; lo hollaron con sus sandalias y con su soberbia" 
(Salmos de Salomón 2:1, 2). "El adversario obró con insolencia y su corazón estaba 
enajenado de Dios" (Salmos de Salomón 17:15). "Destruya Dios a todos los que obran 
iniquidad con soberbia" (Salmos de Salomón 4:28). 



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Huperephania es el espíritu que desprecia a los hombres y que se levanta 

arrogantemente contra Dios. No es sorprendente que Teofilacto llamara a 

huperephania la akropohs kakon, la cúspide de todos los males. 

Esta soberbia puede ser producto de haber nacido en noble cuna, de las riquezas, de 

una amplia formación intelectual e incluso espiritual. Trench la describe como "la 

naturaleza humana en guerra contra Dios". 

Aún nos queda algo que decir. Ya hemos estudiado la palabra alazán, descriptora del 

hombre jactancioso que va atribuyéndose, a voz en grito para que todos puedan oírlo, 

bienes y cualidades que no posee. Pero huperephania es peor todavía, porque su 

asiento está en el corazón. 

El bocaza jactancioso, el alazon, está bien a la vista de todos; pero el huperephanos es 

el hombre que podría dar la vuelta al mundo con los ojos caídos, las manos 

entrelazadas, aparentando paz, y, sin embargo, ocultar en el corazón una silenciosa 

soberbia para con sus semejantes. El huperephanos es el hombre que puede 

manifestarse muy humilde y afectar mansedumbre, pero que por dentro está lleno de 

orgullo. 

Su pecado básico consiste en olvidar que es una criatura y que Dios es el Creador, pues 

el huperephanos ha erigido en su corazón un altar para él, y ahí se adora. 



HUPOGRAMMOS5261 
EL MODELO PERFECTO 

Sólo hay un ejemplo de la palabra hupogrammos en el NT, pero tiene tras de sí una 
imagen sumamente vivida. Pedro dice que Jesús "nos dejó ejemplo (hupogrammos) 
para que sigamos sus pisadas" (i P. 2:21). 

La palabra hupogrammos está relacionada con la primera enseñanza griega, y tiene 
que ver con la forma en que los muchachos eran enseñados a escribir. En tiempo del 
NT, el material que se utilizaba para escribir era, normalmente, papiro, una especie de 
papel que se fabricaba con médula de junco, especialmente de los que crecían en las 
riberas del Nilo. Este material era manufacturado en hojas de diez por ocho pulgadas. 
Las hojas variaban en calidad y precio, costando unos cinco centavos de dólar las más 
baratas y algo más de diez centavos de dólar las más caras. Evidentemente, el papiro 
resultaba muy costoso para que los escolares practicaran la escritura, por lo que, 
generalmente, empleaban tablillas de cera, que eran unas cajas, poco profundas, llenas 
de cera reblandecida. El instrumento que utilizaban para escribir era una especie de 
punzón, llamado stylus (estilo), que tenía el otro extremo aplanado para alisar la cera y 
poder usarla de nuevo. 

Hay un par de ejemplos que nos muestran el método que se seguía para enseñar a 
escribir a los chicos. Platón, en el Protágoras (326 D), dice que, primeramente, el 
maestro trazaba (hupographein, verbo correspondiente al nombre hupogrammos) 
con el estilo unas cuantas líneas sobre la cera, para que el discípulo no se desviara, y, 
después, en la parte superior de la tablilla, escribía el hupogrammos, el modelo, que el 
muchacho tenía que imitar. Algunas veces, el modelo era una máxima, pero, 
usualmente, consistía en una frase sin sentido que contenía todas las letras del alfabeto. 
Clemente de Alejandría (stromateis 5.8) pone un ejemplo de este tipo de frase: 
marpte sphigx kiops zbuchthedon, (En griego ph, ps, ch y th son letras simples, phipsi 
chi y zeta, respectivamente.) Este era el modelo perfecto que escribía el maestro para 
que el escolar lo imitara. Por tanto, lo que Pedro está diciendo es: "Así como el alumno, 
imitando el perfecto modelo grabado, aprende a escribir, así, nosotros que somos 
alumnos de la escuela de la vida, solamente imitando y siguiendo el perfecto ejemplo 
que Jesús nos dio, podremos aprender a vivir." 

Pero había otra forma de usar el hupogrammos que tiene algo que aportar a lo que 
Pedro quiere decir. Quintiliano, en su Educación de un orador (1,1,27), nos dice que, 
algunas veces, el maestro trazaba las letras en la tabla encerada, y así la mano del 

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muchacho "es guiada por los mismos trazos para que no pueda cometer errores". Al 
principio, cogiéndole la mano, el maestro le ayudaba, pero después dejaba que él 
continuara, auxiliado por los ribetes de los trazos, los cuales impedían "que se 
descarriara". Es probable que esto también lo hubiera tenido Pedro en mente. Es decir, 
que tener que copiar el hupogrammos sin ayuda de nadie, debe resultar a menudo 
difícil y desalentador; pero si el escolar tenía la mano del maestro sobre la suya, y, 
además, contaba con unos trazos que seguir para no descarriarse, entonces todo le 
resultaba más fácil. Jesús no nos da un ejemplo y nada más, pues un ejemplo puede ser 
la cosa más desalentadora del mundo. Durante siglos, los hombres han estado viendo 
volar a los pájaros, y nunca han sido capaces de hacer lo mismo. Un hombre puede 
estar viendo a un campeón de golf y no sentir otro deseo que el de ir a casa y quemar 
sus propios palos. Un pianista puede oír y ver cómo un maestro ejecuta y hacerse el 
propósito de no tocar jamás un piano. Pero Jesús hace algo más que darnos un ejemplo. 
Como la mano del maestro guiaba la del escolar en sus primeros esfuerzos por 
aprender, así Jesús nos guía; como los surcos de las letras grabadas sobre la cera 
impedían que el alumno se descarriara, así nos dirige la gracia de Jesús. Cristo no nos 
dejó solamente un hupogrammos desalentador por su perfección, sino que nos está 
ajnidando constantemente a imitarlo. 



HUPOKRISIS5272 E HUPOKRITESS5273 
HACIENDO COMEDIA 

En el NT, hupokrisis e hupokrites se traducen "hipocresía" e "hipócrita", y no hay nada 
que los escritores neotestamentarios condenen más. En la opinión popular, este pecado 
es universalmente aborrecido. 

Lo curioso es que, en el griego clásico, estas palabras no tienen matiz insano ni sentido 
peyorativo; son palabras que se han degradado definitivamente en el mundo, aunque, 
como veremos, ya llevaban en ellas la simiente de la bajeza. En el griego clásico, el 
significado fundamental de hupokrites es "uno que responde". Hupokrinesthai el 
verbo, significa "responder". A partir de su primer significado, hupokrites fue 
evolucionando y adquiriendo progresivamente otros, a saber: (a) intérprete o expositor 
de sueños. Cuando Luciano cuenta a su auditorio el sueño que le convirtió en escritor, 
dice que debían estar pensando: "Sin duda, no nos considera oneiron hupokritai, 
intérpretes de sueños" (Somnium 17). (b) Orador. Cierto crítico decía que Demóstenes 
era un excepcional y talentoso hupokrites, (c) Recitador o declamador de poesías. En 
una época en que no había libros, los "rapsodas", que recitaban poemas y epopeyas, 
eran hupokritai, (d) Actor. Una pieza teatral consta generalmente de preguntas y 
respuestas, y un actor puede ser descrito como un hupokrites, un respondedor. Pues 
bien, precisamente de este último significado es del que procede la acepción peyorativa 
de hupokrites, es decir, viene a significar "fingidor", "comediante", "uno que está 
representando parte de un papel", "uno que está haciendo teatro". 
En la Septuaginta, hupokrites es, decididamente, una palabra mala (Job 34:30; 36:13), 
que, por aquel entonces, ya había adquirido un significado definitivamente 
desagradable; pero es imprescindible hacer constar que, por el tiempo en que la 
Septuaginta estaba siendo revisada, no solamente hupokrites había llegado a ser una 
palabra mala, sino la palabra que expresaba un mal muy activo. Una de esas famosas 
revisiones fue llevada a cabo por un hombre llamado Aquila. En Job 15:34; Pr. 11:9; Is. 
33:14, Aquila tiene hupokrites, y, la Septuaginta, asabas, que significa nada menos 
que "impío". En Job 20:5, Aquila tiene hupokrites, y, la Septuaginta, paranomos que 
significa "transgresor", "quebrantador de la ley". En Is. 32:6, Aquila tiene hupokrisis, 
y, la Septuaginta, anoma, que significa "ilegal". Es obvio que esta palabra no significa 
simplemente "hipocresía"; sino que, poco a poco, ha ido connotando alguna clase de 
mal, de ilegalidad, de impiedad, de algo nocivo en plena acción. En la Epístola de 
Bernabé (siglo II d. de J.C), hay una descripción de Los Dos caminos, que reza así: 

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"No debes unirte a los que andan por el camino de la muerte; debes aborrecer cualquier 

cosa que no agrade a Dios; debes odiar toda hupokrisis y seguir los mandamientos del 

Señor". Evidentemente, hupokrisis es un pecado pernicioso y activo. 

En el NT, hay definidas ciertas líneas de pensamiento con relación a hupokrisis y a 

hupokrites, 

(I) Hupokrites es el hombre que se dedica a representar bondad de tal manera, que ha 
merecido ser llamada "bondad teatral". Es el hombre que procura que todo el mundo 
vea que da limosna (Mt. 6:2), que ora (Mt. 6:5) y que ajnina (Mt. 6:16). Es el individuo 
cuya bondad no busca agradar a Dios, sino a los hombres; el individuo que no dice: "A 
Dios sea la gloria", sino, "a mí sea el crédito". 

(II) Hupokrites es el hombre que quebranta la ley de Dios en el nombre mismo de la 
religión. Es el hombre que dice no poder ayudar a sus padres porque ha dedicado sus 
propiedades al servicio de Dios (Mt. 15:7; Mr. 7:5). Es el hombre que rehusa socorrer a 
un enfermo en el día de reposo, porque sería quebrantar la ley, pero que, no obstante, 
cuida de sus bestias en el día de reposo (Le. 13:15). Es el sujeto que prefiere su idea de 
la religión en vez de la idea que Dios tiene. 

(III) Hupokrites es el hombre que oculta sus auténticos móviles bajo una capa de 
ficción. El verdadero motivo por el que aquellos individuos preguntaron a Jesús sobre 
el pago del tributo no fue obtener información y orientación, sino enredar a Cristo en 
sus propias palabras. Los tales individuos son hupokritai (Mr. 12:15; Mt. 22:18). El 
hupokrites es el astuto intrigante de palabras falaces. 

(IV) Hupokrites es el hombre que oculta un corazón perverso bajo un disfraz de 
piedad. Los fariseos eran así (Mt. 23:28). Guardaban celosamente los elementos 
externos de la religión mientras sus corazones estaban llenos de orgullo y arrogancia, 
de amargura y odio. Es el tipo de hombre que nunca deja de ir al templo ni de condenar 
al pecador. Su orgullo remeda la humildad. 

(V) El hupokrites, al final, se ciega. Puede distinguir las señales de los tiempos, pero no 
las de Dios (Le. 12:56). Ha engañado a los demás tan a menudo, que, al final, se engaña 
a sí mismo. 

(VI) Hupokrites es el hombre que, con la excusa de la religión, seduce a otros y los 
aparta del camino recto (Gá. 2:13; 1 Ti. 4:2; 1 P. 2:1). Consigue que los demás le 
escuchen a él en vez de a Dios. 

(VII) Hupokrites es el hombre que, a la postre, está bajo condenación. 

Aquí hay una advertencia. De todos los pecados, la hipocresía es en el que más 
fácilmente se cae y, a la vez, el más condenado. 



HUPOMONE5281 

LA VIRTUD VARONIL 

Hupomone es una de las palabras más nobles del NT. Normalmente, se traduce 
"paciencia" o "resistencia", pero, como veremos, es casi imposible encontrar un vocablo 
que exprese toda la plenitud del significado de hupomone. Esta palabra no es muy 
común en el griego clásico, donde se usa respecto de la duración de un trabajo fatigoso 
que un hombre está realizando porque le obligan. También se usa respecto del 
sufrimiento que ocasiona la punzada del dolor moral, del shock de guerra y de la 
venida de la muerte. Y se da el caso interesante de utilizar esta palabra con relación a la 
facultad de una planta para vivir bajo circunstancias duras y desfavorables. Tanto en el 
griego posterior como en la literatura judía del período intertestamentario, hupomone 
es utilizada con mucha frecuencia. Así, por ejemplo, se usa en IV Macabeos para 
significar ese "poder de permanencia espiritual" que capacita a los hombres para morir 
por su Dios. 

El nombre hupomone se usa treinta veces en el NT, y el verbo correspondiente, 
hupomonein, unas quince. Como hemos dicho, la traducción normal del nombre es 
"paciencia", y el verbo significa "soportar", "resistir", pero, cuando examinemos 

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detalladamente sus usos, descubriremos ciertas verdades magníficas que nos serán de 
auténtica inspiración. 

(I) Hupomone se emplea frecuentemente en conexión con la "tribulación". La 
tribulación produce paciencia (Ro. 5:3). El cristiano debe probarse a sí mismo en 
mucha "paciencia" y en las "aflicciones" (2 Co. 6:4). Los tesalonicenses son encomiados 
por su "paciencia" y fe en las "persecuciones" y "tribulaciones" (2 Ts. 1:4). El cristiano 
debe ser paciente (hupomonein) en la "tribulación". Esta forma de usar la palabra es 
especialmente frecuente en el Apocalipsis, que es el libro característico del mártir (Ap. 
1:9; 3:10; 13:10). 

(II) Hupomone se utiliza en conexión con la "fe". La prueba de la fe produce 
"paciencia" (Stg. 1:3). Hupomone perfecciona a la fe. 

(III) Hupomone es usada en conexión con la "esperanza". La tribulación engendra 
"paciencia", y la paciencia engendra experiencia y, la experiencia, "esperanza" (Ro. 5:3). 
La "paciencia" y la consolación producen "esperanza" (Ro. 15:4, 5). En 1 Ts. 1:3 se alaba 
la "constancia" de la "esperanza" de los tesalonicenses. 

(IV) Hupomone está relacionada con el "gozo". La vida cristiana lleva en sí el distintivo 
de la "paciencia" y de la longanimidad con gozo (Col. 1:11). 

(V) Hupomone está relacionada, más que con alguna otra cosa, con la gloria y la 
grandeza futuras. Las referencias son demasiado numerosas para citarlas todas (Le. 
21:19; Ro. 2:7; He. 10:36; 12:1; 2 Ti. 2:10, 12; Stg. 1:12; 5:11). 

Ahora ya estamos en condiciones de ver la esencia y característica de esta gran virtud 
que es hupomone. No es la paciencia del que se sienta y agacha la cabeza con 
derrotismo, presto a soportar hasta que pase la tormenta que se avecina sobre él. Es el 
espíritu que puede sobrellevar las cargas por su esperanza inflamada, no por simple 
resignación; no es el espíritu del que se sienta donde le pilla la tragedia, dispuesto a 
soportar estáticamente, sino el que conlleva la adversidad porque sabe que está 
siguiendo un camino que conduce a la gloria; no es la paciencia del que aguarda 
ceñudamente el fin, sino del que espera radiantemente un nuevo y mejor amanecer. 
Esta clase de paciencia, fruto de la esperanza, ha sido llamada "constancia viril bajo la 
desgracia". Siempre se ha dicho que tiene el trasfondo de andreia, i, e,, de coraje. 
Crisóstomo dice que hupomone es "raíz de todos los bienes, madre de la piedad, fruto 
que nunca se pudre, fortaleza inexpugnable, puerto que no sabe de tormentas". La 
llama "reina de las virtudes, fundamento de las acciones justas, paz en la guerra, calma 
en la tempestad, seguridad contra los complots", y ni la violencia del hombre ni los 
poderes del mal pueden dañarla. Es la cualidad que mantiene a un hombre firme contra 
los elementos. Es la virtud que puede transmutar en gloria a la desgracia más grande, 
porque, más allá del dolor, ve la meta. George Matheson, que quedó ciego y fracasó en 
amores, escribió una oración en la que confiesa que todavía le quedaban fuerzas para 
aceptar la voluntad de Dios, "no con muda resignación, sino con santo gozo; no sólo sin 
murmurar, sino con un cántico de alabanza". Únicamente hupomone puede capacitar a 
un hombre para reaccionar así. 



PHOBOS5401 

EL TEMOR RAZONABLE Y EL INSENSATO 

La palabra phobos significa "miedo", "temor", y, en el griego de todas las épocas, ha 
sido considerada una "palabra intermedia". Es decir, la palabra en sí es completamente 
neutral, pero, según la forma en que se use y el contexto en que se encuentre, puede 
tener significado positivo o negativo, y puede describir algo que es útil y digno de elogio 
o, por el contrario, algo nocivo y despreciable. En griego, phobos, "miedo", puede ser 
tanto la característica de un cobarde como de un hombre verdaderamente religioso. 
En el griego clásico, phobos tiene tres significados principales, (a) Homero casi 
siempre la usa con el significado de "pánico" o "fuga". "Sobrecogedora fuga -dice 
Homero- compañera del glacial phobos, terror" (Uiada, 9,2), Phobos, en el griego 
primitivo, siempre comporta la idea de fuga, de huir aterrorizado de la batalla. La voz 

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pasiva del verbo correspondiente, phobeisthai, significa "ser puesto en fuga", y es lo 
opuesto a hupomonein (del que procede hupomone), que significa "aguardar a pie 
firme", "soportar". La palabra expresa el fallo nervioso que hace a un hombre apretar 
los talones y huir despavorido, (b) Generalmente, en el griego clásico, phobos significa 
"miedo" en el más amplio sentido de la palabra, y es lo opuesto a tharros, que significa 
"coraje", (c) Finalmente, en el griego clásico, phobos significa el "temor que se tiene o 
la "reverencia" que se da a un gobernante de alto rango y, especialmente, a un dios. 
Denota la profunda sensación de respeto que un hombre experimenta en presencia de 
alguien que es infinitamente superior a él. 

Phobos es muy común en el NT, donde se encuentra unas cuarenta y siete veces. 
Veamos la palabra en los evangelios sinópticos y en Hechos. 

Se usa con referencia a la reacción de los discípulos cuando vieron a Jesús andar sobre 
las aguas (Mt. 14:26) y cuando calmó la tempestad (Mr. 4:41). Se utiliza respecto de la 
reacción de las gentes tras la curación del paralítico (Le. 5:26), tras la resurrección del 
hijo de la viuda de Naín (Le. 7:16) y tras la curación del endemoniado gadareno (Le. 
8:37). Se emplea respecto de la turbación de Zacarías cuando vio al ángel del Señor 
junto al altar (Le. 1:12), al temor de los que estaban presentes cuando Zacarías recobró 
la palabra (Le. 1:65), de los pastores que oyeron el cántico de los ángeles (Le. 2:9), de 
los guardas de la tumba cuando el ángel removió la piedra (Mt. 28:4), de la forma en 
que las mujeres volvieron a casa tras haber visto la tumba vacía (Mt. 28:8) y de las 
sensaciones que experimentarán los hombres en medio de los impresionantes eventos 
de los últimos días (Le. 21:26). 

En Hechos se usa con relación al temor que sobrevino a las personas que presenciaban 
las señales y maravillas que realizaban los apóstoles merced al gran poder que obraba a 
través de ellos (Hch, 3:43). También se usa con relación a la actitud de los testigos de la 
muerte de Ananías y Safira (Hch. 5:5, 11) y a los derrotados exorcistas e idólatras de 
Efeso (Hch. 19:17). De la iglesia se dice que andaba en el phobos, el "temor", del Señor 
(Hch. 9:31). Más de una vez, en los evangelios sinópticos y en Hechos, se usa la palabra 
en sentido timorato. Y, en cada caso, describe el efecto especialmente vivo que causa en 
el ánimo de un hombre el hallarse frente al divino poder en acción. Siempre expresa lo 
que siente un hombre cuando se encuentra frente a lo que Otto llamaba "lo 
enteramente otro", cuando se encuentra cara a cara con algo que está fuera de él, que es 
diferente a él, que lo trasciende, que no puede entender. 

He aquí la gran verdad de que no puede haber religión sin reverencia. Entre el hombre 
y Dios hay "intimidad" pero no "familiaridad". Phobos describe el sentir del hombre 
que está "perdido en lo maravilloso, en el amor y en la alabanza". Describe el temor que 
experimenta la criatura en presencia del Creador. Swinburne escribió esta ya famosa 
frase: "Gloria al hombre en las alturas, pues el hombre es el dueño de las cosas." 
Phobos es exactamente lo contrario, pues, en su sentido más elevado, phobos es la 
reverencia esencial del hombre en presencia de Dios. 

En el resto del NT, phobos es una palabra mucho más complicada. Tiene tanto el 
sentido positivo como el negativo. Comencemos por el positivo. 

(I) En algunos casos, la Versión Reina Valera Antigua traduce phobos con la palabra 
"temor", donde el significado es, más bien, "reverencia". Ya hemos visto que en Hch. 
9:31 se dice que las iglesias "andaban en el temor del Señor", esto es, los cristianos 
vivían reverentemente. Pablo condenaba de los injustos que no hubiera "temor de Dios" 
delante de los ojos de ellos (Ro. 3:18). Faltaban la reverencia y el respeto que deben 
darse y guardarse a Dios. Pedro habla de conducirnos "en temor" todo el tiempo de 
nuestra peregrinación (1 P. 1:17). En este sentido, phobos describe la condición de un 
hombre que está viviendo a la luz de la eternidad, que siempre es consciente de Dios, 
que nunca olvida que un día dará cuenta de sus hechos. 

(II) Este phobos, esta "reverencia", esta "situación de enterado" con respecto a Dios, es 
fuente de grandes logros, como lo es una "vida casta" (1 P. 3:2). Conocer a Dios trae, 
necesariamente, una influencia antiséptica a la vida. 

(III) Este phobos es fuente de "santidad" (2 Co. 7:1). Porque Dios es santo, el hombre 
de Dios también ha de ser santo. Es preciso que haya diferencia entre la vida cristiana y 

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cualquier otra, pero la fuerza motriz y la causa de esa diferencia tienen que ser en el 
sentido de Dios. 

(IV) Este phobos está relacionado con la "aflicción piadosa" que trae arrepentimiento 
(2 Co. 7:11). Una de las raíces del arrepentimiento debe ser la sensación de 
insuficiencia, de fracaso, de indignidad en presencia de la santa perfección de Dios. 
Dicha sensación produce, de inmediato, phobos, el sentido de pequenez de la criatura 
ante el Creador. 

(V) Este phobos es la fuente de la superación cristiana (Fil. 2:12). El cristiano debe 
ocuparse de su salvación con phobos, "temor" y temblor. El sentido del juicio con que 
se enfrenta, el tener conciencia de la meta que puede perder, el sentido de la crucial 
importancia de la vida y del vivir, la convicción de la necesidad de procurar merecer el 
amor de Cristo, todo combinado, ha de llenar al cristiano de una temerosa admiración, 
de un tembloroso anhelo, de una apasionada ansia de superación. 

(VI) Este phobos es la base del "respeto" y del "servicio" que los cristianos están 
llamados a tenerse y a prestarse mutuamente (Ef. 5:21). Los cristianos viven en 
presencia de Dios. Cada cristiano no debe ser sólo consciente de su salvación personal, 
sino también de la salvación de su hermano, por quien Cristo murió igualmente. Los 
cristianos, como consecuencia de su reverencia a Dios, han de reverenciarse entre sí. 

(VII) Este phobos puede ser "la fuerza motriz de la persuasión" (2 Co. 5:11). Pablo, 
precisamente porque conoce el phobos de Dios, procura persuadir a los corintios. Es 
del todo erróneo extirpar del mensaje cristiano la amenaza que está presente en él. El 
cristianismo siempre llega al hombre con una promesa y un ofrecimiento, pero 
cualquier promesa puede no ser creída y cualquier ofrecimiento puede ser rechazado, lo 
cual, necesariamente, tiene sus consecuencias. 

(VIII) Las Epístolas Pastorales contienen un ejemplo especial de Phobos, La disciplina 
cristiana debe ser aplicada públicamente para que los demás también "teman" (1 Ti. 
5:20). Es interesante esta idea cristiana de que no sólo se aplique públicamente la 
disciplina por amor al que ha pecado, sino también como advertencia a los demás para 
que se comporten rectamente. 

Podemos ver fácilmente cómo el NT define grandes obras para realizarlas en virtud de 
este phobos, de esta "reverencia", de esta "conciencia" de la presencia de Dios. 
Veamos ahora, el lado negativo, malo, de phobos, 

(I) Primeramente, consideremos un par de acepciones de phobos que en sí no son 
malas, pero que podrían llegar a serlo. Phobos describe la "huida natural" de cualquier 
tarea difícil. Así, Pablo usa phobos respecto de su propio sentir con respecto a la poco 
feliz situación que se había creado entre él y la iglesia de Corinto (1 Co. 2:3; 2 Co. 7:5). 
Semejante phobos es natural e inevitable. Cuanto más sensible sea un hombre, más 
experimentará esta clase de phobos. En sí, no es nada vergonzante, pero puede llegar a 
ser fatal si logra impedir al hombre que lo experimenta que cumpla su deber y que se 
enfrente con lo que, en conciencia, sabe debe enfrentarse. 

(II) Phobos se usa con referencia al "respeto" que ha de tenerse a la autoridad humana. 
Los corintios recibieron a Tito con phobos (2 Co. 7:15). Repetidamente el NT impone 
se trate con el debido phobos a todos aquellos que están revestidos de autoridad tanto 
en el Estado como en la iglesia (Ro. 13:7; Ef. 6:5; 1 P. 2:18). Pero debemos tener muy en 
cuenta que este respeto nunca ha de transformarse en culto. Hay que dar a César lo que 
es suyo y a Dios lo que le corresponde. 

(III) Ahora veamos definitivamente el lado nocivo de phobos. Hay un phobos que es, 
característicamente, la emoción del hombre dañino (Ro. 13:3). Frente a la autoridad, el 
hombre probo no tiene nada que temer. Phobos es la parte infantil del malhechor. 

(IV) Hay en el phobos, el "temor", de la muerte (He. 2:15). Un periodista americano 
puso a la cabeza de la lista de sus normas particulares de vida: "Nunca pensaré en la 
muerte." El doctor Johnson declaró que el temor de la muerte estaba tan arraigado en 
el ser del hombre, que la vida era un largo esfuerzo para mantenerlo a raya. La 
esperanza cristiana libra al hombre de esta clase de phobos. El cristiano tiene razones 
para no estar obsesionado por el temor de la muerte. 



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(V) Phobos y legalismo van de la mano. El legalismo reduce a un hombre a la condición 
de esclavo en vez de exaltarlo a la de hijo, y el sentir característico del esclavo es el 
phobos, el "temor" (Ro. 8:15). Pablo creía que la religión dominada por la ley no puede 
resultar nada más que en temor. Pero la fe del cristiano está regida por la gracia, 
merced a la cual es hijo del amor y no esclavo de la ley. 

(VI) La cura del phobos, del "temor", es el amor (1 Jn. 4:16, 18). El perfecto amor echa 
fuera de la vida el temor. El temor, dijo Juan, lleva en sí tormento (1 Jn. 4:18). El temor 
tiene que ver con el castigo, pero el cristianismo no enseña a pensar tanto en la 
venganza de Dios como en su amor, no tanto en el castigo de Dios como en su perdón. 
Aunando el pensamiento de Pablo con el de Juan, llegamos a una conclusión muy 
interesante y sugestiva: el temor es el distintivo de una religión inadecuada. Cuando el 
temor es la fuerza motriz de la religión, quiere decir que el hombre está pensando en la 
religión en términos de ley y de venganza de Dios. En el cristianismo hay ley y juicio, 
pero, cuando ambos llegan a ser tan dominantes que echan fuera de los pensamientos 
del hombre la gracia y el amor, resulta en una religión inadecuada. 

(VII) Phobos, "temor", es lo que acobarda a un hombre para que no dé el testimonio 
cristiano que se espera de él. Esta forma de usar phobos es característica del Cuarto 
Evangelio. El miedo a los judíos contuvo a los hombres de confesar su fe en Jesús (Jn. 
7:13), hizo que José de Arimatea permaneciera como discípulo secreto (Jn. 19:38) y 
forzó a los discípulos a encerrarse después de la crucifixión (Jn. 20:19). El temor es lo 
que, en tiempo de aflicción, impide a un hombre proclamar quién es y a quién sirve (1 
P. 3:14). Phobos destruye el heroísmo esencial de la fe cristiana. 

En el NT, phobos es una de las grandes palabras. No puede haber religión sin el temor 
reverente de la criatura en presencia del Creador. El sentir reverente, el tener 
conciencia de Dios, es, a la vez, la profilaxis contra el pecado, la dinámica de la vida 
cristiana y la causa del esfuerzo y la superación cristianos. Pero cuando la reverencia se 
vuelve temor, en el sentido más vulgar del término, entonces la religión se torna 
raquítica e inadecuada, ya que, por haber perdido la gracia, ha perdido la gloria. 



CHARISMA5486 

EL DON DE DIOS 

Básicamente, charisma significa "don". Fuera del NT, no es en absoluto una palabra 
común. Aparece raramente en el griego clásico. Tampoco es común en los papiros, pero 
sí se usa una vez con un contenido muy sugestivo, pues está en relación con un hombre 
que clasifica sus posesiones en dos grupos: las que obtuvo apo agorasis, "por compra", 
y las que obtuvo apo charismatos, "por donación". En el NT, charisma es una palabra 
característicamente paulina. En total, aparece diecisiete veces: catorce, en las cartas 
indudablemente paulinas, dos, en las Epístolas Pastorales, y, una, en 1 Pedro. 

(I) Se usa respecto de lo que podríamos llamar "dones de gracia". Pablo anhelaba visitar 
Roma a fin de impartir a los romanos algún charisma (Ro. 1:11). Los corintios no 
carecen de ningún charisma (i Co. 1:7). Pablo les alienta a que procuren el charisma 
más excelente (1 Co. 12:31) y después canta su himno al amor. Charismata son las 
gracias de la vida cristiana. 

(II) Se utiliza respecto de la "gracia y del perdón de Dios" dentro de la situación en que 
el juicio y la condenación serían lo único justo. En Ro. 5:15, 16, el pecado del hombre y 
el charisma de Dios de gracioso perdón son contrastados. En Ro. 6:23 -un versículo al 
que volveremos- la paga del pecado es la muerte, pero el charisma de Dios es la vida 
eterna. 

(III) Se usa con referencia a los "talentos naturales" que el hombre posee. Cada hombre 
-dice Pablo- tiene su propio charisma de Dios (1 Co. 7:7). Pedro exhorta a todo hombre 
a servir a los otros de acuerdo con el charisma que ha recibido (1 P. 4:10). 

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(IV) Se emplea con relación al "don que se confiere a un hombre cuando es ordenado 
para el ministerio". Timoteo nunca debe desatender el don que vino a él mediante la 
imposición de las manos del presbiterio (i Ti. 4:14; 2 Ti. 1:6). El don de Dios viene a los 
hombres a través de las manos de los hombres, pero permanece como un don de Dios. 

(V) Se utiliza especialmente respecto de "los dones especiales que pueden ser aplicados 
al servicio de la iglesia". Hay dos grandes listas de dones. Ro. 12:6-8 menciona profecía, 
ministerio, repartimiento, enseñanza, exhortación, presidencia y misericordia. La lista 
de 1 Co. 12:8-10 es más larga. 1 Co. 12:28-30 indica cuan diferentes charismata se dan 
a las diversas personas. 

(VI) Se usa respecto de la "ajnjda de Dios en una situación difícil" (2 Co. 1:11). 

La idea básicamente completa que encierra la palabra es la de algo que nos llega gratis y 

sin merecerlo; de algo que se da a un hombre, pero que él no ha ganado ni ha hecho 

méritos para ello, sino que proviene de la gracia de Dios, y nunca podría haber sido 

logrado, conseguido ni poseído por el propio esfuerzo del hombre. 

Pero es Ro. 6:23 el que da a charisma su significado esencial. En este versículo hay dos 

palabras contrastadas. La "paga del pecado es la muerte. La palabra usada es opsonia, 

que literalmente significaba "dinero para comprar carne cocida", y es la palabra regular 

que se usa para "paga de un soldado". Es decir, si hubiéramos recibido la paga que 

merecíamos, ésta hubiera sido la muerte. La "dádiva" de Dios es vida eterna. La palabra 

es charisma. Ahora bien, charisma también tiene un trasfondo militar. Cuando un 

emperador subía al trono, o cuando celebraba su cumpleaños, daba a sus soldados un 

donativum o charisma, es decir, les regalaba cierta cantidad de dinero. Ellos no lo 

habían ganado, como sucedía con su opsonia; lo recibían por la generosidad del 

emperador. 

Así, pues, lo que nosotros hemos ganado, nuestra opsonia, es la muerte. Por ello, todo 

lo que tenemos es charisma, regalo de Dios. Todo es de Dios. Toda gracia con la cual la 

vida es adornada, la gracia 

que perdona el pecado; todo talento natural que poseemos, los dones que ponemos al 

servicio de la iglesia, cualquier función que podamos desempeñar, cada vez que 

hayamos pasado por algo que amenazara nuestros cuerpos o nuestras almas. Dios lo 

dio, Dios lo hizo, es el charisma de Dios, todo es de Dios. 

"Y cada virtud que poseemos, y cada victoria que ganamos, y cada pensamiento santo 

son únicamente de él". 



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